Tag

cabecera

Browsing

En el II Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo habló sobre la importancia de poner en práctica una religión sabia y madura que valore el sentido profundo de la vida y de la alegría de Dios, que se manifesta en muchas acciones y situaciones que vivimos: «La primera tarea para todos nosotros es no hacer una “religión aguada”, sino una religión sabrosa, linda, llena de emoción, llena de alegría y llena de inteligencia; y que despierte vivamente la conciencia de todos los que tenemos responsabilidades(…) ¡Estemos atentos! Porque el Señor está escondido, detrás, transformando el ‘agua de la tristeza’ en el ‘vino de la alegría y de la esperanza'», reflexionó el prelado durante su homilía en la Catedral de Lima.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Juan (2, 1-11), que narra el primer milagro de Jesús en las Bodas de Caná, el Arzobispo de Lima explicó que Jesús ha querido traer la alegría y la gracia al pueblo de Israel para realizar un cambio fundamental en la concepción de una «religión de purificación en las aguas y de costumbre», para «pasar a una religión del sentido profundo de la vida y de la alegría de Dios, que se manifiesta en muchas acciones y situaciones en que vivimos».

Todo el camino de Jesús es la muestra de que Dios quiere “contraer matrimonio” con el conjunto de la humanidad, a través del pueblo de Israel y, concretamente, a través de la comunidad cristiana y de la Iglesia.

Monseñor Castillo recordó que ser creyente es estar en permanente atención a los problemas de la gente, para podernos ayudar a introducir a Dios en medio de cada situación distinta. Esto fue lo que ocurrió en el pueblo de Caná de Galilea, un sector muy marginado del país que decide celebrar una fiesta de bodas, y para ello, invitan a María, a Jesús y a sus discípulos: «Ya Galilea era una zona marginada, pero a la vez, en lo marginado de lo marginado, hay una cosa linda, hay una fiesta de bodas. Esto nos recuerda que, quienes aprendieron en el camino de la fe a reconocer el amor del Señor, fueron los más marginados, los últimos, para los cuales, Jesús, dedicó toda su vida», señaló.

Y es precisamente María quien se percata de lo que ocurre en medio de la fiesta, porque presta atención a los detalles y se mantiene atenta a las necesidades más pequeñas. Sin embargo, al hablar con su Hijo y decirle que falta el vino, Jesús responde con cautela y sabiduría: “¡Mujer!, qué tengo contigo, todavía no ha llegado mi hora”, dice el Señor.

¿Qué quieren decir estas palabras? Monseñor Castillo indicó que Jesús se muestra más cauto, ya no es el muchacho «aventado» de 12 años que se escapa de casa para ir al templo: «Jesús sabe que va a vivir todo un drama y empieza a darse cuenta que hay problemas, y entonces, es necesario anunciar el Evangelio con claridad, con fuerza, pero también con inteligencia y prudencia. Y también hay que saber en qué hora estamos, no en un sentido cuantitativo, sino si es un momento adecuado y justo, un momento oportuno. Esto es muy importante, porque, para Jesús, el tiempo es, sobre todo, un tiempo cualitativo, no cuantitativo, no es cuestión de cantidad de tiempo, es, qué calidad de tiempo vivimos, qué está pasando, cuál es el problema por resolver hoy día», dijo el Primado del Perú.

En otro momento, Monseñor Carlos recordó las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo: «La alegría que Jesús deja en el corazón es alegría plena y desinteresada. No es una alegría ‘aguada'». Sobre esto, el prelado aseguró que el signo sencillo y discreto en las Bodas de Caná nos recuerda que «el rol y la misión que tiene la comunidad cristiana, en medio de la humanidad, es alegrar el corazón del ser humano».

Por eso en la Eucaristía, el Señor que hizo el sacrificio único de su vida, lo representó bajo los signos del pan y del vino: “Este es mi cuerpo”, “esta es mi sangre”, sangre que está “derramada en favor de” todos nosotros para que nos alegremos, para que nuestra vida se alegre. Es el signo de un amor gratuito, no de una tortura, porque Él toma la decisión de aceptar ese sacrificio como un signo de esperanza para la humanidad, introduciendo la alegría de Dios, la gracia de Dios.

El Arzobispo Castillo reiteró que, como cristianos, debemos aprender a colocarnos ante las situaciones difíciles en donde hay detalles que resolver: «Si los sabemos percibir, entonces, las cosas pueden marchar mejor. Tenemos que hacer lo mismo que María: observar, discernir y estar atenta a los problemas de la gente para acertar con nuestras decisiones».

El cristiano tiene que ser inteligente, profundo, perceptivo, contemplativo; y esa contemplación no debe ser para escaparse del mundo, sino al contrario, para comprender cómo Dios está presente en el mundo.

Finalmente, el Obispo de Lima destacó el gesto del Señor de hacer el milagro un poco apartado de la fiesta: «Él hace las cosas, dice el Papa hoy día, “de una manera discreta” que casi es imperceptible, y que, sin embargo, coloca en las situaciones algo nuevo que poquito a poco se va a notar: con cada copa que tome la gente, todo el mundo va a darse cuenta de que es un buen vino, y no uno aguado. Por lo tanto, se trata de que, como cristianos, no solamente actuemos y ayudemos en una situación a la ligera, sino que ofrezcamos lo mejor de nosotros en cada situación», apuntó.

El Señor está haciendo su camino. ¡Estemos atentos! Porque está escondidito, detrás, transformando el “agua de la tristeza” en el “vino de la alegría y de la esperanza”. Esta es la tarea tan importante para todos nosotros: hacer posible que todo el mundo crea, porque los signos del Señor se representan en cosas bien concretas en donde están presentes sus esperanzas.

En la Fiesta del Bautismo de Jesús, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir un cristianismo maduro, dejándonos inspirar por la oración y el encuentro íntimo con el Señor para tomar las mejores decisiones y no vivir con «cielos cerrados». El prelado dijo que empecinarnos en nuestros intereses y egoísmos, nos encierra a una vida de privilegiados que deciden y actúan de espaldas al pueblo: «Jesús se pone en la fila de los pecadores, del pueblo sencillo, para no aparecer como un privilegiado, sino como un servidor; una cosa que todo creyente, y mucho más, todo dirigente creyente, sacerdote, debe hacer y corregir si es que está desviado de ese camino… ¡Nada privilegios! Los católicos somos servidores sin privilegios, no impositores, somos suscitadores del amor de Dios en la historia». (leer homilía completa).

Homilía de Monseñor Castillo – Leer transcripción.

El Arzobispo de Lima inició su homilía recordando que, durante la época de los reyes, Israel había perdido la esperanza de que un rey solucionara sus males e injusticias, sus pecados humanos y sociales: «pero hubo alguien, entre los reyes, que sí estuvo a punto de hacer una verdadera justicia – comentó el prelado – pero algo grave pasó y no pudo terminar su obra porque fue frustrada por una muerte violenta. Por ello, el profeta Isaías (42, 1-4. 6-7) nos invita, en su poema, a que miremos al «elegido», a quien Dios sostiene, acompaña, fortalece y alienta, porque es un siervo que se deja sostener por el Espíritu del Padre», indicó.

