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En la homilía de este IV Domingo de Cuaresma, el Arzobispo de Lima hizo un llamado a superar nuestras diferencias y saber acoger como cristianos a todos sin distinción, como lo hizo el padre del hijo pródigo: «Tenemos que acoger a los que están más confundidos y a los que sufren». Carlos Castillo pidió capacidad de reconciliación para sobreponernos al deseo y la ambición, al capricho y al egoísmo que vienen de la desesperación y el deseo de poder.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Al celebrarse el 105 aniversario de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Basílica Catedral de Lima abrió sus puertas para recibir a sus principales autoridades, rector, vice-rectores, decanos y autoridades civiles, en una Celebración Eucarística que conmemoró el inicio del IV Domingo del Tiempo de Cuaresma.

Acompañado de sus obispos auxiliares, incluyendo la presencia del Nuncio Apostólico en el Perú (Monseñor Nicola Girasoli), el Arzobispo de Lima aseguró que la comunidad universitaria de la PUCP, imitando a Jesús, tiene la misión de «mezclarse entre las inquietudes de los tiempos y los problemas de nuestro país para comprenderlos, reflexionarlos, y tratar de guiar y educar para que exista una esperanza, dentro de nuestra Patria, con la pequeña semilla del Evangelio».

Para poder vivir nuestra misión, necesitamos mezclarnos. Y para mezclarnos necesitamos ser como Jesús, el cual, no conociendo pecado, “Dios lo hizo pecado” para liberarnos a todos del pecado.

Comentando el Evangelio de Lucas (15, 1-3. 11-32), que narra la Parábola del Hijo Pródigo, Monseñor Castillo explicó que el Señor quiere que comprendamos que nuestra misión es anunciar el Evangelio en distintas situaciones, especialmente en la compleja realidad del mundo que nos ha tocado vivir, para conversar, debatir, acoger y vivir como el Padre celestial también acoge al pecador:

Nuestro país está muy necesitado de esa capacidad de acoger. Y acoger como cristianos a todos sin diferencias, pero especialmente a los que están más confundidos, a los que sufren, a los jóvenes que necesitan orientación y necesitan resolver sus preguntas con respuestas adecuadas y justas.

El Primado de la Iglesia peruana aseguró que necesitamos no solamente que el Padre nos acoja, «necesitamos instituciones oficiales del Estado que sean el lugar de acogida de todos los peruanos», porque, «desde los orígenes de nuestra Patria, los pensadores católicos que ayudaron a enfrentar esa tragedia que fue el caudillismo, fueron hermanos nuestros que aportaron la idea de un Estado en donde el bien común se defendiera».

«El Santo Padre dijo hoy, en el Ángelus, que Dios siempre perdona, siempre llama a acoger a todos, no hace distinciones de personas. Por eso, en la Parábola, el padre ama también al hijo mayor que, aunque ha estado con él, tiene una rigidez hacia el prójimo porque ya no se ve como hermano, es decir, una rigidez para comprender las cosas, porque se basa únicamente en los mandamientos y no comprende las relaciones de amor que nos surcan a todos», reflexionó el prelado en su homilía dominical.

En este periodo nuevo que comenzamos, podremos, entre nosotros, con este pequeño ejemplo de entendernos, de perdonarnos y de pedirnos perdón, poner la semilla de un país que necesita la capacidad de reconciliarse, pero que debe hacerse también con justicia, con verdad y no como componenda.

Finalmente, dirigiéndose a las principales autoridades de la PUCP, Monseñor Castillo agregó: «Que este camino que han hecho durante estos 105 años haga posible que retomemos el camino de nuestros primeros fundadores de la Patria, en donde instituyeron una república participativa y no solo representativa; en donde nos dieron la pieza del bien común. También así ha sido con la PUCP, con el Padre Jorge Dintilhac, con el Padre Mc Gregor, y con varios de los rectores laicos, algunos aquí presentes, que nos han enseñado cómo se trajina todos los días para hacer posible un testimonio cristiano en medio de los horizontes culturales más complejos y las dificultades más grandes que estamos viviendo».

En el III Domingo del Tiempo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a continuar nuestro camino de conversión recapacitando acerca de nuestra contribución directa o indirecta al mal general, para rectificar el daño cometido y unirnos para corregirnos mutuamente: «No solamente se necesitan profetas que levanten su voz, se necesita un pueblo profético que clame, levante su voz, que se corrija de sus errores, y juntos ayudarnos a que salgamos adelante. Porque Dios no nos castiga inmisericordemente, Dios nos corrige y nos llama hondamente a reconocer nuestras culpas, pero Él no deja de estar con nosotros», comentó el Primado de la Iglesia peruana.

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Castillo.

En su homilía dominical en la Basílica Catedral de Lima, Monseñor Carlos afirmó que el Tiempo de Cuaresma nos recuerda la importancia de la conversión para ser cristiano: «Y la conversión implica muchas cosas, como reconocer nuestras tentaciones personales, familiares, nacionales e históricas, para entrar en un proceso de cambio y detectar qué cosa es lo que nos tienta más, para escuchar al Señor en la oración y no escucharnos a nosotros mismos», acotó.

Meditando el Evangelio de hoy (Lc 13, 1-9), el Arzobispo de Lima señaló que el Señor nos plantea algunas preguntas que debemos reflexionar juntos: ¿Qué cosa pensamos nosotros de la desgracia humana y de la tragedia humana? ¿Pensamos que ocurre porque Dios nos castiga? ¿O que, en gran parte, es nuestra responsabilidad?

En ese sentido, el prelado explicó que los sacerdotes de Israel habían impuesto una forma de comprender el mal basada en el castigo y la especulación. Así, cuando alguien sufre, debe ser porque algún pecado ha tenido. «Piensen ustedes en la tragedia que ha sucedido en Trujillo, en el pueblo de Retamas – refirió Monseñor Castillo – ¿Nosotros podríamos afirmar (como lo hacían los sacerdotes) que el derrumbe de sus casas y la muerte de muchos inocentes ha sucedido porque pecaron mucho? ¿Les parece justo que, cuando sucede una tragedia, esa tragedia sea consecuencia del pecado de alguien? ¿Y qué hacemos cuando hay una tragedia que nos azota y afecta a todos como la Pandemia? ¿Creen ustedes que es por nuestro pecado que ocurre eso y que Dios lo manda como castigo?», preguntó el Obispo de Lima.

No atribuir a Dios castigos que Él no realiza.

Carlos Castillo advirtió que no podemos «atribuir a Dios unos castigos que Él no quiere realizar ni nunca ha querido realizar. Si alguien ha cometido un mal y sufre a consecuencia de ese mal, es porque su propia lógica lo ha llevado a esa situación».

En Jesús está la Palabra definitiva que Dios ha dado a la humanidad: Dios es amor y solo es amor, Él nos perdona de todas nuestras culpas y sufre por nosotros para reparar todo el mal que hacemos, todos los errores que cometemos.

El Evangelio de hoy nos permite reflexionar acerca de la consecuencia de nuestros propios actos. Y por eso, el Señor hace un fuerte llamado a la conversión: «Él no va a castigarnos por no convertirnos. Si no cambiamos de mentalidad y seguimos prejuzgando, si no nos convertimos, esta actitud nos puede llevar a la destrucción», reiteró el Monseñor.

