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Las madres de la olla común ‘El Mana’, en el distrito Chorrillos, hicieron una pausa a sus actividades diarias para participar del Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Y después de registrar sus opiniones en la plataforma virtual habilitada por el CELAM, ellas tienen algo qué decirnos…

Estela Vargas es una joven laica que participa como agente pastoral de la Parroquia Cristo Misionero del Padre. Entre sus principales actividades, ella recorre los puntos de mayor necesidad para acompañar en la organización de las ollas comunes de su distrito.

Fue así que llegó al Asentamiento Humano San Genaro 2, en Chorrillos, donde un grupo de madres fundó la olla común ‘El Mana’, que alimenta a decenas de familias que perdieron el trabajo a causa de la Pandemia.

Al término de su jornada matutina, Estela invitó a la comunidad de madres a participar del Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, próxima a celebrarse en la Ciudad de México en el mes de noviembre.

Después de registrar su opinión en la plataforma virtual habilitada por el CELAM, Martha Montoya, Socia de la olla común ‘El Mana’, indicó que no hay excusas para participar porque ahora contamos con celulares y tablets que facilitan a la población a dar su opinión y expresar lo que cada comunidad necesita: «Los invitamos a participar y a dar sus opiniones porque eso enriquece a nuestra Iglesia, para que nos conozcan más y poder saber qué es lo que realmente necesitamos material y espiritualmente», añadió.

Madres de la olla común ‘El Mana’ – Chorrillos.

Por su parte Estela Vargas aseguró que la Iglesia debe continuar trabajando en su misión de escuchar las distintas realidades de los pueblos: «tenemos muchas cosas qué decir y agradecer a la Iglesia por acompañarnos en este camino», expresó.

Como bien nos recuerda Estela, todos estamos invitados a participar del Proceso de Escucha, desde nuestro hogar, en nuestros grupos parroquiales o comunidades barriales.

Conoce aquí cómo participar en el Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe

Desde la Parroquia Natividad de María, en el distrito del Rímac, Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística en memoria de nuestro querido hermano Miguel Ángel Simón Manrique, a un año de su partida a la Casa del Padre.

En su homilía, el Arzobispo de Lima recordó los inicios del Padre Miguel en el seminario, en época del Cardenal Augusto Vargas Alzamora: «organizábamos con los seminaristas unos encuentros juveniles a partir del año 96 del siglo pasado. Miguel siempre se dispuso a estar muy cercano a la gente y se formó, justamente, para aceptar ir a los lugares más lejanos», expresó el prelado.

El Padre Miguel Ángel, recordado en la comunidad rimense por su compromiso con los más pobres, trabajó incansablemente por hacer de la Parroquia Natividad de María una ‘partecita del cielo’, como decía Santa Rosa de Lima, así lo manifestó Monseñor Carlos: «eso es lo que uno siente cada vez que viene aquí, estar en una partecita del cielo en la tierra, como ocurre en todo nuestro Rímac, donde hemos aprendido a cultivar el ser un solo pueblo de hermanos diferentes que se aprecian y se quieren”.

En compañía de Monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, y el Párroco de la comunidad, Jean Lozano, el Arzobispo de Lima dijo sentirse dichoso de haber trabajado «tan cerca de un santo, un santo actual, viviente, como lo fue siempre en vida Miguel, inclusive ustedes recordarán imágenes de él en mangas de camisa que estaba ‘llenando techo’, ayudando en las construcciones del barrio como uno más. Por eso, lo más semejante que quiso hacer en su vida es ser como Jesús, porque llevaba a Jesús en su corazón y lo comunicaba siempre”, señaló.

De otro lado, Carlos Castillo remarcó que el Rímac es un distrito de todas las sangres: “somos un solo corazón y una sola alma. Y el testimonio en vida de Miguel debe iluminar nuestras vidas para que aprendamos a vivir en ese camino de igualdad, amistad y comprensión”.

Entre otros recuerdos, Monseñor Castillo recordó las palabras que le dijo el Padre Miguel al conocerse su nombramiento como Arzobispo de Lima: “Carlos, preocúpate de hacer una Iglesia que esté al servicio de la gente pobre y sencilla. También de los curas pobres que trabajamos ahí y preocúpate que la economía de la Iglesia de Lima esté a su servicio”.

En su preocupación por cada uno de nosotros, Miguel aprendió a ser un pastor muy especial, a ser como la gente desde la misma gente. Y tenía esa virtud de poner hasta las cosas más elementales al servicio de la comunidad. Un ejemplo de ello fue transformar los salones parroquiales en la maravilla de un colegio para que los chicos vengan a estudiar.

El Primado del Perú destacó las innumerables iniciativas que tuvo el Padre Miguel Ángel en favor de los más invisibilizados de nuestra sociedad: “Siempre estaba viendo cómo vamos a hacer con los niños, con la gente que duerme en la calle y abría posibilidades para todos, porque supo atender cada necesidad. Pensó en los distintos problemas, en los enfermos, se acercó a los pequeños, tenía esa capacidad de apertura para dejarse cuestionar y servir”.

