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Monseñor Octavio Casaverde, Vicario General de la Arquidiócesis de Lima, presidió la Celebración Eucarística por la Fiesta de la Presentación del Señor en la Basílica Catedral de Lima: «Jesús, con su vida humilde y sencilla, a pesar de su gran poder, estaba dispuesto a acercarse a quienes más sufren, por eso es la luz que brilla en nuestros corazones, por la grandeza de escuchar a quienes más sufren y acompañar a los enfermos de espíritu» – precisó durante su homilía.

«María y José, fervorosos creyentes y muy integrados a su pueblo, cumplieron la ley de la presentación, llevaron al niño de 40 días de nacido para presentarlo al Señor – comentó Monseñor Casaverde en referencia al Evangelio de Lucas (2,22-40) – 40 días porque María tenía que cumplir los 40 días de purificación después del parto según la ley, y cuando llegaron al templo fueron recibidos por el profeta Simeón».

Simeón, que estaba lleno del Espíritu Santo, reconoce y encuentra en ese niño al Mesías de Dios, al Dios hecho hombre: «Simeón mira en el niño a un salvador, al salvador con su muerte y resurrección, mira en el niño como la luz que ilumina a las naciones» – destacó.

Jesús, con su vida humilde y sencilla, a pesar de su gran poder, estaba dispuesto a acercarse a quienes más sufren, por eso es la luz que brilla en nuestros corazones, por la grandeza de escuchar a quienes más sufren y acompañar a los enfermos de espíritu

«Las obras de Jesús realmente admiraban a la gente, y su enseñanza llegaba hasta lo más hondo de la consciencia – prosiguió Monseñor Casaverde – cuando Jesús hablaba la gente realmente quedaba cautivada, sus enseñanzas despertaban una serie de reacciones, la gente se interpelaba, se convertía, por eso, el Señor es la luz, nuestra luz».

Jesús es la luz que nos acompaña, porque quien está con Jesús no anda en la oscuridad, se da cuenta de la vida

El profeta Simeón, también bendice a José y María, dos padres jóvenes con quien comparte su alegría. Se dirige a María para fortalecer su fe y recordarle la misión que deberá desempeñar como madre, pero también le advierte que el camino no será fácil y que «una espada traspasará tu alma»

¿A qué espada se refiere? – preguntó Octavio Casaverde – «son los sufrimientos de la Virgen María al ver que su hijo era perseguido desde pequeño por Herodes, y que no descansarían de perseguirlo hasta su muerte, una muerte que se da por la entrega generosa y gratuita de su amor, no por obligación».

En la familia aprendemos todas las virtudes humanas, virtudes cristianas, aprendemos a amar, a respetar, a compartir, a ser justos, por eso Dios bendijo, Dios quiso vivir en la familia para experimentar esa realidad.

«Pidamos por todas nuestras familias, para que el Señor nos bendiga y ayude renovar más la fe en el amor de Dios, y a renovar nuestra confianza en María Santísima» – expresó.

Más de 800 religiosos y religiosas de diferentes congregaciones participaron de la Celebración Eucarística por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que presidió el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo, en el Colegio de Jesús: «Reconocer al Señor que nos ama y que nos llama en la vida cotidiana es fundamental para poder entender por qué vamos luego a rezarle, a tomar tiempos de silencio y de contemplación en la Eucaristía, tanto en la misa como en la contemplación del Sagrado Sacramento, no para huirle a la vida, sino para que cada vez que tomamos contacto con Él ahondemos en la profundidad de su presencia en este mundo, en la historia donde ha revelado los signos de su amor» – comentó.

Refiriéndose a la Lectura del profeta Malaquías (3,1-4) que anuncia que llegará el día en que una ofrenda no sea vana, Monseñor Castillo explicó que ya, durante esta época, las ofrendas al Señor en el Templo eran vanas en el sentido que hacían de la religión un intercambio en vez de entregar la vida con generosidad: «Esta visión religiosa que implica una especie de intercambio simétrico, un pacto con Dios, requería una nueva alianza» – agregó.

«Dios nos ha bendecido desde la creación del mundo y ha venido a revelarnos que somos benditos gracias al amor gratuito del Padre – prosiguió – por eso, esta semana el Papa Francisco ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas como la identidad cristiana, porque todos estamos llamados a convertirnos en dones gratuitos, en ofrenda agradable».

Las tres dimensiones en la vida religiosa y sacerdotal

Al conmemorarse dos años de la visita apostólica del Papa Francisco al Perú, el Arzobispo de Lima recordó las tres invocaciones del Santo Padre durante su paso por Trujillo para vivir una vida religiosa y sacerdotal con ánimo, con fuerza, y con esperanza:

«La primera es recordar la consciencia de cada uno, de nuestros límites, de nuestras heridas, de nuestras historias complejas y duras, por las cuales hemos llegado muchas veces a la vida religiosa y no son para tapar nuestras heridas, ni para esconder aquellas crisis terribles que teníamos, sino para darle gracias a Dios por su amor y para que esas heridas se vayan restañando con claridad y enfrentando con lucidez, los traumas, las dificultades, los errores y los horrores de nuestras congregaciones religiosas, para que en una lectura realista podamos retomar el camino verdadero y corregir todas aquellas cosas que existen en nuestra existencia pero en donde nuestra condición de hijos e hijas es superior, y el Señor ha puesto la vocación para que en medio de todas las dificultades que tenemos, el perdón gratuito de su amor nos lleve a constituirnos en seres sanos, en mujeres y hombres sanos que den vida a nuestros pueblos» – apuntó.

«Lo segundo es recordar ese primer amor, ese encuentro personal con el Señor que nos llamó y nos miró – ‘Dejáte mirar y recordá las veces que te miró y te está mirando. Dejáte mirar por él. Es de lo más valioso que un consagrado tiene: la mirada del Señor’ – dijo el Papa en aquella ocasión, y el Señor te miró en donde tú menos lo esperaste, te miró en la calle, en un problema, en una dificultad o en un momento lindo, pero Él te miró, te preguntó, tú respondiste y lo seguiste» – expresó.

