Tag

cabecera

Browsing

En el XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Juan José Salaverry,  Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística en especial intención por los cientos de fallecidos en las hermandades, movimientos y cofradías de nuestra Arquidiócesis de Lima: «Antes de cerrar este mes de junio, mes de comunión, hemos querido celebrar esta Eucaristía junto con ustedes, queridos hermanos. Y nos unimos frente a nuestra Iglesia al dolor de nuestras instituciones que están marcadas por el luto a causa de la Pandemia», reflexionó durante su homilía.

Comentando el Evangelio de Marcos (5, 21-43), que narra el despertar de la hija de Jairo, el obispo auxiliar explicó que también hay otros signos de muerte que están presentes en nuestra realidad y que se manifiestan a través de variadas crisis: económica, social, política y falta de trabajo: «nos encontramos con varios signos de muerte, de dolor y de crisis que no nos dejan vivir», afirmó.

Juan José Salaverry dijo que nos encontramos frente a una humanidad ‘desgastada’ como la hemorroísa del Evangelio de hoy: «Nuestra tierra también se encuentra desgastada en sus 200 años de Bicentenario. Perú está buscando la salud, la sanación, la estabilidad, la paz y la verdadera vida. Y para eso, tenemos que ir en busca del Señor, abandonando lo que estamos haciendo como lo hizo Jairo o la hemorroísa, para ir a buscar a Jesús como fuente de vida, para encontrar en nuevas maneras y formas la fuerza salvadora de Dios que nos da salud y fortalece nuestras vidas”.

Monseñor Salaverry sostuvo que no podemos ser parte del grupo de plañideras que lloran sobre la muerte: “Nuestra fe nos tiene que hacer pasar hacia la otra habitación donde está Jesús con aquellos que quieren la vida, para constatar que Dios no se complace en la muerte de los creyentes, sino que Dios quiere la salud para sus hijos”.

Por eso, recuerda el obispo auxiliar, debemos confirmar hoy, más que nunca, nuestra fe en el Dios de la vida «que no se queda dormido frente al sufrimiento de la humanidad. Dios está dormido en la popa de la embarcación donde dirige el rumbo de la barca, porque Dios está ahí para dirigir el rumbo de la Iglesia, de la humanidad y de la vida de cada creyente”.

Salaverry reafirmó que Jesús ha venido para decirnos que no todo termina con la muerte, que somos hijos de la promesa de la vida verdadera. Por eso le dice a la niña: A ti te digo ¡Levántate!

Ojalá que nosotros escuchemos desde lo más profundo de nuestro corazón: A ti te digo ¡Levántate! En medio de estas situaciones de muerte, en medio de las crisis que vivimos que son signos de muerte y de inestabilidad. ¡Levántate! Porque Dios te ha creado para la vida, para la paz, para el desarrollo.

Monseñor Juan José señaló que el poder de Jesús viene del verdadero amor, un amor gratuito y generador de vida que de ninguna manera puede sembrar terror: “Es la fuerza de Jesús que nos quiere decir nuevamente a nosotros, los creyentes y a toda la humanidad: A ti te digo ¡Levántate! Frase fuerte que llega a nuestro corazón para levantar nuestra vida y sentir que el Señor quiere curarnos, darnos la salud verdadera y nos toma de la mano como hace con la niña, para alimentarnos con su gracia”.

En el XII Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística y envió una especial bendición en el Día del Padre: «Este es un día grande donde tenemos que demostrar todo nuestro cariño y nuestro amor a nuestros queridos papitos, teniendo como ejemplo a Dios Padre, teniendo como ejemplo grande a nuestro querido San José en este año que le dedicamos, agradeciendo su vida, su testimonio, padre adoptivo de Jesús», expresó durante su homilía.

Comentando el Evangelio de Marcos (4,35- 40), que narra el acontecimiento de la tempestad calmada, Monseñor Cornejo explicó que debemos estar preparados para enfrentar situaciones de dificultad: «aunque parezca que todo está perdido, a nadie le preocupa más lo que nos ocurre que a Jesús. Él es verdadero hombre, es el verdadero Dios que se levanta a increpar al viento y el mar», agregó.

Guillermo Cornejo hizo un llamado a confiar siempre en nuestro Señor Jesucristo, a creer con esperanza y con fe aún en las realidades adversas: «el amor de los padres es el gran amor que más se parece a Dios, porque es un amor desinteresado, porque dan la vida por sus hijos. Seamos papitos con amor, con ternura, siguiendo el ejemplo de nuestro San José. Súbete a la barca de la familia sin miedo en el Señor y apoya a tus hijos siempre con amor», recalcó.

El Obispo Auxiliar de Lima ha subrayado la importancia de tener una actitud más humana y solidaria en este tiempo de Pandemia, especialmente ahora que nos encontramos a puertas del Bicentenario: «necesitamos cambiar nuestro Perú, dejar de lado las diferencias y los partidismos para actuar en favor de los más necesitados. No tengamos miedo a la Pandemia, no tengamos miedo a los más necesitados, no tengamos miedo a decir la verdad, no tengamos miedo a convertirnos, no tengamos miedo a cambiar nuestra vida, a ser iguales, a saber perdonar, a saber perder, a saber pedir perdón, a ser bondadosos, a ser testimonio de vida», aseguró.

El amor del Padre es todo un testimonio de vida, tengamos fe, esperanza y caridad, seamos muy humildes y sencillos. Todo esto nos debe de hacer cambiar, mejorar, ser otros.

Este domingo 6 de junio, día en que la Iglesia universal celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística que se compartió virtualmente a través de las redes sociales: «Estamos llamados a reconocer que Jesús está en nosotros y somos nosotros el Cuerpo de Cristo también, porque somos Iglesia. Y todo laico, toda persona de a pie, que tiene un poquito de fe, ya tiene dentro de sí el Cuerpo del Señor que pasa por las calles bendiciendo a toda la población. Por eso, cuando salgamos, entendamos que somos otros Cristos que estamos saliendo a tomar decisiones desde una actitud profunda de comprensión, de perdón y de amistad, para reconstruir la amistad social desde nuestro pueblo mismo, prestos a hermanarnos y a romper aquellas cosas que han impedido que nos tratemos de forma adecuada», expresó el obispo durante su homilía.

