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En este Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo hizo un importante llamado a tener un espíritu abierto para buscar los rastros de Dios en la vida de la gente, especialmente en los actos misericordiosos de las personas que muchas veces interpretan mejor la Palabra de Dios que nosotros como católicos: «No podemos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios, no podemos creernos el “grupo exclusivo” que tiene la propiedad privada del catolicismo y de la fe cristiana(…) Ser de Cristo no es pertenecer oficialmente y tener un carnet, ser de Cristo es actuar misericordiosamente y vivir en la misericordia», reflexionó. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Marcos (9:38-43, 45, 47-48), Monseñor Carlos explicó que el Señor recriminó la actitud de sus discípulos al prohibir que una persona expulsara demonios por el hecho de no pertenecer a su círculo cercano: «el Señor ha tenido que hacerlo de una manera muy profunda y fuerte. Él estaba preocupado por la entrada de una actitud en los discípulos que, finalmente, los llevaba a la parálisis, a la infecundidad, a la esterilidad de la fe», añadió el obispo.

No podemos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios.

Esta reacción del Señor es una llamada de atención a la comunidad cristiana para que no se deje contagiar de la ‘levadura de los escribas y fariseos y de Herodes’, así lo manifestó el Arzobispo Castillo: «Y esa levadura siempre penetra a la Iglesia, es un peligro y es una tentación: creernos el ‘grupo exclusivo’, el grupo que tiene la propiedad privada del Señor, el grupo que cree tener el ‘reino’ y no hay otro ‘reino’ que ‘nosotros’, adueñándonos de nuestras costumbres e impidiendo que todo aquel que pueda actuar bien fuera de las fronteras de la Iglesia Católica, sea condenado», precisó.

En todo ser humano – por más malo que sea – hay una pizca de apertura y de búsqueda de la cual se puede partir, es cuestión de abrir los ojos.

Esa manera de pensar, explica Monseñor Carlos, es la que conduce a la destrucción de la Iglesia: «Si somos la Iglesia del Señor que ha venido a predicar el amor y que terminó en la Cruz, como dice el Papa, ‘no por la fuerza de los clavos, sino por su infinita misericordia’, no podemos permitirnos excluir o despreciar a quien hace el bien sin conocer a Dios».

Si nosotros no tenemos el espíritu abierto que permanentemente busca los rastros de Dios en la vida de la gente, en los actos misericordiosos que se adelantan a nosotros – y muchas veces interpretan mejor la Palabra de Dios que nosotros – entonces vamos a terminar destruyendo el Reino que está creciendo en medio de la gente.

El Arzobispo de Lima reiteró el llamado a superar la tentación de sentirnos sustitutos de Dios, es decir, crear grupos que se arrogan a la propiedad privada del catolicismo y de la fe cristiana para combatir a aquellos que piensan diferente: «Todos somos pecadores y todos estamos en proceso de conversión, ayudemos mutuamente a reconocernos, a limpiar nuestras heridas y a enjugar nuestras lágrimas».

«Hay una frase preciosa en el libro de José María Arguedas “Todas las Sangres”, en donde habla de la “kurku”, que es una jorobadita que no conoce a Dios, pero dice que cantaba tan lindo que no conociendo a Dios, por el modo de cantar dice “de Dios es”. Ser de Cristo no es pertenecer oficialmente y tener un carnet, ser de Cristo es actuar misericordiosamente y vivir en la misericordia. Y eso se puede ir haciendo más fuerte y más grande participando de la Iglesia y aprendiendo todas las grandes cosas que hemos vivido en la historia, así como todas las cosas y las enseñanzas de la tradición, del magisterio que debemos aprender, pero se empieza y se vive siempre en la misericordia, en la merced, porque si no se vive en la merced, entonces, no se es cristiano. Se es cristiano porque se es amado, no porque uno ama, sino porque uno es amado y, reconociendo la fuerza de su amor, la anuncia, es testigo, y así puede espantar demonios», señaló el Arzobispo Carlos Castillo.

Arzobispo de Lima: «Dice el Sacristán de San Pedro de Lahuaymarca: “no conociendo a Dios, de Dios es”. Ustedes hermanos y hermanas que están en la puerta de esta Iglesia y no han podido entrar, muchos de ustedes, quizás no conocen a Dios, pero son de Dios»

Centenario de la Coronación Canónica Pontificia de la Virgen de la Merced.

Al cumplirse el Centenario de la Coronación Canónica Pontificia de la Virgen de la Merced, el Arzobispo de Lima recordó la historia detrás de su advocación y su aparición a tres ilustres personajes: San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón; y a San Raimundo de Peñafort, fraile dominico:

«La Virgen de la Merced, que nos ha acompañado y se ha repartirdo en tres personajes, entre laicos y religiosos, hizo posible que, regando la misericordia, todos pudieran encontrar al Señor, inclusive los que no conocen directamente a Dios. Por eso, hoy venimos a pedirle al Señor y a la Virgen que nos ayuden a hacer posible entre nosotros una vida distinta sobre la base de ofrecer nuestra Iglesia para que las cosas se reordenen, no para que se escondan los problemas, sino para afrontarlos con la Palabra, como nos ha enseñado el Señor, y que es posible a partir de reconocerla presente, no sólo en nosotros los católicos, sino en toda persona humana que tiene siempre un residuo de Hijo de Dios, porque todos hemos sido creados a su imagen y para ser semejantes a Él», expresó el prelado.

Antes de finalizar, Monseñor Castillo invocó una oración a la Virgen de la Merced: «Madre santa, ayúdanos a espantar todos los demonios que tenemos en nuestra patria, para que tú, por medio de tu merced, nos hagas salir de la cárcel de la violencia, del maltrato, de la injusticia y de la corrupción».

En este Domingo XXV del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a superar esa visión salvaje de la vida que consiste en las ambiciones personales, compitiendo violentamente y entendiendo al otro como enemigo: «Todavía no tenemos estructuras servidoras, organización nacional servidora, mentalidad servidora, y para eso necesitamos promover una cultura de servicio y no de sirvientes, desde el primer lugar hasta el último, para estar disponibles a ayudar al Otro sin sacar ventaja o beneficio personal». (leer homilía completa)

Al cumplirse 100 años del nacimiento de Paulo Freire, padre de la pedagogía crítica, el Arzobispo Castillo destacó la misión educadora del reconocido pedagogo brasileño, que a través de ‘palabras generadoras’ de la vida cotidiana de la gente sencilla, estableció una educación integradora a partir del diálogo y el reconocimiento digno de las personas: «Su aporte a la educación y también a la Iglesia fue grande, porque estábamos habituados a una Iglesia que daba normas y hacía que la gente obedezca. Y lo que él hizo fue promover a las personas, a los pobres y a los sencillos, a los campesinos y a los que no sabían leer ni escribir», añadió.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Marcos (9, 30-37), el Arzobispo de Lima explicó que Jesús ha querido conversar íntimamente con sus discípulos para transmitirles algo que viene de lo más hondo de su ser: el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará.

«Estas cosas habían pasado con muchos profetas en la historia del pueblo de Israel, como ha pasado en nuestra historia peruana», indicó Monseñor Castillo, «tantos justos que han muerto por la Patria, tantas personas abandonadas por quienes gobernaban, cuántos héroes nacionales nuestros son actualmente mártires, porque fueron abandonados por quienes deberían haberlos ayudado».

En ese sentido, Jesús ubica a esas personas en su historia y recoge esta imagen del  Hijo del hombre, que también hace referencia a todo aquel que ha vivido de forma justa y no ha respondido con las mismas artimañas de los vengativos: «Jesús ha anunciado el Evangelio, Él decide ir al centro, a Jerusalén mismo – donde están quienes quieren matarlo – para anunciarles una novedad: Dios es amor y sólo amor. Él ha venido para poner como principio que el Hijo del hombre está para servir y no para ser servido», acotó el Arzobispo.