Con la llegada de Jesús, anuncia el profeta Isaías, la justicia brillará sobre las naciones, pero no lo hará imponiéndose con gritos ni violencia, mucho menos con amarres y pactos infames a espaldas del pueblo. Gracias al Espíritu de Dios, explica Monseñor Castillo, se suscitará e implantará la justicia con la paciencia reparadora del Señor, sin trucos ni mentiras, sin ofrecimientos ilusos, con una legislación sencilla, pero basada en el amor y la misericordia:

«¿Cómo puede en la historia humana haber alguien que haga tanto con tan poco? Se necesita aceptar, para ello, la mano que Dios nos tiende, aceptando nuestra misión que nos encomienda el Señor y dejándonos formar por Él», aseguró el Obispo de Lima en su reflexión dominical.

Jesús inicia su camino como siervo, sin privilegios.

El canto del profeta Isaías, entonces, nos permite comprender la trascendencia del Evangelio de hoy (Lucas 3, 15-16. 21-22), cuando Jesús decide iniciar su camino como siervo, haciendo fila con el pueblo para ser bautizado, sin hacer alarde de su condición divina o actuar como un privilegiado por no tener pecado:

«Jesús se pone en la fila de los pecadores, del pueblo sencillo, para no aparecer como un privilegiado, sino como un servidor; una cosa que todo creyente, y mucho más, todo dirigente creyente, sacerdote, debe hacer y corregir si es que está desviado de ese camino… ¡Sin privilegios!», expresó el Arzobispo Castillo.

La oración no es una repetición, es una relación íntima con Dios.

Otro aspecto importante que destacó el Primado de la Iglesia peruana es la disposición de Jesús para orar antes de bautizarse: «Él ora para que, en el inicio de este camino, pueda tomar la mejor decisión en cada situación. Jesús ora en momentos cualitativamente importantes, y como bien dijo el Papa Francisco en el Ángelus: «la oración no es un rito mágico ni una repetición de cantilenas aprendidas de memoria. No. Rezar es el modo de dejar que Dios actúe en nosotros, para captar lo que Él quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles, rezar es para tener la fuerza de ir adelante», resaltó.

La oración permite una apertura, un discernimiento que se muestra a través de la apertura de los cielos. Cuando uno tiene una relación íntima con el Señor, madura, porque el Señor lo inspira y uno tiene que obedecer con acciones obedientes, creativas e inteligentes.

Monseñor Castillo aseguró que la oración y el encuentro íntimo con el Señor nos inspira en cada decisión de nuestra vida para no vivir con «cielos cerrados», encerrados en nuestros intereses y en nuestros egoísmos, empecinados en lo que nosotros queremos, sino disponiendo abiertamente a Dios todo lo que buscamos para que Él lo transforme.

En otro momento, el Arzobispo de Lima afirmó que, durante el Bautismo, el Señor tiene una actitud humana y una actitud profundamente espiritual, porque, recibiendo el Espíritu de Dios, «hace que se pueda caminar según la fuerza de ese Espíritu que está en Él, y que también nosotros hemos recibido en el momento del Bautismo. Por eso, somos humanos marcados por el sello del amor de Dios que se impregna y entra en nuestro ser. El Señor ha venido a bautizarnos así, a llenarnos de su Espíritu de tal manera que, más allá de la purificación de nuestros pecados, lo más importante es la gracia que hemos recibido, y que nos llama a actuar en forma obediente, servicial, como la de Jesús, uniendo a nuestro pueblo con docilidad y sin arrogancia».

Necesitamos el consuelo y la fuerza de este siervo sufriente que es Jesús, para que, a través de esa forma de vivir, restablezca todas las heridas con las que estamos viviendo. Y así, entonces, todos llamados a la misma vocación, podamos ayudarnos mutuamente y superar todo lo difícil que es vivir en esta situación en la que estamos.

En la Santa Misa celebrada en Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo habló sobre la importancia de tener una actitud de apertura dispuesta a leer los nuevos signos de los tiempos. El Primado de la Iglesia peruana explicó que el cálculo planificado y destructivo por temor al cambio de una situación, o inclusive, a perder el poder, nos impide abrirnos a la novedad de lo nuevo que nos envía Dios, que se ha encarnado en nuestra historia: «El Señor se ha manifestado en el otro, en el totalmente otro, en el niño pequeño, pobre y dispuesto a morir por nosotros, a sacrificar su vida por nosotros. Y nosotros estamos llamados a adorar al Señor en la vida de los demás. Si adoramos solo nuestros intereses, nuestras previsiones y cálculos, y no adoramos el sentido de la persona, el respeto y el valor del otro, nuestra vida se convierte en una idolatría», expresó. (leer homilía completa).

Leer transcripción de Homilía de Monseñor Castillo.

Tomando el Evangelio de Mateo (2, 1-12), que narra la Adoración de los Reyes Magos, el Arzobispo de Lima explicó que este acontecimiento nos muestra cómo en la humanidad y en todos los pueblos de la tierra, siempre hubo una búsqueda y una actitud de apertura a cosas inéditas, a cosas no previstas: «Esa búsqueda está muy ligada a las búsquedas de las zonas campesinas en donde se “lee” el cielo y las estrellas para ver si se puede sembrar, si se puede cosechar, si habrá frío, lluvia o calor. Y esta tradición antigua de los pueblos tiene una cosa muy importante: es la apertura, la apertura a cosas inéditas, a cosas no previstas. Por eso, los Reyes Magos alzan la mirada, reconocen que hay algo nuevo que está ocurriendo entre las estrellas y deciden seguirla. Ellos no están obcecados ni ciegos, habituados a que siempre suceda lo mismo, sino que leen los signos nuevos que hacen posible que nos movilicemos», indicó el prelado.

Cuando hay signos nuevos, salimos al encuentro de su significado, nos interrogamos, hacemos preguntas sobre nuestra vida, tratamos de modificar las formas de vivir que tenemos, porque tenemos que adaptarnos a la nueva situación que se nos aparece.

Monseñor Castillo aseguró que es necesario estar atentos a los signos, no solamente del cielo, sino también de la tierra, especialmente a los signos de la historia y a los novedades de cosas que ocurren: «Esta Epifanía es la manifestación a todos los pueblos que buscan y al ser humano que siempre está a la expectativa. Y ¿Por qué razón? Porque nuestro Dios, el Dios de nuestra fe, se revela en las situaciones más complicadas, Él ha querido encarnarse en nuestra historia, encarnarse en un niño que es ‘el signo’ fundamental, porque está para ser comido por nosotros, para que adquiramos la sabiduría de caminar con el mismo amor que Él caminó en esta historia, hasta sacrificar su vida plenamente en la Cruz, como ‘el signo’ de esperanza para la humanidad de un Dios que nos ama y que no nos recrimina ni destruye», reflexionó.