Comentando el Evangelio de Marcos (14, 12-16. 22-26), que narra la institución de la Eucaristía, Monseñor Castillo explicó que Jesús tuvo signos anunciadores: «En su momento decisivo, Jesús quiso instituir la Eucaristía como un signo indeleble para que nosotros nos alimentáramos en diversas situaciones muy similares a las cuales Él vivió, sintamos su presencia y podamos hacer las decisiones adecuadas y justas, porque el Señor sabe que la vida del ser humano es una constante decisión», añadió.

En ese sentido, hoy los peruanos y las peruanas nos situamos en un momento decisivo de nuestra historia, porque tendremos que elegir con nuestra participación ciudadana y democrática, al próximo presidente del Perú. Ante esto, el Arzobispo recomendó: «nuestra tarea es inspirarnos en el Señor, dejarnos penetrar hondamente y tomar una decisión que no será fácil, pero que requiere por parte nuestra, hacer las cosas con disposición y buena voluntad, con el Espíritu del Señor, de tal manera que cada uno tome su decisión de acuerdo a lo más profundo que tenemos, que es el amor de Dios», indicó.

Una cosa es decidir con las razones  humanas que uno tiene, pero al ser creados por el Señor, necesitamos abrirnos a una dimensión más amplia que es el espíritu universal, la humanidad, especialmente los alejados, los pobres, las personas marginadas, las personas que sufren.

El Arzobispo recordó que Jesús tuvo que tomar una decisión en un momento de total derrota, sabiendo que lo iban a matar. Él pudo escaparse, rechazar la cruz y vengarse, pero «Jesús no operó localmente, Él quiso leer los ‘ríos profundos’ de su realidad, y a partir de ahí, decirle: ‘Señor, que se haga tu voluntad y no la mía’ (…) Por eso es que, cuando uno pasa por la fe y la experiencia cristiana, nunca olvida esa sensibilidad profunda con la cual el Señor se entregó sin reservas, para mostrar que Dios es amor, que no se venga de sus enemigos y no es rencoroso. Y eso cuesta quitárselo de la cabeza y del corazón, porque estamos habituados a la amenaza permanente, al miedo, al terror. Y esas cosas el Señor ha querido quitarlas de Dios, porque Dios no es venganza, ni es terror ni es miedo, Dios es confianza, Él confía en nosotros», manifestó el prelado.

Es muy importante ejercitar la libertad profunda de conciencia, pero siempre inspirados y pidiéndole al Señor que, aquello que hagamos, sea lo más correcto posible.

Dada la polarización en que nos encontramos, será difícil y complejo enfrentar lo que viene, adelantó Monseñor Carlos: «tenemos que pedirle al Señor que nos ayude a sobrellevar todo periodo difícil que viene, que no es fácil ni para nosotros ni para el mundo en este momento, porque en todo el mundo hay crisis difíciles de solucionar, una crisis generalizada muy grande», anunció.

«Es tremenda la manera cómo se ha producido esta tensión, además de una enorme propaganda de miedos y de agresiones que deben ser superadas en el próximo tiempo con una actitud profunda de comprensión, de perdón y de amistad, para que desde nuestro pueblo mismo, podamos seguir cívicamente lo que viene y gestionarlo, de tal manera que vayamos a buen puerto», recalcó el Arzobispo de Lima.

Que al comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo, dones gratuitos, nosotros nos convirtamos también en un país gratuito, generoso y generador de un nuevo proceso humano, humanizador, para todo nuestro pueblo, para toda nuestra gente.

Antes de finalizar su homilía, Monseñor Castillo hizo una última reflexión: «Pidámosle al Señor que hagamos las cosas con seriedad, sin apasionamientos, con verdad. Y sobre todo, pidámosle que no nos olvidemos en nuestra decisión de los pobres, de los indefensos».

En la Solemnidad del Corpus Christi, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística en compañía de los jóvenes y formadores del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo: «Salimos en procesión con el Corpus Christi para recordar que somos parte del Cuerpo de Cristo. Jesús es el Pan del cielo para caminar y servir, para anunciar que Dios nos libera, que Dios no nos reprime, no nos destruye, no se venga de nosotros, sino que nos ama y nos alienta. Por eso es que salimos en procesión, para compartir el Pan de Jesús con la gente, para tener fuerzas y caminar por las calles anunciando el amor que el Señor nos ha manifestado», comentó durante su homilía. (leer transcripción de homilía)

Monseñor Castillo explicó que la Eucaristía instituida por Jesús y que narra el Evangelio de Marcos (14,12-16.22-26), incorpora un mensaje fundamental: ‘Tomen y coman, esto es mi cuerpo’, dice el Señor, que se da en comida como un símbolo, como un signo de que todo su ser está siendo entregado. Ante esto, el Arzobispo agregó: «El Señor no dijo: ‘Tomen esta es mi alma’. Él dijo: ‘Tomen este es mi ser’. Cuerpo significa todo, la totalidad del ser humano, por lo tanto, también su ser divino, el ser Hijo, el Hijo del Padre. Y sabemos que quien muere en la cruz no es solamente el hombre Jesús, sino también el Hijo de Dios», recalcó.

El gran misterio de la Cruz y de la muerte del Señor es que muere la Segunda Persona de la Trinidad, completa, encarnada. Ése es el misterio, alguien de Dios murió en la Cruz, no murió el Padre, no murió el Espíritu, pero sí el Hijo. Y por lo tanto, todo nuestro ser que ha sido acogido y vivido por Él, está penetrado de la misma capacidad de amar con la cual fuimos creados, a imagen y para ser semejantes a Dios. Jesús es el que nos hace semejantes a Dios a través de su entrega generosa, gratuita.