Finalmente, nuestro Arzobispo hizo un llamado a tomar la vida del Padre Simón como un gesto de inspiración para trabajar en unidad por un mejor país, viviendo un espíritu sinodal, es decir, haciendo un camino juntos en el que todos participemos, escuchándonos, comprendiéndonos, repensando las cosas como lo hizo nuestro hermano Miguel.

“Les digo con toda sinceridad. Me he sentido muy impotente y a la vez lleno de esperanza, porque mi hermano Miguel me ha mostrado el camino de cómo se puede ser obispo también. Y quisiera ser fiel a él, por eso, ayudémonos juntos a levantarnos de los errores. Dios bendiga a toda nuestra comunidad, a todo nuestro Rímac”, declaró emocionado Monseñor Castillo.

Continúa la participación en el Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, próxima a realizarse en México durante el mes de noviembre. En esta primera fase preparatoria, Perú se ubica como el primer país de la región con más registros en la plataforma de escucha habilitada por el CELAM.

En ese sentido, Monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, viene liderando el proceso de inscripción en la Arquidiócesis de Lima, que ha convocado a diferentes grupos humanos como agentes pastorales, comunidades parroquiales, docentes de colegios parroquiales, madres de las ollas comunes y jóvenes universitarios.

Nuestra Oficina de Prensa conversó con Monseñor Cornejo, quien ha hecho un llamado a «romper paradigmas para empezar con una nueva mentalidad, un tiempo nuevo en la Iglesia y una vida nueva». El Obispo Auxiliar ha reiterado la importancia de expresar nuestra opinión y buscar respuestas que nos lleven a un trabajo en comunión: «Vamos a poner mucha más fuerza hacia afuera para escuchar a todos, incluso escuchar a los no creyentes, porque es fácil trabajar de una manera elitista, exclusiva, pero nosotros queremos llegar a todos», ha dicho.

¿En qué consiste la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe? ¿Cuál es su importancia para nuestra Iglesia?

La Asamblea Eclesial es un tiempo de gracia en el cual podamos dialogar, compartir y convertirnos juntos, un tiempo para aprender los unos de los otros, no solamente en una jurisdicción o país, sino en toda nuestra América Latina y el Caribe.

Esta asamblea tiene una gran importancia porque nos va a ayudar a caminar y compartir juntos tres claves fundamentales: 1) la sinodalidad, caminar juntos y no aislados; 2) el proceso de escucha, que nos va a invitar a conocer la opinión que tienen nuestros miembros sobre nuestra Iglesia y cómo podemos salir adelante; 3) y la creatividad, todos somos discípulos misioneros en salida.

En ese sentido, la conversión personal y pastoral es muy importante en nuestra Iglesia. Este va a ser un proceso humilde donde van a recibir todos los informes de todos los países de nuestra Iglesia latinoamericana y El Caribe para sacar adelante una mejor pastoral, romper paradigmas, empezar con una nueva mentalidad, un tiempo nuevo, una vida nueva mejorando cada día.

¿En qué consiste esta primera etapa de Escucha en la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe?,

Este Proceso de Escucha consiste en responder las preguntas y poder escuchar lo que dice la Iglesia. Nuestros hermanos, las diversas comunidades, los distintos países, nos van a decir lo que piensan y sienten. Y  con esa humildad de saber escuchar, nos va a ayudar a crecer como Iglesia. Hoy más que nunca necesitamos escuchar y hacerlo de corazón.

Vamos a tratar de ser humildes y sencillos para saber escuchar lo que nos digan nuestros hermanos y arquidiócesis. Queremos remover la tierra para sacarla adelante y poder mejorar nuestra vida espiritual, humana, doctrinal, pastoral y espiritual.

Es muy importante que nos escuchemos. Muchas veces los que deberíamos escuchar hablamos demasiado y no escuchamos.

¿De qué manera nuestra Arquidiócesis de Lima está participando de este Proceso de Escucha?

En estos momentos, nuestra Arquidiócesis de Lima ha intentado escuchar y ha habido un tiempo de diálogo. Se realizó una Asamblea Sinodal Arquidiocesana en enero de 2020. Gracias a ese encuentro, todos los resultados obtenidos los vamos a colocar también como un trabajo realizado con mucho esfuerzo.

De igual manera, estamos realizando el Plan Pastoral en nuestra Arquidiócesis que va a guiar nuestro trabajo para realizarlo organizadamente, fomentando la escucha, la sinodalidad y la creatividad.

Entonces, sabiendo bien este proceso del Plan Pastoral, vamos a llegar más allá, hacia afuera, respetando y llegando de una manera muy prudente a nuestras parroquias. Además, vamos a trabajar mucho más hacia afuera en los colegios, las universidades, la pastoral juvenil, las hermandades, la pastoral social, las ollas comunes, CEAS, Cáritas. Vamos a llegar a los más humildes, a los pobres, a los que más sufren, a los que pasan muchas dificultades, a los que están enfermos, queremos llegar a todos en esta asamblea que, para nosotros, ya inició desde el verano del 2019.

Nosotros, en este Proceso de Escucha, queremos saber qué opina nuestra Iglesia, qué responde, qué nuevas sugerencias tienen, qué nos quieren decir, en qué estamos bien o mal.

¿Quiénes y cómo podemos participar del Proceso de Escucha?