El Papa ha dicho esta semana que no existe una “guerra justa o santa”. Estamos en una situación muy grave todavía porque todo lo que se hace, parece no hacerse por el bien común, sino solamente por el interés propio. Y si no cambiamos, si no abandonamos los intereses absolutamente propios y no ponemos como absoluto el bien de todos, vamos a tener tragedias peores.

El pecado enreda las cosas y genera una situación indetenible.

Para detener el caos que genera el pecado, asegura el Arzobispo de Lima, es necesario recapacitar y convertirnos, reconocer nuestro pecado, curar las heridas y restituir el daño ocasionado: «Jesús describe lo que pasa con el pecado: enreda las cosas y genera una situación indetenible. Es preciso detener el caos llegando a un arreglo, no a una componenda pensando en sí mismos, sino a un arreglo real en donde haya una legítima garantía de que todos están siendo escuchados, especialmente los mas perjudicados. Y de esta manera, llegar a una armonía real, no ficticia, no solamente para poder ganar votos o apoyo, sino una construcción entre todos para ver cómo solucionamos esa diversidad de intereses que existe y cuál es el interés prioritario».

Monseñor Castillo recalcó que este domingo de Cuaresma debe llevar a preguntarnos ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra mentalidad tronchista, que busca su interés propio y no ve el interés de todos?

Desgraciadamente, en el Perú, nos hemos habituado a formar una comunidad de “amigotes”. Y el amiguismo es un punto muy grave cuando no se tiene verdadera “amistad social”, como dice el Papa.

Dios confía en nosotros y nos da otra oportunidad para solucionar los problemas.

La Parábola de la higuera sin fruto, explica nuestro Arzobispo, nos ayuda a comprender cómo es la paciencia de Dios con nosotros: «Hoy, el Papa ha dicho que un hermoso nombre de Dios sería “el Dios que da otra posibilidad”, porque nos da otra oportunidad y es misericordioso. Él, en medio de la tragedia humana, nos da y abre las posibilidades de solucionar los problemas. Él, viendo que nosotros nos peleamos, ambicionamos y nuestro pecado va destruyendo a la humanidad, todavía confía en nosotros».

Dios, a pesar de todo el pecado que tenemos, no nos castiga inmisericordemente; sino que, sabiendo que nosotros, con nuestras acciones, producimos cosas peores, siempre está llamándonos a la posibilidad de salir airosos si reconocemos nuestros pecados y límites, si nos ayudamos unos a otros y corregimos lo que hacemos, rectificamos las tonterías que hacemos. Y para eso nos da su Espíritu, para eso nos da a Jesús, que nos muestra su amor misericordioso.

En memoria de Monseñor Bambarén: nuestro obispo profeta.

Al cumplirse un año de la partida al Padre de Monseñor Luis Bambarén, el Arzobispo Castillo dedicó unas palabras de agradecimiento por el testimonio de su vida:

«Damos gracias por la vida de nuestro obispo profeta, Monseñor Luis Bambarén, que supo poner el dedo en la llaga siempre en la historia del país; y que nos enseñó a tener una Iglesia viva, capaz de decir su palabra con respeto, pero con claridad, para ayudar a cambiar y mejorar todo lo que somos y tenemos», dijo el prelado.

En el Domingo II de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo, reflexionó sobre la importancia de recogernos en la oración y en el Señor para inspirarnos con su Espíritu a ser discípulos misioneros en salida: «La oración es una experiencia gratuita para estar con el Señor y dejarnos llenar de su Espíritu. La oración nos inspira a salir a nuestras periferias, a nuestras parroquias o en los lugares donde vivimos, para anunciar el Evangelio», dijo en su homilía en la Catedral de Lima.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Monseñor Castillo indicó que el camino de Cuaresma es un tiempo para interiorizar y profundizar nuestra vida desde el camino del Señor: «Es un tiempo de formación para constituirnos todos y todas en ser discípulos misioneros en salida, porque el Santo Padre está propiciando que tengamos una Iglesia más auténtica, más identificada con el camino del Señor, más dinámica, más servicial, y que esté pendiente de lo que pasa en este mundo, especialmente a las periferias, a las personas que viven el drama de las dificultades humanas que estamos viviendo hoy día y ha dejado grandes secuelas».

La importancia de «recogernos» en el Señor para orar.

Comentando el Evangelio de Lucas (9, 28b-36), que narra La Transfiguración, el Arzobispo de Lima aseguró que, así como necesitamos de la Palabra del Señor, también necesitamos de la oración: «Siempre tenemos que separar los momentos de oración y no hacer una oración rápida y sin sosiego. Por eso, Jesús lleva a sus discípulos un lugar aislado, lo cual es importante que nosotros podamos hacerlo contemplando la Cruz, como dijo el Papa hoy día en el Ángelus, contemplando al Santísimo que está presente en los tabernáculos de las Iglesias. También podemos hacerlo a solas en un lugar apartado, pero es importante recogernos para orar«, resaltó.

En el monte ‘El Tabor’, explica Monseñor Carlos, dice el Evangelio que rostro de Jesús cambió, un aspecto muy importante que nos revela que Jesús muestra su rostro no solamente humano, sino también divino. En ese sentido, el Señor nos pide que aprendamos a orar, siempre disponibles a ser cambiados y transformados: «A veces sucede que, por costumbre, vamos a la oración o venimos a la misa y salimos igualitos como habíamos llegado. Venimos a la misa siempre para parecernos más al Señor, y para eso tenemos que dejarnos llevar por Él«, acotó el prelado.

La oración es una experiencia gratuita para estar con el Señor y dejarnos llenar de su Espíritu.

El Primado del Perú afirmó que un aspecto fundamental de la oración es su experiencia gratuita: «No vamos a la oración para pedir tantas cosas, para sacarle algo al Señor. Vamos a la oración para estar con Él y dejarnos llenar por Él, llenar de su Espíritu. Gratuito significa que Él nos regala, nos da gratuitamente su Espíritu».

Es Dios quien se sacrifica por el ser humano, porque nos ama sin pedir nada a cambio. Dios nos ama porque nos ama, y suscita en nosotros el ser sus amigos y sus hijos para que aprendamos también a ser gratuitos.

Por otro lado, en el Evangelio de hoy aparecen Moisés y Elías, que hablaban sobre el Éxodo, sobre “el camino” hacia Jerusalén en donde iba a morir. Los dos, Moisés y Elías, son caminantes; y Jesús es el caminante que terminará su vida entregándola generosamente por amor a todos nosotros: «Por eso, entonces, suceden estas dos cosas: Jesús se transfigura gloriosamente como un pedacito de cielo que los discípulos disfrutan y, simultáneamente, les señala el camino difícil que viene, que es un camino glorioso, pero a través del amor, y por tanto, muy exigente».

Estamos desafiados, por las dificultades tan grandes que existen en el mundo y en nuestro país, de convencer a través de la ternura, del cariño, del diálogo, porque todos somos hechos para amar.

En otro momento, el Arzobispo Castillo recordó que la Iglesia debe representar el amor de Dios en el mundo y poner su granito de arena para que el ser humano recapacite, especialmente en este tiempo de conflictos y guerra: «El Papa ha sido muy claro al decir que todos hemos de contribuir a hacer que cesen las armas, porque creemos en el Dios de la paz y no en el dios de la guerra. Y por esa razón, nuestro comportamiento pacífico es el que se pone como lugar de entrega generosa, como Dios nos ha mandado, para impedir que la violencia siga imponiéndose», reflexionó.