El Señor nos corrige, nos llama, nos interpela, pero no quiere nuestra condenación, sino que podamos encontrar toda una vida en este mundo que después se hará plena en el Reino de Dios basada en el amor. Quiere decir que también es posible hoy, a pesar de nuestro pecado y de los males, construir relaciones fraternas que vienen del ser hijos para ser hermanos.

El riesgo de reducir nuestro sentido de apertura a un cálculo planificado y destructivo.

Comentando el Evangelio de hoy, Carlos Castillo explicó que el signo de la estrella y su traducción concreta en el nacimiento de un niño, rey de Judea, conmociona a Israel, pero especialmente a Jerusalén, que se había convertido en un sistema cerrado que ya no esperaba nada y solo repetía sus costumbres:

«El poder de Herodes, los escribas y los sumos sacerdotes ‘ya estaba completo’, ellos no esperan ya nada más. Por eso, el modo en que leen las escrituras es casi de cálculo, como una especie de previsión exacta de lo que va a suceder, sin ver la novedad de lo nuevo que envía Dios. En vez de abrirse a la novedad, calculan si les conviene o no les conviene ese rey que va a venir. Además, tienen una especie de actitud de sospecha y les dicen a los magos que vayan a espiar, intentando desviar su actitud sincera de búsqueda. Son utilitarios, por tanto, porque reducen la apertura a un cálculo planificado y destructivo por temor a que sus poderes y su control de la situación de Jerusalén se vayan a alterar», explicó el Monseñor.

La actitud que estamos llamados a tener el día de hoy y en el camino de nuestra vida como cristianos, es siempre la actitud de adorar. Y adorar significa agacharse para contemplar y acoger al niño Dios que ha nacido, que es la actitud de estos magos, y que antes han alzado la mirada, han detectado esa estrella, la han seguido en un largo camino, y ahora, contemplan al Señor, lo acogen en su vida y comparten con Él todo su ser.

Llamados a adorar al Señor en la vida de los demás.

Finalmente, el Arzobispo de Lima explicó que los signos de regalo y adoración de los magos, nos recuerdan nuestro sentido de amistad y de cariño por el Otro. Por eso, «todos estamos llamados a adorar al Señor en la vida de los demás, en las personas de los demás, porque Dios, encarnándose en Jesús, nos ha hecho a todos hijos y todos también necesitamos respetarnos y querernos mutuamente, en especial a los mas pequeños», reafirmó el prelado.

Si nosotros no adoramos al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro cuerpo y con todo nuestro ser, entonces, nuestra vida se convierte en una idolatría. El Papa decía que una idolatría significa que uno se adora a sí mismo, adora sus intereses, sus previsiones, sus cálculos, la renta que le va a sacar a los demás, y no adora el sentido de la persona, del respeto, del valor del Otro, porque el Señor se ha manifestado en el otro, en el totalmente otro, en el niño pequeño, pobre y dispuesto a morir por nosotros, a sacrificar su vida por nosotros.

«Dios ha querido humillarse en cierto modo, ‘anonadarse’, dice la Carta a los Filipenses, hacerse nada, para que comprendamos cuánto nos ama – prosiguió Monseñor Castillo en su homilía – Dios viene sin crear temor, al contrario, los únicos que le tienen miedo, curiosamente, a un niño pequeño, son los poderosos de Israel, los que tienen algo que es demasiado importante para ellos y poco importante para el bien de los demás, que es el poder. La humanidad quiere y reclama compasión, y nuestro Dios está a la altura de esos deseos más hondos, pero va más allá, nos manda a su Hijo para fortalecer nuestras vidas y aprender a amarnos de verdad».

Nuestros sistemas y costumbres tienen mucho de la fuerza de Dios porque han sido plasmados recogiendo la tradición de esta Iglesia que quiere traducir al lenguaje sencillo lo que Dios ha hecho con nosotros, que es donarse gratuitamente. Pero, evidentemente, no podemos «petrificarlo», no podemos «construirlo» y «detenerlo» en solamente un sistema en donde también necesita participar nuestra acción humana. Permitamos que, dentro de esa tradición y gracias al Espiritu Santo que vivie en el pueblo fiel y en la Iglesia toda, podamos ir descubriendo las nuevas formas de actuar, de identificarnos con los demás y de anunciar el Evangelio.

En la Fiesta de la Sagrada Familia, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a la unidad familiar a través del diálogo y la corrección mutua, sin evadir los problemas internos, pero desarrollando la capacidad de comprensión y aceptación. El prelado pidió que sepamos comprender a las nuevas generaciones para aprender cómo van abriendo nuevos caminos a través del misterio de su vida, como lo hizo el propio Jesús: «Que nuestros jóvenes puedan crecer siempre con sus líos y sus búsquedas, pero, sobre todo, haciendo posible que el Señor los vaya trabajando por dentro, y disponiéndonos a acompañarlos en descubrirlo, en encontrarlo y en amarlo», dijo en su homilía. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (2, 41-52), que cuenta el hallazgo de Jesús perdido en el Templo, Monseñor Castillo afirmó que para crecer y madurar como personas felices, es necesario mantener el recuerdo, la obediencia y la fidelidad a los padres, así como sus enseñanzas. Por eso, el Evangelio de hoy nos permite comprender el descubrimiento temprano por parte de Jesús, es decir, la toma de conciencia humana de su divinidad, de su vocación de Hijo del Padre celestial, pero simultáneamente, la importancia de crecer bajo la autoridad y la obedicencia.

El Arzobispo de Lima recordó que estamos llamados a la unidad familiar a través del diálogo y la corrección mutua, sin evadir los problemas, pero desarrollando la capacidad de comprensión, conversando, aclarando las cosas, respetándonos y aceptádonos: «No hay peor cosa que el desaliento. Y cuando los padres dicen que todo lo que hacen los hijos está mal, hay una especie de conflicto intergeneracional que no acaba nunca. Tenemos que aprender a integrarnos y aceptarnos unos a otros», recalcó.

La solución a los problemas está siempre en el diálogo, que es lo que nos dejó Jesús. Él es la Palabra que habita en todo ser humano porque todos fuimos creados por la Palabra, y por eso, todo se puede arreglar conversando y afrontando las cosas con claridad.

En otro momento, Monseñor Castillo habló sobre la reacción que tuvieron los padres de Jesús: «En el fondo, José y María sienten una cierta incomprensión de lo que le ocurra a Jesús. Si bien está haciendo algo sumamente santo y profundo, a la vez, es como un modelo que rompe las normas, tanto así que sus padres le dicen: ¡Mira, tu padre y yo te buscábamos angustiados!», resaltó el Arzobispo.

Este acontecimiento revela que en la familia de Jesús también hubo problemas y tensiones: «Es posible que la familia de Jesús haya sufrido mucho porque tenía que comprender el sentido de su presencia, acompañarlo y jugarse la vida por Él», aseguró Monseñor Carlos.