Esta situación de dolor y de injusticia también se vive en el día a día, cuando las personas son insultadas, ofendidas y agredidas, como es el caso de Alex Gensollen Vera Tudela, un joven de 38 años que esta semana perdió la vida en aparentes circunstancias de violencia en una tienda local de San Borja. «Esas cosas terribles nos suceden porque existe una actitud de encerramiento y codicia que nos impide ver al Otro, ver las necesidades de los demás», agregó el prelado.

Superar esa visión salvaje de la vida de ambición, competencia violenta y egoísmo.

En otro momento, Monseñor Castillo reflexionó sobre la actitud de los discípulos, quienes discutían sobre cuál de ellos sería el primero: «Cuando las ambiciones poseen a la gente nos olvidamos de los demás, actuamos en base a lo que es conveniente individualmente. ¿Quién es primero? ¿Quién es más fuerte que otro? ¿Quién es mi competidor para poder destruirlo? Esa visión salvaje de la vida en donde estamos todo el tiempo compitiendo casi violentamente, entendiendo al Otro como enemigo, es lo que el Señor quiere que superemos», precisó.

Para explicar eso, Jesús instruye a sus discípulos sobre la importancia de ser el primero, pero situándose sencillamente como servidores, sin buscar prestigios ni alardear, sino proponer maneras inventivas de anunciar el Evangelio del Señor en medio de nuestra vida cotidiana:

«Todos estamos llamados a seguir este camino. La insistente presencia de las personas que más han trabajado por nosotros en esta Pandemia, siempre requiere nuestro homenaje y nuestro agradecimiento, pero todavía no tenemos estructuras servidoras, organización nacional servidora, mentalidad servidora, y para eso necesitamos promover una cultura de servicio y no de sirvientes, desde el primer lugar hasta el último, para estar disponibles a ayudar al Otro sin sacar ventaja o beneficio personal», resaltó el Primado de la Iglesia peruana.

Dios nos llama desde el Otro, nos interpela.

El Arzobispo Carlos Castillo explicó el gesto que tuvo Jesús al colocar a un niño en medio de todos: «Los niños, en el tiempo de Jesús, no tenían  derechos, un niño era un ‘no humano’, porque al no tener derechos, se podía hacer lo que se quisiera con él. Un niño es puesto en el medio por Jesús para decir que todo creyente, todo verdadero discípulo del Señor, y todo ser humano, está llamado a acoger al ‘no persona’, al que es considerado sin derechos, al que es considerado ‘nada’. Y nadie tiene derecho de burlarse de él o decir improperios que destruyen su persona y la denigran. Todos somos humanos, todos  somos valiosos, todos somos necesarios, aquí nadie sobra», reiteró.

Por esa razón es que Jesús recibe al niño, lo abraza y nos recuerda que recibir a un pequeño, a un necesitado, a un pobre, a un niño, es recibir al mismo Dios: «Esto nos muestra que la identidad entre Dios y los pobres es fundamental, y esto tiene una importancia muy grande para nuestra fe, porque a veces creemos que Dios simplemente es ‘el que está arriba’. Dios ‘es el que está’ en el corazón de cada ser humano, especialmente en el ser humano herido, y por lo tanto, Dios llama desde el Otro, nos interpela».

En este Domingo XXIV de Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo acogió en la Catedral de Lima a las principales autoridades del Grupo Especial de Inteligencia del Perú (GEIN), al cumplirse 29 años de la histórica captura de Abimael Guzmán, cabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso: «Si ahora tenemos la posibilidad de una democracia, aún con sus problemas, es porque ustedes pusieron esa semilla de esperanza para el país. Ustedes son el fruto notorio que tenemos para continuar ese camino de esperanza que depositaron un domingo como hoy. Hagamos todos los esfuerzos para ser semillas de esperanza y ser un milagro para nuestro pueblo», reflexionó el Primado del Perú. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Comentando el Evangelio de Marcos (8,27-35), el Arzobispo de Lima explicó que la pregunta de Jesús hacia sus discípulos ‘¿Quién dice la gente que soy?’, se dirige hoy a todos nosotros como creyentes para aprender a reconocerlo en medio de la historia: «El pueblo sencillo decía que Jesús era Juan Bautista, Elías o uno de los profetas. Y esto es muy importante porque cuando el pueblo recordaba, comparaba las acciones, la vida de Jesús y su mensaje, con su pasado, y encontraba que lo más parecido eran estas personas que habían dado testimonio sirviendo con su palabra al Señor y dando la vida»

De la misma manera, en el Perú recordamos y reconocemos a tantas personas que dieron su vida, como Jesús, para ayudar a que nuestro pueblo repare sus heridas. Esto fue lo que sucedió con nuestros héroes y mártires que se entregaron con toda sinceridad y cariño por la vida de nuestro país: «estamos aquí ante ustedes, hermanos del GEIN, que nos han precedido en este ejemplo vivo de sacrificio para encontrar una solución a un problema gravísimo de nuestra historia», agregó el prelado.

Es importante que nosotros reconozcamos en nuestra historia – como el pueblo de Israel lo hacía en la suya – que el paso del Señor se da siempre en personas concretas que tratan de vivir con sinceridad su vida y su fe.

El Arzobispo de Lima aseguró que el Señor también se manifiesta en nuestra historia y en el dolor que sufre su pueblo: «Hay una frase en el libro del Qohelet que dice: ‘más vale sabiduría que fuerza…más vale sabiduría que armas de combate’. Y ustedes hermanos del GEIN, siendo de nuestra Policía Nacional, saben muy bien que el uso de armas sin la sabiduría no significan nada», resaltó.

Monseñor Castillo hizo un llamado a que aprendamos de la sabiduría y de la inteligencia del Grupo Especial de Inteligencia para resolver los problemas de nuestra sociedad: «Ustedes actuaron en silencio, se ayudaron mutuamente, se organizaron bien – inclusive con condiciones muy adversas, difíciles y con recursos limitados – pero nos dieron una lección de cómo se procede ante momentos difíciles, y a veces, de desesperación. Ustedes tuvieron la valentía, la ingeniosidad, la seriedad y la lectura profunda de lo que nos pasaba, para que un domingo como hoy, resucitáramos a una nueva vida. Ahí está el germen de nuestra democracia, ahí está el germen de nuestra esperanza».

Una verdadera fe cristiana que inspire la reflexión.

En otro momento, el Obispo de Lima explicó que cuando Jesús le dice a sus discípulos que el Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho, ellos tienen la tentación de pensar que esto no debe pasar nunca, porque para los discípulos, un verdadero Mesías es alguien triunfante, un portento de agresividad y destrucción. Por eso, es posible que nazcan en las personas deseos contradictorios e inclusive de rabias y venganzas. Pero el Señor corrige a Pedro, y esa corrección es para siempre: el rechazar en nosotros elementos vengativos que pueden sistematizarse ideológicamente y crear la enfermedad de la violencia sistemática.

Una verdadera fe cristiana inspira la reflexión, no se apura, no calcula, sabe leer la profundidad de las cosas y sabe actuar con oportunidad y justicia.

El Arzobispo Castillo afirmó que hoy todos estamos llamados a dejarnos conducir por el camino que el Señor ha venido a revelarnos: «Dios es amor  y todos nosotros hemos sido creados para amar y servir. No hemos sido creados para ufanarnos ni despreciar a nadie, sino para hermanar. Y eso supone también tener la inteligencia para corregir todos los abusos y aquellas cosas que algunas personas tentadas intentan hacer».

«Vamos a pedirle al Señor que podamos cargar con nuestra cruz, aceptar el sufrimiento, no gozar con el sufrimiento, sino aceptarlo para poder transformarlo en un seguimiento a Jesús y un seguimiento a todos aquellos que nos han enseñado que la vida se pierde y así se salva, que la vida se dona como un servicio y así se llega a la felicidad verdadera, no empecinándonos en nuestros propios intereses y en nuestras propias ideologías malsanas, sino abriendo el corazón y el pensamiento a aquello que es justo y necesario realizar», destacó Carlos Castillo.

