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«La persona que quiere seguir a Jesucristo debe reconocer no solamente su propia dignidad, sino la dignidad del otro», comentó Mons. Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar de Lima, en su reciente mensaje sobre la dignidad humana.

Mons. Rodríguez explicó que cuando pensamos en la dignidad humana debemos pensar en la libertad «que Dios nos da a todos» para interactuar y relacionarnos: «el derecho a la vida es algo inherente a la persona, entonces la dignidad es algo propio, me pertenece desde el momento de la existencia», expresó.

«Desde el Génesis encontramos en el acto creador una idea de dignidad» -continuó – «y la Iglesia desde sus inicios reconoció en cada cultura según su condición, que el hombre y la mujer tenían igual dignidad». Por eso, la dignidad de la persona «le viene de Dios en el acto creador».

«El acto creador en el relato del Génesis es una maravilla, un relato impresionante. Mira cómo el relato nos ha puesto este detalle: lo tomó, lo formó, sopló y lo llevó a vivir con él. Dios lleva al hombre a vivir con él y la dignidad de hijo de Dios no se pierde, el pecado no te quita la dignidad de hijo de Dios, no solo tú tienes dignidad de criatura, sino que ahora Cristo a través de su cruz redentora ha hecho que el hombre pase de una dignidad de criatura a una dignidad de hijo de Dios», añadió.

Plantear el tema de la dignidad de la vida

En otro momento señaló que muchas veces el tema de la dignidad ha sido tomado como «estandarte» para introducir excusas como el aborto, atentando de manera injustificada «contra la dignidad de la vida».

En ese sentido, Monseñor Rodríguez hizo un llamado a abordar el tema de la dignidad de la vida y la persona humana en todos los ámbitos de la vida: en el centro de trabajo, en el centro de estudio, en la mesa del hogar, en la escuela o en la universidad.

Y refiriéndose a las diferencias que se establecen en los roles sociales entre hombres y mujeres recordó que la dignidad «no es mayor o menor, vale tanto la vida del hombre como la vida de la mujer, vale tanto la vida de un ser que esté en el vientre materno como la vida de un anciano de 90 años, en el ocaso. Al final, ambos tienen dignidad, ambas vidas se tienen que cuidar».

Tenemos una dignidad inherente

Por último, el obispo auxiliar de Lima envío un mensaje a todas las personas que se sientan avasalladas y agredidas por su dignidad. «¡No se desanimen!» – indicó – porque todos somos personas dignas y «tenemos nuestra dignidad inherente, la tenemos desde el acto creador».

«Uno no es más digno que el otro, uno no vale más que el otro, ni el anciano vale más que el niño, ni el hombre que la mujer, ni el casado más que el soltero». Es por eso que debemos aprender a respetar al prójimo.

Y recordando la parábola del Buen Samaritano, Mons. Rodríguez exhortó a pensar en la dignidad de los que más sufren: «no te hace menos bajar de la cabalgadura y tomar de la mano al que sufre, subirlo a la cabalgadura y compartir la dignidad».

«Ámate a ti mismo, valórate a ti mismo y vas a ver que el mundo puede ser diferente para todos. Que Dios te bendiga», concluyó.

La Comisión de Familia y Vida organizó un encuentro con los representantes familiares de las parroquias de la Arquidiócesis de Lima para reflexionar juntos los criterios de la Pastoral Familiar desde los fundamentos de una Iglesia sinodal.

La jornada que duró alrededor de ocho horas, contó con la participación de Mons. Guillermo Elías, obispo auxiliar de Lima; y el padre Luis César Sarmiento, Vicario de la Comisión de Familia y Vida.

Al inicio del encuentro, Monseñor Elías explicó que muchas veces suele confundirse la pastoral familiar como la pastoral de la primera comunión (pastoral sacramental) o la pastoral de novios. Es por eso que en la parroquia debe haber una «pastoralidad más versátil, es decir, la parroquia debe ser construida como familia de familias, el eje transversal tiene que ser la familia».