Aprender cómo las nuevas generaciones van abriendo el camino del Señor.

Después del diálogo con José y María, Jesús decide obedecer a sus padres y seguir bajo su autoridad. Ellos acogen esta primera novedad, pero especialmente María es la que conserva todo en su corazón, es decir, aprende a comprender: «Nosotros también, como Madre Iglesia, tenemos que guardar estas cosas en nuestro corazón y aprender cómo las nuevas generaciones van abriendo camino, el camino del Señor, a través del misterio de su vida. La vida de los jóvenes, hoy día en el mundo, es un misterio, porque, a la vez que son jóvenes que tienen mucha creatividad, muchos anhelos, muchas locuras, hay un misterio interno que nos dice muchas cosas», reflexionó el Primado de la Iglesia peruana.

«Jesús iba creciendo bajo la autoridad, ósea, se las arregló para crecer, porque hay maneras de crecer bajo la autoridad. Y lo hizo tanto que, también, en la historia de Jesús hasta su muerte, caminó bajo las autoridades existentes, caminando por los márgenes donde la autoridad tenía menos posibilidades de llegar. Y así fue llegando a la gente, y al final tuvo que encontrarse con la autoridad, y la autoridad decidió condenarlo. A pesar de ello, ya estaba ganado el corazón de la gente al amor de Dios, y por eso, por respeto a la autoridad y al pueblo sencillo, entregó su vida hasta la muerte y muerte de Cruz», señaló.

Este es el camino que Jesús ha ido desarrollando desde temprana edad, un crecimiento en sabiduría, estatura y gracia: «Sabiduría, lo que le faltó a los primeros padres cuando se “comieron” el fruto del árbol de la ciencia, del bien y del mal. Querían lograr sabiduría «comiéndose» la reflexión, el discernimiento de qué es más adecuado hacer, y se apuraron. Jesús no se apura, va creciendo en ese sabor, en esa experiencia de la vida, para comprender hondamente las cosas, para no apurarse y realizar una tragedia. Pero también crece en estatura y en gracia, es decir, en don y en gratuidad, en generosidad absoluta. Su vida es la gracia, pero también lo dice ante Dios y ante todos los seres humanos», explicó Monseñor Castillo.

Carta del Papa Francisco a las familias.

«Hoy el Santo Padre ha sacado una Carta para los matrimonios y las familias donde cita el texto del Eclesiástico (3,2-6.12-14): “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre y no lo abandones mientras viva, aunque su inteligencia se debilite. Sé comprensivo con él, no lo desprecies mientras vivas”. El Papa ha querido incluir, en el último párrafo de su carta, a los abuelos, a los que son mayores y no hemos de abandonar en una sociedad que siempre descarta, olvida a los mayores y olvida sus enseñanzas», indicó el prelado.

Gracias Santo Padre por el mensaje a las familias que es aliento y esperanza, especialmente para las familias más complicadas que tienen muchos problemas, y que hoy día nos muestran que Jesús no fue una excepción, también allí había problemas, y por eso está muy cerca de nosotros.

En la Misa de Nochebuena, Monseñor Carlos Castillo recordó que la llegada de Jesús al mundo en un pesebre nos revela que Dios nace entre los escondidos del mundo para introducirse en nuestra vida sin asustar, con amor gratuito y humildad: «El Dios revelado por la fe cristiana, es el Dios que toma al ser humano desde su debilidad, no desde su fortaleza. Él sabe nuestras debilidades y dramas, nuestras interrogantes y problemas no solucionados, y por eso, quiere introducirse en nuestra vida sin asustar. Que este signo extraordinario, el pesebre, nos permita a todos volver humildemente a nuestras bases elementales de vida, y podamos así compartir la vida y levantar a nuestro país del estado de postración y de dificultad en que nos encontramos», reflexionó el prelado. (leer homilía completa).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Al inicio de su homilía, el Arzobispo de Lima habló sobre lo que representa el signo sencillo pero esperanzador del nacimiento de Jesús, recostado en un pesebre y envuelto en pañales: «detrás de esta sencillez se esconde una gran esperanza, por eso nos enternecemos con esta fiesta, por eso nos reunimos como familia, la preparamos con regalos, nos saludamos, porque todos volvemos a lo más profundo que tenemos, que es el haber nacido y haber sido llevado en el útero materno hasta que se da a luz. Y por eso se llama “dar a luz”, porque vemos la luz, y la luz misma viene, no solamente de fuera, sino de adentro, del vientre de María», expresó.

Monseñor Castillo explicó que el nacimiento de Jesús ocurre en un momento importante en la historia de Israel: «el pueblo caminaba en tinieblas porque sufría el peso de un imperio tiránico que marginaba a los pequeños, de tal manera que, en el caso concreto de Jesús y de su familia, no tenían ni siquiera un puesto en una posada. Ellos se encuentran en una condición casi migrante, en donde solo pueden recurrir a las posibilidades que están en los márgenes del mundo», comentó.

Hoy también tenemos muchos imperios tiranos, tenemos situaciones muy graves y complicidades. En un mundo en donde la corrupción sigue su paso, la única manera de detenerla es darnos en ayuda a los demás mutuamente y ser hermanos los unos de los otros. Eso requiere esta actitud entrañable de volver a ser como María, que pone a su Hijo en el pesebre que será alimento para la humanidad. Eso es necesario porque la crisis que vivimos en todo el mundo requiere de mucha madurez para comprender que no podemos recurrir jamás al poder y a la violencia para resolver estos problemas, sino a través del diálogo.

El Primado de la Iglesia peruana recordó que el nacimiento del Niño Dios inaugura la religión del amor y del no temor: «esto es algo fundamental – añadió – porque, si nosotros vivimos siempre asustados, temerosos, entonces no crecemos, nos volvemos infantiles, y no somos capaces de dar nuestra vida a los demás», añadió.

El Obispo de Lima también explicó que el signo del pesebre, simbólicamente, nos recuerda que Jesús es colocado en un lugar donde los animales del establo comen, un anticipo de lo que sucederá más adelante cuando Jesús sea alimento para toda la humanidad: «El Señor ofrece su propio Cuerpo desde el inicio de la vida, sale de la primera casa que tiene en esta tierra que es el vientre de María. Y la Madre del Señor lo pone en el lugar de la comida de los animales, para que luego, los seres humanos también podamos comerlo. Y por eso hemos puesto el Nacimiento debajo del altar, porque dentro de un rato nosotros consagraremos el pan y el vino como Cuerpo y Sangre del Señor y como sacrificio eterno, existencial y vital, no ritual. Y ese Cuerpo lo comeremos, que es el mismo Cuerpo que Jesús consagró, para que nosotros también, desde el inicio de nuestras vidas, seamos pan para los demás, seamos vida para los demás», señaló.

Cuando estamos necesitados de ayuda, cuando en estos meses nuestras ollas comunes en la ciudad clamaban por ser llenadas, todos hicimos el esfuerzo de ser pan para nuestros hermanos. Y durante esta Pandemia todos estamos siendo, de alguna manera, pan para mi hermano, todos nos ponemos en disponibilidad. Ésa es la verdadera comunión, cuando comulgando, compartimos también nuestra vida, nuestros bienes y nuestro pan con los más necesitados.