Gracias hermanos del GEIN por su ejemplo, por su sabiduría, por su entrega generosa y por todo lo que hicieron por nosotros. Si ahora tenemos la posibilidad de una democracia, aún con sus problemas, es porque ustedes pusieron esa semilla. Ustedes son el fruto notorio que tenemos para continuar ese camino de esperanza que depositaron un domingo como hoy.

En una emotiva ceremonia, nuestra Arquidiócesis de Lima celebró con inmensa alegría la Ordenación Sacerdotal de nuestros hermanos del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo: Javier Cusihuaman, Wesley Bravo, Bruno Yarleque, Luis Alberto Mora, Ronny Vicente y Martín Martínez.

La Celebración Eucarística fue presidida por Monseñor Carlos Castillo, quien aseguró que la Iglesia está para desviolentar a la humanidad, para hablarle con el corazón a nuestro pueblo y ayudar a que las personas entren en razón. El Arzobispo de Lima agradeció todo el camino de perseverancia, formación y misión que nuestros seis pastores han realizado en los últimos años, dando testimonio de un camino auténtico, de profundidad, de crecimiento espiritual y humano, pero principalmente, de una constancia en el Espíritu del Señor: «Este camino tiene en nosotros una vocación especial que es la de servir para que todos conozcan al Señor», agregó.

El Señor nos llama desde las entrañas de nuestra madre.

Monseñor Castillo explicó que «el Señor nos llama desde las entrañas de nuestra madre porque todos hemos nacido y hemos sido creados llamados a participar de la Gloria de Dios. Somos llamados a ser imagen y a ser semejantes a Dios, y por lo tanto, amar como Él nos ha amado, sobre todo, ese amor que ha mostrado en Cristo, pero también en la historia de su pueblo, en donde se manifestó de diversas maneras, con signos y con el más grande prodigio que es la entrega de su propio Hijo en la Cruz», señaló el prelado.

El Arzobispo comentó que los sacerdotes son servidores del camino del Señor que dan a conocer al Padre compartiendo sus vidas con los demás: «el camino de la fe no es impuesto, no es un camino de normas ni de costumbres, es un camino de crecimiento en el amor que requiere decidir el sacerdocio no solamente en esta ordenación, sino en cada decisión de vida que han de tomar, en cada palabra que han de decir, en cada circunstancia que van a tener que afrontar».

Llamados a saber comprender nuestra compleja humanidad.

El Primado de la Iglesia peruana afirmó que todo Pastor que quiera anunciar el amor de Dios debe saber comprender la compleja humanidad que estamos viviendo: «los cristianos, gracias al amor de Jesús, nos inspiramos constantemente a enfrentar cualquier tipo de problemas, de terrores, de violencias, de injusticias, de maltratos, de manías, de sinvergüencerías, de engreimientos. Si nos dejamos llevar siempre por el Espíritu del amor que el Señor nos ha dado, podemos llegar a comprender cuán poco somos los humanos y cuán grande es el destino que tenemos, porque entramos en lo más profundo de nosotros, reconocemos nuestros errores y pecados».

Prevalezcan en esa confianza íntima que nos permite sostener todo el camino que vamos a vivir, la cercanía a Dios en la oración especial celebrada y vivida en la Eucaristía, de la oración vivida a solas en el retiro, en la soledad, pero también vivida en la calle, en todas partes, como nos enseñaron nuestros padres, orientados hacia Dios, siempre preguntándole qué hacer, siempre haciendo posible el discernimiento y el esclarecimiento de las situaciones difíciles.

En otro momento, Monseñor Castillo reflexionó sobre la cercanía que debe tener un Pastor, íntimamente unido y consagrado a Dios, pero también cercano con su pueblo y con su obispo: «Esta cercanía necesita, sobre todo, de una enorme confianza y amistad, para ser pastores de todo un pueblo que requiere ser comprendido, reconocido, entendido, necesitado de esclarecer lo grande que somos. Será tarea nuestra en ese acercamiento, aprender a comprender las cosas complejas de nuestra historia, de nuestras relaciones, de nuestras vidas», acotó.

Aléjense del dinero y de las ambiciones de poder.

Finalmente, el Arzobispo de Lima recordó que todo Pastor debe acercarse a su propia historia y a las historias de nuestro pueblo que exigen una vivencia más honda. El prelado hizo un llamado a que los sacerdotes se alejen de las ambiciones de poder y de dinero: «La sencillez de vida, la entrega generosa de María que compartió su vida con Isabel para servirla y ayudarla, ése es el camino que nos queda para que seamos una generación distinta, novedosa, capaz de superar tantas barreras y problemas».

En el Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo explicó que para anunciar el Reino de Dios hay que ser empáticos con la vida de la gente, hablar su mismo lenguaje y sentir: «Cuando hacemos algo que está a la altura del lenguaje de la gente, la gente empieza a entender al Señor. Y toda nuestra capacidad de amar está llamada a desarrollarse, y eso no se puede hacer sin escuchar y sin hablar. No podemos optar por un lenguaje exclusivo que solamente algunos sabios saben y que no tiene nada que ver con la vida diaria de todos», destacó el prelado. (leer homilía completa)

Nosotros tenemos una tarea única que es la fundamental de la Iglesia: anunciar al Padre celestial, anunciar que el Reino de Dios está cerca. ¡Y cómo va a estar cerca si nosotros no escuchamos la Palabra y no la traducimos en todas las lenguas!

En otro momento, el Arzobispo de Lima agradeció la presencia de las doce familias representantes de los decanatos de nuestra Arquidiócesis: «es una gran alegría encontrar a todos ustedes aquí reunidos en esta Catedral que quiere ser siempre – así como sus casas – la casa de todos y de todas», sostuvo.

«Estamos llamados a comprender las diversas situaciones y lenguajes difíciles en los cuales se encuentra viviendo la familia. Tenemos mucha tarea, y eso requiere, por nuestra parte, más que sólo anunciar que hay un modelo único de familia, es decir, reconocer las situaciones para ir viendo cómo se llega a un nivel de comprensión y de amor dentro de los límites que tenemos hoy día en todo el mundo en la vida familiar, y que todos pueden sentir que Jesús no los abandona a pesar de que seamos muy distintos y haya muchos problemas», recalcó Carlos Castillo.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

El Primado de la Iglesia peruana aseguró que uno de los problemas más serios que tenemos es que no sabemos escucharnos el uno al otro, y esto también ocurre en el corazón de nuestras familias: «a veces, (en la familia) transmitimos unas reglas sin tener consideración con las diferencias de situaciones de cada persona. Y el trajín de la vida nos ha ido haciendo que no tengamos  apertura a los demás. Sin embargo, esto ha ido mejorando ahora que nos hemos reunido en casa a pesar de la Pandemia. Lo mismo ocurre en nuestra Iglesia que estaba acostumbrada básicamente adoctrinar. Está bien, es una de sus tareas, pero también también tiene que escuchar».

En ese sentido, el Evangelio de Marcos (7, 31-37) nos presenta la situación de una persona sordomuda que sufre por no poder expresarse: «Eso tiene una importancia muy grande para nosotros porque el Señor ha venido justamente para transformar la vida del mundo, pero no para transformarla de cualquier manera, sino para realizar las cosas más importantes que nos inviten y nos hagan posible ser plenamente humanos. La gran felicidad del ser humano es realizar todo el proyecto que Dios ha tenido desde el principio: hacer que el ser humano pueda ser semejante a Dios, es decir, que pueda amar a manos llenas, gratuitamente, y para eso necesitamos escuchar a nuestro Dios que nos comunica su Palabra», reflexionó el Monseñor Carlos.

Gestos y detalles del Señor que nos invita a abrirnos a los demás.