Estos días hemos escuchado unas palabras feísimas de una persona importante de la religión ortodoxa que dice que esta guerra es para “eliminar el pecado” e “imponer los mandamientos”. Pues los mandamientos no se imponen, se suscitan y se educan. Y por eso, necesitamos llamar a todas las religiones a que entremos en este camino de pacificación del mundo.

Escuchemos juntos al Señor en la oración.

Antes de concluir, Monseñor Castillo compartió una nueva pregunta para reflexionar en comunidad durante esta segunda semana de Cuaresma: ¿En mi oración, escucho al Señor o me escucho a mí mismo?

«Todos tenemos pecados, pero el Señor nos dice que no importa que seamos pecadores, Él nos ama, nos acompaña y nos llama a dejarnos llenar por la fuerza de su Espíritu. Por eso, hermanos y hermanas, primera cosa fundamental para orar: ¡Escuchemos juntos al Señor! Escuchemos a Jesús, leamos los evangelios siempre como parte de nuestra oración, para que nos inspiren. Dejémonos llevar por el Señor y van a ver cómo las cosas empiezan a cambiar, porque no haremos lo que a nosotros nos parece, sino lo que le parece a Dios», recalcó.

En memoria de Augusto Pérez Araníbar.

Al cumplirse 92 años del Puericultorio Pérez Araníbar, Monseñor Carlos Castillo agradeció a Dios por el testimonio de vida del médico y filántropo peruano Augusto Pérez Araníbar, quien promovió importantes obras de alcance social en favor de los más pobres: «Después de haber vivido y ayudado en la guerra con Chile, vino a Lima para hacer una obra magnífica (el puericultorio) que hasta el día de hoy perdura y debe seguir perdurando».

Augusto Pérez Araníbar donó toda su vida y su riqueza. Todo lo que él fue lo entregó para los niños. Que nosotros también hagamos grandes obras de servicio fruto de la inspiración que el Señor nos da en la sublime oración.

En el Primer Domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a afrontar nuestras tentaciones personales, familiares e históricas en el «desierto de nuestra vida humana». Y para ello contamos con el Espíritu Santo y la Palabra de Dios que nos llena, nos inspira y nos impulsa a actuar de forma solidaria, dejando de lado nuestros egoísmos y ambiciones: «Este tiempo de Cuaresma, en este Bicentenario, significa un tiempo para que, desde la fe, podamos afrontar las tentaciones históricas y realizar un proyecto nuevo de Perú», expresó en su homilía dominical en la Catedral de Lima.

Leer transcripción de homilía del Arzobispo de Lima.

Monseñor Castillo explicó que el Tiempo de Cuaresma es una oportunidad para escapar de las grandes tentaciones que tenemos como pueblo, como nación, como comunidad y mundo. Este ha sido el camino que Jesús ha querido mostrarnos al confiar en la Palabra de Dios y enfrentar la tentación, como señala el Evangelio de hoy (Lc 4, 1-13).

«El Señor está lleno del Espíritu para enfrentar y afrontar las tentaciones, y por eso, el Espíritu de Dios impulsa a Jesús, porque sabe que la humanidad está sometida a la tentación. Y así como se bautiza sin tener pecado, así también pasa la tentación por solidaridad con la humanidad para ayudarla a caminar», acotó el prelado.

El Arzobispo de Lima aseguró que en todos los rincones de un mundo desértico por la diversidad de problemas que afrontamos, siempre hay la posibilidad que decidamos en favor del mal: «En el Evangelio se emplea la palabra ‘diábolos’, que significa “el divisor”, el que nos divide de Dios para no hacerle caso; y para hacer caso solamente a la unidad de cada uno que es el egoísmo», reflexionó.

Jesús, asumiendo la tentación, nos ayuda diciéndonos que el Espíritu está con nosotros, porque también nosotros somos Hijos de Dios en Él. Pero hay que saber ser Hijo de Dios, responsable del don de amor recibido, para que nuestras decisiones sean inspiradas, adecuadas y justas.

Carlos Castillo señaló que, cuando los intereses se imponen, en el ser humano prima una actitud desesperada en donde las ambiciones se manifiestan y los imperios invaden: «¡Hemos de vencer la tentación en estas circunstancias!», recalcó

Compartir el pan y aprender a vivir el sentido de la amistad.

La primera tentación, la tentación del pan, también ocurre en el corazón de nuestra más común y diaria necesidad, argumentó Monseñor Castillo: «El pan nos da la vida, nos permite existir y crecer, pero sin el pan no es posible vivir. Sin embargo, Jesús nos plantea claramente que el fundamento de nuestro alimento se basa en el alimento de Dios, en su Palabra, y por lo tanto, no es sólo de pan que todos vivimos, sino de Dios, que es el dador de la vida. El Señor nos dice que es posible obtener el pan de otra manera: compartiéndolo, aprendiendo a vivir intensamente el sentido de amistad y, sobre todo, haciendo posible que aquel que no tiene pan, lo tenga».

Tanto en el modo de obtenerlo como en el modo de consumirlo,  podemos compartir, vivir y comer el pan, si es que lo hacemos con un sentido de solidaridad y de hermandad.

Recurrir a Dios para superar la tentación del poder absoluto.

La segunda tentación, la tentación del poder, nos recuerda que debemos alejarnos de todo sentido de posesión y abuso de poder: «Ante la tentación del poder absoluto, estamos llamados a recurrir otra vez a Dios. No podemos doblegar nuestra fe y nuestra confianza en un Dios que nos ama para “vendernos” a personas, a líderes, a orientaciones, a personas que tienen dinero o poder, y nosotros ser sumisos, humillados y serviles. Por eso, esta tentación también está llamada a ser superada», comentó el Arzobispo.

Superar la tentación de la soberbia. No juguemos con Dios.

Por último, está la tentación de la ambición y la soberbia. Esta tentación es muy seria, explica Monseñor Carlos, porque el diablo recurre a la Palabra de Dios para fundamentar su artimaña:

«Esta confianza que a veces tenemos en Dios, ha llevado en muchos casos, en diferentes religiones y en nosotros mismos, en la historia de la fe católica y cristiana, a actitudes de soberbia que permiten decir: “Nosotros tenemos a Dios, no nos va a pasar nada”. Y jugamos a veces con Dios creyendo que “si yo soy católico, no me va a pasar nada, puedo golpear a cualquiera y yo tengo razón”. “Puedo corregir a cualquiera en forma mala y agresiva, y no pasa nada”. También todos los que somos de una fe cristiana, especialmente todos los que tenemos alguna parte de dirección, estamos llamados a respetar siempre a Dios. La última tentación es la de jugar con Dios, de intentar tentar a Dios, de hacer de nuestra religión un juego y una burla por el hecho de que tenemos la fe», sostuvo el Primado del Perú.

Identificar las tentaciones nacionales que compartimos todos.

Antes de concluir su homilía, el Arzobispo de Lima hizo un llamado a que hagamos memoria de las etapas de nuestra historia patria y veamos cuáles son las tentaciones nacionales que compartimos todos: «No solamente son tentaciones individuales, sino también colectivas; tentaciones en donde se ha metido el demonio y quiere tentarnos para que repitamos ciertas historias trágicas que nos persiguen desde el inicio de la República, cuando los caudillos se peleaban entre sí para agarrarse el poder. Y eso ha ido evolucionando terriblemente cuando las mafias se apoderan inclusive dentro de la Iglesia para hacer lo que quieran en nombre de Dios».