Reconocer al Señor que nos ama y que nos llama en la vida cotidiana es fundamental para poder entender por qué vamos luego a rezarle, a tomar tiempos de silencio y de contemplación en la Eucaristía, tanto en la misa como en la contemplación del Sagrado Sacramento, no para huirle a la vida, sino para que cada vez que tomamos contacto con Él ahondemos en la profundidad de su presencia en este mundo, en la historia donde ha revelado los signos de su amor

«La condición humana es la de siempre buscar a Dios porque somos hechos para Él, somos abiertos, somos hechos con dos ojos para mirar doble y para mirarlo a Él – continuó el Arzobispo de Lima – tenemos brazos para abrazar, tenemos una boca para dar vida, apreciar y no despreciar».

«Lo tercero es recordar la verdadera alegría que brota del amor gratuito y generoso de Dios, y eso sucede cuando reconocemos nuestro primer amor, nos entendemos como pecadores en conversión y no como una Iglesia de puros, sino una Iglesia que practique la justicia y el amor de Dios que nos ilumina y nos da la nueva justicia del perdón, de la misericordia, de la capacidad de alentar y sostener al otro» – subrayó.

Una fe reflexiva y de profunda mirada

En otro momento, Monseñor Castillo destacó el esfuerzo y el trabajo que se realiza desde la vida religiosa contemplativa: «muchas veces se dice que vienen a esconderse del mundo complejo y difícil que vivimos, pero no es así, las hermanas contemplativas siguen los acontecimientos de nuestro país y rezan para que la dignificación que viene de la Palabra viva del Señor se encarne en el ser humano y encuentre lo más profundo de sí para recapacitar, salir de sus problemas y levantarse».

Nuestra fe es una fe de ojos abiertos, no es de ojos cerrados, nosotros estamos para amar al mundo, no para despreciarlo, solo así podemos corregir al mundo de sus errores graves, con la autoridad de quien lo ama, como nuestros padres nos ayudaban, como José y María corrigieron a Jesús para que pudiera crecer en estatura, sabiduría y gracia.

«A veces pensamos que las normas resuelven todo – precisó el obispo de Lima – lo único que puede resolver las cosas y los problemas que tenemos es la reflexión, como María, que meditaba las cosas en su corazón con sabiduría, eso requiere sagacidad, creatividad, profunda mirada y, sobre todo, dejarnos mirar por el Señor que siempre nos sugiere cosas interesantes para recrear este mundo según su voluntad».

«Hoy estamos llamados a una nueva forma de vivir que haga posible que este mundo se vuelva generoso y no calculador, no ambicioso, no lleno de guerras y de espantos para la humanidad, sino que el principio de amor y realidad transforme al mundo, ésa es nuestra misión, ésa es nuestra tarea» – recalcó.

Durante la Celebración Eucarística estuvieron presentes Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima; Monseñor Arturo Colgan, Obispo auxiliar de la Diócesis de Chosica; el Padre. Juan José Salaverry, Vicario Episcopal de la Comisión de Vida Consagrada; y el Padre. Raúl Pariamachi. Pesidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas del Perú (CONFER).

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú presidió la Celebración Eucarística en el Oratorio Salesiano Don Bosco, en el distrito del Rímac, con motivo de la Fiesta de San Juan Bosco: «Abramos nuestro corazón como Don Bosco y demos gracias a Dios porque nos ha dado un santo capaz de abrir brecha y hacer un camino nuevo para la gente, especialmente para los más abandonados» – dijo.

«Hoy nos reúne este recuerdo de la vida de Don Bosco, porque él, para realizar su misión, se dejó inspirar de la Palabra de Dios y aprendió a partir de esa inspiración a obedecer a Dios», comentó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.

La realidad nos está hablando

El obispo de Lima resaltó el gran aporte de Don Bosco en la vida de los jóvenes marginados de Italia, ofreciendo oportunidades de desarrollo y respondiendo a las necesidades y a la realidad en que vivían: «Don Bosco responde según lo que el Espíritu Santo le inspira ante el desafío de la realidad» – indicó.

Del mismo modo, en el Perú «la realidad nos sacude a cada rato – prosiguió Monseñor Castillo – lo hemos visto estos días, por un lado, con la terrible deflagración de Villa el Salvador, nos sorprende que estas cosas sucedan y tenemos que dejarnos desafiar por ellas y ver qué hacemos como Iglesia. Pero también nos sorprende la diversidad de partidos nuevos que tenemos ahora, y también eso es un desafío porque la realidad nos está hablando».

Y recordando las palabras del Papa Francisco – ‘Sin el principio de realidad la Iglesia se vuelve insignificante’ – el Arzobispo de Lima hizo un llamado a que atendamos al principio de realidad como Dios que se reveló en la historia: «a veces pensamos que Dios se revela solamente en la capilla, en nuestra oración, sí, ahí se revela el Señor pero para que salgamos a abrirnos para encontrar otras revelaciones, otra presencia que hay de parte de Dios en el mundo, en sus problemas, en sus dificultades» – reiteró.

Eso fue lo que hizo Don Bosco, abrir los ojos al mundo, y encontrar en estos jóvenes que trabajaban duramente una oportunidad para invitarlos a vivir con caridad su trabajo

¿Era Don Bosco un proselitista que buscaba encerrar a los jóvenes y volverlos curas? – preguntó el Pastor de Lima – «No fue así, se puso en sintonía con los jóvenes, los acogió en la parroquia, les abrió las puertas de la parroquia para que vivieran y se sintieran tranquilos».

Entrar en el espíritu de la persona para promover sus habilidades

Tomando como ejemplo las vivencias de Don Bosco con los jóvenes, Monseñor Castillo explicó que también nosotros debemos «entrar en el espíritu de la persona tal como la persona es, con sus debilidades, sus problemas, sus crisis, sus búsquedas, sus deseos, sus habilidades y desarrollar, promover las habilidades de los jóvenes».

«No podemos encerrar la Iglesia en la Sacristía – insistió el Primado del Perú – la Sacristía es importante, como es importante la realidad, pero no olvidarse que el Señor Dios es más grande que el templo. El templo somos nosotros, la morada de Dios, no las construcciones, es la historia, la gente, los jóvenes, los pobres».

Si miramos al mundo por encima nos perdemos también lo mejor que tiene este mundo, porque el Señor se ha metido en el corazón de toda la gente, nos habla y nos interpela en la calle, en las personas que están hartas de tanta corrupción, el Señor nos habla a través de un lenguaje misterioso y desconocido

Por último, Monseñor Castillo señaló que todos estamos llamados a dejarnos inspirar por la actitud de apertura y misión que tuvo Don Bosco: «Vamos a pedirle a Dios que a todos en la diócesis de Lima nos de la apertura para hacer lo que mande el Señor, porque si todos nos abrimos a lo que Espíritu está llamando desde el pueblo y le respondemos con ancho corazón sin imponer tu idea ni mi idea, sino la que nos inspire el Señor, entonces podremos cambiar nuestro país».