Cuando celebramos la Eucaristía, por lo tanto, rememoramos vivamente esa donación amorosa del cuerpo y el ser de Jesucristo.

Otro mensaje que escuchamos en la institución de la Eucaristía se da cuando Jesús toma en sus manos la copa, pronuncia la acción de gracias y la comparte con sus discípulos: ‘Este es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos’, dice el Señor.

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – leer transcripción.

¿Por qué es importante esto? A través de estas palabras, Jesús establece una alianza gratuita e incondicional que no se basa en sacrificios ni holocaustos, es una alianza que se da por amor de Dios a nosotros. «En todas las religiones la gente ofrece sacrificios a Dios para que ‘calme su ira’. Y entonces nos apuramos todos a construir una salvación con nuestras fuerzas porque es la forma religiosa de reaccionar del ser humano ante todos los acontecimientos de la naturaleza a los cuales los endiosa. Y si en Jerusalén se ofrecía el sacrificio de la carne de machos cabríos, holocaustos y sacrificios enormes, es porque se temía a Dios y no habían entendido que ya Dios Amor se había manifestado desde Moisés, dando el pan ázimo como alimento para caminar, que es el signo de su amor gratuito», explicó Monseñor Castillo.

Estamos, entonces, en la inauguración y en la ostentación pública del don gratuito del amor de Dios realizado por el don de Jesús, para que todo el mundo se convierta en un don a través de los discípulos, testigos del don, lo cual quiere decir que es un don para ayudar a las personas, para ir a lo profundo de lo que les pasa.

El Arzobispo de Lima afirmó que la fe cristiana nos debe incentivar a recordar el don que somos y el don que hemos recibido por parte de Jesús, quien estando en condiciones sumamente adversas y pudiendo hacer alarde de su categoría de Dios, decidió confiar en la suscitación del Espíritu profundo del Padre para comprender la realidad y vivirla de otro modo: «Jesús, captando la situación difícil en medio de la adversidad, va a lo más profundo de su ser como Hijo y capta la necesidad que tienen sus discípulos de encontrar un norte y ver la necesidad de su pueblo, todo dividido, dominado por los romanos. Jesús decide que es mejor obedecer gratuitamente al Espíritu y donarse sin poner condición. Y entonces resulta un don y una esperanza para la humanidad», acotó.

Para cambiar las grandes situaciones históricas difíciles se necesita paciencia y aliento a que el Espíritu vaya ganando a la gente. El Pastor siente, aprende a sentir el camino invisible del Espíritu en sus ovejas y va captando por dónde va la gente.

«Por eso la fe cristiana aguanta, es la religión del aguante, del aguante del Otro – aseguró Monseñor Castillo – Y nosotros como pastores estamos llamados a seguir ese mismo camino».

«Que al caminar hoy día, en los patios del Seminario Santo Toribio, así como caminó Toribio por las montañas, por todo el norte y parte del sur, tengamos nosotros la capacidad de salir como pastores a visitar a nuestra gente, a mostrarle el Cuerpo del Señor en nuestro propio cuerpo», reflexionó el Arzobispo al término de su homilía.

En la Fiesta de la Santísima Trinidad, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo, recordó que nuestro Dios no es un Dios solitario sino solidario, es una familia que se ama y se integra eternamente. Y por eso, la Iglesia está llamada a educar en el amor sin imponerse ni acentuar las contradicciones, ayudándonos a salir airosos, porque somos hermanos, pero especialmente, somos hermanos peruanos y peruanas.

La Celebración Eucarística de este domingo 30 de mayo fue ofrecida en especial intención por las víctimas de la Matanza en San Miguel del Ene, distrito de Junín: «Dios bendiga a todos los peruanos para que juntos podamos superar momentos aciagos como la tragedia que hemos vivido hace unos días. Todo el sistema de vida tiene que reformarse para que seamos hermanos. Y qué mejor manera de celebrar nuestro Bicentenario que hermanados todos con el país que el Papa, citando las palabras de José María Arguedas, definió: ‘el país de todas las sangres'», expresó en su homilía. (leer transcripción).

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – leer transcripción.

Monseñor Castillo inició su homilía citando a San Agustín: ‘Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará siempre inquieto hasta que no descanse en ti’. Una frase que nos ayuda a comprender el Dios del que venimos y al cual vamos, dijo el prelado: «es el Dios que nos envuelve en su amor, que nos envió a Jesucristo para contarnos que todos tenemos a Dios ya presente en nuestro ser y que Él vino a despertar para que creciera en nosotros nuestra fe, nuestra capacidad de acoger el don del amor y del Espíritu que nos hace hijos y nos hace clamar: ‘Abbá’, ‘papá’, ‘papito’. Y así, llamándole ‘papito’ a Dios, establecemos en nuestra vida una confianza que nos permite siempre estar acompañados, construir y vivir la hermandad entre nosotros», agregó.

Si el Señor nos ha hecho para Él, como dice San Agustín, en nosotros hay depositada una capacidad de amar, entender y comprender, que cuando vemos la realidad nos dejamos interpelar por ella, porque escuchamos al Otro, no le imponemos las cosas.

Por nuestros hermanos de Vizcatán.

En otro momento, el Arzobispo de Lima se pronunció sobre la reciente tragedia que enlutó a nuestro país: el asesinato de 16 hermanos en San Miguel del Ene, incluyendo adolescentes y niños: «unidos a todo el país hemos querido celebrar hoy día esta Santa Misa por las víctimas de Vizcatán porque son nuestros hermanos, son peruanos como nosotros que han sido considerados por ese grupo de terroristas narcotraficantes como si fueran ‘cosas’, como si pudiera quemarse sus vidas, incluso la de los niños. Esas crueldades también existen en nuestro país, y el Señor que nos asiste con su paternidad y nos hace hijos, nos llama a considerarlos siempre hermanos, así vivan en las tierras más alejadas y en las situaciones más agrestes y difíciles», recalcó el Obispo.