«Tenemos que crear una estructura, es decir, agentes pastorales con vocación ministerial familiar, no personas para que trabajen para la catequesis familiar y sean de la pastoral familiar porque ellos se suponen que están dándole la catequesis a los niños, eso no es pastoral. Por eso estamos tratando de ver la realidad», comentó.

Urgencia de la Pastoral Social

En el proceso sinodal la nueva evangelización del matrimonio y la familia requiere de una pastoral con unas características específicas que es preciso destacar:

En primer lugar, «ha de ser una pastoral integral, porque en ella está en juego la globalidad de la verdad del hombre y de su despertar religioso. En su desarrollo están implicadas las claves fundamentales de toda existencia humana».

También debe llevarse a cabo como una «pastoral progresiva que ha de guiarse según el proceso de la vida en la que el hombre crece en y a través de la familia, como taller de humanidad».

Por ello, se puede definir la pastoral familiar como «la acción evangelizadora que realiza la Iglesia orientada por sus pastores, en la familia y con la familia como conjunto acompañándola en todas las etapas y situaciones de su camino”.

Principios de la Pastoral Familiar

La pastoral familiar, debe ser transversal de la pastoral parroquial: esto nos permite comprender y acompañar de modo adecuado a la persona y de la familia y así inspirar a la comunidad parroquial en su servicio a la familia.

El servicio de la parroquia a la familia: para ello necesitamos agentes y estructuras capaces de ofrecer este servicio integral a la familia.

«El objetivo del Evangelio es interpelar nuestra vida para cuestionarnos viendo la realidad y preguntarnos por dónde estamos caminando», comentó durante su entrevista en Diálogo de Fe el padre Juan Bytton, economista formado en la PUCP y biblista por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.

El padre Bytton inició explicando la metodología del evangelista Lucas para comunicarse a un «público diverso que está en otra dinámica y que no es la del pueblo de Israel». Por eso, Lucas plantea su evangelio resaltando palabras, frases claves y parábolas de Jesús que nos invitan a abordar temas directos como el dinero y los bienes materiales.

¿Pero por qué habla este tema? «Porque es un tema que se está viviendo en ese momento» – responde Bytton. El objetivo del evangelio es «interpelar nuestra vida» para cuestionarnos viendo la realidad y preguntarnos por dónde estamos caminando.

Discernir entre lo indispensable y lo secundario

¿Significa entonces que servir al Señor es dejar al dinero, dejarlo todo? «No, lógicamente» – vuelve a responder. «Midiendo el norte de a quien servimos ¿al Señor o al dinero? Y eso determina los criterios para saber lo que es indispensable y lo que es secundario».

«Cuando uno pone en su corazón el dinero, como su criterio, como su deseo, todos sus criterios se reordenan con ese fin: ganar dinero, acumular, enriquecerme y dejo de lado un criterio mayor que es la otra persona, el prójimo, el bien común», añadió.

Cuando ponemos el dinero como primer criterio nos enreda la vida. Finalmente nos deja solos.

Y al ser consultado por la corrupción enquistada en el aparato público de nuestro país, el padre Bytton señaló que no es casualidad que el índice de corrupción esté vinculado al índice de racismo: «¿Qué significa esto? Que yo me considero superior al otro, y por tanto, su espacio, sus bienes, su ser persona, yo la consumo, yo la poseo, yo la tengo. ¿Cuál es el criterio mayor en esta lógica? Que yo valgo más, que mi vida vale más que la tuya, y por lo tanto, yo me merezco ese dinero que es para todos, me lo quedo yo”.

Concientizar – Discernir – Comprometerse

Cuando no se tiene como norte el bien común y de la sociedad, sino el propio interés, el propio corazón se «vuelve más egoísta, más intimista, se vuelve mas rígido dejando de lado esos matices que te da la diversidad».