«Abramos nuestro corazón como Don Bosco y demos gracias a Dios porque nos ha dado un santo capaz de abrir brecha y hacer un camino nuevo para la gente, especialmente para los más abandonados», concluyó.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima de este II Domingo del Tiempo Ordinario: «Jesús es el Cordero de Dios que nos quita la carga de tener «deberes» con el Señor para recibir su bendición. Jesús quita el pecado del mundo para cargar con nuestro peso, entregarnos sus dones gratuitamente, y hacernos libres para amar a manos llenas» – dijo durante su homilía.

Comentando la lectura del libro de Isaías (49,3.5-6) en que Yahvé le dice al profeta: “tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso… pero es poco que seas mi siervo y que restablezcas las tribus de Jacob, te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” – Monseñor Castillo explicó que Dios quiere engrandecer la misión del siervo más allá de Israel: «cuando asumimos vivamente el amor de Dios y la fuerza de su alegría no es para que quede en nosotros mismos, sino para el mundo, porque la persona que está llena del amor de Dios lo anuncia, lo dice, lo cuenta, es misionera» – indicó.

Por eso, cuando el Evangelio de Juan (1,29-34) nos cuenta que Jesús es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», se está refiriendo a la entrega generosa y gratuita de su gracia, sin condicionamientos, sin la necesidad de recibir más sacrificios ni holocaustos de nuestra parte.

El peligro de una religión del sacrificio

Esta expresión, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» pone fin a la idea de que, para obtener los dones de Dios, había que hacer sacrificios, es decir, una especie de negocio e intercambios de favores: «Eso existe en todas las religiones de la tierra – dijo el Primado del Perú – y si bien es noble como actitud, también esconde un elemento muy terrible: pensar que Dios es temor y puede castigarnos si no le damos sacrificios o nos flagelamos».

La religión del sacrificio es muy peligrosa porque se puede asumir que, por ofrecer sacrificios, tenemos derecho a todo: «Yo le he ofrecido un sacrifico y él tiene que responderme». Mucho cuidado.

«De igual forma, nosotros que somos uno de los pueblos más católicos y religiosos de América Latina, a veces pensamos que, si estamos haciendo sacrificios al Señor, vamos a obtener muchas cosas. En cambio, el Señor sólo nos pide que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado, y eso significa practicar los gestos y capacidades que Jesús ha hecho: acercarse a la gente, acompañarla, escuchar sus problemas, sanar a los demás», precisó Monseñor Castillo.

Jesús es el Cordero que mandó Dios a sacrificar para que no haya más sacrificios, ni holocaustos, ni flagelaciones, ni desgracias.

«¿Qué cosa nos revela la fe cristiana desde el Antiguo Testamento? Que Dios es un Padre, y los padres no piden a sus hijos que se flagelen, los padres no piden holocaustos y sacrificios, los padres piden solamente a sus hijos que sean obedientes a las buenas cosas que les dicen», acotó.

Jesús es el Cordero de Dios que nos quita la carga de tener «deberes» con el Señor para recibir su bendición. Jesús quita el pecado del mundo para cargar con nuestro peso, entregarnos sus dones gratuitamente, y hacernos libres para amar a manos llenas.

«Que a través de este camino entendamos que Jesús es el centro de nuestra vida, esa fuerza inagotable de vida que nos induce como hijos a amar a manos llenas. Ante las diversas situaciones pensemos siempre: ‘Señor ¿Cuál es tu voluntad en esta situación?’ para actuar de forma justa» – reiteró.

La ciudad de Lima se congregó en la Basílica Catedral de Lima para participar de la Misa en Acción de Gracias por el 485° Aniversario de Lima. Presidió la Celebración Eucarística el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo: «Este es un día para alegrarnos, para concentrarnos en que nuestra ciudad sigue estando necesitada de la apertura y la Palabra que nos comunica el Señor, la Palabra que nos podemos decir unos a otros para entender, comprender y apreciar lo que vivimos», comentó.

También se hicieron presentes el Dr. Jorge Muñoz, Alcalde Metropolitano de Lima; Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y los Obispos Auxiliares de Lima, Mons. Guillermo Elías y Mons. Ricardo Rodríguez.

«485 años han pasado desde que Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque caminaron hacia esta zona de la ciudad desde el Sur e intentaron fundar esta ciudad española bajo dos signos que voy a destacar el día de hoy, porque tienen que ver con las lecturas que hemos leído», comentó Mons. Castillo al inicio de su homilía.

Un Reino que tenga misericordia por los que más sufren

En primer lugar, la Lectura del primer libro de Samuel (8,4-7.10-22a) nos recuerda el gran gesto de Dios por atender el llamado del pueblo de Israel que pedía un rey: «lo habían pedido los ancianos a nombre del pueblo porque estaban hartos de ciertas maneras de organizar la vida que ya habían fracasado notablemente y que requerían un verdadero cambio – explica el Obispo de Lima – el rey debería ser reflejo de la justicia de Dios que tiene misericordia con la gente que sufre».

Este sentido de reinar con justicia es el mismo que Jesús viene a recordarnos durante su paso por este mundo: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, cuantas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos y nos ha querido (Mateo 23:37)” – éstas palabras de Jesús por la ciudad de Jerusalén son en el fondo las palabras de un Jesús que quiere reunir a la ciudad para que se convenza de que la justicia y el amor de Dios es el único camino – agrega el Primado del Perú – y a pesar que se siente un poco triste porque no lo han escuchado, Jesús no condena a la ciudad, sino que muere por ella».

«La ciudad que era el signo de David, el signo de la presencia del Reino, pudo haber hecho cantidad de sandeces y de maldades, también en nuestra historia en el siglo XVII se habla de que Lima era muy frívola porque había mucho dinero, y había grandes posibilidades económicas para los pocos y enormes desastres para las poblaciones indígenas y negras que tuvieron que soportar la esclavitud para poder levantar la economía minera. En todo caso, incluso con su pecado, Jesús llora y ora por Jerusalén, y nosotros también oramos por Lima para que siga mejorando y sea una sociedad justa y de paz», acotó.