El Primado del Perú hizo un fuerte llamado a dejar de lado las diferencias y prejuicios que solo tensan nuestra vida y no permiten comprender lo bueno del Otro: «Podrá ser alguien de la ideología que sea, podrá tener el partido político que quiera, pero no podemos destruir la hermandad porque todos somos peruanos y hermanos, debemos intentar ver lo mejor en el Otro. Como dice el Salmo 32: ‘Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempos de hambre’. Y nosotros necesitamos ojos ‘que escuchen’, especialmente a las personas cuyas vidas están llenas de muerte, a las personas que sufren hambre y miseria».

Estamos llamados a escuchar los clamores de la gente en las provincias, en los pueblos, porque nuestro pueblo sufre, necesita ayuda. Y a veces en Lima, como creemos tenerlo todo, no escuchamos, miramos pero no escuchamos.

Carlos Castillo reiteró que el Señor nos invita a que salgamos como discípulos a todos los pueblos: «no solamente a mi ciudad, a mi Lima o a mi pueblito, sino a todos los pueblos, para que todos puedan ser sumergidos. Eso es lo que significa bautizarse: sumergirse, zambullirse en el amor de Dios, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, empaparnos de Dios, empaparnos de su amor, flotar, nadar en Dios. Y ese Dios que nos ama y que se fija en los humildes y los pequeños, nos enseña a guardar, a través del Bautismo y del anuncio del Evangelio, el mandamiento del amor solidario».

La Iglesia está para educar en el amor, no para imponerse o acentuar las contradicciones.

A puertas de los comicios electorales, Monseñor Castillo explicó que es necesario un compromiso hondo para apoyar y desarrollar el bien común para recoger lo mejor de todos, independientemente de quién sea elegido: «iniciemos esta semana de reflexión de manera consciente y responsable, en donde la Iglesia lo único que tiene que hacer es llamar a lo profundo de la unidad entre todos los peruanos, para que cada uno elija con la libertad de su conciencia lo que sea mejor».

La Iglesia no dice por quién hay que votar, porque hay cristianos en todas partes, en todos los pensamientos, en todas las tendencias. La Iglesia está para educar en el amor sabiendo que tenemos contradicciones, ayudándonos a salir airosos, porque somos hermanos, pero especialmente, somos hermanos peruanos y peruanas.

El Obispo de Lima pidió que cese la polarización en nuestro país y se aliente a la inclusión: «si todos somos hermanos nadie sobra, por más que piense lo que piense, todos somos hermanos y en este país nuestro nadie está de sobra, todos somos necesarios. Por eso es preferible comprender lo bueno del Otro para rescatarlo y llamarlo a la unidad».

«Ya decía San Ireneo: ‘la gloria de Dios es el hombre viviente, es el ser humano viviente’. La gloria verdadera plena de Dios está en que el ser humano viva dentro de Él. Y decía Monseñor Romero: ‘la gloria de Dios es el pobre viviente, el despreciado viviente, el maltratado viviente, el asesinado viviente’. Tenemos que reservar siempre, como un tesoro, lo bueno que el Otro puede decirme y ayudarme a comprender, para no botar el ‘agua sucia’ con el niño adentro'», reflexionó el Arzobispo.

En la Solemnidad de Pentecostés, el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, hizo un llamado a superar las ideologías, los prejuicios, los racismos y los maltratos que nos dividen entre peruanos: «El Espíritu Santo nos hace hermanos y nos permite comprender lo mejor de cada uno para construir unitariamente la vida, tanto en nuestro país como en la Iglesia. Por eso les pido profundamente, especialmente a todos mis sacerdotes, que desechemos los ‘ismos’ y las agresiones, de un lado o de otro. Y más bien, amémonos como hermanos que para eso nos ha creado Dios». (leer homilía completa)

Transcripción de Homilía – Fiesta de Pentecostés

Al inicio de su homilía, el prelado explicó que Jesús ha querido entregarnos su Espíritu para ser testigos y anunciadores del Evangelio: «no solamente cumplidores de normas y mandamientos». Por eso, este es un día para «dejarse inspirar y aprender», para «realizar creativamente la voluntad de Dios».

Refiriéndose al Libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11), Monseñor Castillo afirmó que Jesús se manifiesta ante sus discípulos para que salgan del encerramiento en que se encontraban y se abran: «el ruido es el impulso mayor del envío dado por Jesús, que ha soplado sobre sus discípulos para que reciban la misión, la realicen, salgan del encerramiento, salgan para anunciar la Palabra», acotó.

En ese sentido, las palabras de Jesús, narradas por Juan (20,19-23), esconden un gran significado: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengan, les quedan retenidos’, dice el Evangelio. Ante esto, el Arzobispo aclaró que la retención también es una manera de perdonar y educar, de manera tal que la Palabra penetre en la persona para hacerla recapacitar:

Si uno va con una actitud de condena, de destrucción, de agresión, de insulto, de prejuicio, la persona queda paralizada, no cambia y no mejora.

El viento que sopla fuerte sobre los discípulos y los hace hablar en lenguas de fuego, representa el fuego de amor de Dios que nos calienta, nos ayuda, nos alienta y crea un clima para cambiar, para sentirnos amados y para amar. Así lo señaló Carlos Castillo: «ese es el fuego que crea la posibilidad de la Palabra de los discípulos que penetra todas las lenguas. No es que los discípulos eran expertos y aprendieron de un momento a otro, como magia, a hablar todas las lenguas. A eso le llamamos el lenguaje del amor, porque a pesar de nuestro pecado, las palabras que vienen de Jesús son palabras de vida, de un amor que se irradia más allá de nuestras propias palabras».

Toda la Iglesia, no solamente los sacerdotes, los laicos, las personas… todos podemos ser transmisores de la Palabra de aliento, de amor y de amistad, que el Señor nos invita a tener. Porque la humanidad vive multiplicada en diversidades, y esas diversidades no son contradictorias, sino que son complementarias.