Precisamente, el Evangelio de hoy presenta una serie de detalles que nos invitan a ver cómo aprendemos a abrirnos para ayudar a los otros. Así lo explicó nuestro Arzobispo Carlos Castillo:

En primer lugar, Jesús está pasando por una tierra que llamamos «cananea». Toda la zona de Israel, desde Tiro y Sidón – que es una zona pagana – se llama Canaán. Y en Canaán existía antes un pueblo que adoraba a unos dioses que se llamaban ‘Baales’, a los cuales se les rendía culto porque eran – como en la historia de nuestro pueblo – dioses del campo. El pueblo de Israel llegó ahí con Abraham y con los que vinieron después (cuando el pueblo regresó también a Canaán). Y uno de los problemas que tuvieron fue la idolatría a dioses paganos o dioses cananeos. Pese a ello, también tenían cosas interesantes, como por ejemplo, al cultivar la tierra y tener estos dioses, orientaban un poco su vida y lograban ciertos beneficios. Esto fue lo que sucedió en nuestra historia peruana con la cultura Wari, porque si los waris no hubieran aprendido a ‘domesticar’ a Wiracocha y al agua, entonces no se hubieran gestado los acueductos, y todas las ciudades en la sierra se hubieran derrumbado.

Por lo tanto, las religiones naturales que son del campo (y que se llaman por eso paganas), son religiones que tienen algo bueno qué aportar. Y el Evangelio de hoy nos dice que Jesús tiene en cuenta esta situación, y para corregir a su pueblo, incorpora algunos elementos ligados a esas religiones paganas para atender la demanda de las personas que le pedían que imponga sus manos sobre el sordomudo.

Es interesante que ni Lucas ni Mateo citen este texto, tal vez porque les pareció que para el público que ellos hablaban -que ya eran creyentes o eran de origen judío – no podía ser relevante, no podía ser importante explicar. ¿Por qué? Porque el Evangelio de Marcos se escribió justamente para los paganos, para los que no saben absolutamente nada del Dios de Israel, del Dios amor, del Dios Yahveh.

Y por lo tanto, para acercarse directamente, Jesús quiso hacer gestos que son sumamente importantes porque se usaban en el mundo pagano para resolver problemas. Se dice que el emperador Vespasiano usaba siempre la saliva para curar (y hay muchos casos de curanderos que hacían lo mismo). Jesús emplea estos elementos para transmitirle el amor de Dios en su lenguaje.

Y si bien es cierto que esa gente no hablaba arameo (“Effetá” es una palabra aramea), Jesús usa esta palabra unida a una serie de gestos: 1) Separa el sordomudo de toda la gente para llevarlo a un lugar apartado. 2) Mete sus dedos en los oídos. 3) Le toca la saliva con la lengua. 4) Mira al cielo. 5) Suspira. 6) Dice la palabra: Effetá.

A través de estos signos, entonces, podríamos decir que Jesús se hizo ‘medio curandero’ para que pudieran entender el amor de Dios, pero lo más importante es que logra no solamente impresionarlos, sino que ellos van a anunciarlo después, van a salir a anunciarlo a pesar de que Él les pide que no se lo digan a nadie.

Y esto es importante porque cuando hacemos algo que está a la altura del lenguaje de la gente, la gente empieza a entender al Señor. Y la labor nuestra es conocer a la gente y sentir como la gente.

Saber escucharnos y entendernos en nuestros lenguajes.

Por todo lo expuesto, el Evangelio de hoy debe suscitar en nosotros la capacidad de abrirnos a los demás para curarnos (como el hombre sordomudo), pero también para escuchar la Palabra, hablar y anunciar el Evangelio. Y para abrirnos al otro y entender sus necesidades, su sufrimiento y sus sentimientos, tenemos que conocer nuestros lenguajes, nuestras lenguas originarias.

Este es un problema que resuena con fuerza en el día que celebramos a la Mujer en los pueblos originarios: «muchas veces no podemos comunicarles el Evangelio porque nosotros nos hemos quedado en el nuestro, y pensamos que nuestra lengua es la mejor de todas. Y así como ellos pueden ser ignorantes muchas veces del castellano, nosotros también somos ignorantes de otras lenguas que tenemos que conocer, como el quechua, el aimara, el shipibo konibo, el ashaninka.  Somos un país multilingüe, multinacional, y tenemos que aprender a reconocerlo, a vivirlo, a sentirlo y a comunicarlo», explicó el Arzobispo de Lima.

Queremos que todas las personas sean libres, que todas las personas canten y vivan con alegría el amor de Dios que está para hacernos libres y no para encerrarnos en nosotros mismos.

Finalmente, recordando las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, Monseñor Castillo reiteró que necesitamos superar ‘la sordera espiritual’ que nos encierra en nuestras ideas y nos impide escuchar lo razonable que pueda presentarme el otro: «Estamos ante el otro que nos dice: ‘tengo problemas, quiero compartir’. Invitémonos unos a otros a la actitud del Señor: a actuar, hablar, escuchar y hacer gestos que permitan que el otro nos comprenda».

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la la Solemnidad de Santa Rosa de Lima. La Celebración Eucarística contó con la presencia del Presidente de la República, el profesor Pedro Castillo Terrones, además de las principales autoridades políticas del país, autoridades de la Policía Nacional, Fuerzas Armadas y Enfermeras.

Homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Festejar el día de la Policía Nacional y de las Enfermeras del Perú en el día de su Patrona, Santa Rosa de Lima, y  en el Bicentenario de nuestra Independencia, es celebrar recogiendo la inspiración del legado espiritual, largo e histórico, que ella nos ha dejado y con el que se formó y se forma también hoy nuestra nación.

Rosa realizó su vocación evangelizadora en favor de la unidad de todos los que nacimos y vivimos en este rincón del mundo llamado Perú. Quería que el Perú fuera «una partecita del cielo», como bien ha explicado el Dr. Luis Millones. Para ello comenzó con su compromiso generoso y gratuito dentro de las mismas entrañas de los avatares, trajines, dolores y esperanzas de nuestro pueblo varios siglos antes de la declaración de la Independencia de 1821 y de la victoria de Ayacucho de 1824.

El Papa Francisco se refirió a ella en su homilía de despedida en el campo de Las Palmas. Decía el Papa: «Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar el Evangelio…frente a un acontecimiento doloroso e injusto (la muerte de Juan)…Y Jesús entonces entra en la ciudad, entra en Galilea y comienza desde ese pequeño pueblo a sembrar lo que sería el inicio de la mayor esperanza: El Reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros. Y el Evangelio mismo nos muestra la alegría y el efecto en cadena que esto produce: comenzó con Simón y Andrés, después con Santiago y Juan (cf. Mc 1,14-20), y en esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio de Mogrovejo, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta Lima, hasta nosotros para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante este Amor, no se puede permanecer indiferentes».

Rosa, nombrada como la primera de esta nube de testigos, tiene en los policias y las enfermeras, en ustedes, anunciadores vivos del Reino de Dios cuando han arriesgado y arriesgan sus vidas sin medida y la entregan al servicio de la reparación de nuestro pueblo. Para ello, inspirados en la Rosa solidaria que fue regalada a nosotros por Dios en Lima, se sienten semillas pequeñas que se siembran para crecer y hacerse altos árboles y acoger en sus brazos a todos los que necesitan amparo. De eso somos testigos quienes a través de Cáritas hemos trabajado con ustedes en estos meses. Hemos visto su testimonio.

Es Rosa creyente, nuestra patrona, vuestra patrona, la que depositó en ustedes la levadura del Reino del amor de Dios, para que, a su vez, poco a poco, a lo largo de sus vidas y también a lo largo de estos siglos, los lazos de fraternidad y justicia fermenten y crezcan  en nuestra nación, y la promesa peruana se fuera realizando.

Lo que tenemos ganado durante siglos de esperanza y de entrega generosa no puede destruirse, y ustedes han venido hoy para renovar el compromiso de hacer más ancha nuestra libertad y nuestra amistad social, como lo hizo toda su vida la hija del Arcabucero Mayor de Lima, por ello es Patrona de la Policía, y la enfermera de las hermanas angolesas parturientas que llevaba a su casa y alojaba para que dieran a luz dignamente, por eso es Patrona de las enfermeras.