Jesús dignifica al hombre como signo de su amor gratuito

Saludo del Arzobispo de Lima, Mons. Castillo y el Alcalde de Lima, Dr. Jorge Muñoz

El segundo signo podemos encontrarlo en la lectura del Evangelio de Marcos (2,1-12) que narra la curación del paralítico de Cafarnaúm. Aquí podemos ver cómo Jesús proponía la Palabra como un gesto que agudiza el sentido de diálogo y de justicia:

«Al proponerles la Palabra Jesús hacía algo que es muy importante: hablar para desahogarse – resalta Mons. Castillo – Jesús habla con los cuatro amigos del paralítico para dialogar con ellos, y un signo de que es una palabra prometedora, alentadora, es que Jesús, viendo la fe en la actitud de estos creyentes, se dirige al paralítico y le dice: tus pecados están perdonados”.

¿En qué momento se arrepintió? – preguntó – «Es bien interesante porque a nosotros nos dicen que antes de ser perdonados los pecados tenemos que arrepentirnos, pero Jesús lo da gratuitamente como un signo del amor de Dios que quiere dignificar a la persona».

Jesús viene a darnos el don del amor para que todos seamos dignos, porque sabe que somos hijos del Padre y, Él que es el Hijo, viene a alentar en nosotros la capacidad de ser una ciudad unida, fraterna, en donde tengamos posibilidades de vida.

El Arzobispo de Lima reiteró que Jesús no se dirige a un pueblo de pecadores para recriminarlo, sino para alentarlo: «después viene la corrección – añade – primero el aliento, primero la fuerza incontenible del amor, que hace posible que todo pecador se sienta no pecador, sino hijo, y así entonces esté dispuesto a cambiar».

Una Lima de esperanza, amistad y fraternidad

«Nuestra ciudad está muy necesitada de cambiar, y en medio de esta situación en la que vivimos, con feminicidios, tráfico caótico, polución, delincuencia, depredación natural, irresponsabilidad, gente marginada que vive en la calle, inseguridad, violencia social y familiar, descontento, hartazgo, problemas en el costo de vida, falta de trabajo, desesperación, apuro, maltrato y tantas cosas más, el Señor vuelve a acercarse mostrando un rostro amoroso que nos alienta y nos hace pensar ¿Por qué yo no puedo ser también un don para mi hermano?”, indicó Mons. Carlos.

Hoy que estamos reunidos para orar por nuestra ciudad, estamos necesitados de ir al centro de las cosas para crear una sociedad y una ciudad llena de esperanza, de amistad, donde nos curemos mutuamente las heridas y podamos entrar en el camino de la solidaridad, del perdón, de la fraternidad.

«Este es un día para concentrarnos en que nuestra ciudad sigue estando necesitada de la apertura y la Palabra que nos comunica el Señor, la Palabra que nos podemos decir unos a otros para entender, comprender y apreciar lo que vivimos», puntualizó.

¡Lima Levántate!; toma tu camilla y échate a andar

Antes de concluir, Monseñor Castillo recordó las palabras del Papa Francisco durante su visita a Lima:

“Jesús invitó a sus discípulos a vivir hoy lo que tiene sabor a eternidad: el amor a Dios y al prójimo; y lo hace de la única manera que lo puede hacer, a la manera divina: suscitando la ternura y el amor de misericordia, suscitando la compasión y abriendo sus ojos para que aprendan a mirar la realidad a la manera divina. Los invita a generar nuevos lazos, nuevas alianzas portadoras de eternidad.

Jesús camina la ciudad con sus discípulos y comienza a ver, a escuchar, a prestar atención a aquellos que habían sucumbido bajo el manto de la indiferencia, lapidados por el grave pecado de la corrupción. Comienza a develar muchas situaciones que asfixiaban la esperanza de su pueblo suscitando una nueva esperanza. Llama a sus discípulos y los invita a ir con Él, los invita a caminar la ciudad, pero les cambia el ritmo, les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala nuevas urgencias. Conviértanse, les dice, el Reino de los Cielos es encontrar en Jesús a Dios que se mezcla vitalmente con su pueblo, se implica e implica a otros a no tener miedo de hacer de esta historia, una historia de salvación.

Jesús sigue caminando por nuestras calles, sigue al igual que ayer golpeando puertas, golpeando corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos: que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz”. (21 de enero de 2018)

Con estas palabras, el pastor de Lima hizo un llamado a «seguir caminando por nuestra ciudad» para compartir la alegría del Evangelio y actuar ante la «globalización de la indiferencia». Y recordando el lema «Iglesia de Lima, a ti te digo ¡Levántate» que se eligió para la Asamblea Sinodal Arquidiocesana, Mons. Castillo expresó: «nuestro pueblo quiere una Iglesia de Lima que aliente, que esté cercana, que acompañe al pueblo y lo ayude a caminar. Del mismo modo, ahora también queremos decirle directamente a la ciudad: «Lima, también tú ¡Levántate!, toma tu camilla y échate a andar».

«Feliz día de Lima, feliz día de nuestra ciudad, y que las bendiciones puedan propagarse por todos los rincones de sus calles y de sus plazas», concluyó.

La Misa en Acción de Gracias por el 485° Aniversario de Lima contó con la presencia de distintos Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático acreditados en el Perú, Alcaldes distritales, Regidores Metropolitanos de Lima, Regidores Distritales, autoridades de instituciones gubernamentales, miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú.

En la Solemnidad del Bautismo del Señor, Mons. Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima: «En esta fiesta del Bautismo del Señor renovemos también nuestro bautismo, porque hemos sido sumergidos en la vida de Cristo para vivirla. Que vivamos como bautizados cada día, que nos esforcemos porque esa gracia que nos confirió, se actualice y nos ayude a transformar esta realidad difícil, compleja» – dijo durante su homilía.

Monseñor Elías explicó que el Evangelio de Mateo que narra el Bautismo de Jesús resalta el programa en la vida de Jesús: «muchos acudían a ser bautizados por Juan, y entre ellos se une Jesús, desde Nazaret va a Galilea antes de iniciar su misión. Este hecho marca para Jesús un programa de vida que se desarrolla y culmina en la entrega de su amor gratuito» – indicó.