El Arzobispo de Lima reiteró que debemos asumir la misión de superar las ideologías, los prejuicios, los racismos, maltratos e injusticias, que nos separan: «la Iglesia está para hacer lo que Jesús hizo con sus discípulos: ‘Paz a ustedes’. Y no es la paz de los cementerios, no es la paz de la quietud estancada, es la paz que ‘no nos deja en paz’, que estamos siempre en movimiento para construirla juntos, compartirla, movilizarnos para hacer algo positivo para los demás».

A veces tratamos a la persona por la ‘chapa’ que le hemos puesto, no por el ser que esa persona tiene, que es su dignidad. Y necesitamos reconocer nuestras dignidades mutuamente.

Antes de concluir, Monseñor Castillo citó las palabras del Santo Padre en la homilía de la Fiesta de Pentecostés:

«Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito – que significa el consolador, el abogado – impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en oposición, y por eso la convierte en ideologías. Hay que decir “no” a las ideologías y “sí” al todo».

El Obispo de Lima se sumó al llamado del Papa Francisco a dar este paso decisivo en nuestra vida espiritual, colocando a «Dios antes que tu Yo», acogiendo humildemente al Señor y dejándonos guiar por el Espíritu que nos conduce.

«El Paráclito afirma el primado de la gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo. Esto vale también para la Iglesia. No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto. Los “ismos” son ideologías que dividen, que separan. La Iglesia no es una organización humana ―es humana, pero no es sólo una organización humana―, la Iglesia es el templo del Espíritu Santo.  Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción, con la gratuidad de la unción de la gracia, con la fuerza de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza cautivadora de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!» – Ha dicho el Santo Padre

El Primado del Perú exhortó a que seamos capaces de aprender que, a pesar de nuestras debilidades y dificultades, podemos vivir un camino esperanzador para nuestro país con la fuerza especial del Espíritu Santo: «Él nos hace hermanos y nos permite comprender lo mejor de cada uno para construir unitariamente la vida, tanto en nuestro país como en la Iglesia. Por eso les pido profundamente, especialmente a todos mis sacerdotes, que desechemos los ‘ismos’ y las agresiones, de un lado o de otro. Y más bien, amémonos como hermanos que para eso nos ha creado Dios».

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, reflexionó sobre la importancia de construir una Iglesia participativa, misionera y en salida, capaz de ayudarnos e inspirarnos a crear un mundo participativo que escuche los clamores, los deseos y las necesidades de la gente: «A veces hay que mirar al cielo, mirar al Sagrario, orar y estar en momentos especiales de recogimiento, pero no para quedarnos ahí. No somos católicos de sacristía, somos católicos, somos cristianos universales que entran en relación personal y social con los demás y reconstruyen los lazos destruidos de la humanidad y de nuestro país», dijo en la homilía de este VII Domingo de Pascua (leer homilía completa).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos.

En el día que celebramos la Fiesta de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, Monseñor Castillo recordó que Jesús incorpora como principio a toda la humanidad en la vida plena de Dios: «y por lo tanto, nos señala nuestro destino, que es gozar plenamente como seres humanos resucitados como Él de la gloria de Dios, para que todo el mundo creado, participando de esa gloria, pueda ser el reino prometido», agregó el prelado.

Comentando el Evangelio de Juan (17, 11-19), el Arzobispo destacó los signos palpables que tuvo el Señor durante los 40 días previos a su Ascensión para explicarle a sus discípulos acerca del Reino de Dios: «40 días es una cifra de crisis humana, de crisis espiritual, en donde no se sabe qué hacer, en donde se siente desesperación y no se sabe qué cosa hacer en concreto que pueda solucionar los problemas. En medio de los 40 días significa en medio de su crisis y de sus problemas, significa que Dios reina en la vida de Israel en medio de sus problemas», acotó.

¿Y qué cosa les anuncia el Señor? Que serán bautizados en el Espíritu para que ellos también anuncien el Evangelio. Jesús ve las cosas con mucha mayor profundidad y entiende que los problemas básicos de toda humanidad, sobre todo cuando se está en una crisis, es nutrirse del Espíritu de Dios.

Todos los católicos, todos los cristianos, los creyentes en Cristo en nuestro país, estamos llamados en este momento tan difícil a ser testigos del amor de Dios. Y ser testigos significa tener sensibilidad profunda, no solamente para ayudar al hermano concreto que necesita, sino también ayudar a todo el país que clama en el dolor por la marginación, la pobreza, el hambre, la falta de trabajo, la desesperación. El cristiano es una persona dinámica que, gracias al amor del Señor, permanece siendo fiel cada vez y aprendiendo a ser fiel.

«Hoy día el texto nos muestra que los discípulos estaban ‘plantados’ mirando al Señor y quedándose ahí petrificados, esclerotizados, fijados. Y aparecen dos hombres vestidos de blanco – que suponemos que tienen el nombre de Ángeles – y les dicen: “Galileos ¿Qué hacen allí, plantados mirando al cielo?”. Esto es sumamente importante porque, a veces pensamos que ser cristiano es solamente rezar. También es rezar, es mirar al cielo, es abrir el corazón al Señor, pero no solo eso, sino que hay que recibir el Espíritu. Uno mira y reza para recibir el Espíritu que le permite transformar su vida en una vida de amor para ser misionero», explicó Carlos Castillo.

Tenemos que ponernos de acuerdo y todos tenemos que participar. Ésa Iglesia participativa también debe ayudarnos a todos a inspirar un mundo participativo, en donde tengamos capacidad de escuchar los clamores, los deseos, las necesidades de la gente.