El desierto es distinto al Jardín del Edén, el jardín de las delicias y de la felicidad al que todos queremos volver. Llegaremos a él con este hermoso país que tenemos cuando rechacemos las tentaciones que nos han acicateado durante siglos, y sepamos, con coraje, con alegría, con esperanza y con la fuerza de Dios, que estamos para hacer un país de hermanos y no de odio, de agresión, de maltrato, de aprovechamiento egoísta y mafioso.

En el inicio del Tiempo de Cuaresma, Monseñor Juan José Salavery, Obispo Auxiliar de Lima, hizo un llamado a vivir este tiempo de conversión y gracia poniendo en práctica nuestra buena disposición para ofrecer nuestra vida al servicio de los demás: «La oración, el ayuno y la limosna tienen sentido verdadero si nosotros lo vemos en el horizonte de nuestra vida; porque en el horizonte de la Cuaresma nos encontraremos con Cristo, que no nos ha regalado una limosna, Él nos ha regalado su vida y nos ha enseñado a vivir entregándose al Padre y a la humanidad», reflexionó en la Misa del Miércoles de Ceniza celebrada en la Basílica Catedral de Lima.

Al inicio de su homilía, Monseñor Salaverry recordó el llamado del Papa Francisco a no cansarnos de hacer el bien y obrar en favor de los demás: «No nos cansemos de hablar lo bueno que hay en los demás; de propiciar el bien a los otros. Este mensaje profundo del Papa Francisco debe iluminar nuestro caminar penitente durante el tiempo de la Cuaresma», señaló.

La Cuaresma es un compromiso con Dios y con la humanidad.

Juan José Salaverry explicó que la Cuaresma es un tiempo de penitencia para buscar construir un mundo más justo, solidario y convertido a Dios: «Es un compromiso con el Padre y con la humanidad, una humanidad de la que debemos aprender a servir con nuestra propia vida, porque al final de la Cuaresma, vamos a encontrarnos con el misterio grandísimo del signo de amor y de vida que nos regala Jesús».

El obispo auxiliar aclaró que no debemos poner en práctica una penitencia que solo busca «sublimar nuestros sentidos» o «ponernos de rodillas ante el Señor por nuestros pecados». Este caminar de la Cuaresma debe ser, explica Monseñor, un «caminar de hombres y mujeres que se comprometen en hacer el bien, no sólo durante la Cuaresma, sino a lo largo de toda la vida», acotó.

Monseñor Juan José indicó que este tiempo de conversión es también un tiempo de gracia, porque necesitamos que la Gracia de Dios actúe: «Y para ello es necesario el soporte de la buena disposición del corazón del hombre que está abierto a dejar entrar esa gracia. El kairós, al cual se refiere el Papa Francisco, tiene este doble sentido: de apertura a la gracia y de disponibilidad hacia la gracia. Si tenemos el corazón cerrado a Dios, cerrado a nosotros mismos, cerrado al prójimo, la gracia no actuará, consumando este proceso de conversión que hoy queremos emprender con sinceridad y autenticidad», precisó.

El sentido del ayuno, la oración y la limosna.

En otro momento, Monseñor Salaverry recordó que la Iglesia nos invita a vivir el tiempo de conversión de la Cuaresma poniendo en práctica tres consejos fundamentales: el ayuno, la oración y la limosna:

«La oración incesante del Pueblo de Dios que ansía un tiempo mejor; la oración que impetramos constantemente en favor de nuestros enfermos, de nuestros ancianos, de los pobres de nuestra comunidad, de nosotros mismos que nos sentimos limitados – y a veces desidiosos – de emprender el camino de santidad, el camino del buen obrar; la oración que abre nuestro corazón al Señor, esa conversación amorosa con Jesús, que no consta solamente de rezos, sino de una experiencia de oración profunda».

«Ayunar» de nuestros propios intereses y entregarnos a los demás.

«La práctica del ayuno nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos. El ayuno no es solamente la ‘dieta’ de privarnos de un alimento, sino que expresa nuestra disposición personal de dejar todo aquello que nos separa de Dios, de dejar todo aquello que puede significar superficialidad y vanidad. El verdadero ayuno que Dios quiere es un corazón quebrantado y humillado, un corazón convertido, no solamente darnos ‘golpes de pecho’ o vestir un hábito penitencial, sino un corazón bien dispuesto a convertirse ante la mirada amable y tierna de un Dios que nos muestra su amor».

El ayuno verdadero es el cambio de vida, una vida íntegra, «ayunar» de nuestros propios intereses para entregarnos a los demás.

«La limosna, que significa ‘gastar’ nuestra vida para ponerla al servicio de los demás, nuestro tiempo y dedicación para el otro, nuestra sabiduría, ciencia, entendimiento, todo al servicio del prójimo. Es decir, dar todo lo que tenemos, como la limosna de la viudad de Sarepta, como la limosna de los pobres que, desde su pobreza, comparten la vida».

En el horizonte de la Cuaresma, al final de ella, nos encontramos con Cristo que ha vivido para dar gloria al Padre y para dar salvación al género humano.

Por último, Monseñor Juan José anunció el lema que nos acompañará en esta Semana Santa: «Desde la Cruz, anunciemos la luz». El obispo auxiliar recalcó que es necesario asumir un compromiso conciente y real de nuestro propio proceso personal como creyentes: «Que desde la Cruz que marca nuestras vidas, anunciemos la luz del Salvador, esa luz que está al final del camino de la Cuaresma, esa luz que está al final de nuestra misión y que debemos de comunicar a todos con firme esperanza».

Que realmente esta Cuaresma 2022 sea un kairós para cada uno de nosotros, para nuestra Iglesia de Lima, para nuestra Patria.

«Salgamos de la ceguera ambiciosa de la guerra, miremos al rostro de los que sufren, trabajemos solidarios por la paz». Con estas palabras, y en compañía de las madres de las ollas comunes de Lima, Monseñor Carlos Castillo presidió la misa dominical por el VIII Domingo del Tiempo Ordinario:

«Todas las ollas comunes son los signos de que la Eucaristía que celebramos aquí, se irradia en la vida cotidiana, en el compartir. Y eso es lo que le falta ahora a nuestro mundo, en donde nos hemos llenado de una actitud de desgracia, es decir, de no vivir en gracia, en generosidad, en hermandad; y los intereses, las ambiciones, las maniobras, las malas intenciones, gobiernan la vida de los seres humanos y del mundo», expresó el prelado en su homilía.

Leer homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (6, 39-45), Monseñor Castillo reflexionó sobre el riesgo que corremos de concentrarnos en mirar la brizna de paja en el ojo del hermano sin darnos cuenta de la viga que hay en el nuestro: » Las actitudes que tenemos que cultivar desde la raíz, son aquellas que fortalecen nuestra humanidad como hombres y mujeres nuevas, porque Jesús ha venido a traernos el reconocimiento de nuestro origen. Él que es la imagen directa del Padre, ha dado su vida por nosotros, Él es la semilla que se ha sembrado en nosotros para fortalecer todo lo bueno que tenemos. Y, entonces, Jesús dinamiza en nosotros nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de servir, de ser solidarios», indicó.