El Bautismo nos vuelve anunciadores de Cristo

La experiencia del Bautismo de Jesús se asocia con Juan y también se incorpora en nosotros: «esta experiencia profunda nos hace partícipes de la gracia del Señor. Nosotros hemos tenido la misma convocación. ¿Qué implica ser bautizado? – es ser hijo de Dios, ser miembro de la Iglesia Católica, ser sacerdote, ser profeta y ser rey. Sacerdote porque todo bautizado es sacerdote, el nuestro es un sacerdocio ministerial, un sacerdocio de servicio a la comunidad, pero tú también eres sacerdote por el bautismo. Profeta, estás llamado a anunciar a Cristo, especialmente en tu ambiente, en tu casa, en tu centro de trabajo, allí donde te mueves; y rey, la más grande dignidad es que eres hijo de Dios» – comentó Mons. Elías.

Para el Obispo Auxiliar de Lima, la misión de ser anunciadores del Reino de Dios es un cometido urgente, especialmente por la situación que vive nuestro país: «hemos sido bautizados en un país marcado por muchas problemáticas e incoherencias, pero para que sea profunda la perspectiva del Reino, hoy la Biblia nos recuerda en los textos lo grandioso que ha sido el hacernos de parte de Dios, a través de Jesús, partícipes de la vida de Dios en nosotros».

La misión de renovar nuestro Bautismo

«En esta fiesta del Bautismo del Señor renovemos también nuestro bautismo, porque hemos sido sumergidos en la vida de Cristo para vivirla – prosiguió Monseñor Elías – Que vivamos como bautizados cada día, que nos esforcemos porque esa gracia que nos confirió, se actualice y nos ayude a transformar esta realidad difícil, compleja».

Por último, Guillermo Elías recordó la importante semana de Asamblea Sinodal Arquidiocesana que reunió a toda la Iglesia de Lima: «durante estos días pudimos recoger todo el bien que hemos recibido, de quienes presidieron, acompañaron, edificaron la Iglesia de Lima, tantos laicos y laicas, tantos religiosos y religiosas, sacerdotes, nuestros obispos. Hoy tenemos que seguir viviendo esta experiencia y esta tarea de vivir en medio de esta hermosa Lima que está próxima a su aniversario, vivir la gracia de haber sido hijos de Dios y partícipes de la gracia del Evangelio» – subrayó.

«Que todos renovemos nuestro bautismo, nos alegremos de ser partícipes de esta vida y que nos comprometamos a ser instrumentos de la vida, instrumentos de Dios», concluyó.

La Iglesia de Lima vivió la alegría de la Asamblea Sinodal Arquidiocesana que logró reunir a más de 800 representantes de las parroquias de nuestra arquidiócesis, entre jóvenes, adultos, párrocos, seminaristas y voluntarios. Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística en acción de gracias por estos tres días de reflexión, debate y conversación: «Todos los problemas nuevos que todavía vemos y que tendremos por delante tienen una posibilidad de solución si tenemos un corazón ancho y un espíritu abierto, ese es el Espíritu de Dios, inspirados se pueden encontrar soluciones a todas las cosas»– dijo durante su homilía.

La Celebración Eucarística contó con la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; los Obispos Auxiliares de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez y Mons. Guillermo Elías; y todos los sacerdotes de la arquidiócesis.

«Nuestra alegría es mucho más grande porque, además de las cosas que hemos hablado durante la Asamblea, algunos pudieron tomar la palabra desde el margen, desde lo que no se trató – dijo el Arzobispo de Lima – me refiero a los jóvenes que pidieron que tratemos el tema del trabajo, a una señora que pidió que pensemos en las diaconisas, y otras propuestas a pensar que no estaban previstas».

«Las lecturas que nos han tocado son bien importantes porque tienen que ver con lo que hemos hecho, la primera: “Amémonos unos a los otros y en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero, nos envió a su hijo como víctima para propiciación de nuestros pecados” – ¿Qué quiere decir esto entonces? que el amor gratuito de Dios, mostrado en Belén y en todo el camino de Jesús por esta tierra, es el signo de esperanza para la humanidad que deposita Dios en nuestro corazón para suscitar el aliento y el ánimo», explicó Mons. Castillo.

El Obispo de Lima resaltó que Dios creó al hombre y la mujer para enviarlos a una aventura y acompañarlos porque también es Padre: «No es el Dios que César Vallejo cuenta en “Los Dados Eternos”, que jugó a los dados y tiró la creación, sino que realmente Dios siente su creación, y por eso envió a Jesús para acompañarnos, para no separarnos, para abrirnos dentro de la maravilla de la anchura de su amor» – agregó.

El sentido de la compasión profunda de Jesús.

Refiriéndose al Evangelio de Marcos (6,34-44) que narra la multiplicación de los panes y los peces, Mons. Castillo subrayó que el sentimiento de compasión de Jesús por alimentar a la multitud que lo seguía esconde un sentimiento mayor de compasión profunda de Dios por revelar su amor: «lo primero que hizo es darle de comer la Palabra – puntualizó – Dios quiere que su pueblo lo conozca y tenga la capacidad de poder andar en el mundo con la fuerza, la conciencia y el Espíritu Divino, y eso sólo se transmite por la Palabra».

Hemos sido creados por la Palabra, todo se ha hecho por ella y nada se hizo sin ella. La Palabra encarnada se ha hecho para suscitar la Palabra en las personas, no es para que se queden mudas, no es el Dios que habla solo sino que suscita la Palabra para que todo el mundo se exprese.

«Estos días hemos vivido eso: en primer lugar hemos recibido la capacidad de escuchar la Palabra pero también de expresarla, y todavía nos queda mucho trabajo, mucha tarea para que eso se plasme y se encarne y se haga vida en la Iglesia» – acotó el Primado del Perú.

Esa compasión profunda que ve Jesús en su pueblo no ocurre precisamente en los discípulos, quienes ante la situación de la multitud deciden apartarse y no dejarse interpelar por la necesidad del otro: «Jesús sí se deja interpelar por el otro porque ve a Dios en el rostro de los demás, y entonces sabe responder cuando la gente dice cosas. Esa es la gran cuestión que nos hemos planteado estos días, tratar de ponernos en sintonía con lo que vive nuestro pueblo para responder a él, y en sintonía con el Dios que vive en nuestro pueblo, en el pueblo ungido de Dios, que sufre, que interpela, que puede tener muchas equivocaciones pero también cosas interesantes» – precisó Mons. Castillo.