«Hoy día también, inspirados en ese texto, vamos a pedirle al Señor que ese Bautismo que hemos recibido todos en su mayoría y los que vendrán también en el Espíritu Santo, nos haga personas sensibles al amor de Dios en estas circunstancias y en todos los niveles: personal, familiar, barrial, social, y también en la política; de tal manera que en todos los niveles, con la inspiración del Señor, veamos lo más adecuado y justo, y sepamos actuar con sabiduría, con inteligencia, porque estamos llamados a un cristianismo con una inteligencia que brota del saber. Y el saber no es una cuestión solamente intelectual, ‘saber’ viene de sabor, y a veces, en este catolicismo anquilosado, estancado, petrificado, a veces hemos perdido el sabor», meditó el Arzobispo.

Antes de finalizar, Monseñor Castillo afirmó que Jesús no fue al cielo para desentenderse de nuestros problemas, sino para que, amándose con el Padre, pueda irradiar su amor a la humanidad. Y para explicar esto, recordó una imagen de La Trinidad que permanece en la Iglesia San Lázaro del Rímac:

«En la Iglesia de San Lázaro, de la cual fui párroco, hay una imagen de la Trinidad que no he encontrado en ninguna otra parte, en donde Jesús está sentado a la derecha del Padre, pero no sentado como el rey y su príncipe, sino están abrazándose, el Padre y el Hijo. Está sentado a la derecha, pero están sentados abrazándose, es decir, como signo de amor. Y de donde nace el Espíritu Santo que, luego, va bajar a nosotros. Es un cielo que permanece abierto y que permite, entonces, que la comunicación entre Dios y los seres humanos se dé fluidamente», resaltó el Obispo de Lima.

El Arzobispo de Lima reiteró que toda la humanidad está llamada a nutrirse del Espíritu de Jesús y seguir el mismo camino: «y quien todavía no cree, como dice en el Evangelio, de repente se condene, pero el Señor lo seguirá buscando para que pueda convertirse en el amor, cosa accesible a todo ser humano y posible para todos».

En el VI Domingo de Pascua, día en que también celebramos y recordamos a nuestras madres peruanas, el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, hizo un contundente llamado a superar un catolicismo individualista que sólo piensa en sí mismo, en salvar su alma y es indiferente a la realidad, denigrando a todo aquel que no comparta el mismo pensamiento:

«Estamos llamados a entrar en el amor y escuchar los clamores de quien sufre, unirnos a él, tratar de comprender por qué suceden las cosas y no satanizar a nadie ni tampoco desearle la muerte. Dios no es terror, Dios no es miedo, Dios no es venganza, Dios no es juicio y dureza. Dios es un amor gratuito, generoso y generador de vida», reflexionó durante su homilía (leer transcripción).

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – Transcripción

Refiriéndose al Evangelio de Juan (15, 9-17), que nos llama a amarnos los unos a los otros como el Señor nos ha amado, el Arzobispo Castillo recordó que Dios se ha revelado a través del amor, a través de su Hijo: «se emplea la palabra ‘mandamiento’ porque en la religión hebrea todo se hacía por medio de los mandamientos, pero aquí se trata de un mandamiento nuevo que, además de ser una orden, es un principio de vida, porque nos revela que nosotros por ser amados por Jesús, también somos Hijos de Dios desde la creación de nuestro ser», explicó.

«La humanidad es una ‘humanidad hija‘ – prosiguió Monseñor Carlos – lo más precioso que tiene la fe cristiana es que anuncia a las religiones del mundo y a toda la humanidad que Dios no es terror, Dios no es miedo, Dios no es venganza, Dios no es juicio y dureza. Dios es un amor gratuito, generoso y generador de vida. Gratuito porque no nos cobra por amarnos. Generoso porque es abundante, y además, Generador de vida, porque nos lo da a nosotros, para que nosotros también amemos como Él nos ama», acotó.

Escuchar los clamores de quien sufre sin ‘satanizar’ a nadie.

El Obispo de Lima señaló que la revelación de este nuevo mandamiento nos coloca como personas generadoras: «todos hemos nacido para generar vida, para tratarnos como hermanos, para no condenarnos mutuamente, para no juzgarnos sino para apreciarnos. Y todos sabemos que el Señor nos ama a todos porque Él ama como el Padre lo amó, y por lo tanto, todos somos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros».

Si cuando el niño se porta mal le decimos: ‘te mato’ – a veces, hay exageraciones del lenguaje, que nos hace decir cosas inapropiadas – eso destruye las relaciones por la costumbre de una sociedad en donde nos hemos tratado como siervos y como patrones. Y justamente eso es lo que viene a superar Jesús. Y una cosa seria es que no se note en nuestro cristianismo.

Parafraseando a César Delgado Barreto, Monseñor Carlos Castillo exhortó a que podamos superar ese tipo de catolicismo individualista que vive de espaldas a las periferias: «tenemos un catolicismo individualista que sólo quiere salvar su alma y que es indiferente a la realidad, y que en función de salvar su alma, solo piensa en sí mismo y, entonces, denigra contra todo aquel que no piense como él. Ese catolicismo tenemos que superar», precisó.

Estamos llamados a entrar en el amor y escuchar los clamores de quien sufre, unirnos a él, tratar de comprender por qué suceden las cosas y no satanizar a nadie ni tampoco desearle la muerte, que son cosas muy graves en el lenguaje nuestro y que pueden llevar al encono mayor y a la destrucción. Cuidemos no solamente nuestras expresiones, sino nuestras actitudes.

Carlos Castillo aclaró también que la amistad y la fraternidad no son sinónimos de ‘amigotes’ que arreglan las cosas debajo de la mesa: «tratémonos como amigos verdaderos, que significa decirnos las cosas y ayudarnos a corregirnos mutuamente, porque todos somos peruanos, todos somos hermanos – fratelli tutti como dice  el Santo Padre – y especialmente esto lo queremos reconocer en las madres que experimentan cómo es el Padre celestial, porque ellas mismas llevan en su ser a los hijos».

Hoy día que estamos todos frágiles, el Señor desarrolla mucho más su capacidad maternal con nosotros. Y justamente han sido las mamás, en estos dos años de Pandemia, que se han unido para poder dar de comer a sus hijos, para salvarlos de las situaciones difíciles.