¿Qué es lo que marca el límite entre la necesidad y la propia ambición? «Son tres los pasos» – agrega Bytton:

  • Primero: concientizar que existen realidades complejas y existen en el Perú y el mundo.
  • Segundo: discernir teniendo en cuenta esas realidades ¿Qué es lo mejor? ¿Todo para mí y para los míos? ¿Eso me hace realmente feliz?
  • Tercero: comprometerse y hacerlo, no basta solo el discernir, porque si no lo aplico de nada sirve.

«Jesús nos permite ver aquellos valores que trascienden, valores que nos hacen verdaderamente humanos, valores que realmente vale la pena apostar, arriesgar. Jesús da la vida, no por un discurso bonito, Él da la vida por plantear otro proyecto de vida, el proyecto del Padre que implica poner en el centro no el bolsillo sino el corazón», indicó.

«¿Quién te va a decir hoy: No consumas, piensa en el futuro, piensa en los pobres?» – reflexiona el padre Bytton. Es por eso que la actitud de cambio debe salir de «uno mismo, de esa capacidad que tengamos de abrir los ojos y abrir el corazón».

La Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana – Cáritas Lima, se reunió con los delegados parroquiales de la Pastoral Social de la arquidiócesis de Lima para presentar el proyecto Cáritas Parroquiales, una red de amor y apoyo comunitario que beneficiará a cientos de personas.

«Somos un grupo de personas que, siguiendo el ejemplo de Jesús, donamos el amor que recibimos de Él por medio del servicio del prójimo; especialmente de los más necesitados y del cuidado de la Casa Común», comentó al inicio de la reunión el padre Alberto Ávalos, Vicario de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana.

El encuentro, que se llevó a cabo en las instalaciones del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, reunió a más de 75 representantes de las parroquias de Lima. El equipo de Cáritas Lima expuso los principales lineamientos de este proyecto comunitario que busca brindar apoyo a la población más vulnerable.

Voluntariado de Cáritas Lima

En otro momento se presentó oficialmente el equipo de Voluntariado de Cáritas Lima, quienes trabajarán conjuntamente con las parroquias de la arquidiócesis en la integración del plan de trabajo de Cáritas Parroquiales.

«Queremos que ustedes puedan tener una experiencia de servicio única, la experiencia de ver el rostro de Jesús en los demás. ¡Tú también puedes ayudar a replicar todas estas acciones en tu parroquia!», indica el mensaje de invitación del Voluntariado Cáritas (ver video).

El encuentro con los representantes parroquiales de la Pastoral Social concluyó con la programación de nuevas actividades y una segunda reunión que incluirá a los decanatos.

«Valientes, decididos, alegres y esperanzados como nos dice el Papa Francisco para cambiar el mundo con Cristo», son las palabras de aliento del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, quien nos invita a participar de la expovocacional para la vida consagrada este 05 de octubre en el Instituto Superior de Estudios Teológicos “Juan XXIII” – ISET.

«Este encuentro reúne a las congregaciones religiosas y a la diócesis de Lima en una convocatoria a todos los jóvenes para contemplar juntos y ver las maravillas de la distintas vocaciones, carismas y grupos que tenemos en la Iglesia», comenta Mons. Castillo.

El evento es organizado en unidad con la Conferencia de Religiosas y Religiosos del Perú , la Conferencia Episcopal Peruana, la Federación de Nacional de Institutos Seculares, la Vicaría para la Vida Consagrada del Arzobispado de Lima, y el ISET.

¿Quiénes pueden participar? Todos los jóvenes de Lima, parroquias, movimientos, colegios católicos, colegios parroquiales, y todas las familias.

📆 Sábado 5 de octubre
⏰ Desde las 8:30 a.m.
📌 ISET (Jirón Alfredo Cadenas 290 – Cercado de Lima)

ExpoCarismas y Música en vivo

«Con Cristo para cambiar el mundo» es el lema para la edición de este año 2019 que contará con la presencia de distintos carismas de la vida religiosa a lo largo de la historia. A continuación compartimos las principales actividades que veremos en Valientes:

  • ExpoCarismas: un espacio de juegos y distensión para jóvenes planteado a través del tiempo.
  • Talleres de formación: con la colaboración de más de 50 congregaciones
  • Concierto en vivo: con la presentación especial de las Siervas del Plan de Dios.
  • Espacios de oración y reflexión: acompañamiento espiritual y sacerdotes dispuestos para el sacramento de la reconciliación.