«Últimamente he estado diciendo en las predicas que con el mundo no hay que tener actitud de cruzada – prosiguió – es mejor discernir entre lo bueno y lo malo cada vez, entiendo que hay cosas y errores graves, pero mucho cuidado con «botar el agua sucia con el niño adentro», porque hay muchas cosas interesantes en este mundo que es necesario reconocer».

El cálculo, la compra, las finanzas, la ganancia, es el criterio que en este momento impera en el mundo. El problema de la sociedad y del hambre es un problema empresarial, es un problema de business. El criterio del dinero acaba, destruye, corroe definitivamente la vida de los pueblos, la vida de las Iglesias.

El Arzobispo de Lima hizo un llamado a pensar con otra categoría la economía, la vida de la gente y la vida de la Iglesia: «Estamos invitados por este Evangelio a hacernos responsables en algo fundamental de la vida de la gente pero que tiene otro principio, el principio para comer es compartir, es compartir inclusive si es poco».

Hacer comunidad para compartir la Palabra y el Pan.

Día 1 de Asamblea Sinodal

Otro detalle importante en la multiplicación de los panes y los peces es que Jesús pidió que se sentaran en grupos de 100 y de 50: «eso es muy importante – indicó – si nosotros no hacemos comunidad y no compartimos en comunidad tanto la Palabra como el pan, nuestra vida se convierte en una absoluta soledad».

Hoy también nosotros podemos decir, a partir del Pan y de la Palabra que hemos compartido que comerán no solamente cinco mil hombres, sino los millones de hombres y mujeres que pueblan esta ciudad y este país.

Monseñor Castillo también comentó el gesto del Señor de alzar la mirada al cielo y pronunciar una bendición: «esto es muy importante porque cuando hacemos la Eucaristía y la compartimos, es para que ese principio se instale en la vida de nuestro pueblo, como principio organizador de las relaciones humanas y el principio organizador de nuestras vidas y de la vida de la gente».

Capacidad generativa para generar vida en la gente.

Plenario (Día 3 de Asamblea Sinodal)

«El mundo actual que se va solamente por el criterio de la compra y de la venta, del negocio, de la especulación económica, piensa solo en la productividad, no en la generatividad, en la fecundidad, y justamente el llamado que hacemos para nuestra Iglesia, para ser signo de este mundo, es introducir la capacidad generativa, la capacidad del compartir que genera vida en la gente» – reiteró el Arzobispo de Lima.

Para tener en cuenta la necesidad de la gente debemos estar convencidos de que el amor de Dios es capaz de transformar los principios existenciales del mundo, sobre todo en un momento donde las periferias aumentan

El Obispo de Lima recordó que para transformar nuestra Iglesia y nuestra humanidad debemos estar dispuestos a crear entre nosotros los esfuerzos pastorales que permitan influir en el genio humano que produzca una economía distinta y justa: «para eso tenemos que implantar ese principio en la Iglesia y en la economía de la Iglesia, en el corazón de nuestra subsistencia» – insistió.

Solucionar los problemas con ancho corazón y espíritu abierto

Misa de acción de gracias por la Clausura de la Asamblea Sinodal

«Todos los problemas nuevos que todavía vemos y que tendremos por delante tienen una posibilidad de solución si tenemos un corazón ancho y un espíritu abierto, ese es el Espíritu de Dios, inspirados se pueden encontrar soluciones a todas las cosas».

«Vamos a darle gracias a nuestro Señor porque al implantar ese principio de la bendición nos permite a todos nosotros mirar con mucha más esperanza nuestra misión, nuestra tarea en esta tierra y especialmente en esta comunidad llamada Iglesia de Lima que nos ha llamado a levantar», expresó.

Por último, Monseñor Castillo añadió: «Les pido perdón porque tenemos también muchos límites, estamos aprendiendo a ser obispos, nunca hemos sido obispos, como máximo párrocos, o sea que somos como ustedes y tenemos los mismos problemas y las mismas fallas, pero si es que nos ayudamos podríamos volver al corazón de nuestra vocación»

«Que Dios los bendiga. Gracias por estos días excelentes y perdonen ustedes también por nuestros errores, muchas gracias», finalizó.

Comisión Central, responsable de la organización de la Asamblea Sinodal, junto a los jóvenes voluntarios y seminaristas

Agradecimientos:

Antes de concluir, Monseñor Castillo también expresó su agradecimiento a todas las personas, grupos y organizaciones que hicieron posible este histórico encuentro:

Tenemos que dar gracias a todos los que anónimamente, en el margen de nuestra comunión, han ayudado. Agradecemos a la Orden de los Agustinos, al Prior Gustavo Moreno, al rector del colegio San Agustín, el Padre Pablo, y a todo este lindo, acogedor y querido Colegio San Agustín que nos ha recibido con mucho cariño.

También a los seminaristas, a los jóvenes voluntarios del Instituto de Nuestra Señora de Montserrat y la Comunidad de Sant’egidio, que generosamente nos han acompañado y nos han servido a todos. A la Comisión Central y a todos los participantes que han tenido un trabajo arduo durante meses, a todos los medios católicos aquí presentes, al grupo de PAX TV, al grupo de Radio María, al grupo de Canal HN, al grupo de Radio Santa Rosa y Canal JN19. Finalmente al equipo de Comunicaciones del Arzobispado que me han mantenido en todas parte el conocimiento de este pequeño encuentro entre nosotros, pero parece que ya se ha conocido mundialmente.

«En el día de la Epifanía, hemos convocado a la Asamblea Sinodal para que conversemos juntos sobre cómo vamos a anunciar el Evangelio en las nuevas circunstancias, búsquedas, sueños, heridas, intereses y necesidades de los limeños», fueron las palabras del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, a vísperas de iniciarse la Asamblea Sinodal Arquidiocesana de Lima 2020 en el Colegio San Agustín.

«La Epifanía significa la revelación de Dios a los pueblos que están más allá de Israel – explicó Monseñor Castillo durante su homilía en la Catedral de Lima – y en nosotros también se realizan aquellas extraordinarias y bellas palabras del profeta Isaías (60,1-6), que le anuncia al pueblo de Israel que ha de levantarse porque llega su luz»: ¡La gloria del Señor amanece sobre ti! El profeta. Isaías, por tanto, nos muestra que «Dios ama lo pequeño».