El Monseñor Carlos también aseguró que, en medio de esta tragedia, está nuestro pueblo aprendiendo a amar: «como católicos debemos formar parte de esta gran corriente de amor que está surgiendo. Por eso, pedimos a Dios que nos ayude en ese camino y sigamos unidos al camino de las mamás para resucitar y tener vida, vida plena», finalizó.

En el Domingo V de Pascua, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, hizo un llamado a vivir un cristianismo capaz de superar la esterilidad para generar vida, lazos humanos, personas dignas y felices que inunden de felicidad a la humanidad: «Es necesario que, en el proceso de la vida de una persona, de una comunidad, de una familia, de un barrio, de una región o de un país, nos ayudemos mutuamente a arrancar aquellos frutos o aquellas ramas que no permiten la fecundidad(…) Y uno de los grandes problemas que tenemos, inclusive en la Iglesia, es el veneno de la esterilidad, de una Iglesia rutinaria que solamente repite las cosas, que no sabe vivir los acontecimientos de la historia, vivir y caminar con la historia», reflexionó. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Comentando el Evangelio de Juan (15, 1-8), que narra la Parábola de la vid y las ramas, el Arzobispo indicó que el Señor nos prepara hacia la Pascua de Pentecostés comparándose con la imagen de la vid para alentarnos a comprender el camino de la resurrección y de la vida: «la vid es una planta, una enredadera con ramitas pequeñas que se llaman sarmientos. Para que un sarmiento dé fruto, necesita estar muy atada a todo el tronco y a toda la enredadera, porque de lo contrario, no le llega la savia del alimento que viene de la tierra, del agua y de la raíz», explicó.

Por eso decimos que Jesús es la vid, porque viene a traernos el ‘vino nuevo’ que alegra el corazón: «Dios vino para hacernos alegres, y para que en esa alegría aprendamos, reuniéndonos, la fuerza de la alegría, gozar plenamente de la fecundidad y de la abundancia», señaló Monseñor Carlos.

El objetivo de esta Parábola es ayudarnos a todos a comprender que ser cristiano no es ser una persona estéril, encerrada en sí misma, que se ahorra la comunicación y el fruto. Ser cristiano es superar la esterilidad con la fecundidad, generar vida, lazos humanos, relaciones, personas dignas, personas felices, inundar de felicidad a la humanidad.

Al recurrir a la imagen de la vid, Jesús también quiere explicarnos la importancia de los cuidados y los procesos que se tienen para que toda planta dé buenos frutos: «lo que quiere Jesús transmitirnos es el cuidado del Padre, ese cuidado sencillo que lo tenemos todos cuando nacemos, cuando nuestras madres nos acompañan, nos ‘apapachan’, nos reciben con alegría, nos ponen un nombre y hacen que seamos personas dignas, bellas, alegres, esperanzadas desde niños. Y que se puede interrumpir por el descuido, por la trivialidad, por la esterilidad de una vida encerrada en sí misma», manifestó el prelado.

Es necesario que, en el proceso de la vida de una persona, de una comunidad, de una familia, de un barrio, de una región o de un país, nos ayudemos mutuamente a arrancar aquellos frutos o aquellas ramas que no permiten la fecundidad.

Y para que seamos fecundos, Jesús nos pide que permanezcamos en Él, aseguró Carlos Castillo: «más que una orden, es una petición, es una recomendación profunda, un llamado profundo. A veces pensamos que Jesús es una especie de dictador que manda siempre las cosas. Jesús siempre sugiere algo que es para beneficio nuestro, y nos inspira por eso, porque en vez de mandar, Él se coloca en la misma actitud del Padre que cuida y que hace recomendaciones y consejos. Y el más grande consejo es: ‘permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes'».

Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Jesús, que viene a mostrarnos cuál es esa semejanza que podemos tener con Dios: el permanecer en el amor, atentos a desarrollar toda la capacidad de amar que tenemos.

El Arzobispo de Lima reiteró que Jesús nos invita a ahondar en las personas, a entrar en un camino de meditación para no hacer las cosas apuradas y derrochar esterilidad: «solamente la trivialidad, el no ahondar en Jesús, o el no ahondar también por parte de personas que no son tan creyentes, nos enferma. No se trata de ofrecer o hacer más cosas, sino hacer lo profundo que nos lleva a ser felices. Y es necesario que nos corrijamos, que el Señor nos ‘pode’ de las superficialidades, de las ligerezas, y sobre todo, de la frivolidad con que hemos tratado a nuestro país en este tiempo», precisó.

No hay desesperación que no pueda ser calmada por la meditación honda de lo que el Señor nos quiere revelar, el amor que todos llevamos dentro y que podemos realizar porque venimos de Él.

En ese sentido, Monseñor Castillo dijo que la preocupación de Jesús por la fecundidad se dirige al mundo y a la Iglesia: «no a un mundo estéril que lo único que hace es producir cosas en serie, eso puede ser interesante y útil, pero no estamos para producir, estamos para generar vida. Y eso requiere de parte de todos nosotros, convencernos de que, si la vida la vivimos infecundamente, estérilmente, no estamos siendo humanos ni tampoco cristianos. Y uno de los grandes problemas que tenemos, inclusive en la Iglesia, es el veneno de la esterilidad, de una Iglesia rutinaria que solamente repite las cosas, que no sabe vivir los acontecimientos de la historia y vivir y caminar con la historia», acotó.

Qué difícil es afirmar la generatividad en medio de tanta muerte y tanta destrucción, pero es posible hacerla porque la humanidad está necesitada de la fraternidad universal, de que seamos todos hermanos y entremos todos en el amor.