Recordando las palabras del Santo Padre en la Misa de Nochebuena, Monseñor Castillo aseguró que la humildad es el camino que debe tomar la Iglesia para dirigir y orientar al mundo: «Esta es la tarea de esta Navidad y de todas las navidades: volver al pesebre de Belén, volver a la humildad de Jesús que, siendo el gran Dios anunciado, un Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz que acrecienta su soberanía, llega desde un pesebre como signo de humildad y sencillez».

Jesús nos ha revelado que Dios se esconde entre los escondidos del mundo para revelarse y darse a los demás. Los católicos y todos los cristianos estamos para servir y darnos en ‘comida’ para los demás. Nuestro verdadero cristianismo, nuestra verdadera fe, es aprender a compartir lo que tenemos y ayudarnos, sobre todo, en esta época de fragilidad y de crisis.

En este IV Domingo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, reflexionó sobre la actitud de apertura de María, quien no se quedó problematizada en su casa una vez que salió encinta, sino que se levantó y fue de prisa a servir a su prima Isabel, renunciando así a sus propios intereses:

«Esta apertura a lo nuevo, esta disposición a abrirnos a nuevos caminos, ayuda a que todos nosotros no parametremos al Señor según nuestras categorías. La actitud de una “religión niña” es: “Tú tienes que hacer lo que yo quiero, y si no haces lo que yo quiero, ya no creo en ti. ¡No te prendo velitas! ¡No doy limosna! ¡No voy a misa! Porque si voy a misa es para que me cumplas lo que yo quiero”. Entonces, esto es la “religión de los caprichosos” que quieren que el Señor funcione siempre según sus categorías», dijo durante su homilía. (leer transcripción).

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Leer transcripción.

Monseñor Castillo explicó que, cuando hay una situación de crisis o sufrimiento, podemos pensar o sentir que Dios nos abandona o estamos solos. Pero no es así, Dios no abandona a su pueblo, Él siempre está y bendice a la humanidad a pesar de los pecados, errores y dificultades de ésta. Por eso, el prelado hizo un llamado a superar la idea de que Dios puede resolver las cosas ‘mágicamente’: «Dios resuelve las cosas asumiendo la complejidad de nuestros problemas y nuestros avatares, Él nos acompaña permanentemente en un proceso», acotó.

Nuestro Dios prepara en medio de la adversidad, de la infidelidad y de los problemas, un camino que necesariamente hay que escuchar para comprender y hacer posible las cosas nuevas. Dios es paciente y misericordioso, y por más que nosotros le ofrezcamos sacrificios, holocaustos y hagamos una serie de homenajes, lo importante es hacer su voluntad. Y para eso hay que discenir y ver en cada situación cuál es su voluntad.

Comentando el Evangelio de Lucas (1, 39-45), que narra la visita de María a su prima Isabel, el Arzobispo de Lima destacó la actitud solidaria y de servicio de María, que siendo la Madre del Señor, decide acompañar a Isabel porque es una mujer de avanzada edad: «María no se quedó problematizada en su casa una vez que salió encinta. Lo primero que se le ocurre hacer no es seguir adentrada en el problema que ella tenía, sino se alzó, se levantó y fue de prisa para ayuda a Isabel. María no va por curiosa, va porque sabe que, siendo mayor Isabel, puede pasar algo grave, así que va a acompañarla y a servirla».

El encuentro entre María e Isabel es importante porque el Señor nos recuerda que sus caminos no son nuestros caminos. Por eso la sorpresa de Isabel: “¡Cómo la madre de mi Señor puede venir a mí! La madre del Rey viene aquí ¡Cuándo se ha visto eso! Que los grandes se inclinen de esta manera”. Y esa es la novedad de nuestro Dios.

El Primado del Perú aseguró que el encuentro sencillo entre Isabel y María está lleno de una fuerza renovadora, porque dos personas sencillas y marginadas han logrado sentir y vivir, en el corazón de sus propias vidas, la apertura al Señor: «Esta apertura a lo nuevo, ayuda a que todos nosotros no parametremos al Señor según nuestras categorías. La actitud de una “religión niña” es: “Tú tienes que hacer lo que yo quiero, y si no haces lo que yo quiero, ya no creo en ti. ¡No te prendo velitas! ¡No doy limosna! ¡No voy a misa! Porque si voy a misa es para que me cumplas lo que yo quiero”. Entonces, esto es la “religión de los caprichosos” que quieren que el Señor funcione siempre según sus categorías», reflexionó.

Dios no procede según nuestras categorías, según nuestras costumbres, según lo que ya está dicho que es y que debe ser. Él siempre nos reserva la capacidad de ir por sus caminos para que nuestra aventura humana sea una aventura interesante y linda.

En otro momento, Monseñor Castillo recordó que en María se cumplía la gran promesa de Dios a Israel de que vendría un Mesías, un Hijo de Dios, de la descendencia de los reyes derrocados: «Esa promesa se ‘borró’ de la historia después de que los sacerdotes tomaron el poder por seis siglos. Sin embargo, en el pueblo sencillo estaba la esperanza de la promesa de Dios. Los pobres de Israel, los que no cuentan, la tenían muy a pecho, mientras que los sacerdotes se sentían los cumplidores de la promesa, pero no eran ellos los que iban a representar la salvación, sino un laico de la tribu de Judá», expresó.

Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto, Jesús muere como un laico asesinado. Él decide no responder con venganza y acepta la Cruz para darnos signos de vida. Jesús muere como un laico que da esperanza a la humanidad.

En el tercer domingo del Tiempo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, hizo un llamado a prepararnos para la llegada del Señor con signos y gestos sencillos que den cuenta que todos los cristianos del Perú estamos sintonizados, desde el amor, en una renovación de nuestra Patria: «El mundo está tan complicado que, en este momento, necesita del concurso de todos como hermanos. Todos tenemos que aportar, dar ideas, recoger lo que opina la humanidad para poderla convertir en una manera de ser Iglesia que sea fermento, fuerza, y esperanza para su pueblo», reflexionó en su homilía. (leer transcripción)

Homilía de Monseñor Carlos Castillo (Leer transcripción)

Monseñor Castillo señaló que este tercer domingo de Adviento, también conocido como el Domingo de la Alegría, nos invita a vivir un camino de preparación y de esperanza para acoger, con nuestro accionar, el nacimiento del Niño Dios: «Es una alegría inmensa porque es el inicio de una nueva vida, es el camino nuevo para la vida de toda la humanidad. Pero esta alegría requiere que nosotros estemos preparados. La alegría también es parte de la preparación, pero requiere muchas cosas muy concretas», indicó el prelado.