Todos estamos invitados a participar, no sólo quienes participan en alguna Parroquia. Vamos a poner mucha más fuerza hacia afuera para escuchar a todos, incluso escuchar a los no creyentes, porque es fácil trabajar de una manera elitista, exclusiva, pero nosotros queremos llegar a todos. Todos tenemos que participar en este Proceso de Escucha, en este caminar juntos. Por eso, vamos a poner mucha fuerza en la comunicación y en la organización.

Queremos poner énfasis para trabajar con las diferentes secretarías a fin de llegar a nuestros hermanos, a las ollas comunes, a los colegios, a las universidades, al adulto mayor, a los enfermos, a los necesitados, a los pobres, los tristes, los marginados. Todos estamos invitados a este Proceso de Escucha, de sinodalidad y de ser creativos para un mejor encuentro de Dios.

¿Qué significado tiene para nuestra Iglesia esta Asamblea Eclesial?

Tiene un significado muy grande porque es un tiempo de gracia y de reflexión para cambiar y convertirnos. Necesitamos una Iglesia que salga ya de su letargo, que rompa los paradigmas y empiece de corazón. De repente, habrá momentos en que vamos a decirnos cosas fuertes. El Papa Francisco decía: “Yo prefiero una Iglesia que esté un poquito golpeadita, un poquito empolvada, porque ha habido mucho trabajo, a una Iglesia que está todo limpio, porque nunca va nadie, porque no hay nada”. Necesitamos una Iglesia comprometida en el nombre del Señor. Y por eso tiene un valor muy grande, porque al escuchar a nuestro pueblo se está escuchando también a los que han sido ofendidos y golpeados.

Todo este Proceso de Escucha nos va a enriquecer muchísimo, para no caminar aislados sino juntos, unidos como verdaderos hermanos.

En noviembre se realizará la reunión en México, allí se van a ver los resultados y el Papa Francisco junto a nuestra Iglesia se está moviendo, porque no queremos una Iglesia muerta, sino viva, una Iglesia que sea discípula, misionera, comunitaria, que tenga amor a la divinidad humana, que ame a los pobres, que tenga ese gran amor por los que más sufren y se esfuerce por la dignidad humana, por la naturaleza. Y que podamos convertirnos personal y pastoralmente.

Monseñor Musaró se desempeñó como Nuncio Apostólico en el Perú durante el periodo 2009-2011.

En la Misa y Te Deum por el Bicentenario de nuestra Independencia, destacó la presencia de Monseñor Bruno Musarò, enviado apostólico en representación de Su Santidad, el Papa Francisco, para asistir a la transmisión del mando presidencial.

Monseñor Musarò, quien actualmente se desempeña como Nuncio Apostólico en Costa Rica, expresó el saludo y agradecimiento del Santo Padre en esta fecha tan especial para nuestra Patria: «invoco abundantes bendiciones sobre usted, señor presidente Francisco Sagasti que deja el oficio de jefe del Estado sobre el nuevo presidente Pedro Castillo Terrones, sobre las autoridades de Gobierno, y sobre todo, por el pueblo peruano», comentó durante la tradicional Misa y Te Deum.

Bruno Musarò envío «abundantes bendiciones del Señor para que en esta nueva etapa sigamos adelante por los senderos de la justicia, de la solidaridad y de la paz para el bien común, para beneficio de toda esta noble nación».

La Celebración Eucarística por el 200º Aniversario Patrio también contó con la presencia de distinguidas autoridades eclesiásticas como: el Nuncio Apostólico en Perú, Monseñor Nicola Girasoli; el Arzobispo de Huancayo, Cardenal Pedro Barreto; el Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Miguel Cabrejos; y los Obispos Auxiliares de Lima.

Como se recuerda, en el Bicentenario de nuestra Independencia, el Arzobispo de Lima Carlos Castillo hizo un llamado a superar las “divisiones bipolares” y a dejar de lado “los dos absolutos simplificadores que más nos han afectado en estos 200 años de historia: la ambición desmedida de poder y de dinero”.

El Primado de la Iglesia peruana invocó al diálogo de las fuerzas políticas de nuestro país para afrontar la concreta realidad social: “Aprendamos a tener paciencia los unos con los otros, y a rectificarnos no sólo de nuestros errores, sino también de nuestros delitos”, dijo el Primado del Perú.

La Celebración Eucarística por el Bicentenario de nuestra Independencia contó con la presencia del Presidente de la República, Francisco Sagasti, así como las máximas autoridades de nuestro país.

La Misa y Te Deum fue presidida por el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo. Acudieron como concelebrantes: Monseñor Bruno Musaró, enviado apostólico en representación de Su Santidad, el Papa Francisco. También estuvo el Nuncio Apostólico en Perú, Monseñor Nicola Girasoli; el Arzobispo de Huancayo, Cardenal Pedro Barreto; el Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Miguel Cabrejos; y los Obispos Auxiliares de Lima.

A continuación compartimos la homilía de Monseñor Carlos Castillo, en el marco de la Tradicional Misa y Te Deum por el 200º Aniversario Patrio de nuestra Independencia.

Homilía de Misa y Te Deum

¿Celebrar?