«No se hablaba de la gloria de una nación – continuó el Arzobispo de Lima – se hablaba de la gloria de los pobres de una nación. El anuncio del nacimiento de un rey que vino a traer nuevas maneras de vivir hizo temblar a una Jerusalén donde se imponía el abuso, el maltrato, el dominio de Herodes y su espantosa tiranía».

Discernir para encontrar el camino que el Señor nos propone

Y refiriéndose al Evangelio de Mateo (2,1-12) que narra el camino emprendido por los Reyes Magos, Mons. Castillo agregó: «Los Reyes Magos están abiertos a la novedad, dispuestos a encontrar a la nueva estrella que guíe sus vidas de otra manera. De igual forma nosotros necesitamos siempre de la apertura, porque el ser humano, con sus intereses, sus locuras y sus sueños, tiene que discernir para encontrar el camino que el Señor nos propone».

Hoy es el día del encuentro de todos los pueblos de la tierra con Jesús, desde sus intuiciones, sus sueños, sus búsquedas, sus pasiones, sus ideales, sus utopías, y el Señor viene a alentar en nosotros lo mejor de nuestras búsquedas

«Hoy también es indispensable alentar las cosas buenas en nuestra sociedad y en nuestra ciudad de Lima, porque también estamos llenos de sueños, llenos de esperanzas, llenos de heridas, llenos de búsquedas, llenos de pasiones y llenos de intereses» – precisó el Primado del Perú.

Una Asamblea Sinodal en el día de la Epifanía

El obispo de Lima también recordó la Asamblea Sinodal Arquidiocesana convocada para este lunes 06, martes 07 y miércoles 08 de enero en el Colegio San Agustín que reunirá a todos los delegados, párrocos, religiosos, vicarios parroquiales y obispos de nuestra arquidiócesis: «En el día de la Epifanía, hemos convocado a la Asamblea Sinodal para que conversemos juntos sobre cómo vamos a anunciar el Evangelio en las nuevas circunstancias, búsquedas, sueños, heridas, intereses y necesidades de los limeños» – subrayó.

Queremos acordar entre nosotros cómo vamos a anunciar el Evangelio con esperanza para que se cumpla también el amor, la paz y la justicia del Señor en nuestra ciudad, en un mundo complejo y difícil pero que está ansioso de encontrar una luz en medio del Señor. La muestra más grande de la paz, es la evangelización.

«La Iglesia debe anunciar el Evangelio dialogando con la gente – prosiguió – ayudando a comprender y mostrando que Jesús ha nacido para traer esperanza y no para darnos miedo».

«Que Dios bendiga nuestra ciudad y que todos podamos seguir alentando la evangelización y el anuncio; que cada uno, cada cristiano, cada comunidad, cada familia sea anunciadora del evangelio dialogando y conversando dentro y fuera de las familias, ayudándonos mutuamente», finalizó.

El Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, presidió la Celebración Eucarística con motivo de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la Basílica Catedral de Lima: «María, que humildemente se mostró disponible a la Palabra del Señor y se dejó llenar de su gracia, nos muestra el camino de cómo en la vida hemos nosotros de caminar en ese amor infinito, gratuito y generoso de este Dios que se humilla en ella», expresó.

Concelebraron Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y Mons. Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar de Lima.

«La Santa Madre Iglesia ha querido en el primer día del año celebremos la Solemnidad de Santa María Madre de Dios», comentó al inicio de su homilía. Monseñor Castillo destacó el acto de humildad que tuvo Dios al «tomar uno de nosotros» y acompañar a la humanidad desde una persona sencilla y humilde como María. A través de ella estamos llamados a «entrar en la paciencia del ancho corazón de Dios».

A diferencia de otras religiones, en nuestra experiencia de fe mostrada por la revelación de Dios a lo largo de la historia, «Dios quiere tener madre – explicó el Arzobispo de Lima – Dios quiere dignificar, reconocer y embellecer más profundamente a nuestra humanidad, recogiendo la propia humanidad nuestra para que todos sepamos que estamos destinados a la gloria».

María, que humildemente se mostró disponible a la Palabra del Señor y se dejó llenar de su gracia, nos muestra el camino de cómo en la vida hemos nosotros de caminar en ese amor infinito, gratuito y generoso de este Dios que se humilla en ella.

La actitud de María nos llama también a «dejarnos abandonar a la voluntad de Dios» y «dejarnos conducir por la fuerza de su amor» para ser guiados por la mano del Padre. En ese sentido, Monseñor Castillo recordó que María ha sido una mujer reflexiva, sabia y profunda: «María se toma en serio la hondura de lo que está ocurriendo y, por eso, está atenta a todo lo que ocurre para ir guardándolo e ir conociendo bien el sentido de su misión. Guardar no es esconder al Señor, es ahondarlo para vivirlo dinámicamente en un servicio a los demás.» – acotó.

Para que María sea Madre de Dios ha tenido que meditar y comprender a Dios, un Dios diferente, un Dios que se hizo humanidad, que se hizo una persona humilde.

El camino de la meditación honda para transparentar a Dios en la vida

¿Cómo vamos a hacer para transparentar a Dios en la vida? – preguntó el Obispo de Lima – «estamos llamados a anunciar, a ser responsables de que el mundo se llene de la fuerza amorosa de Dios y no podemos serlo simplemente por apresuramiento. Tenemos que hacer las cosas con la profundidad de quien medita las cosas», resaltó.

«María como Madre de Dios nos enseña el camino de la meditación honda – prosiguió – nos enseña el camino de la delicadeza para entrar en lo profundo de nuestro ser, nos enseña el camino de la sabiduría para obrar y no detenernos en cosas banales, ir al fondo de las cosas».

María va de prisa a acompañar a Isabel, pero no se apura en la reflexión para entender las cosas, se apura en ayudar porque medita hondamente en su corazón las cosas.

Ser una bendición para nuestro pueblo

Al comenzar este año, Monseñor Castillo quiso recordar el saludo del Señor a Moisés que nos recuerda la lectura del libro de los Números (6,22-27): “Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor, que el Señor se fije en ti y te conceda la paz»:

«Estas palabras son de bendición – agregó – y nosotros no sólo somos receptores de bendición, sino somos también recreadores de bendición. En todo este tiempo, hemos querido recordar que los cristianos estamos para bendecir, no para maldecir».