El Arzobispo de Lima recordó que todos nosotros, inclusive nuestros hermanos no creyentes, somos imagen de Dios, y por lo tanto, somos constitutivamente hechos para amar: «Nuestros brazos están hechos para abrazar, para ayudar; nuestros ojos están para mirar al otro; nuestra boca para decir cosas agradables, interesantes y también para corregir. No estamos hechos egocéntricamente, estamos hechos para el otro», reiteró.

Salir de la «ceguera» que nos impide ver el rostro de quien sufre.

Arzobispo de Lima recibe el saludo de las madres de las ollas comunes.

En otro momento, el Arzobispo Castillo explicó que el Señor nos llama a salir de la «ceguera» que no nos permite ver más allá de nosotros mismos y de acuerdo a nuestras ambiciones personales: «Una “ceguera” que consiste en mirarse a sí mismo y mirar a los demás de acuerdo con lo que cada uno considera según su capricho. No vivir según lo que Dios nos ha dado ¿Y qué nos ha dado? La existencia abierta, servicial, y a su Hijo, para recordar esa existencia servicial», precisó.

En ese sentido, a través de esta Parábola, el Señor quiere que desarrollemos nuestra capacidad de ver el rostro del otro que sufre, especialmente de los niños, los ancianos desolados y sin atención, las personas que trabajan en las calles, los enfermos y las mujeres maltratadas:

«Ciego no es el que no ve o no quiere ver, ciego es el que “cree que ve”; el que se cree la “divina pomada”, se cree superior a los demás, cree que sus ambiciones son lo único, y está completamente “encerrado” en sus intereses, No se abre, se convierte casi en una especie de poste de luz, frío, helado, sin ninguna capacidad de comunicación y ausente de alegría».

Jesús nos invita a salir de la “ceguera”, a mirar el rostro del otro y también a saber decir las cosas; a reconsiderar nuestra manera de vivir, de pensar y de sentir; a reconocer nuestros límites, nuestros pecados, porque todos somos pecadores y por algún lado cojeamos.

Solidaridad con el pueblo hermano de Ucrania.

El Primado de la Iglesia católica en el Perú, también se refirió a la dura situación que viene afrotando el pueblo hermano de Ucrania: «Esta dura realidad introduce la tristeza, el dolor, la miseria, la tensión permanente, la violencia. Pacífica es la persona que entiende el problema del otro, no lo juzga, no lo maltrata, sino que reconoce, inclusive, los errores que puede tener, pero le da la oportunidad de seguir adelante, de cambiar. Sin embargo, si esa persona se encierra en sí misma y no entiende, es otro problema», reflexionó.

Hoy la Palabra está sumamente mal usada y tenemos que rescatarla. Si nuestro corazón y nuestras intenciones están llenas de ambición, de prejuicios y de mentiras, entonces, la palabra, por más elegante que sea, siempre va a dejar transparentar las ambiciones.

Monseñor Carlos aseguró que debemos construir la paz desde la hermandad y la solidaridad, desactivando la violencia y la guerra con las «armas de la paz», que son las armas de Dios, como la jornada de ayuno y de oración a la que ha convocado el Papa Francisco para este inicio del Tiempo de Cuaresma: «Vamos a pedir al Señor que nos dé palabras de vida, que sean palabras para cuestionar, ayudar a mejorar, pensar y repensar la vida y, sobre todo, llamar a abrir el corazón, las manos, los oídos y la vista a las necesidades de los demás».

Representantes de las Ollas Comunes de Lima.

En la misa dominical celebrada en la Basílica Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo ha hecho un llamado a mirar cara a cara a la realidad para caminar juntos en un proceso de conversión mutua con sentido de justicia: «Tenemos que responder al sufrimiento y a la necesidad de tantas personas con iniciativas amorosas y generosas, acogiendo dentro de la situación difícil a quien sufre, pero también con ese gesto, interpelar a quien disfruta y se olvida de los demás, o a quien inclusive ejerce la marginación. Tenemos la misión fundamental de amar sin medida, amar en forma generosa y total, incluso al enemigo», expresó el prelado en la homilía de este VII Domingo del Tiempo Ordinario.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (6, 27-38), en que el Señor nos invita a amar a nuestros enemigos, el Arzobispo de Lima explicó que Jesús quiere aconsejarnos y educarnos como discípulos con una primera instrucción en nuestra misión fundamental como cristianos y católicos: la misión de amar sin medida, amar en forma generosa y total, incluso al enemigo.

«El Evangelio de hoy tiene una importancia muy grande porque señala, claramente, la novedad de nuestra misión como Iglesia en todo el mundo, mucho más en los tiempos difíciles que vivimos hoy día, en que la violencia se apodera no solo de nuestro país, sino de diversas partes del mundo, como estamos viendo en este momento con el país de Ucrania. Y así también, en diversas situaciones diarias, como la violencia que se siente en las calles, los asaltos, la violencia inclusive que vivimos desesperadamente en la sociedad, en la política, en la economía, en diversos ambientes que necesitan, de nuestra parte, ser evangelizados. Esto no significa que todo el mundo sea católico, sino que reciba el anuncio de que es posible, en el ser humano, un camino de amor, de servicio y de entrega generosa, que solamente se puede enseñar generosamente», comentó el prelado en su homilía.

Los gestos y las palabras nos interpelan a un proceso de conversión mutua.

Monseñor Carlos también aclaró que el llamado del Señor a amar a nuestros enemigos y hacer el bien a quienes nos odien, bendecir a quienes nos maldicen y ofrecer la otra mejilla si nos pegan en una, no es un llamado a la resignación y la pasividad. «Es una sutil forma, activa y pacífica de enseñar con gestos concretos», recalcó el Obispo de Lima.

«Ayudemos a nuestros hermanos a entender que no se puede vivir de forma violenta. Tenemos que resolver el problema de convertir, con amistad, con cariño, entrañablemente, la violencia en nuestra sociedad en una situación de paz y de solidaridad. Ese desafío, sobre todo, lo tenemos los creyentes, porque si esto sucede no solamente es porque la gente siempre tiende al pecado, sino por algo más serio: porque hemos sido cristianos pasivos y no hemos anunciado el Evangelio», aseguró el Arzobispo.

Y recordando las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy: «Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia», Carlos Castillo reiteró que, cuando se viven situaciones de violencia, podemos tener gestos y palabras adecuadas para interrogar y hacer pensar a las personas, para que recapaciten. Por eso el Papa dice en su reflexión de hoy: “Jesús, con su pregunta, denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira, sin violencia, es más, con gentileza. No quiere desencadenar una discusión, sino desactivar el rencor”.

En una humanidad donde, por determinadas razones, se ha perdido la formación moral y ética; en donde actuamos por el instinto, por el interés y la ambición; en un mundo enormemente corrupto en donde las mafias se apoderan de la vida de los países y de los pueblos, en donde existe corrupción y corrosión de instituciones, en donde hay una desenfrenada actitud de dominar y hay millones de víctimas marginadas, necesitamos dejarnos interpelar por el sufrimiendo humano y responder con iniciativas amorosas y generosas, acogiendo dentro de la situación difícil a quien sufre, pero también con ese gesto, interpelar a quien disfruta y se olvida de los demás, o a quien inclusive ejerce la marginación como el caso del maltrato de la mujer y tantas personas abandonadas que hay en el mundo y en nuestro país.