En ese sentido, el texto del Evangelio de hoy (Lucas 3, 10-18), nos hace ver cómo Juan Bautista ya tiene una intuición clara de que el Señor debe ser acogido por nosotros desde algunas actitudes sencillas y acciones humanas que tejan un camino de esperanza para los demás. ‘El que tiene dos túnicas comparta con otro dándole una, y el que tiene comida también comparta’, es el mensaje de Juan Bautista, es decir, una invitación a cumplir aquellos principios humanos que están en nuestra vida diaria y estamos llamados a desarrollar.

Por eso, la respuesta de Juan Bautista al interés de los publicanos y los soldados romanos en ser bautizados, es un fuerte llamado a ‘no exigir más de lo establecido’ y ‘no extorsionar, ni denunciar a nadie falsamente’. Estas respuestas, sostiene el Arzobispo de Lima, son parte del camino que todos debemos realizar para esperar la llegada del Señor: «Si quieren bautizarse, una manera concreta de preparar lo que viene es hacer un mínimo justo, es decir, no ‘cargar’ con más peso a la gente, no cobrar más de lo debido o estar pensando en sacar una coima. Nosotros todos, tenemos que intentar juntos, encontrar las formas justas de preparar la venida del Señor», acotó.

Si el Señor viene como un niño, lo hace para una cosa fundamental: Jesús viene a darnos todo su ser, y por lo tanto, su Espíritu. Y su Espíritu tiene un fuego de amor que no se apaga, que es capaz de producir un cambio en la sociedad, pero no para destruir, sino para resucitar todo, para dar vida.

En otro momento, Monseñor Castillo aseguró que en tiempos de dificultad, desesperación, incomprensión y rechazo, necesitamos un nuevo espíritu capaz de suscitar en nosotros un sentido de conversión en el que reconozcamos nuestros límites, recapacitemos y trabajemos juntos por el bien común: «Para eso necesitamos el impulso del Señor, y todos podemos entrar en un espíritu de recapacitación, de comprensión profunda de las cosas. Quizás estemos ante la mayor oportunidad de nuestra vida para cambiar las cosas de verdad, poniéndonos de acuerdo, y eso es muy difícil, pero no es imposible», recalcó.

En esta Navidad del Bicentenario, no hay cosa mejor que intentar dejar como legado la refundación de nuestra Patria sobre la base del amor, rechazando todas aquellas contradicciones, contrariedades y polarizaciones que están haciéndonos mucho daño.

El Arzobispo Castillo reiteró que necesitamos que el Espíritu del Señor «pulule en todo el Perú, se pasee cómodamente por todo el país, por todos los corazones y las mentes», para que, con este nuevo espíritu, «nos repare a todos y podamos llegar a solucionar muchas de las cosas en base al Espíritu que suscita en nosotros la capacidad de amar».

Como Iglesia, como comunidad cristiana, como laicos, tenemos la misión de redimir, con nuestro aporte, con nuestra sencillez, con nuestra decisión, con nuestras actitudes, a un país que está viviendo una situación compleja y puede tener una tragedia si es que no tenemos cuidado.

El Obispo de Lima recordó que, en los momentos aciagos, debemos saber escuchar la voz de nuestros jóvenes: «Tenemos la fuerza de los jóvenes, a quienes inspira más rápido el Espíritu Santo, porque los que estamos más viejos andamos ‘medio escleróticos’. Pero de todas maneras, el Señor es capaz de des-esclerotizar, des-endurecer las situaciones y abrir caminos de esperanza. Si abrimos un poquito los ojos y el corazón, podemos dejarnos llevar por Él».

Al celebrarse el Segundo Domingo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo hizo un importante llamado a reconocer nuestros límites para entrar en un proceso de conversión y evitar que la corrupción se normalice y enquiste en todos los ámbitos de la vida, inclusive dentro de la Iglesia: «En la Iglesia hay procesos corruptivos muy graves que todavía no acabamos de solucionar porque hay mil formas de esconder la corrupción en la Iglesia. Y justamente, porque tenemos el rótulo de católicos y de que ‘no nos equivocamos’, resulta que siempre hay la posibilidad de que alguien delinca con la cobertura de la Iglesia. El corrupto encubre su error y pretende – adornando su error o diciendo que nada grave ha sucedido – sepultar la posibilidad de convertirse y cambiar, porque cree que todo es normal. ¡Y no es normal!», comentó en su homilía. (leer transcripción)

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Transcripión

Al inicio de su homilía, el Arzobispo de Lima explicó que ser cristiano es aprender a hacer las cosas gratuita y generosamente. Esta es una actitud que requiere, de nosotros, un proceso de conversión, es decir, un cambio en la manera de vivir y concebir las cosas, reconociendo nuestros límites y dejando de lado nuestros intereses personales para abrirnos al misterio de la Gracia del Señor:

«El Señor nos ayuda en nuestro camino de conversión, no estamos solos. Y por eso hay esta imagen preciosa del profeta Isaías que nos dice que Dios va a rescatar a Israel, hará que las grandes montañas se bajen y que los valles, las hondonadas, se suban, y se haga un terreno plano por donde pueda caminar Israel. En nuestro país también tenemos ‘montañas’ tremendas de injusticias, de corrupciones, de maltratos, de complicidades, de locuras, de extremos, que no permiten que nosotros podamos ser verdaderamente cristianos y verdaderamente humanos», indicó el prelado.

Monseñor Castillo aseguró que en los últimos 30 años de globalización nos hemos deshumanizado, y por eso, es necesario ‘aplanar’ esas ‘montañas’ de desigualdad e indiferencia para hacer juntos un camino por el que podamos avanzar: «Tenemos tantas ‘hondonadas’ de pobreza, de enfermedad, de tragedia, especialmente con este virus y las amenazas de otros virus, ‘hondonadas’ de hambre y terremotos. No podemos olvidarnos nunca de quienes están desfavorecidos, concentrarnos en las personas que están en lo más bajo de la escala social, de los problemas humanos, en las tragedias más terribles que tenemos», expresó.

Salir del círculo vicioso de la corrupción, especialmente en la Iglesia.

El Primado del Perú manifestó que necesitamos una voluntad de reconocer hasta dónde ha llegado en nosotros y se ha metido la corrupción, inclusive dentro de la Iglesia: «En la Iglesia hay procesos corruptivos muy graves que todavía no acabamos de solucionar porque hay mil formas de esconder la corrupción en la Iglesia. Y justamente porque tenemos el rótulo de católicos y de que ‘no nos equivocamos’, porque Dios no se equivoca, resulta que hay siempre la posibilidad de que alguien delinca con la cobertura de la Iglesia, como hemos visto en algunos casos en que se ha usado el acuerdo con el Estado para extraer dinero a manos llenas, ensuciando la vida de la Iglesia».

El Papa Francisco tiene una frase que siempre repite: “Somos pecadores”. Y los pecadores se pueden convertir siempre, pero, además dice: “No somos corruptos”, porque el corrupto es el que encubre su error y pretende -adornando su error o diciendo que nada grave ha sucedido- sepultar la posibilidad de convertirse y cambiar, porque cree que todo es normal. ¡Y no es normal!