Celebrar en medio de los prolongados días oscuros de la Pandemia que aún sufrimos, las dificultades económicas, la falta de empleo, y la tensión social y política que hemos vivido. Es venir a celebrar esta Eucaristía del Bicentenario como acción de gracias.

-Acción de gracias al Dios de Jacob por la Patria que nos ha dado.

-A los héroes y heroínas de nuestra historia, excepcionales, significativos, ejemplos, y de todos los días también, héroes cotidianos que siguen fortaleciendo nuestra identidad.

-Gracias a todos los gobernantes y dirigentes que atendieron al bien común de todos los peruanos.

-Gracias por fin, a todo nuestro pueblo que sufre, cree y espera en la promesa peruana.

También oramos hoy por todos los peruanos, sin exclusión de nadie, llamados todos a salir de nuestro mundo pequeño para para pedirle al Señor que nos abra y hermane. Todos sabemos nuestras responsabilidades y nuestros pecados, nuestras virtudes y defectos para con toda la nación. En esta oración por la Patria buscamos aliento y conversión.

¿Celebrar?

Para los cristianos celebrar no es arrebato pasajero, ni superficial, no es una formalidad, tampoco un tiempo para evadir y olvidar, ni recuerdo anecdótico. Celebrar es “memorial”, [1] es decir, participación en la viva actualización, en una nueva circunstancia de la misma realidad que nos generó y nos regenera: el misterio de Jesús como sacrificio de amor gratuito presente en la historia del Perú de cada época, y por tanto, hoy, inicio de nuestro tercer centenario independiente.

Sentimos más adecuado celebrar también así este Bicentenario, movidos por el Espíritu discreto y profundo, sutil y encantador, sencillo y escondido, y a la vez, revelador desde su discreción, como discreto es el Dios de Jacob que se revela cuando bendice a Jacob y al que cantamos en nuestro himno.

Dos mujeres celebran al Dios cumplidor de su promesa.

La celebración, por tanto, es un encuentro de alegría por un motivo fundamental: Isaías la ve en la luz que brilla al pueblo en su camino de oscuridad, y la compara con una cosecha, con un tesoro encontrado, con la liberación del yugo tirano.

En el Evangelio, María encuentra a Isabel y ambas celebran con cantos el compartir sus pequeñas, y sin embargo, grandes alegrías. Ellas, tocadas por el Espíritu de Dios, reconocen las semillas del cumplimiento de la promesa que Dios hizo a David, y que renueva la promesa a Abraham: la bendición mediante un niño salvador. Todavía no han visto toda la realización de la promesa, pero ya se alegran por anticipado. Se alegran por la semilla depositada en su ser, en medio del ser de su pueblo sencillo y pobre. Así son todos nuestros pueblos humildes, esperan en las promesas, identifican los pequeños signos de su llegada, se estremecen de alegría y se disponen a ayudar en su cumplimiento.

Pero esta promesa se cumplió finalmente con un hecho también sorpresivo pero esperanzador, ver a Jesús por los pueblos marginados de Galilea anunciando la cercanía de Dios que ya reina, y mostrándola con signos de amor desbordante.

Paradójicamente, el mayor signo de ese amor fue notorio, público y a cielo abierto: la muerte de Jesús inocente, crucificado por manos de los poderosos, pero aceptada por Él, como dijo el Papa Francisco en el mes de octubre a nosotros: “no por la fuerza de los clavos sino por su infinita misericordia”, [2] colocándose para siempre en la herida de la humanidad y resucitando para revelarnos que su Padre es un Dios que no se venga de sus enemigos, sino que se coloca en la humanidad herida de muerte, para resucitarla desde cada grieta y cada adversidad.

El Papa Francisco y la promesa peruana.

Por ello, el Papa Francisco en el 2018 que nos visitó, nos recordó que somos el país de la “promesa peruana” que ha de cumplirse siendo espacio de esperanza para “todas las sangres”, recordando a Jorge Basadre y a José María Arguedas.

Hoy, sobre todo, celebramos esa esperanza porque aún somos promesa que puede desarrollar y crecer hacia su cumplimiento, el cual está en nuestras manos, pero primero, ha de estar en nuestra conciencia y en nuestro corazón.

Pero es seguro que será un cumplimiento abierto, sorpresivo, novedoso, capaz de interpelarnos y despertar nuestra imaginación y creatividad. No un cumplimiento predeterminado, prefijado, estrecho, como el que proviene de la espera desesperada de lograr nuestros planes obsesivos, nuestras ambiciones de poder y de dinero. No una espera de lo previsible, más bien una esperanza  esperante siempre fresca y sensible a los desafíos de la realidad, de las hondas necesidades del Otro, especialmente del más frágil, vulnerable y marginado.

Esta esperanza permite rectificar nuestros errores y salir de nuestra cerrazón y empecinamiento. Es la mejor ruta a una felicidad nueva que no solo soñamos, sino que adecuamos al sueño que Dios Padre tiene sobre nuestro Perú.