¿Cómo obtener más información? Entérate de más novedades ingresando a la página de Facebook del evento.

‘Valientes 2019’ es posible gracias a la participación de más de 50 congregaciones entre religiosos y religiosas; sociedades de vida apostólica, e institutos seculares. Todos estamos invitados a ser valientes, decididos, alegres y esperanzados para cambiar el mundo.

San Juan Macías nació en Ribera de Fresno (Badajoz) el año 1585.  A los cuatro años fue huérfano y desde muy niño se dedicó al oficio de pastor. Su vida está marcada por una primera educación familiar de especial devoción a la Virgen María, particularmente mediante el rezo del Rosario.

Las largas horas cuidando ovejas le permiten adquirir hábitos contemplativos. Piensa mucho en el texto del Apocalipsis: «vi un cielo nuevo y una tierra nueva» y lo identifica con las Américas, hacía poco descubiertas.

Emigra a América del Sur en una nave mercante y llega a Cartagena de Indias (Colombia) y más tarde a Lima donde pide el hábito de hermano cooperador, en el convento de Santa María Magdalena, en 1622, cuando contaba treinta y siete años.

El Rosario como salvador de almas

Fray Juan Macías es el prototipo de los devotos del Rosario. Desde su infancia, bebiendo la leche materna, aprendió a gustar de esta devoción. En su largo peregrinar por el mundo, conservó el rosario que le dejara como herencia su madre. Gustaba de rezarlo en forma permanente, implorando la misericordia del Señor por las almas del purgatorio. Por eso la iconografía religiosa lo representa librando a las almas del purgatorio con el rosario, y sus biógrafos acertadamente le han llamado «el ladrón del purgatorio».

A la hora de su muerte le reveló al prior del convento: «Por la misericordia de Dios, con el rezo del santo Rosario, he sacado del purgatorio un millón cuatrocientas mil almas”. Cuando oraba en el templo, con frecuencia oía el rumor suplicante de personas que le hablaban y no alcanzaba a ver; pero percibía claramente sus voces: “Fray Juan ¿hasta cuándo estaremos privadas de ver a Dios? Ayúdanos”. Y Fray Juan preguntaba: “¿Quiénes son Uds.?” a lo que claramente le respondían: “Somos las almas del purgatorio les respondían. Acuérdate de nosotras. Socórrenos con tus oraciones, para que salgamos de esta terrible soledad.”

Un dominico al servicio de la caridad

Fray Juan Macías fue un religioso seriamente comprometido con el acontecer histórico del Perú del siglo diecisiete, ya como pastor de ovejas, ya como religioso dominico. Fomentó la solidaridad y fraternidad, entre la gente que le rodeaba. Se ingenió soluciones reales para aliviar la miseria y la ignorancia religiosa, y condujo a muchos a un sincero cambio de vida.

Como religioso dominico realizó su vocación, poniendo al servicio de los que sufren lo mejor de sí mismo. Le preocupaban los hombres que, por ir en busca del oro y de la plata, se alejaban de Dios. Para lograr su conversión, rezaba incansablemente el Santo Rosario, hacía duras penitencias y multiplicaba sus servicios de caridad. Dialogaba con ellos y no quedaba tranquilo hasta hacerlos entrar por el camino de la conversión. Todo esto y mucho más, lo hacía en una atmósfera de oración. La Recoleta de la que fray Juan Macías era portero, era precisamente una casa de oración y contemplación, dentro de las normas de la estricta observancia regular. Fray Juan Macías llevaba muy metidas en el alma las palabras de San Pablo: «Sea que comas, que duerma o que hagas cualquier, cosa, hazlo todo para la gloria de Dios».

Para fray Juan no había horas consagradas a Dios y horas dedicadas al prójimo. Para él, dar de comer al hambriento o devolver la alegría al triste, era hacer oración. Más aún, su pensamiento siempre estaba clavado en Jesús Sacramentado, máxima expresión del amor de Dios a los hombres.