El Arzobispo de Lima afirmó que estamos llamados a salir del círculo vicioso de la corrupción: «Es urgente un voluntariado para tomar conciencia de que todos estamos, todavía, en una especie de ambiente contaminado, en donde inclusive quienes hablan contra la corrupción, también están inmersos en ese enredo. Y lo digo no solamente por los dirigentes o políticos de nuestro país, sino también en los intersticios más pequeños de las relaciones humanas en donde eso aparece», recalcó.

El Tiempo del Adviento es un tiempo maravilloso, extraordinario para que, esperando al Señor, podamos decir: Estoy dispuesto a allanar los caminos, ‘abajar’ las ‘montañas’ de la de los males y subir los valles de los desvalidos, de los que sufren, de los que necesitan un apoyo, un aliento.

Carlos Castillo exhortó a superar nuestras actitudes ambiciosas y egoístas para pensar en el bien común: «Démonos cuenta juntos y ayudemos como comunidad cristiana a salvarnos de la tragedia, a hacer posible que haya un camino tranquilo para nuestro país. Demos esperanza y no juguemos, porque podemos tener un fin equivocado. Si cambiamos esos fines y vamos por los fines interesantes del bien común, los problemas se pueden arreglar mejor», reflexionó.

En memoria de Madeleine Truel

En el Día del Bombero Voluntario del Perú, el Arzobispo de Lima dedicó unas palabras a la memoria de Madeleine Blanche Pauline Truel Larrabure, laica peruana de ascendencia francesa, que luchó desde la Resistencia Francesa, contra los abusos del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial:

«Esta peruana nuestra, empleó sus conocimientos en dibujo para cambiar las partidas de nacimiento de los niños judíos. Ella fue una voluntaria como ustedes hermanos bomberos, una mujer católica que nos recordó que, cuando se vive la Gracia del Señor, uno está en permanente conversión, atento a las situaciones, viendo cómo se dona, cómo se da al Otro», comentó.

En el inicio del Tiempo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a superar las distracciones que nos impiden vivir una fe de «ojos abiertos», especialmente en esta época de crisis donde nos sentimos tentados a desesperarnos y tomar decisiones inmediatas, sin profundizar las cosas. También recalcó que debemos superar la idea de que la fe cristiana es solo para rezar y no para actuar: «Eso también es distraerse, porque es pensar que Dios no tiene relación con nuestra historia, y que yo tengo que salvar mi “almita” y no me importan los demás. Hay un catolicismo egoísta que tiene que superarse. La Iglesia, por eso, es corazón de su pueblo, es guía desde el corazón de la gente, no fuera de la gente. Y requiere, por parte de todos nosotros, un esfuerzo para que, desde ese corazón, lleguemos a la entraña más grande de misericordia», comentó. (leer transcripción de homilía)

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Transcripción.

Monseñor Castillo inició su homilía recordando que el camino del Adviento requiere de nosotros la apertura y la búsqueda del Señor para encontrarlo a través de las señales y los signos que Él nos hace percibir. Por eso nos llama a estar atentos y despiertos:

«Nuestra fe cristiana no es una fe de personas ‘dormidas’ que cierran los ojos a la realidad. El cristianismo profesa una fe de ojos ‘abiertos’, atentos a la presencia de Dios en la historia, en los acontecimientos, en los problemas», ha señalado el Arzobispo.

Actuar sin desesperación, con capacidad de paciencia e inteligencia.

En el Evangelio de hoy (Lucas 21, 25-28. 34-36), Jesús recurre a una serie de imágenes para alertarnos y explicarnos que en tiempos de crisis estamos tentados a la desesperación y las soluciones inmediatas sin profundizar las cosas. Por eso, cuando el Señor advierte que el sol, la luna y las estrellas caerán, se está refiriendo a la caída de los referentes y los sistemas aparentemente ‘perfectos’ que se rigen a espaldas del bien común y deciden en base a las razones más superficiales y frívolas de la vida.

¿Y de qué manera podemos salir de las situaciones complejas? Jesús nos llama a estar vigilantes, orando en todo tiempo para ‘escapar’ de la crisis, en el sentido de encontrar salidas a los problemas: «Todo problema es un nudo que se puede desatar, pero requiere nuestra capacidad de paciencia, profundidad e inteligencia, para que las cosas se solucionen», recalcó el Obispo de Lima.

«Hace años Pablo Neruda escribió: ’20 Poemas de amor y una canción desesperada’. Ahora podríamos decir que las cosas están al revés y tenemos 20 canciones de desesperación y solamente un poema de amor, que es el Evangelio y todo lo que tenemos dentro como humanos y nos hace sensibles para poder superar situaciones de conflicto», afirmó Monseñor Castillo.

Una fe cristiana de ‘ojos abiertos’ para enfrentar los tiempos de crisis.

Monseñor Carlos indicó que para estar atentos y vigilantes, nuestra fe cristiana debe tener los ‘ojos abiertos’, porque permiten que el ser humano identifique la presencia del Hijo del Hombre que llega sobre la nube a decirnos: “Levántense, alcen la cabeza, se acerca vuestra liberación”.

En ese sentido, el Arzobispo Castillo se remontó a la historia del pueblo de Israel para explicar cómo la diáspora judía exiliada durante seis siglos – especialmente los profetas y los reyes – aprendió con paciencia a desarrollar una madurez profunda que permitía encontrar dónde podía haber soluciones, es decir, salidas.

«Si no queremos que nuestro pueblo desaparezca, no insistamos en que las soluciones ya están hechas y que sería cuestión de que ‘yo tengo la razón y voy a resolver con una barita mágica las cosas’. En este momento, en el mundo no hay posibilidad de solucionar esta gran crisis de las ‘estrellas’, de los referentes, si es que no construimos primero y bien a nuestras personas y a nuestros pueblos. Eso requiere auto-educarnos y ayudarnos mutuamente a reconocer que no tenemos soluciones, que los sistemas han fracasado, especialmente aquellos que se proponen como las únicas soluciones de un momento a otro», reflexionó el prelado.

Nuestro pueblo está necesitado de escucha, como lo ha hecho la Asamblea Eclesial en esta semana, y está necesitado también de interpretar adecuadamente lo que se escucha para poderlo ir orientando.

Aprender a reconocer los signos del amor que hay en la realidad.

Finalmente, Monseñor Castillo explicó el signifcado detrás de las palabras de Jesús: “Lean los signos y distingan que, sobre la nube, viene el Hijo del Hombre”. ¿Y quién es el Hijo del Hombre? Es aquel en quien Dios quiso meterse en nuestra historia y vivirla hondamente: Jesús. Y ese Jesús al cual amamos a través de nuestra fe, que nos ha dado su amor gratuitamente, el don de creer y de confiar, nos ama a pesar de nuestros pecados y es capaz de morir para no dar la imagen ni la convicción de que Dios es otra cosa, sino que es amor y solo amor.