Ese sueño, la esperanza de Dios y su promesa, es la bendición para todos, la felicidad, que se expresa en el cántico de María que proclama con toda el alma la grandeza del Señor. Porque Él ha mirado su humillación y la hará bienaventurada por las grandes obras de santidad misericordiosa, que vendrá de acoger a Jesús en su seno. Ante todo obrará la justicia, derribando a los potentados, y encumbrando a  los humillados, el bienestar, llenando de bienes a los hambrientos y haciendo que los ricos queden con los bolsillos vacíos. Es decir, los volverá solidarios a todos, siempre acordándose de su misericordia y de la promesa hecha a Abraham, de que todos los pueblos serán bendecidos gracias a su amistad con YHWH.

Esta promesa peruana que nos recordó Francisco tiene inmensidad de héroes anónimos, que día a día construyen el Perú, aún a costa de sus vidas, tanto por ayudar en la lucha contra la Pandemia como por violencias injustificables de otros peruanos. De otro lado, son millones de hombres y mujeres, amas de casa, campesinos, trabajadores, empresarios, todos creativos y dinámicos.

Sin embargo, la disposición a la entrega generosa aún no se extiende totalmente como es necesario al quehacer de nuestra dirigencia.

Queremos honrar en esta misa, la memoria de todos nuestros muertos peruanos durante el tiempo de la Pandemia, los miles que se enfermaron por ella, y los que murieron por diversas agresiones violentas. En especial, queremos hacerlo por el personal de salud, el personal militar y policial, el personal de servicio, que perdieron la vida a cambio de cuidar la nuestra. A ellos estamos agradecidos eternamente como peruanos.

Por eso nos ilumina esta palabra del Papa Francisco a quienes hemos llegado a tener una mayor responsabilidad como dirigentes. Decía el Papa: “A quienes ocupan algún cargo de responsabilidad, sea en el área que sea, los animo y exhorto a empeñarse en este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos, no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana, pueda sentir que este país es suyo, no de otro, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita”.[3]

El país y la Patria democratica participativa.

Hermanos y hermanas, compatriotas, una gran oportunidad histórica se nos abre cada vez más. El sentido solidario de la fe nos invita a una enorme creatividad social y política, más allá de las ideologías y programas de parte. Debemos estar atentos a la realidad, y ayudar a resolver los problemas a través del aporte de todos, buscando las más justas y oportunas soluciones. La fe nos invita a soñar juntos, dejémonos inspirar por los mejores anhelos del pueblo sencillo que espera en la promesa peruana.

La fe también nos invita a comprender con lucidez ese complejo proceso de realizar, poco a poco, una Patria solidaria, ensanchando la democracia en forma participativa, que se caracterice por escuchar el clamor provinciano y regional. La Patria es un proceso de amor solidario entre pueblos.

En el próximo quinquenio del nuevo régimen político, las autoridades todas estamos llamadas a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para el fortalecimiento del Perú en su economía y en su democracia, en la salud y en la educación. Superemos divisiones bipolares enfrentadas donde desaparece la confianza, dispongamos nuestras voluntades a afrontar dialogando la concreta realidad social. Ella reclama unidad ante la adversidad, puntos de acuerdo lo más amplios posibles – aunque fuesen provisorios – respecto a los grandes problemas nacionales.

Ninguna entidad política puede sustituir la voluntad ciudadana, sino que está obligada a servirla con fidelidad, y llegar acuerdos teniendo en cuenta como principio orientador el bien común. Estamos llamados a dejar de lado los dos absolutos simplificadores que más nos han afectado en estos 200 años: la ambición desmedida de poder y de dinero. En nuestro himno, no rendimos gran juramento ni a la idolatría del poder, ni a la idolatría del dinero, solo lo hacemos “al Dios de Jacob”, misericordioso y solidario. Él, Padre de todos, nos hace hijos y hermanos. Por ello desde la Biblia podríamos decir que “salvo la fraternidad, todo es ilusión”.

Estamos convocados a la vigilancia ciudadana por el bien común. Ella requiere la participación organizada de todos que garantice nuestra felicidad. Aprendamos a tener paciencia los unos con los otros, y a rectificarnos no sólo de nuestros errores, sino también de nuestros delitos.

Nuestra misión como Iglesia en reforma ofrecida al Perú.

Como Iglesia hemos querido entrar también en un proceso de reforma. Unidos al Papa Francisco, estas reformas implican una conversión de nuestra Iglesia al servicio de las necesidades humanas y espirituales de todos en el Perú.

Nuestra mejor contribución como creyentes es el diseño de una Iglesia sinodal, que consiste en una Iglesia comunitaria abierta, que escucha, cuya forma de gobierno es participativo y dialogante entre todos los creyentes. Ella mora en cada rincón de nuestros barrios y pueblos, abriendo paso a la alegría del Evangelio.

Servir al Perú desde nuestra identidad espiritual, sabemos tiene repercusiones políticas pero en sentido amplio, y no al servicio de ninguna posición particular. La Iglesia también quiere unirse a la causa de la promesa nacional como lo hizo en todos los bastos movimientos regionales y provinciales que por fin terminaron llegando a Lima, que se culminó en Ayacucho y que fueron logrando la Independencia, como cuando Jesús desde Galilea llegó a Jerusalén.