Monseñor Castillo insistió en que necesitamos «desviolentar» nuestra sociedad, intentando, desde nuestros barrios, familias y comunidades, ayudarnos mutuamente a disminuir la violencia a través de gestos de iniciativa que permitan neutralizar y hacer recapacitar a las personas: «El Señor nos pide, sobre todo, la capacidad de comprensión inclusive del mismo enemigo que está enredado en su violencia, enredado en sus intereses. Eso requiere gestos y palabras que ayuden a interpelar, incluso con nuestra vida misma».

Desactivar la violencia con gestos de amor y capacidad de comprensión.

«¿Qué hacemos? ¿Respondemos mal con mal? ¿Acentuamos y desarrollamos más la violencia?», preguntó el Arzobispo de Lima en su homilía dominical. En ese sentido, no basta con enfrentar las situaciones de manera pasiva, rezando pero siendo indiferentes al dolor humano, también es importante nuestra iniciativa, nuestra acción solidaria y evangelizadora en todos los lugares donde estamos:

«Estamos especialmente llamados a aprender a hacer estas iniciativas en todas las relaciones humanas que hacen posible que, aquella persona que es culpable de un delito violento de acción permanente y de enemistad permanente, pueda “desactivarse”. Es cierto que hay cinismo en la sociedad, es cierto que, inclusive, después de un acto agresivo y violento, el violento dice: “¡Ah! Gané. Los derroté, porque conseguí lo que quería”. ¿Consiguió lo que quería? Porque detrás de quien actúa de esa manera, en lo profundo de su ser, hay una especie de ambición de felicidad ¿Se puede tener felicidad a costa de las víctimas? ¿Puede una persona permanecer feliz? ¿O en realidad empieza el camino del enredo? Ese triunfo aparente ¿Acaso no se convierte después en una ruina y en un infierno?», reflexionó el Primado de la Iglesia peruana.

Pongámonos la mano en el pecho todos. No hay suficiente evangelización, hay costumbres católicas, costumbres cristianas, pero hay una deficiente presencia de nuestra palabra y de nuestro testimonio en el corazón de la vida de la gente. Si anunciamos el Evangelio con alegría, vamos a ver cómo la gente tiene alegría en esta Iglesia y puede empezar un camino nuevo. Porque cuando hay alegría, amistad, cariño, ternura, nosotros entramos en un camino irreversible de amistad, y no solamente amistad personal, sino amistad también social, como quiere el Papa Francisco.

El perdón no es «borrón y cuenta nueva». Hay que rectificar y restituir.

En otro momento, Monseñor Castillo habló sobre la importancia de aprender a perdonar y perdonarnos para que las personas cambien, pero desde una reflexión honda que nos ayude a restituir y resarcir el daño ocasionado: «El perdón, sin una reflexión sobre la posibilidad de asistir a aquel que ha hecho mal, es una especie de “borrón y cuenta nueva” que no aclara en qué consistió el problema. Los peruanos estamos muy habituados a no afrontar nuestros límites, nos evadimos muy fácilmente. Y en eso consiste la falta de educación que hemos tenido en estos últimos 30 años: no mirar cara a cara a nuestra realidad», acotó.

El Señor nos invita a entrar en nosotros para hacer posible un proceso de conversación mutua de nuestros problemas, aclararlos y enfrentarlos con una claridad muy grande, también con exigencia profunda. Ahí está esperando nuestro Señor de los Milagros, a que se produzca el milagro de que nuestra sociedad sea una sociedad verdaderamente humana y justa. El Señor nos está esperando para annuciarlo, para rectificar y restituir, para devolver a los humanos la dignidad que tienen y renunciar a aquello que destruye nuestra humanidad y dignidad. 

Cercanía y amistad con nuestros hermanos de Sant’ Egidio.

Finalmente, el Arzobispo de Lima saludó la presencia de la comunidad de Sant’ Egidio y agradeció el testimonio de servicio, acompañamiento y solidaridad con nuestros hermanos más pobres en todo el país y el mundo.

En ese VI Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre las Bienaventuranzas y recordó que Dios no nos abandona: «Él actúa en favor de los más pobres, de los que más sufren, Él reina en su favor porque de ellos es también la plenitud de la salvación», comentó el prelado en su homilía dominical.

Acompañado de un grupo representativo de pescadores damnificados por el derrame de petróleo en Ventanilla, así como diferentes líderes de movimientos ecologistas en nuestro país, el Arzobispado de Lima y el Vicariato de Iquitos, ofrecieron la Eucaristía en especial intención por el segundo aniversario de la publicación de ‘Querida Amazonía’: «Quiero agradecer a los hermanos pescadores que han venido a esta Catedral, porque son como los representantes de las víctimas, de los pobres que el Señor quiere, ama y quiere ayudar, por los cuales Él se comprometió», precisó.

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Leer transcripción.

Comentando el Evangelio de Lucas (6, 17. 20-26) Monseñor Castillo recordó que, a través del mensaje contenido en las Bienaventuranzas, el Señor levanta la mirada hacia los doce discípulos para revelarnos que, en medio de la pobreza y la desigualdad, Dios no nos abandona, sino que actúa en favor de los más pobres, de los que más sufren, Él reina en su favor porque de ellos es también la plenitud de la salvación:

«Cada vez que existe un enfermo, una persona afectada por la opresión y el maltrato, por la falta de trabajo, por la marginación; cada vez que existe una zona ecológica afectada, como en el caso de los pescadores y de nuestros hermanos de la Amazonía; cada vez que, nosotros mismos, que caminamos por las calles esforzándonos todos los días en sobrevivir, debemos de reconocer que Dios está de nuestra parte, y por lo tanto, existe una fuerza que alienta nuestra vida porque Él no los abandona», reflexionó el prelado.

El Arzobispo hizo hincapié en tres expresiones fundamentales de las Bienaventuranzas: “Dichosos ustedes pobres”, “los que tienen hambre” y “los que lloran”, para explicar que el Señor ha venido para darnos palabras de esperanza, palabras que Él conoce muy bien porque, desde su nacimiento en un pesebre, comprende que en el mundo existe la injusticia y la desigualdad: «Y si Él llega como Hijo de Dios para salvarnos, tiene que hacer eso que la Iglesia solemnemente declara ‘la opción preferencial por los pobres’, que se caracterizó después con dos agregados: opción preferencial por los pobres “ni exclusiva, ni excluyente”,… “pero firme e irrevocable”!», indicó.

Pescadores de Ventanilla ofrecen sus redes vacías con la esperanza de que todo el daño ocasionado pueda ser resarcido con sentido de justicia y dignidad.

Todos estamos comprometidos en el cuidado de nuestra Casa Común.

Recordando el segundo aniversario de la Exhortación post-sinodal ‘Querida Amazonía’ escrita por el Papa Francisco, Monseñor Carlos aseguró que todos estamos llamados a tomar conciencia en el cuidado de nuestra Casa Común, especialmente de nuestros pueblos originarios, tantas veces marginados y olvidados por las grandes ciudades: «La amazonía es el pulmón del mundo y está habitada por hermanos nuestros que viven marginados, a pesar de que ellos hacen esfuerzos enormes por vivir, por hacer posible que se cuiden los bosques para toda la humanidad. Y son maltratados con derrames peores a los que hemos vivido en la costa peruana», precisó el prelado.