Rosa no fue una anécdota mas en nuestra historia, es un fundamento incontestable de nuestro ser nacional. Ella aporta al Perú, su fe viva en el Dios del Reino, desencadenando inmensidades de testigos, como ocurre en la infinidad de iglesias, capillas y grutas a lo largo y ancho del Perú y del mundo.

Su pasión por la cruz la hizo sentir y vivir en su ser el amor gratuito primero de Dios en Jesús, ese Dios que llamó a Jesús a que no se bajara para vengarse ni matar a sus enemigos, ni acabar con el ser humano pecador, sino para revelar a Dios como Padre, sin ira. Enamorada de ese Dios que se esconde, sale a buscarlo, con la gracia que encanta y enamora por su paciencia. Pero descubre que a quien busca por valles y quebradas anida como un niño en su corazón y la hace crecer y madurar a través de las obras de servicio y caridad. Ese crecimiento llega hasta la gracia amorosa, plena, y se siente desde el corazón que su vida es un «volar para Dios», un desplazarse en los corazones de todos los peruanos.

Rosa, al igual que ustedes hermanos policías y enfermeras, fue haciendo opciones en la vida. Rechazando participar en el negocio al que fue obligado su padre en la mina de Quives por razones de carecer de ingresos, decía a su madre que la invitaba a trabajar de secretaria:

“Madre, dijo, estos son bienes mentirosos, tienen muchos achaques, y es la moneda que el mundo ofrece para perdernos; los del espíritu son los verdaderos, y en la voluntad nuestra tienen asegurada la duración, pues los tenemos siempre que queremos tenerlos” (Gonzales de Acuña, 1671: pp. 43-44)[1].

Desde allí decidió ayudar a su padre como costurera y no como secretaria, haciendo la opción evangélica «o Dios o el dinero», esa opción es la que hace cualquiera de ustedes que sirve sin ambiciones ni corrupción al Perú. Servicio sencillo y abnegado.

En el Perú siempre sentimos que ser santo, ser héroe, y ser mártir que sacrifica su vida es casi igual. No existe en nuestro país la idea de héroe dominador e impositivo de fuerza arbitraria. Existe el héroe y heroína como hombre y mujer de honor y nobleza humana.

En algo ayudó Santa Rosa a forjar esta gran intuición peruana y nacional. Muchas veces son héroes derrotados pero dignos. Permítanme los hermanos policías recordar hoy día a los 17 policías que murieron en Satipo el 9 de agosto de 1965, hace 56 años, muertos por la guerrilla de Guillermo Lobatón, donde también murió un civil, mi hermano Ismael. Hoy recuerdo la misa que celebramos en Lince ese 30 de agosto de aquel año, donde con toda la Benemérita Guardia Civil del Perú pudimos rezar y orar por nuestro país, y pude predicar a los 15 años siendo escolar por primera vez por las reformas que hubo en el Vaticano II. Nuestra sangre esta bien mezclada con la de ustedes. Y murieron y fueron asesinados por dar paz y salvar una vida. La violencia destruye la historia no la hace nacer. Es la generosidad de la entrega amorosa la que cimentada, cimienta nuestra historia patria, y no la ambición desmedida disfrazada de ideología que induce a la violencia.

Rosa es patrona de unidad de todas las sangres. Desde su nacimiento hasta su muerte amó a todos sin medida. De aspecto criollo dio muestras de un corazón mestizado al abrir su vida al encuentro constante y sostenido, con los más desfavorecidos del mundo andino venido a Lima, con la dura vida de los mineros y campesinos de Quives por cerca de siete años, con el mundo esclavo de las mujeres afrodescendientes angoleñas en el barrio de Malambo del Rímac, sin dejar de lado su relación amistosa e interpeladora con los vecinos pudientes, ibéricos, criollos y mestizos de la ciudad.

Por eso no le repugnaba el pobre y el menesteroso. Amiga íntima de la india Mariana con quien creció desde niña y tenían la misma edad, intimó con ella llena de curiosidad por la vida de los indios. Tanto que Mariana junto a su Mamá y a Luisa Melgarejo escribieron la primera biografía de ella, porque la autobiografía que Rosa escribió de sí misma se ha perdido y tenemos que encontrarla.

Mariana declara sobre la caridad de Rosa en los testimonios para su canonización: “A la pregunta diez y nueve = dijo que sabe, que era la bendita virgen de grande caridad y amor al prójimo, curaba a todos los que podía y para este efecto, los traía a su casa doliéndose de sus enfermedades, sin reparar que fuesen negros o indios, ni de enfermedades asquerosas”[2].

Rosa no se apartó del mundo como se suele decir, sino que se apartó de la frivolidad del mundo limeño abundante de riqueza. Rosa no se dejó seducir, como dice el texto del Eclesiástico (3, 14-24) por las «locas fantasías» que «extravían» al ser humano; sensible al sufrimiento de los humillados, ponderó aquel sufrimiento que generaba tan grande riqueza y evangelizó como testiga, por una parte mística mediante su identificación plena con Cristo Sufriente en el amor de la cruz, y por otra parte, comprometida y enraizada en la opción preferencial por los marginados y afectados. Así, identificándose con Jesús en ellos, en toda la sociedad limeña, promovió la conversión fundamental a Dios a través del servicio a los pobres, con el diálogo y el esfuerzo pacificador.

Siendo discreta y trabajadora fue poco a poco amadísima por la ciudad entera, cosa notoria en la multitud que la siguió en el entierro que duro tres días.

Por esta unidad amorosa, intensa y gratuita entre lo místico contemplativo y su acción infatigable de servicio social, Rosa también fue poco comprendida, incluso hasta hoy la comprendemos poco; de allí sus mismas palabras testimonian lo que sufrió respecto los interrogatorios que le hacían ordenados por la autoridad. Escuchemos sus mismas palabras:

«Confieso con toda verdad en presencia de Dios que todas las mercedes que he escrito… son obradas en esta pecadora por la poderosa mano del Señor, en cuyo libro leo sabiduría eterna, quien confunde a los soberbios y ensalza a los humildes cumpliéndose lo que escondió a los prudentes y sabios, revela a los párvulos»

«Estas mercedes las recibí de la piedad divina antes de la gran tribulación que padecí en la Confesión general por mandado de aquel confesor que me dio tanto que merecer, después de haber hecho la Confesión general y de haber padecido cerca de dos años de grandes penas, tribulaciones, desconsuelos, desamparo, tentaciones, batallas con los demonios, calumnias de confesores y de las criaturas, enfermedades, dolores, calenturas, y para decirlo todas las mayores penas de infierno que se pueda imaginar, en estos últimos años, sin embargo, obra de unos cinco años, he recibo las mercedes que en ese medio pliego de papel he puesto, por inspiración del Señor y experiencia en mi propio corazón aunque indigno»

En uno de esos interrogatorios, en 1616, un año antes de su muerte, Rosa debió declarar lo más profundo que vivía y lo hizo con estas palabras que dulcemente entran en nosotros porque así, dulcemente entra lo grande profundo de Dios, capaz de transformar el mundo:

Dice Rosa: “Cuando me siento como fuera de mí en aquel torbellino deshecho de obscuridades y sombras, llorando, me hallo de repente restituida en brazos de mi amado Esposo, como si de ellos nunca hubiera faltado, entre las claras luces de la unión primera. Siento unos impulsos ardientes de amor, como río o arroyo, que corre sin las prisiones del cauce que detiene su curso, con rápida y violenta corriente, buscando su descanso en la mar. Sopla luego apacible y fresca el aura de la gracia y comienza la tormenta gloriosa, a donde se anega el alma en aquel inmenso piélago de bondad y dulzura, y con transformaciones inefables se transforma en el Amado, deshaciéndose de sí y haciéndose una misma con El”[3].