Un amplio proceso se está generando en los pueblos de la tierra y una nueva narración brota desde los sencillos de ella que llaman a regenerar, refundar las bases del mundo en el amor. Estemos atentos a escuchar ese clamor. Actuemos todos con sabiduría, reflexión, prudencia y fidelidad, que ello nos lleva seguramente a la paz. Por eso, nuevamente repitamos con San Pablo: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable y de honorable; todo cuanto sea virtud o valor, ténganlo en aprecio. Pongan por obra todo cuanto han aprendido y recibido y oído y visto… y el Dios de la paz estará con Ustedes.”[4]


[1] CIC: 1362-1372. Cfr Éxodo 12, 14.

[2] Papa Francisco, mensaje por el Señor de los Milagros octubre 2020.

[3] Discurso de Francisco en el patio del Palacio de gobierno, enero 2018.

[4] (Cf Filipenses 4,8)

En el siguiente videotutorial explicamos los pasos para participar del Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Desde tu parroquia, en comunidad o desde el hogar, construyamos juntos el camino de una Iglesia sinodal.

Nuestra Arquidiócesis de Lima se prepara para participar del Proceso de Escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Bajo el lema: ‘Todos somos discípulos misioneros en salida’, el periodo de escucha ha sido extendido por el CELAM hasta el mes de agosto, dando espacio y oportunidad a las diócesis de diferentes partes de la región.

Todos podemos participar registrándonos en la plataforma virtual de la Asamblea Eclesial. No tengas miedo de decir una palabra, presentar tus opiniones, observaciones o comentarios.

Regístrate en la Asamblea Eclesial desde aquí: https://asambleaeclesial.lat/escucha/

El Proceso de Escucha es considerado uno de los momentos más claves de esta Asamblea Eclesial, porque a partir de los aportes de todo el pueblo de Dios se obtendrán reflexiones para el discernimiento en el mes de noviembre.

Como se recuerda, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) anunció la ampliación del periodo de escucha de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe hasta el mes de agosto, en atención a la solicitud de varias Conferencias Episcopales de distintos países para participar activamente en el proceso.

Teniendo en cuenta las sugerencias recibidas, así como el actual contexto de Pandemia, la Presidencia del CELAM ha decidido extender el proceso de escucha, hasta el 30 de agosto de 2021.

¿Qué es la Asamblea Eclesial?

La Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, es un encuentro histórico que sigue la línea de lo acontecido en la V Conferencia General en Aparecida. Mirando contemplativamente nuestra realidad con sus desafíos, reavivaremos nuestro compromiso pastoral para que, en Jesucristo, nuestros pueblos de la región tengan una vida plena por los nuevos caminos hacia el 2031-2033.

La Asamblea Eclesial se divide en dos fases: La primera es un proceso amplio de escucha, y la segunda, un momento presencial que tendrá lugar entre el 21 y el 28 de noviembre de 2021, en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en México, y simultáneamente en varios otros lugares de toda la región.

La Asamblea Eclesial busca responder a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los nuevos desafíos para la Iglesia en América Latina y el Caribe, a la luz de la V Conferencia General de Aparecida, los signos de los tiempos y el Magisterio del Papa Francisco, tanto para la Primera Asamblea como en el camino hacia los jubileos Guadalupano de 2031 y el de la Resurrección de 2033?

Este domingo 25 de julio, nos unimos espiritualmente para participar de la Celebración Eucarística por el 450º Aniversario de la Parroquia Santiago Apóstol de Surco. La Misa Televisada será presidida por Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú.

Desde las 11:00am., únete a la transmisión en señal abierta del Canal del Estado (TV Perú) para participar de la Santa Misa. También puedes conectarte a través de las siguientes redes sociales: NazarenasTV, Radio Santa Rosa y las redes sociales del Arzobispado de Lima.

*No habrá misa en Catedral de Lima.

El Papa publica un motu proprio para redefinir las modalidades de uso del misal preconciliar: las decisiones vuelven a estar a disposición de los pastores de las diócesis. Los grupos vinculados a la anterior liturgia no deben excluir la legitimidad de la reforma litúrgica, los dictados del Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Pontífices.

LEER CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS DE TODO EL MUNDO PARA PRESENTAR EL MOTU PROPRIO«TRADITIONIS CUSTODES» SOBRE EL USO DE LA LITURGIA ROMANA ANTERIOR A LA REFORMA DE 1970

El Papa Francisco, tras consultar a los obispos del mundo, ha decidido cambiar las normas que rigen el uso del misal de 1962, que fue liberalizado como «Rito Romano Extra-Ordinario» hace catorce años por su predecesor Benedicto XVI. El Pontífice ha publicado hoy el motu proprio «Traditionis custodes», sobre el uso de la liturgia romana anterior a 1970, acompañándolo de una carta en la que explica los motivos de su decisión. Estas son las principales novedades.

La responsabilidad de regular la celebración según el rito preconciliar vuelve al obispo, moderador de la vida litúrgica diocesana: «es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las orientaciones de la Sede Apostólica». El obispo debe asegurarse de que los grupos que ya celebran con el misal anterior «no excluyan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica, los dictados del Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Sumos Pontífices».