«La Iglesia de Lima necesita hoy bendecir a todo nuestro pueblo, es decir, rescatar las mejores cosas que tiene para llevarlo adelante y alentarlo. De esta manera estamos reconociendo la presencia de Dios, que es nuestra tarea», precisó.

«Damos gracias a María que nos precede en este camino, que es la que ha sabido donar a su hijo porque, meditando las cosas en su corazón, ha reconocido la sed de Dios que tiene la humanidad, y esa sed debe darse a través de gestos reales de entrega generosa y de amor. Que todos los que conformamos este pueblo fiel, nos toque el Señor con la misma actitud de María y así podamos también comunicar al Señor con toda bondad, con todo servicio y con toda claridad», concluyó.

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, participó este 25 de diciembre del tradicional Almuerzo de Navidad con los Pobres que cada año organiza la Comunidad de Sant’Egidio, esta vez en el corazón de la capital limeña, en la Parroquia Nuestra Señora de Montserrat y San Sebastián: «Dios se hizo niño, y niño pobre, para que todos los pobres recobraran aliento y se dieran cuenta de que en el fondo, en el corazón de la vida humana, solo los pobres pueden ver las cosas de una manera distinta y pueden hacer posible un mundo distinto», comentó durante su homilía.

En el día de Navidad, mientras todas las familias se reunían en sus hogares para saludarse e intercambiar regalos, había una familia especial, pequeña y pobre que se congregó en el Centro de Lima para compartir la mesa. Al término de la Celebración Eucarística que presidió Monseñor Castillo, el templo de la Parroquia Nuestra Señora de Montserrat y San Sebastián se convirtió en un comedor para recibir a cientos de personas que duermen en las calles.

Los jóvenes de la Comunidad de Sant’Egidio junto a las Siervas del Plan de Dios atendieron a todos los asistentes con música en vivo y mucha alegría. En una de esas mesas también estaba el Arzobispo de Lima, escuchando las experiencias de aquellas personas que viven en pobreza, y como él bien indica: «muchas veces no queremos ver o nos ‘hacemos de la vista gorda'».

«Tenemos que hacer un cristianismo distinto – dijo en su homilía – porque en nuestra sociedad prima la indiferencia. Tenemos que hacer que toda la sociedad peruana aprenda a compartir, no solamente con limosnas».

Dios nos habla a través de su hijo que se hizo niño y pobre

Refiriéndose a la lectura de la Carta a los Hebreos (1,1-6) que dice «de muchas maneras nos habló Dios, pero en el último tiempo nos ha hablado por medio de su hijo», Monseñor Castillo explicó que «en nuestra fe Dios no es mudo, habla, se muestra y explica las cosas principales, habla por medio de los profetas, y siempre hay alguien que en nombre de Él nos anuncia y nos explica».

Y para explicar las cosas a través de los hechos, envía a su hijo que debía hacer algo importante: «elegir vivir entre los últimos de la tierra, las personas más marginadas y golpeadas, desde la pequeñez de la humanidad. No se trataba entonces que Dios hablara cualquier cosa, sino que hablara de aquellas cosas que nos permiten vivir y ser verdaderamente felices».

Dios se hizo niño, y niño pobre, para que todos los pobres recobraran aliento y se dieran cuenta de que en el fondo, en el corazón de la vida humana, solo los pobres pueden ver las cosas de una manera distinta y pueden hacer posible un mundo distinto

El Arzobispo de Lima explicó que Dios se hizo «niño, y niño pobre» para «enriquecernos con su pobreza», es decir, para que conociéramos la riqueza que tiene la pobreza: «evidentemente no se trata de que vivamos pobres toda la vida, porque nadie quiere ser pobre y nosotros no estamos llamados a vivir eternamente pobres – aclaró – estamos llamados a tener una condición humana digna».

Lo que se opone a la pobreza no es la riqueza, es la dignidad, y nosotros de la pobreza misma podemos aprender el camino de la dignidad humana.

Salir de nuestras comodidades para ver el rostro de los pobres

Y dirigiéndose a la comunidad de San’t Egidio señaló: «Nos hemos reencontrado después de un tiempo, en especial porque ustedes son un grupo de jóvenes cristianos entusiastas bien definido que se está uniendo en favor de los pobres desde hace tiempo».

«Empezaron en Roma y después en todas las ciudades del mundo ¿Empezaron a buscar a quién? A los grupos de personas que viven en la calle, a cielo abierto, como nuestro Dios que nace también a cielo abierto porque no tenía posada», agregó.

«La Comunidad de San’t Egidio aprende de las experiencias compartidas con nuestros hermanos que viven en la calle, como nosotros aprendemos del Niño Jesús, contemplamos su misterio y aprendemos a salir un poco de nuestras comodidades, nuestros estilos, y empezamos a adquirir el rostro, la imaginación, el sentimiento, la manera de ser, las ideas que circulan entre los pobres», precisó el Arzobispo de Lima.

De igual manera, Jesús conocía muy bien las cosas y las situaciones que sólo los pobres saben: «Jesús sabía que el Reino de Dios se parece a una semilla que plantó un campesino en su huerto y creció y se formó árbol – acotó Monseñor Castillo – Jesús anunció que para poder ser verdaderamente feliz en el mundo, necesitamos escuchar la sabiduría de los pobres y él se hizo sabiduría para que nosotros entendiéramos las cosas de otra manera».

Adquirir el punto de vista de los pobres

El Primado del Perú hizo un llamado a que todos podamos adquirir el punto de vista de los pobres para que «desde los pobres reine Dios», porque el Reino de Dios no es de este mundo, «reino de gente armada y poderosa, sino reino de amor y de justicia».

«Esta fiesta de la Navidad es para llenarnos de los mismos sentimientos que tuvo Jesús, tomar la condición y el camino de los pobres, el que siendo de condición divina se anonadó, se hizo esclavo, se hizo siervo y asumió la muerte, una muerte en cruz, una muerte en la solidaridad con quien sufre», subrayó.

Hoy es un día lindo porque vamos a intercambiar comiendo juntos, la alegría de ser hermanos en el camino de la esperanza para este mundo

«Los cristianos no estamos para ‘hacernos de la vista gorda’, tenemos que enfrentar y ver los dolores de la gente y repararlo, sobre todo reparar quienes los cometen, pero si no lo hacen ellos lo tiene que hacer la Iglesia. Tenemos que ser una gran Iglesia que acoge y sane lo que este mundo quiere desperdiciar y marginar», concluyó.

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