La solución a los problemas tiene un fundamento: aprender a reconocer los signos del amor que hay en la realidad, que son los signos de Jesús viviente en la gente.

Carlos Castillo recalcó que estamos llamados a estar vigilantes en este momento de crisis, no distraídos: «Jesús pone aquí como ejemplo de distracción al exceso de comida, borracheras y preocupaciones de la vida. Pero hay muchas más distracciones, por ejemplo, la idea de que la fe cristiana es solo para rezar, no para actuar. Eso también es distraerse, porque es pensar que Dios no tiene relación con nuestra historia, y que yo tengo que salvar mi “almita” y no me importan los demás. Hay un catolicismo egoísta que tiene que superarse», precisó.

Terremoto en el Amazonas: Actuar solidariamente.

El Arzobispo de Lima expresó su solidaridad con todas las familias afectadas por el terremoto de magnitud 7.5 en la región de Amazonas: «Desde aquí quiero pedir que todos veamos la manera de compartir medicinas, frazadas, carpas y todo tipo de ayuda, porque muchos se han quedado sin casa».

En el día de la Solemnidad de Cristo Rey, Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística desde el Coliseo del Colegio Inmaculada Concepción, en Santiago de Surco, donde más de 500 jóvenes de las diócesis hermanas de todo el Perú se congregaron para participar de la clausura de la Jornada Nacional de la Juventud: «Jesús es Rey porque sirve, y sirviendo es como se llena de esperanza al mundo. Ser rey, por tanto, no es ponerse encima de la gente y despreciarla porque no son como nosotros. Ser rey es servir y acompañar a la gente sencilla, en especial a los jóvenes que tienen múltiples esperanzas, dificultades, necesidades de encontrar el sentido de las cosas», expresó el prelado durante su homilía. (leer transcripción)

Leer transcripción de homilía – PDF

El evento que también reunió a miles de jóvenes conectados de manera virtual, contó con la presencia del Sr. Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Nicola Girasoli; el Presidente de la Comisión Episcopal para los Jóvenes y Laicos de la Conferencia Episcopal del Perú, Monseñor Alfredo Vizcarra; el Obispo de la diócesis de Carabayllo, Monseñor Lino Panizza, y el Obispo de la diócesis de Chulucanas, Monseñor Cristóbal Bernardo Mejía.

Al inicio de su homilía, el Arzobispo de Lima aseguró que la Fiesta de Cristo Rey es una oportunidad para reflexionar y ahondar sobre el significado en las palabras de Jesús: «El Reino de Dios está cerca».

Estas palabras se dan en medio de un contexto histórico importante en la historia de Israel, así lo explicó Monseñor Castillo: «Todo lo que se había aprendido de la fe de Israel se vino abajo: Se había destruido el templo de Jerusalén, los judíos habían ido a andar por el mundo, los cristianos sufrieron la persecución, fueron expulsados de la sinagoga y se quedaron a la intemperie. Una crisis histórica golpeó a la Iglesia, y la Iglesia se encontró ante el mundo lleno de dificultades, lleno de tinieblas y tuvo que redescubrir la luz».

Y para redescubrir la luz, el Señor viene a decirnos que su Reino no es de este mundo y está muy cerca. Se trata de una invitación a asumir la realeza como servicio: «Muchas veces pensamos que cuando Jesús dice: ‘Mi Reino no es de este mundo’, creemos que está diciendo que su Reino es estratosférico, metafísico, que está lejos o que es solamente espiritual; sin pensar que Jesús se ha encarnado y ha puesto su morada entre nosotros, en nuestra historia. Y la ha puesto en la carne, en lo más débil de la carne. Por lo tanto, Jesús como servidor, gobierna el mundo desde lo escondido y hace que, escondiéndonos con los escondidos del mundo, podamos aprender a dirigir y orientar la historia», señaló el Arzobispo Carlos Castillo.

Ser testigo de la Verdad no significa que vamos a enfrenarnos al mundo con armas para atacarlo porque no es católico. Ser rey, por tanto, no es ponerse encima de la gente y despreciarla porque no son como nosotros. Ser rey es servir y acompañar a la gente sencilla, en especial a los jóvenes que tienen múltiples esperanzas, dificultades, necesidades de encontrar el sentido de las cosas.

En otro momento, el Primado del Perú afirmó que cuando somos bautizados del agua y del Espíritu, somos re-engendrados, no solamente nacidos: «Nosotros somos engendrados del mismo amor con el que fue depositada la semilla sembrada en María, para responder a las situaciones difíciles, trágicas y de peregrinación».

La Iglesia, por lo tanto, debe iluminar y reinar desde el corazón de la compañía de la gente, y no para imponerle nada.

Monseñor Castillo recalcó que Jesús es Rey porque sirve, y sirviendo es como se llena de esperanza al mundo, porque lo acompañan, lo comprenden y le indican un camino. A esto nos llama hoy el Señor: a ser testigos para acompañar y hacer madurar al mundo, no para imponer ni limitar a la gente.

Monseñor Vizcarra: «Construyamos un Reino de justicia y fraternidad».

Por su parte, Monseñor Alfredo Vizcarra explicó que en este Bicentenario de nuestra independencia, la Pandemia ha puesto en evidencia que la libertad proclamada hace 200 años, sigue siendo tarea para nosotros, porque «las desigualdades e inequidades manifiestas durante este tiempo tan duro, son un obstáculo y un recorte a las libertades de mucha gente en nuestro país».

Y dirigíendose a los jóvenes representantes de la Pastoral Juvenil de todo el Perú, el Obispo del Vicariato de Jaén hizo un llamado a seguir a Jesús en la misión recibida del Padre para construir un Reino de justicia y fraternidad: «Lo que nos pone de pie es la mirada compasiva de Dios Padre que nos mira a todos como a sus hijos y a sus hijas, y que nos hace salir de toda división, de todo rencor, odio, venganza, para con Él, ir haciendo realidad la civilización del amor», acotó.

Monseñor Girasoli: «Los jóvenes son profetas y protagonistas del Bicentenario».

Finalmente, en representación del Santo Padre, Monseñor Nicola Girasoli agradeció a los miles de jóvenes que participaron durante los tres días de la Jornada Nacional de la Juventud: «Ustedes no son solamente los profetas del Bicentenario, ustedes también son los protagonistas del Bicentenario, porque con su juventud nos animan a mirar hacia adelante con esperanza y con entrega al Señor», acotó.

Nuestro queridísimo Papa Francisco los anima a ser profetas, protagonistas en la Iglesia, en el mundo de hoy, profetas de la esperanza, profetas que llevan a anunciar la verdad y transmitir con valentía la alegría del Evangelio en cada uno de sus ambientes, dando testimonio de amistad auténtica y de fraternidad universal, teniendo en cuenta, especialmente a las personas más necesitadas y olvidadas de la sociedad.

Antes de concluir, se anunció que la próxima edición de la Jornada Nacional de la Juventud 2024 se celebrará en la diócesis de Chulucanas.

Central telefónica
(511)2037700