Las misas con el rito anterior ya no se celebrarán en las iglesias parroquiales; el obispo determinará la iglesia y los días de celebración. Las lecturas serán «en lengua vernácula» utilizando las traducciones aprobadas por las Conferencias Episcopales. El celebrante será un sacerdote delegado por el obispo. El obispo también es responsable de verificar si es oportuno o no mantener las celebraciones según el anterior misal, comprobando su «utilidad efectiva para el crecimiento espiritual». De hecho, es necesario que el sacerdote encargado tenga en mente no sólo la celebración digna de la liturgia, sino también la atención pastoral y espiritual de los fieles. El obispo «se preocupará de no autorizar la creación de nuevos grupos».

Los sacerdotes ordenados después de la publicación del Motu proprio de hoy que pretendan utilizar el misal preconciliar «deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización». Mientras que, los que ya lo hacen, deben pedir permiso al obispo diocesano para seguir utilizándolo. Los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, «en su momento erigidos por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei», pasarán a depender de la Congregación para los Religiosos. Los Dicasterios de Culto y de la Vida Religiosa velarán por el cumplimiento de estas nuevas disposiciones.

En la carta que acompaña al documento, el Papa Francisco explica que las concesiones establecidas por sus predecesores para el uso del misal anterior fueron motivadas sobre todo «por el deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre». La petición, dirigida a los obispos, de acoger generosamente las «justas aspiraciones» de los fieles que pedían el uso de ese misal, «tenía, por tanto, una razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia». Esa facultad, observó Francisco, «fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por San Pío V, determinando un uso paralelo al Misal Romano promulgado por San Pablo VI».

El Papa recuerda que la decisión de Benedicto XVI con el motu proprio «Summorum Pontificum» (2007) se apoyó en «la convicción de que tal medida no pondría en duda una de las decisiones esenciales del Concilio Vaticano II, socavando así su autoridad». Hace catorce años, el Papa Ratzinger declaró infundados los temores de escisión en las comunidades parroquiales, porque, escribió, «las dos formas de uso del Rito Romano pueden enriquecerse mutuamente». Pero la encuesta promovida recientemente por la Congregación para la Doctrina de la Fe entre los obispos aportó respuestas que revelan, escribe Francisco, «una situación que me apena y me preocupa, confirmándome en la necesidad de intervenir», cuando el deseo de unidad ha sido «gravemente despreciado», y las concesiones ofrecidas con magnanimidad han sido utilizadas «para aumentar las distancias, endurecer las diferencias, construir oposiciones que hieren a la Iglesia y obstaculizan su camino, exponiéndola al riesgo de la división.»

El Papa se mostró apenado por los abusos en las celebraciones litúrgicas «de un lado y de otro», pero también por «un uso instrumental del Missale Romanum de 1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que traicionaba la Tradición y la ‘verdadera Iglesia'». Dudar del Concilio, explica Francisco, «significa dudar de las intenciones mismas de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el concilio ecuménico, y, en definitiva, dudar del mismo Espíritu Santo que guía a la Iglesia».

Finalmente, Francisco añade una última razón para su decisión de cambiar las concesiones del pasado: «es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchas personas que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que juzgan como la ‘verdadera Iglesia’. Es un comportamiento que contradice la comunión, alimentando ese impulso hacia la división… contra el que el apóstol Pablo reaccionó con firmeza. Es con el fin de defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores».

En la Festividad de la Virgen del Carmen, compartimos el siguiente artículo de Monseñor Juan José Salaverry, Obispo Auxiliar de Lima, quien narra brevemente la historia detrás de la devoción a la Virgen del Carmen.

Nuestra Señora del Carmen y la familia Carmelita en Lima.

Escribe: Juan José Salaverry.

La devoción a Nuestra Señora del Carmen nos remonta al siglo XII cuando algunos creyentes que habían asistido a las Cruzadas, optaron por quedarse en los desiertos del norte de Palestina en especial alrededor del Monte Carmelo, en el mismo lugar donde vivieron el profeta Elías y su comunidad. Estos cruzados se convirtieron en ermitaños, dedicados a la Oración y cultivaron una profunda devoción a Nuestra Señora del Monte Carmelo. Desde entonces “el Carmelo” constituyó no solo un lugar sino también un camino de transformación en Dios.

La devoción se ha extendido en todo el mundo a través del uso del escapulario carmelitano, una forma reducida del paño que cubre desde las “escápulas” el pecho y la espalda, como parte del hábito religioso y que simboliza en las distintas órdenes religiosas medievales su consagración a la Virgen María. La tradición carmelitana cuenta que la Virgen se apareció a San Simón Stock, O.Carm, por entonces Prior General de la Orden (1251) y le entregó su escapulario y prometiéndole que todo aquel que muriera revestido de éste, no se perdería eternamente.

La Virgen en el Perú.

Al Perú llega esta devoción a través de las Monjas Carmelitas, hijas de la reforma de Santa Teresa de Jesús. La primera fundación en Lima fue la de “Carmen Alto”, que inició como un recogimiento de niñas pobres en 1620 y que fue erigido como Monasterio en 1643, es el actual Santuario Arquidiocesano de la Santísima Virgen del Carmen en Barrios Altos.