Una amistad al servicio de Dios

La amistad que unió a Fray Juan Macías, fray Martín de Porras y fray Pablo de la Caridad, ha dejado una huella profunda y luminosa en la vida cristiana de Lima.

Estos tres religiosos dominicos, sin letras ni números en la cabeza, armaron una estrategia admirable, para satisfacer el hambre de los pobres, curar sus dolencias y defenderlos de la explotación imperante.

De acuerdo a los modos de pensar y practicar la caridad en la época, crearon verdaderos centros de asistencia social (aunque ellos nunca lo llamaron así), donde los niños huérfanos, las muchachas abandonadas, los indígenas marginados, los esclavos enfermos y hasta los sacerdotes sin beneficio, encontraban alimento, abrigo y asistencia médica.

En su encuentro personal con el Señor en la oración, aprendieron a gustar y practicar las enseñanzas evangélicas. En cada pobre veían el rostro sufriente de Cristo, conscientes de que todo lo que se hace a ellos, se hace al Señor: «Cuanto hagan al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hacen Y cuanto dejen de hacer al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo dejan de hacer». (Mt. 25, 40 y 45).

San Juan Macías murió en Lima el 15 de septiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975.

Este fin de semana se llevó a cabo el encuentro para matrimonios y parejas «Enciende el Amor 2019», que contó con la participación de Mons. Guillermo Elías, obispo auxiliar de Lima; y Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico del Perú.

La Explanada de la Concha Acústica del Campo de Marte fue el punto de encuentro de cientos de parejas y matrimonios que se congregaron para participar de una intensa jornada de integración, capacitación y reflexión organizada por la Red de Comunidades Matrimoniales del Peru.

Nuestro obispo auxiliar de Lima, Mons, Guillermo Elías realizó una ponencia titulada: «Parejas ¡Atrévanse a encender su amor con las tres dimensiones de la unidad».

Empatía, autonomía y reciprocidad

«Es común escuchar frases como “el matrimonio es la tumba del amor”. Pero, al preguntarnos qué es lo que va acabando con el amor, casi todas las respuestas apuntan a la convivencia», comentó Mons. Guillermo al inicio de su ponencia.

«La empatía, la autonomía y la reciprocidad» son las tres dimensiones de la unidad que las parejas deben trabajar según el obispo auxiliar de Lima:

«La empatía nos permite acoger y conocer a nuestro cónyuge o pareja. La autonomía es el don de ti mismo que aportas a la convivencia. La reciprocidad es la relación que surge de una síntesis creativa entre empatía y autonomía. Cuando una pareja desarrolla, integra y vive estas tres dimensiones, su matrimonio o relación se convierte en una experiencia profunda, gozosa unidad en la diversidad», expresó.

En otro momento, Mons. Elías explicó que Jesús transforma nuestras relaciones porque «Él nos enseña a amar a su manera: tomando la iniciativa en el amor a los demás, amando a todos –incluyendo a quienes no nos aman-, amando de modo concreto y visible y amando hasta el final».

Comunicar, compartir y escuchar

¿Cómo pueden los cónyuges y las parejas llegar a ser uno si no comparten su vida y su alma con el otro? – preguntó – El matrimonio y la relación de parejas se fortalece con la comunicación. Comunicar incluye compartir, escuchar y responder. Provoca la comprensión y aprecio mutuo. Comunicarte con tu pareja es gratificante.

En ese sentido, la comunicación debe «ser constante y no solo cuando se tenga que resolver un problema». Y dirigiéndose a las parejas presentes, Mons, Guillermo señaló que es necesario «reservar tiempo cada día para comunicarnos; es decir, compartir nuestras vidas».

El encuentro concluyó con una misa presidida por Mons. Guillermo Elías y concelebrada por el padre Luis César Sarmiento, vicario de la Comisión Familia y Vida. Por último se anunció oficialmente el lanzamiento de la edición 2020 del próximo encuentro «Enciende el amor».