Por último, el Primado del Perú exhortó a que nos dejemos inspirar por el Señor para aprender juntos a salir de la superficialidad y de la frivolidad en la cual nos encontramos. También reconoció el rol fundamental de la ciencia en este tiempo de Pandemia:

«Tenemos en nuestras manos la posibilidad de ser fecundos y de hacer que un momento aciago se convierta en una gran oportunidad de vida para todos. Por eso, les quiero pedir a todos que vayamos a vacunarnos, no renunciemos a eso, la ciencia es importante, la ciencia ha hecho una labor fecunda e importantísima para ayudar a la gente. ¡Aprovechémosla! No le rehuyamos a una tarea necesaria para sanar. Y que así, en pronto tiempo, podamos empezar un nuevo camino para la humanidad», aseveró el Arzobispo.

Comentando el Evangelio de Juan (10, 11-18) que narra la Parábola del Buen Pastor, Monseñor Castillo recordó que nuestra misión como Iglesia y como Pueblo es que aprendamos a ser pastores los unos de los otros, especialmente todos aquellos que ocupan una responsabilidad como cristianos en el mundo: «todos los que cumplimos la misión de realizar la vocación pastoral, tenemos que seguir al Buen Pastor Jesús, que dio su vida y la da permanentemente por todos nosotros, por toda la humanidad, por todo su pueblo», comentó (leer homilía completa).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo

El Obispo de Lima indicó que estamos llamados a seguir el camino del Buen Pastor, con mayor razón ahora que una nueva Pandemia nos aflige y nos interpela a ser más solidarios con los que menos tienen: «les agradecemos a todos la labor pastoral que estamos haciendo cuando nos unimos, como en esta nueva campaña ‘Perú da la mano’ que hemos iniciado y que ha tenido un eco muy grande en ustedes. Eso es lo que sentimos en ese tiempo, que estamos todos como Iglesia y como pueblo, aprendiendo a ser pastores los unos de los otros».

Hemos de ser un Pueblo de Pastores al servicio del pueblo peruano. Y eso es lo que necesitamos, sobre todo, para los tiempos que probablemente vendrán y que van a ser muy difíciles.

Pastores como Santo Toribio de Mogrovejo, a quien celebramos en el Perú este 27 de abril, nos enseñan la importancia de vivir cercanos a la gente en los tiempos de mayor incertidumbre y enfermedad, así lo reconoció el Arzobispo:

«Toribio no se quedó en su sillón, en la Catedral o en la Plaza de Armas, él salió a buscar a los pueblos indígenas para conocerlos, y con ellos desarrolló su labor pastoral de una manera impresionantemente dedicada, sensible, viviendo en situaciones adversas, de tal manera que hasta hoy se tiene la huella de Toribio en lugares tan alejados como Chachapoyas, como las serranías de Huaraz, como nuestros pueblos cercanos de la sierra y hasta en la selva», manifestó el prelado.

Inspirados en el Buen Pastor para construir una república participativa.

Santo Toribio también tuvo que afrontar la Pandemia de su época con una creatividad enorme, contó Monseñor Castillo: «cuando visitaba a los pueblos, iba recogiendo las demandas y las exigencias de la gente, e hizo muchísimos archivos y demandas que ellos tenían, las colocó en legajos y las tramitó en la corona para que se resolvieran los problemas. De ahí que muchas de las comunidades actuales tienen sus títulos de propiedad firmados por el propio rey. Y así, supo siempre defender los derechos de las personas marginadas, lejanas, esas ovejas que están lejanas y que deben formar parte de un solo rebaño y un solo Pastor», afirmó.

Carlos Castillo explicó que las situaciones difíciles y de emergencia son una oportunidad para que juntos, como una república participativa, pensemos en el bien común, ayudándonos mutuamente a construirnos como personas responsables: «No es una cuestión de que algunos dirijan todo y nosotros nos olvidemos de nuestra participación. El Papa Juan Pablo II decía que la Iglesia aprecia la democracia. Y la aprecia por dos motivos: porque recambia a los dirigentes y porque es posible ser controlada por el pueblo, por la gente», reflexionó.

Les pedimos a todos que, siguiendo el camino de Toribio, siguiendo el camino del Buen Pastor, conozcamos más nuestra realidad y decidamos juntos un tipo de relación nueva, en donde nuestra participación sea decisiva para la determinación de las decisiones.

En ese sentido, la vida de Toribio de Mogrovejo nos debe inspirar a actuar como él lo hizo: buscando a la gente para ver qué cosas decían, saber qué necesidades tenían y cómo se organizaban para el resurgimiento de la población peruana: «si hoy día tenemos otra vez una población indígena que ha crecido en nuestras provincias y que demanda muchas cosas, es porque Toribio tuvo el cuidado para que ellos se pudieran regenerar y renacer», subrayó Monseñor Carlos.

De nosotros, organizados, asociados, discutiendo, conversando y decidiendo juntos, depende nuestro futuro. Sea quien venga a dirigir nuestro país, lo importante es que nosotros podamos orientar los procesos desde la base de la sociedad.

El Arzobispo de Lima insistió en que el progreso de una sociedad no puede darse a costa de la destrucción de la vida de muchos, algo que se ha evidenciado y acentuado en esta Pandemia: «la petición que les hago como Pastor de nuestra Iglesia es que nos ayudemos mutuamente a organizarnos mejor, a vincularnos, a restablecer los lazos humanos, sociales, inclusive políticos, en sentido amplio, después veremos y siempre respetaremos la decisión que ustedes tomen. Porque la Iglesia no está para decirles voten por uno o por otro, la Iglesia está para que veamos el bien común de la sociedad».

«Que este lema del Señor: “Habrá un solo rebaño y un solo Pastor”, se pueda cumplir en nuestro país, y así podamos superar el tiempo de asalariados que tienen muchos dirigentes de nuestro país y en la propia Iglesia. No asalariados, sino pastores, y pastores que den la vida por sus ovejas, que den posibilidad nueva a esta Patria que amamos con todos los sectores, especialmente los más marginados, los que están lejos, los que el Señor quiere acercar», dijo Monseñor Castillo como reflexión final.

Santo Toribio de Mogrovejo.
Central telefónica
(511)2037700