Existió otro Monasterio llamado de “Carmen Bajo”, fundado en 1683, y que se localizaba en las inmediaciones de la actual gruta de la Virgen de Lourdes, muy cerca del Parque Universitario. Actualmente además del Monasterio del Carmen Alto, las monjas carmelitas están presente en la Arquidiócesis en el Monasterio de Nazarenas, Santuario del Señor de los Milagros y en el Monasterio de Manchay.

Familia Carmelita en Lima.

La presencia de la Familia Carmelitana se ha ido completando con la llegada de los Padres Carmelitas Calzados y Descalzos, que regentan varias parroquias en Lima: Nuestra Señora del Carmen en Miraflores, Parroquia del Cercado y Parroquia de San José en Jesús María.

Asimismo, las religiosas carmelitas pertenecientes a diversos institutos que dirigen colegios e importantes apostolados; así como también con las diversas agrupaciones laicales que conforman la Tercera Orden del Carmen y las Hermandades de la Virgen del Carmen, además de los miles de fieles que usan el santo escapulario carmelitano.

Patrona del Criollismo.

En Lima, cuna de la música criolla, la Virgen del Carmen tiene el título de Patrona del Criollismo. Es realmente una de las fiestas más esperadas por la feligresía limeña. Así lo ha presentado Don Armando de Mendiguru, en el popular vals “La Carmelitana”:

De la noche a la mañana,
cada dieciséis de Julio,
hay del Jolgorio un diluvio
frente a la Carmelitana.
La Virgen de la Jarana,
porque bailó marinera,
triunfante es la montonera
con cajón y con guitarra.

Este vals relata una antigua tradición que una noche se escapó el niño de los brazos de la imagen, al darse cuenta de ello la Santísima Virgen salió en busca de su hijo, de tal manera que al llegar las monjas para el rezo de maitines no encontraron en el coro la venerada imagen de Nuestra Señora.

Las religiosas llenas de pavor y desesperación salieron de la clausura a buscar la imagen por las inmediaciones del Monasterio, cuando sienten la alegría de cajones y guitarras en bordón en uno de los solares vecinos y al asomarse, encuentran a la imagen de la Virgen bailando una augusta y soberana marinera limeña.

Esta tradición criolla ha ido marcando el ritmo de una devoción popular que, desde muchos años atrás, canta a la Madre de Dios. Las grandes voces de nuestra música criolla se han congregado siempre a cantar la serenata a la Virgen del Carmen en la noche del 15 de julio. Una de sus mas connotadas devotas fue la señora Esther Granados. Las limeñitas, hermanas Graciela y Noemí Polo, que nacieron muy cerca en la Plaza Italia, junto con Rafael Matallana inmortalizaron el vals “se va la paloma”. Además, el Centro Musical Unión siempre le tributó sentidos homenajes, mientras que varios cantantes contemporáneos siguen tributando sus mejores acordes criollos a la reina y Madre del Carmelo.

Nuestra Arquidiócesis de Lima  se une a las festividades de la Santísima Virgen del Carmen y conversó con la madre Ana María de la Inmaculada Concepción, Carmelita Descalza, Priora del monasterio de la Virgen del Carmen, en el Cercado de Lima.

Según Ana María, los fieles peruanos, especialmente nuestros hermanos de Barrios Altos, tienen una tradición muy especial en honor a la Virgen del Carmen, adornando sus calles, convocando a las familias y entonando cantos con velas y flores para esperar su pase en procesión: “era muy conmovedor ver cómo los padres traían a sus niños a visitarla y les enseñaban a rezar el Ave María. Antes de la Pandemia, familias enteras participaban de la novena y cantaban en honor a la Virgen”, expresó.

 La Virgen del Carmen es Madre que escucha nuestras plegarias, acompaña, reconforta y alienta en las penas, en los triunfos y, muchísimas veces, cura nuestras enfermedades no sólo físicas sino también espirituales

La Priora del monasterio de la Virgen del Carmen explicó que, con el fin de hacer partícipes a los niños de la devoción a la Virgen del Carmen, en 1998 se instauró la hermandad de los niños, un espacio de encuentro y oración para las familias. Es así que, cada cuarto domingo de julio, la imagen pequeña de la Virgen recorría las calles de nuestra ciudad y era cargada por los niños. Por su parte, las niñas participaban como sahumadoras y cantoras.

La advocación de la Virgen del Carmen es entrañable no sólo por el regalo del Santo escapulario, sino porque es Madre en la adversidad, dispuesta a escucharnos y acogernos. En ella, sus fieles, encuentran refugio seguro para sus penas.

La madre Ana María nos señala que la Virgen está siempre bendiciéndonos, llevándonos a su Hijo que, en su advocación, tiene la figura de un niño pequeño: “la Virgen del Carmen nos cuida en sus brazos amorosos. El Santo escapulario lo llevamos como prenda de protección, porque sabemos que Dios no nos abandona, siempre está con nosotros y nos cuida en todo momento», afirmó.

Finalmente, la religiosa recordó que la Festividad de la Virgen del Carmen es una oportunidad para acercarnos a ella y sentirnos amados. «Acudamos a ella sin miedo. Seamos buenos, solidarios, ayudemos al necesitado. Cuando solamos al que está triste podemos encontrar a María y a su Hijo. Ellos jamás nos abandonarán».

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