Este modo de decir, de hablar y de proceder de Rosa, nos invita a todos los peruanos a dejarnos llenar del amor gratuito del Dios en que creemos para derribar muros, generar sinceridad, renunciar a las ambiciones y superar las ideologías extremas del totalitarismo marxista y del capitalismo salvaje que tanto daño han hecho al Perú y están haciendo en la humanidad. Apreciemos, como Rosa, la capacidad de las personas y de los pueblos y comunidades para encontrar las mejores de alternativas, y valoremos la patria ya conseguida sobre el fundamento de nuestros mártires más generosos. Con ello procuremos juntos anchar aún más nuestra democracia, fortaleciéndola y consolidándola, neutralizando todo caos, desbaratando toda maniobra falaz y avezada, y llegando a avanzar a realizar la promesa peruana de un pueblo unido que aprecia su apasionante y bella diversidad e historia.

Así sintoniza en estos días con  belleza nobilísima la Conferencia Episcopal Peruana  que nos dice: «Orientemos la democracia hacia la libertad, evitando todo autoritarismo. Hacia la igualdad combatiendo toda forma de discriminación y pobreza. Y hacia la fraternidad, promoviendo la amistad social y el cuidado de nuestra gran diversidad cultural y rica biodiversidad».

Esto seguramente lo sucribiría Rosa de Lima con su alto sentido de integracion y unidad, y hoy todos tenemos la oportunidad de vivir como Rosa en el Perú de hoy. Aprovechemos esta oportunidad, y como dice el Papa Fancisco, seamos con Rosa hermanos y hermanas todos. Fratelli tutti.

Que Dios los bendiga y gracias por haber venido a esta casa de ustedes, a la casa sencilla que el Señor en medio de toda la tradición histórica, inclusive barroca y neoclásica, abre sus puertas y sus brazos para ustedes y para nuestro pueblo.


[1] Citado por L. MILLONES, Una partecita del cielo…, p. 59.

[2] H. JIMÉNEZ, Primer proceso ordinario para la canonización de Santa Rosa de Lima, Monasterio de Santa Rosa de Lima, Lima 2002, p. 407.

[3] J. MELÉNDEZ, Tesoros verdaderos de las Indias en la historia de la gran provincia de san Juan Bautista del Perú, Roma 1681-1682, p. 140.

En este Domingo XXII del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo afirmó que estamos llamados a una religión del corazón, es decir, una religión de conversión que no solamente siente, sino que aprende a decidir, prudente y concientemente con sentido de justicia para los demás: «Ese camino de la fe es lo que suscita una resurrección de las sociedades y de los pueblos, porque introduce un nuevo espíritu, un espíritu que ayuda a sacar nuestro egoísmo y a ver más lejos, a ver en lo profundo». (leer homilía completa)

En el Día del Veterano Bombero Voluntario del Perú, el Arzobispo de Lima agradeció el testimonio de tantos hermanos que han entregado sus vidas al servicio de los demás: «Hemos visto a muchísimos de ustedes dejar su vida en medio de tantas dificultades que han enfrentado. Y por eso estamos agradecidos y les rendimos homenaje, porque el Señor está viviendo en ustedes. Demos gracias a Dios por ustedes hermanos bomberos, y porque tengamos ejemplos vivos de que es posible algo nuevo cuando hay conversión del corazón y no se vive en las apariencias», expresó.

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Leer transcripción

Comentando el Evangelio de Marcos (7,1-8.14-15.21-23), el Arzobispo de Lima explicó que el pueblo de Israel estaba habituado al cumplimiento de una serie de leyes y tradiciones humanas que se practicaban sin un sentido de profundidad. Es por eso que Jesús plantea una cuestión más de fondo: pensar en la razón de ser de esas prácticas, es decir, la razón de responder a las necesidades humanas y poder ayudar a quienes realmente necesitan de atención.

Israel estaba llamado a ser un pueblo sabio e inteligente, como dice el Libro del Deuteronomio (4,1-2.6-8), por su capacidad de desarrollar su humanidad con una sabiduría e inteligencia que le permita entender el sentido de las cosas. Por eso la inteligencia no puede ser comprendida desde el cálculo, recuerda Monseñor Castillo, la inteligencia verdadera es la que pondera, va a la raíz de todo y trata de entender qué sentido tiene lo que vivimos.

La inteligencia no es una cuestión de saber mucho, de calcular o saber mucha matemática, mucha lógica, sino saber entrar en lo hondo de las situaciones y a partir de ahí intuir por dónde vamos, por dónde caminamos.

En otro momento, el Primado de la Iglesia peruana señaló que Jesús nos propone una religión del corazón, es decir, una religión de conversión de corazón, que tenga intuición y pálpito. Cuando el Señor dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”, se está refiriendo a todas aquellas personas obtusas que razonan y calculan para conseguir sus intereses personales a costa de los demás: «la corrupción, la envidia y los celos nos animaliza, porque calculamos solamente con el interés de la ambición y destruimos nuestra humanidad», acotó.

Para los hebreos y para Jesús, el corazón no es el centro sólo de los sentimientos, es el centro y la base de la cual salen las decisiones humanas. Es decir, aprender a decidir haciendo un discernimiento, reflexionando, porque en la vida existen muchos problemas y es necesario tener una lectura más allá de lo inmediato.

Por eso, el mejor método para vencer el mal es examinarse uno mismo y reconocer su pecado, su parte de complicidad con el mal generalizado: «Necesitamos todos entrar en ese proceso de reflexión porque, de lo contrario, no crearemos un ambiente social adecuado y justo que nos permita vivir los valores que tanto deseamos», agregó el prelado.

Monseñor Castillo aseguró que la fe cristiana siempre trata de ayudarnos a todos porque nosotros no tenemos la fe de un momento a otro, viene como un don pero tiene que crecer, tiene que madurar: «Uno de los errores más grandes que cometemos en la fe cristiana, y sobre todo en la propia Iglesia, es proceder a realizar las cosas con apuro y con una especie de norma sencilla: estas son las reglas, tú las cumples y todo funciona. O como esa frase también que se dice: la Iglesia está hecha, no hay que cambiar nada, todo el mundo cumpla su función y ya está. No es simplemente cuestión de cumplir reglas, es necesario intuir juntos: ¿Qué está pasando? ¿Cómo entramos? ¿Cómo hacemos? Y resolver problemas llenos de imaginación, de consideración, de reflexión».

Finalmente, el Arzobispo de Lima explicó el significado detrás de las palabras de Jesús hacia los escribas y los fariseos: ¡Hipócritas!

«Es una palabra fea para nosotros, dura. La traducción de hipócritas es teatreros. Y  eso es un hipócrita, una persona que, de cara para afuera, tiene sus modales y da buena impresión, pero como dice la frase mexicana: ‘ojos vemos, corazones no sabemos’. Y por eso, necesitamos todos educarnos en una actitud de veracidad, de franqueza, con nosotros mismos y con los demás, porque eso reconstruye todo nuestro ser y nuestro ser nacional también».

En el XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo explicó que Jesús es el Pan de Vida que nos llama, nos transforma, nos hace saborear, sentir y ser también comunicadores del sabor del Señor: «Para eso es necesario que, con el sentido de amor gratuito que nos da el Señor, podamos crear la solidaridad que necesitamos para salir juntos de todos los entrampamientos en los cuales vivimos. La vida de la Iglesia tiene que ser una permanente expresión del amor que Dios nos da con su Eucaristía, a través de gestos de amor que muestren que somos eucarísticos porque somos testigos», recalcó el Primado de la Iglesia peruana. (leer homilía completa)

Homilía de Monseñor Castillo – Transcripción

Comentando el Evangelio de Juan (6, 60-69), el Arzobispo de Lima explicó que Dios se ha encarnado en nuestra humanidad a través de su Hijo para estar cerca de nosotros. Y por lo tanto, «ya no podemos decir simplemente que creemos en Dios ‘a secas’, sino que tenemos siempre que especificar que es el Dios que se revela en Jesús y en nuestra carne, en nuestra historia, y sobre todo, en todos los que más sufren».