El Obispo de Lima reiteró que el Señor ha venido a darnos su aliento, Él nos ha llamado ‘dichosos’ para decirnos que está con nosotros, sobre todo, con quienes más padecen las injusticias del mundo: «Sintamos el aliento del Señor y no tengamos miedo; esforcémonos por reconsiderar las cosas, por dialogar inteligentemente, para que los descuidos de los grandes y poderosos no se sigan produciendo».

Jessica Tananta leyó la Segunda Lectura en el idioma shipivo-konivo, gesto que nos recuerda y acerca a los pueblos olvidados de nuestra querida amazonía.

Jesús vino para mostrarnos que Dios se hace pobre.

En otro momento, Carlos Castillo afirmó que el Señor quiere que sepamos identificarlo en los rostros con quien Él se identifica , es decir, con los más pobres: «Jesús vino a esta tierra para mostrarnos que Dios se hace pobre, Dios se identifica como uno de ellos. El Papa San Pablo VI, cuando vino a visitar Medellín, dijo que nosotros estamos ante el “sacramento del pobre”. Y ese sacramento significa que la vida de los pobres es sagrada y tiene que ser protegida, para que pueda progresar en esta vida en forma ordenada y pueda tener sus posibilidades», dijo en su homilía dominical.

Arzobispo de Lima recibe la ofrenda del grupo ecologista de niños «Pequeños defensores».

Todos lo que tenemos algo, lo tenemos, porque otro no lo tiene; y necesitamos complementarnos y ayudarnos, no destruirnos, pero tenemos que llamar la atención a quienes, hablando de los pobres, viven una vida contraria y no renuncian a sus ambiciones personales.

Salir de una «Iglesia de sacristía» y «encerrada en sí misma» para anunciar el Evangelio.

El Arzobispo de Lima explicó que es necesario una reorganización y redefinición en la Iglesia, con el propósito de anunciar la buena noticia a todas las periferias existenciales que nos interpelan:

«Nos falta evangelización, nos falta anunciar, como Iglesia, la buena noticia. Y como dice el Papa Francisco, tenemos que “salir de las sacristías”, porque tenemos la costumbre de crear una “Iglesia de sacristía”, que es muy bonita, muy linda, porque hacemos lindas liturgias ¡Eso está muy bien! Pero eso no es suficiente para salvarse, al contrario, una Iglesia que se regodea y está pensando solamente en sí misma, no es la Iglesia del Señor», reflexionó el Obispo.

Unidos en el Señor, que es la fuerza de su pueblo, su gran libertador, demos testimonio de ese Dios que nos ama, unidos a todos los que más sufren, especialmente hoy día, rezando por nuestra querida Amazonía.

En memoria de Maria Elena Moyano.

Recordando el 30 aniversario del asesinato de Maria Elena Moyano, lideresa social que fue víctima del grupo terrorista Sendero Luminoso, Monseñor Castillo hizo un llamado a seguir el ejemplo de gratuidad y entrega generosa que tuvo Maria Elena por nuestro pueblo peruano:

«Maria Elena Moyano entregó su vida como una mujer sencilla, pobre, pero que defendió y enalteció a nuestro país como la primera mujer mártir del tiempo moderno. Que todos sigamos su camino con desinterés y con entrega, y podamos servir a nuestro pueblo como ella lo sirvió. Dios la bendiga y le de la gracia de resucitar gloriosamente en el Reino de Dios y en el reencuentro que nos tiene preparado. Amén».

Unidos a la Jornada Mundial de Oración por los Enfermos.

En el marco de la Jornada Mundial por los Enfermos, convocada por el Papa Francisco, un grupo de personas recibió la Unción de los Enfermos de manos de Monseñor Carlos Castillo y Monseñor Guillermo Elías. En la última semana, la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima, realizó una serie de gestos de acompañamiento y oración por los enfermos de nuestra ciudad.

En el IV Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a salir de nuestra zona de confort para abrirnos a la novedad de la vida cristiana que atiende al llamado de Dios desde los márgenes, desde eso que el Papa llama “las periferias existenciales”, acogiéndolo en la realidad de nuestra vida cotidiana: «Dios nos habla siempre desde los marginados, desde los últimos, desde las fronteras. Nos está hablando a través de todas las poblaciones perjudicadas y de toda la naturaleza maltratada a consecuencia de la expansión del petróleo por este descuido negligente. También nos habla desde aquellos que, en la selva, en las comunidades originarias de la Amazonía, sufren a diario este problema», reflexionó el prelado en su homilía. (leer transcripción).

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Leer transcripción.

En la misa dominical celebrada en la Basílica Catedral de Lima, Monseñor Carlos reflexionó en torno al Evangelio de Lucas 4, 21-30, que narra el acontecimiento de la expulsión de Jesús en una Sinagoga de Nazareth. Si bien sus palabras causaron la ira de quienes lo escuchaban, el Arzobispo de Lima recordó que esto puede suceder cuando «domesticamos» a Dios, al punto de querer «hacerlo o pensarlo de tal manera que no exista otra posibilidad de Dios para nosotros».

«Refugiarnos en el pasado es algo así como refugiarnos en nuestra “zona de confort”, en lo fácil. Lo difícil es lo que viene para el futuro. El Papa suele decir que la Iglesia tiene un pasado glorioso, pero también se suele preguntar si tendrá también un futuro glorioso. Seguramente que lo tiene por la fe en Jesús, pero tenemos que estar atentos a las exigencias de nuestro hoy, para responder todos con la inspiración de Dios en el momento actual que nos llevará a cosas muy diferentes a las que normalmente hacemos», recalcó el Primado de la Iglesia peruana.

Nuestra fe tiene que saber situarse, abrirse, movilizarse, cambiar, estar atenta, no fijar ni domesticar a Dios de una manera en que sólo nos habla en nuestras costumbres ya conocidas. Muchas veces, en una situación difícil, tenemos que cambiar de formas para encontrar el fondo, que es el llamado del Señor en persona.

Carlos Castillo advirtió que el empecinamiento y la rigurosidad de nuestras costumbres nos impide ver cuando se produce algo nuevo: «Ya no existe otra posibilidad que “nuestro” Dios, el Dios “de nuestro” grupo, de “nuestras” costumbres, de “nuestra” manera de vivir. Y si se produjera algo nuevo, todos nos hacemos de la “vista gorda”.

Lo que Jesús trata de hacerle comprender a su propio pueblo, es que la única manera de entrar en relación con Dios y dejarse amar por Dios, es dejarnos introducir en la apertura a la novedad de este Dios, que entra en nuestra historia, se encarna, pero simultáneamente, es libre. Es un Dios absolutamente libre, que escoge siempre un punto inusitado, no previsto; pero que tampoco es una sorpresa arbitraria. Se trata de la sorpresa de que es un Dios que nos habla siempre desde los marginados, desde los últimos, desde las fronteras, desde los márgenes.

Abrirnos a la novedad y no encerrarnos en el pasado.

El Pastor de la Arquidiócesis de Lima afirmó que Dios «se revela y nos habla siempre desde donde menos pensamos», y cuando tenemos una herida y un problema grave, Dios siempre está escondido allí: «Jesús es un profeta muy especial, porque no dice palabras solamente, sino Él es la Palabra; esa Palabra que permite, en todo momento, sacarnos del encerramiento, de la esclerosis, de eso que el Papa ha llamado “la rigidez”. Y esto es una cosa muy seria, porque en todo el mundo tenemos el peligro de que, ante una situación tan nueva, tan difícil, tan compleja, tan novedosa, como la que estamos viviendo en el mundo, todos pensemos y digamos que “todo tiempo pasado fue mejor”, entonces me parapeto y me encierro en el pasado», acotó.