Esta nueva revelación representó un cambio importante en la educación judía, habituada a ver a Dios ‘muy lejos’, con temor y temblor. Los sacerdotes habían instalado un sistema complejo y difícil para acceder a Dios a través de una serie de prácticas legales basadas en el mismo principio de temor.

Son estos mismos sacerdotes, explica Monseñor Castillo, quienes se escandalizan cuando Jesús dice que es el Pan de Vida: «ellos habían creado toda una recua de mandamientos para alcanzar la vida eterna, es decir, se habían puesto en el medio de la historia de Israel de tal manera que la gente no podía tener relación con Dios sin permiso de los sacerdotes», acotó el prelado.

Vivir en el amor como vivió Jesús y ser aliento para los demás.

Pero no sólo se escandalizan por el lenguaje que Jesús utiliza, sino por lo que implica su mensaje: si yo como el Pan del Cielo, tengo que vivir como Jesús porque recibo la capacidad de amar gratuitamente como Él lo hizo en la Cruz, por amor gratuito, por misericordia con la humanidad y para ser aliento de su pueblo, esperanza de su pueblo.

Jesús llega a nosotros para hacer las cosas más sencillas: Él se da en sacrificio por nosotros, se da en comida gratuitamente. Por lo tanto, si asumimos esta comida en la Comunión, hemos de amar como Él nos ha amado. Esta revelación va a causar una división en la comunidad cristiana, aseguró Monseñor Carlos: «un grupo ya no va a seguir a Jesús, se va. Es decir, se queda en la ritualidad anterior y en las costumbres que recibieron y no quieren asumir que hemos de ser testigos del amor de Dios. Se rehusan a vivir en el amor como vivió Jesús y pretenden que no hay ninguna otra posibilidad de salvarse sino con las prescripciones legales que habían creado los sacerdotes».

La Eucaristía nos convierte en personas gratuitas.

«Todos tenemos costumbres y podemos ‘domesticar’ a Dios, inclusive en algunas ocasiones se ha hablado de que los católicos tenemos un sistema y después no queremos salir del que ya hay, y no nos abrimos al rostro del Otro, a los problemas del Otro. Y decir que tenemos que comer el Pan de la Vida es afirmar que hemos de respetar la vida y Dios. Y por lo tanto, respetar significa respetarlo en el Otro, en las mujeres abandonadas y maltratadas, en los pequeños, en todas las personas que sufren. Nuestra vida es una entrega y dedicación permanente», declaró el Obispo de Lima.

¿Qué cosa significa Eucaristía? Dar gracias, ser agradecido y ser una persona gratuita, un pueblo gratuito. La Eucaristía porque es gratuita, entonces, nos convierte en personas gratuitas y genera vida, y vida plena, vida abundante y vida eterna.

En otro momento, Monseñor Castillo meditó sobre las palabras que Pedro le dijo a Jesús: ‘Tú tienes palabras de vida eterna’. «Esto quiere decir que las palabras del Señor son tan profundas que se pueden entender en su sentido más hondo. Pedro le está diciendo que ellos intuyen que aquí hay algo que no pueden abandonar ni separarse. Por eso le dice: ¿A dónde vamos a ir? Si hemos aprendido de Ti que solo se puede vivir con un sentido hondísimo de amor y compartirlo. Y vemos que todo lo que se pudo haber inventado, en el pasado, para relacionarse con Dios, Tú lo solucionas simplemente con un testimonio vivo porque nos has enseñado que Tú estás con nosotros, Dios vive en nosotros y nosotros somos imagen de Dios y que hemos de realizar esa imagen», indicó.

El Señor nos ha comunicado su Espíritu y palabras de vida porque Él tiene, no «dice palabras» de vida, sino «tiene palabras» de vida, porque Él es la Palabra de vida.

El Arzobispo de Lima recordó que en la historia de nuestro país hay muchos testimonios de vidas que nos han enseñado el legado del sentido de ser peruano: «Todos nuestros héroes nacionales, Bolognesi, Alfonso Ugarte, todos los grandes fueron asesinados, maltratados y abandonados inclusive por las personas que se dedicaron a sacar su partido y sus propios intereses, olvidándose de todo el sentido común, el bien común que todos necesitamos. Digo esto porque nosotros somos mayoritariamente un país católico y cristiano, y tenemos verdaderos cristianos que nos han mostrado eso. Grau se inmoló para que la dignidad de nuestro país quedara incólume y nos enseñó a ser personas dignas. ¿Pero de dónde lo sacaron? De nuestra fe cristiana. Y no sólo ellos, mujeres como María Parado de Bellido, todas esas personas que han perdido su vida para darnos vida a nosotros. Y ahora tenemos esos testimonios multiplicados en nuestras enfermeras, en los policías, el personal de servicio, los sacerdotes también que han perdido su vida, en muchos casos por estar con la gente, por ser aliento de su pueblo», reflexionó.

El riesgo más grande que corremos todos es hacer cosas sin sentido, locamente, apurarnos y no pensar bien lo que vamos a hacer. Necesitamos meditar bien y hacer las cosas en forma justa, no por reacción.

Finalmente, Monseñor Castillo explicó que Pedro reconoce en Jesús al ‘Santo de Dios’: «Miren qué interesante, porque para los hebreos la palabra ‘santo’ era una persona que estaba alejada. Y acá está hablando del «Santo de Dios» que está cercano, comprometido con nosotros, entropado en nuestros problemas», reiteró.

En la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Monseñor Carlos Castillo nos alentó a continuar el camino de la Iglesia discípula y misionera que Jesús y María nos dejaron, con una mirada ancha y amplia de las cosas: «Que María nos lleve siempre al cielo pero con los pies bien puestos en la tierra, siguiendo el camino del amor que hace ‘bajar a los potentados de sus tronos’ y ‘encumbra a los pobres’, a los humildes, que da el pan a los hambrientos. Y como dice el Evangelio: «deja a los ricos, vacíos», no porque les ‘arrancha’ la plata, sino porque les hace abrir la mano, de tal manera que no son devotos de la ‘virgen del puño’, sino de la mano abierta de María, la verdadera María, que abre sus manos con su servicio y se deja llevar por el Señor para compartir», comentó durante su homilía. (leer transcripción)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

En este Domingo XX del Tiempo Ordinario, el Arzobispo de Lima señaló que estamos llamados a «reafirmar y fortalecer el amor del Señor vivido diariamente, y que luego se va haciendo estructuras, organización, vida, país. Y así tendremos en las próximas generaciones, después de haber vivido todos los dramas que estamos viviendo hoy día, una esperanza para el Perú en donde la fe cristiana brille por su sencillez y hondura, no porque seamos una Iglesia poderosa, sino servicial».

Citando el Evangelio de Lucas (1, 39-56), el Monseñor Carlos explicó que María supo vivir el camino de Jesús a pesar de toda la tragedia que supuso. De igual manera, nosotros podemos continuar este camino y dejarnos llevar por el Espíritu para hacer de este mundo un anticipo del Reino de Dios: «Vemos tantas injusticias, tantas pretensiones ambiciosas de los seres humanos, tantos sistemas ideológicos que son contrarios al amor, y sin embargo, los cristianos, los creyentes, continuamos escuchando esta Palabra del Señor que nos dice que ha vencido al mundo y a los poderes. Y el cántico de María nos lo recuerda», añadió el prelado.

María dejó que el Espíritu Santo entrara, escuchó la voz del Ángel y trató siempre de cumplir su voluntad. A veces pensamos que ser cristianos es hacer muchas cosas, inclusive el Papa Francisco ha dicho que en nuestro orgullo, pensamos que el Señor se fija en nosotros porque tenemos alguna cualidad o algún esfuerzo que hemos hecho, pero lo más importante es Dios que se fija en nuestra apertura, en la capacidad de abrirse y decidir según Dios.

En ese sentido, el Arzobispo de Lima aseguró que nuestra humanidad y nuestro país están necesitados de un nuevo espíritu: «no un espíritu sectario, no un espíritu impositivo, no un espíritu polémico, polarizador, necesitamos un espíritu abierto para comprender qué cosa es lo que más necesita la gente sencilla, como lo hizo María que supo escuchar el llamado del Señor y disponerse a Él».

Una Iglesia que sea testigo de la esperanza.

El Primado de la Iglesia peruana reiteró que la mejor vía para abrir nuevos caminos es a través del diálogo y el aporte de todos: «En ese camino nos hemos querido poner todos en la Iglesia de Lima, junto al Santo Padre y a toda la Iglesia mundial que está viviendo esta búsqueda de una Iglesia que sea testigo de la esperanza. Por eso hemos iniciado nuestro trabajo del Plan Pastoral, conversando entre nosotros y abriendo caminos, ideas nuevas que puedan ayudarnos».

Este llamado a la apertura se nos presenta de forma simbólica en el texto del Apocalípsis (11, 19a; 12, 1-6a. 10ab), cuando se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. «¡Qué cosa tan importante es que el cielo se abra! – manifestó Monseñor Castillo – cuando Jesús se bautiza, se abre el cielo, se abre la esperanza. El ‘cielo cerrado’ hace que estemos en chismes y peleas, pero el cielo abierto nos permite mirar más lejos, respirar aire puro, salir del ‘encierro'».

Cuando se abre el cielo, Dios nos está diciendo: la liberación viene, no se preocupen, Yo estoy cerca. Dios nos abre los cielos para que tengamos una mirada ancha, amplia, para que no vivamos cabizbajos y deprimidos, sino con el horizonte grande del Señor.

Es así que, en medio del drama de persecución y de lucha que la primera Iglesia vivió, María aparece como una esperanza para su pueblo, porque la luz que irradia de ella, viene del amor de Dios para todos los seres humanos y nos ilumina en el desierto de este mundo: «Agarrémonos de esa fuerza e irradiemos el amor para que pueda nacer una esperanza nueva. Siempre en la Biblia, cuando Dios quiere cambiar el mundo, hace nacer un niño. Siempre que hay un cambio de época, hace nacer un niño. Y así nació Jesús hace 20 siglos», acotó el prelado.

En la humildad y en la obediencia de María, en medio de la sencillez, tenemos que generar actitudes humildes que permitan transparentar a Dios y generar nuevas situaciones buenas. Eso es difícil, pero un Espíritu nuevo nos acompaña: es el Espíritu Santo, que hace posible que esas cosas se irradien en el mundo.

Monseñor Castillo invocó a que todos podamos disponernos al bien común del país, dejando los enconos, dejando los emperrechinamientos, las ambiciones por el poder y el dinero, por el poder económico y político: «No podemos hacer lo que nos da la gana, estamos hechos para amar, y por lo tanto, hemos de hacer sólo aquello que sea conveniente, adecuado y justo. Pero tenemos que educarnos mutuamente, así como debemos educar a los niños, también nosotros tenemos que educarnos y ser maestros unos para otros».

Antes de finalizar, Monseñor Castillo felicitó la masiva participación en el Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial por parte de laicos, grupos parroquiales y comunidades barriales de nuestra arquidiócesis. Actualmente, Perú lidera en la región con el mayor número de registros en la plataforma virtual habilitada por el CELAM.

En el XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre la importancia de vivir un cristianismo abierto, dialogante y lúcido, capaz de comprender qué mensaje nos dice el Señor en cada signo esperanzador, pero sobre todo, a testimoniar y compartir a Jesús a través de nuestra vida: «El Señor quiere que nuestra fe sea una fe inteligente, profundamente amorosa y comprometida con los que más necesitan y con los más frágiles», dijo el prelado. (leer homilía)

El Primado de la Iglesia peruana invocó a que acudamos a los vacunatorios para evitar la propagación de la reciente variante delta del Covid-19: «El virus delta tiene una capacidad mucho más grande de contagio. Si nos vacunamos, el efecto de un eventual contagio será mucho menor. Por eso acudamos a los vacunatorios, organicémonos para vivir de manera armónica en el camino del Señor y evitar que otras personas puedan afectarse».

Transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo

Comentando el Evangelio de Juan (6,41-51), el Arzobispo de Lima explicó que Jesús nos ha dado el signo del pan que es Él mismo entregado a nosotros, para mostrarnos que Dios siempre nos acompaña y atiende nuestras necesidades: «Pero no solamente quiere atender nuestras necesidades con milagros, también quiere que nosotros estemos alimentados de Él para nosotros ser milagro. Para eso, necesitamos un pan no solamente más grande, sino más profundo. Dios quiere que la humanidad sea una humanidad divinizada, no en sentido de que se endiose y se crea la ‘divina pomada’, sino de que pueda irradiar, dentro de sí, el mismo amor de Dios», reflexionó.

Por eso es que San Pablo nos dice, en la Carta a los Efesios (4,30–5,2), que seamos imitadores de Dios. Y para eso necesitamos de la fe que hemos recibido a través de nuestros padres y tantos otros testimonios de vida que hemos visto, porque detrás de cada signo esperanzador se esconde el rostro del Señor .

«Sin que el Señor nos llame a nosotros no hay fe, por eso es que Jesús inspira a sus discípulos, éstos la comunican a nosotros y siempre dependemos de quién se ha revelado. ¿Y quién se ha revelado? Dios a través de Jesús. Y así recibimos poco a poco todos la fe», expresó el prelado.

Como señala el Evangelio de hoy, un grupo de judíos convencido de que la única manera de adorar a Dios era temiéndole y obedeciendo la ley a rajatabla, no duda en cuestionar que Jesús sea el Pan bajado del cielo. Según explica Monseñor Castillo, lo hacen porque, en el fondo, «estaban amarrados a la tradición que tenían y no querían salir de ella. Eso nos pasa a todos los humanos cuando adquirimos algo y ya no queremos cambiar. Pero como todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y nuestro Dios cambia, entonces nosotros nos dinamizamos y buscamos nuevas formas de vivir, nuevos retos y respondemos con apertura así sean muy difíciles».

Y para tener la fuerza de resistir los males y la fuerza de crear algo nuevo en medio de los males, necesitamos una fuerza super-humana: «Ya uno de nuestros autores peruanos decía: “No se puede vivir sin una esperanza super-humana”. Pues bien, el Señor es la respuesta a nuestra ‘esperanza super-humana’ para que nos alimentemos de Él, podamos caminar en medio del sufrimiento y encontrar soluciones creativas e inteligentes para dar vida», indicó el Arzobispo de Lima.

¿Y dónde podemos encontrar esa esperanza? En los miles de rostros escondidos de nuestra historia, especialmente en los más desafortunados y marginados. Aquí está la voluntad de Dios escondida, como bien lo supo expresar en su momento el poeta César Vallejo:

«El suertero que grita «La de a mil»,
contiene no sé qué fondo de Dios(…)
Yo le miro al andrajo
Y él pudiera darnos el corazón(…)
por qué se habrá vestido de suertero la voluntad de Dios!”.

Finalmente, Monseñor Carlos resaltó algunos gestos de esperanza que hemos visto en los últimos días y nos recuerdan que todos estamos llamados a compartir con los demás. Este es el caso de un conocido empresario que pagó una importante deuda tributaria. Pero también está el caso de un grupo de campesinos ayacuchanos que llevaron entre hombros – y por varias horas – las cajas frigoríficas con las dosis de vacunas contra el Covid-19 a sus pueblos más remotos: «Ése es un signo que nos alimenta hermanos (…) Hoy podemos ser cristianos resucitados, compartiendo el pan y el pan del cielo; felizmente que ahora podemos abrir los templos para “comer al Señor”, como dice el texto para “masticar” el pan, para saborearlo. Y una segunda cosa muy importante es que ese pan de vida que comemos, lo podemos testimoniar. Y también son pan todos los que son como Jesús, compartidores de su vida», destacó el Primado del Perú.

El Señor ha llenado de sentido nuestra vida y no se puede actuar ni vivir sin sentido. No basta hacer las cosas, hay que hacerlas con el sentido que Dios quiere que es la felicidad de todos, del bien común.

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