La Iglesia, en diversos momentos, afrontó las novedades del mundo y supo reconocer a Dios en medio de ese mundo, no por moda, sino por actualización real de la presencia del Señor en nuestras vidas, que la hacemos sacramentalmente cada domingo en la Misa, pero que significa que Dios está viviendo hoy en las circunstancias que nos acosan y que estamos desafiados a salir de ellas.

Finalmente, Monseñor Castillo recordó las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo: “A Jesús no lo encuentra quien busca milagros, si nosotros buscamos milagros no encontraremos a Jesús(…) En cambio solo lo encuentra quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas ni caras largas. En otras palabras, Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives”. Ante esto, el Arzobispo de Lima aseguró:

«Es verdad que a veces hemos domesticado al Señor: “Señor yo te puse una vela”, “yo me fui a tu procesión”; y después exigimos o reclamamos: ¡Dónde está lo que me tenías que dar a cambio! Pero la religión no es un negocio, Dios nos ama y nosotros tenemos que ver, gracias a que nos ama, cómo nos sigue amando, inclusive, en las cosas muy difíciles que vemos», precisó.

Dios quiere nuestra salvación, no solamente de nuestra alma, también de nuestro cuerpo, de nuestro país, de nuestra sociedad y de nuestra historia. Y Él quiere, por lo tanto, que sepamos escucharlo, sepamos acogerlo humildemente como Naamán, el sirio.

«Que Dios los bendiga y nos haga a todos evangelizadores. Este Evangelio y este evangelizador “fracasó” esta vez y “fracasará” también porque lo matarán en la Cruz; pero este evangelizador, que es el Hijo de Dios, nos va a resucitar si sabemos acogerlo y dejarnos atravesar por su espada como lo hizo María, que se dejó atravesar el alma», fue la reflexión final de Carlos Castillo.

En el Domingo de la Palabra, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a dejarnos guiar por el Espíritu del amor de Dios que nos lleva a anunciar su Palabra y a vivir un cristianismo capaz de activar y movilizar nuestro sentido de servicio por los que más sufren:

«El Evangelio nos activa, nos moviliza; no nos estanca, no nos hace estar solo recordando siempre el pasado, sino que hoy día podemos hacer algo nuevo. Seamos responsables, concientes, miremos cara a cara a la vida, sirvamos a todos nuestros hermanos y tengamos un anticipo del Reino de Dios. Así es como se cambian realmente las cosas, porque la ley, si no es vivida en el Espíritu del amor de Dios, nos petrifica y nos habitúa a un cristianismo de costumbres que, luego, no sabe cómo afrontar las nuevas situaciones del mundo», dijo en su reflexión dominical en la Catedral de Lima. (leer homilía completa)

Homilía de Monseñor Castillo – Leer transcripción.

Al inicio de su homilía, el Pastor de la Arquidiócesis de Lima recordó que Jesús es la Palabra hecha carne entre nosotros, que se ha manifestado a todos para sentirnos alentados por Él: «La Palabra que Jesús nos comunica por medio del Espíritu, trae en el mundo un tiempo, el tiempo de la Gracia del Señor que la Iglesia está llamada a continuar, todos juntos como hermanos, toda la comunidad cristiana como un cuerpo, como dice hoy San Pablo, no cada uno por separado, como si evangelizar fuera «solo un tema de los curas» o «solamente para las monjas», no. Todos tenemos que ser evangelizadores, porque llevamos dentro el Espíritu que nos lleva a anunciar», indicó.

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Lucas 1, 1-4; 14-21), nos ayuda a comprender que el Señor ha venido para establecer un lazo indesligable con nosotros, para ungirnos y dejarnos llevar por el Espíritu que suscita, en primer lugar, la atención sobre los pobres que necesitan buenas noticias, sobre los cautivos, los que están en la cárcel y quieren salir en libertad:

«Es un Espíritu para “dar vista” a los ciegos, hacer ver la realidad; y no solamente a los ciegos físicos, sino también a los ciegos espirituales que somos muchísimos y que no queremos ver la realidad. Es un Espíritu para dar libertad a los oprimidos, a los que son maltratados y sufren distintas dificultades, a los que están «amarrados» por un ambiente y un sistema de vida que no nos permite ser libres, verdaderamente libres», acotó el prelado.

“Estas escrituras que acaban de oír, hoy se han cumplido”, dice el Señor. Y se han cumplido en Él, y todo el tiempo tenemos que buscarlas en los “hoy” que vivimos nosotros, porque está allí, metida, en los entresijos de la vida humana, con sus dificultades, ahí está.

Los problemas no se solucionan «mágicamente».

En otro momento, el Primado de la Iglesia católica en el Perú expresó su preocupación por la reciente catástrofe ambiental ocurrida por el derrame de 6 mil barriles de petróleo: «Cómo vamos a percibir la presencia de la Palabra de Dios, cuando por ejemplo, este derrame de petróleo ha destrozado las vidas de todo nuestro norte chico ¿Cómo habrán quedado esas familias? ¿En qué situación de dificultad, hambre y miseria van a entrar ahora? Hermanos y hermanas, hay todavía mucho pecado en nuestra historia, y no solamente personal, sino también social. El pecado personal porque nos hemos vuelto muy niños e irresponsables, hacemos algún acto y creemos que, mágicamente, se van a solucionar los problemas. Pero también es social, es de grupos, de familias, de compañías, de organizaciones que organizan mal las cosas, porque este derrame se ha podido evitar», afirmó el Monseñor.

Estamos en una tragedia nacional de irresponsabilidad. Todos, personal y comunitariamente, individual y socialmente, tenemos que recapacitar. La conversión tiene que ser personal y social para hacer posible que haya un mundo en donde no se produzcan estos males y estas injusticias.

El Arzobispo de Lima reiteró que necesitamos superar nuestras diferencias, reconocernos iguales y tomar conciencia de que nos necesitamos mutuamente para resolver los problemas: «Nos cuidamos los unos de los otros, pero no cuidamos los unos a los otros; y Jesús ha venido para liberarnos de esas actitudes, para inaugurar un espíritu de justicia y de amor que tiene en cuenta las situaciones del que sufre y para construir en las personas una nueva forma de ser que permita liberarse de todas las opresiones, especialmente de las ambiciones».

Invitemos a todas nuestras comunidades, a todas las personas de nuestra parroquia, de nuestros grupos, de nuestros vecinos, a que nos unamos para tener un Espíritu distinto.

Finalmente, recordando las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo: «Muchas homilías son abstractas, y en vez de despertar el alma, la duermen(…) La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios», Monseñor Castillo afirmó que la fe cristiana y el Evangelio «nos activa y nos moviliza; no nos estanca, no nos hace estar solo recordando siempre el pasado, sino que hoy día podemos hacer algo nuevo».

Oremos al Señor para que su aliento se transforme en vida, en fuerza. La Palabra da vida, el Espíritu vivifica, la novedad de la fuerza del Espíritu da siempre vida y vida en abundancia. Que esa vida la tengamos nosotros, que nos hagamos responsables, concientes, miremos cara a cara a la vida, y así, sirvamos a todos nuestros hermanos y tengamos un anticipo del Reino de Dios, como quería Santa Rosa, el Perú como una “partecita del cielo”.

Central telefónica
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