«Ustedes son el milagro más grande que hoy la venerable Madre Teresa de la Cruz, vuestra fundadora, mira desde el cielo. Por eso nosotros las recibimos con entusiasmo y alegría, y las miramos con este gran milagro de amor en nuestra Iglesia», comentó Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú, durante la misa de acción de gracias por el centenario de la Congregación de Canonesas de la Cruz.

La celebración eucarística contó con la presencia del Cardenal Pedro Barreto, Arzobispo de Huancayo; y Mons. Aldo Giordani, Nuncio Apostólico en Venezuela. También asistió el Alcalde Metropolitano de Lima, Jorge Muñoz.

Acompañaron como concelebrantes Mons. Guillermo Vera Soto, Obispo de Iquique; Mons. Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho; Mons. Richard Daniel Alarcón , Arzobispo de Cusco; Mons. Juan Carlos Vera, Obispo Castrense del Perú, Mons. Isidro Barrio, Obispo de Huancavelica; Mons. José Eduardo Velázquez, Obispo de Huaraz; y Mons. Héctor Vera, Obispo de Ica.

Mons. Girasoli reconoció el esfuerzo, servicio y amor a la Iglesia de las hermanas canonesas desde su fundación: «Han sido 100 años de haber formado muchas generaciones de jóvenes, 100 años de contribución al crecimiento de la Iglesia con su apostolado de evangelización».

«En cualquier lugar donde están las canonesas con su trabajo y su servicio hacen brillar el rostro misericordioso de la Iglesia. Gracias por su total entrega al pueblo de Dios, gracias por estar con los pobres, los jóvenes, los más necesitados, gracias por estar siempre donde el Señor las necesita».

Jubileo con un corazón memorioso

Y recordando la visita del Papa Francisco al Perú en enero de 2018, el Nuncio Apostólico en el Perú indicó que cuando se celebra un jubileo el corazón debe hacerse «memorioso»:

«Miramos a estos 100 años con un corazón memorioso y agradecido. Recordamos hoy a todas las hermanas que ya están en el cielo y que hoy con la Madre Teresa de la Cruz están felices de verlas a ustedes en esta Catedral, como la continuación entusiasta del viaje que empezó con la madre fundadora y las primeras hermanas», indicó.

La celebración de un jubileo, con un corazón memorioso, nos anima también a vivir con mayor entusiasmo y mayor ardor apostólico en el presente

«En este viaje jubilar, el pasado agradecido y memorioso, y el presente lleno de amor y de entusiasmo a Cristo crucificado, nos hace mirar hacia el futuro con confianza y esperanza. La esperanza de la que hablamos no se basa en números ni obras, se basa en el Cristo crucificado, en aquel en quien han puesto su confianza».

El verdadero amor tiene forma de cruz

«Necesitamos mirar a la cruz – prosiguió – la cruz nos enseña a retomar el camino». Y si muchas personas representan el amor en la forma de un corazón es porque todavía no han «conocido la cruz», porque el verdadero amor «tiene forma de cruz».

«Es en la cruz que se vive el verdadero amor, mirando la cruz el amor se dilata y une el cielo con la tierra, por eso la venerable Teresa de la Cruz ha puesto en la cruz y en el Cristo crucificado el ideal del carisma fundacional de vuestra congregación», expresó.

«Todas ustedes hermanas canonesas forman el mosaico de amor para Dios, cada una de ustedes es una pieza irremplazable de este mosaico. Sean siempre orgullosas y felices de vuestro carisma y de vuestra congregación», concluyó.

Recomenzar con nuevas fuerzas

Por último, la Madre Sara Merino, Superiora General de las Canonesas de la Cruz recordó las palabras de la fundadora Teresa de la Cruz: ‘Vuestro título de nobleza es la cruz, eso lo habéis de realizar todas en conjunto como ideal de vuestra comunidad’ –«Son palabras significativas que vienen a dar sentido a todo este tiempo de actividades – explicó.

«No solo es la celebración de una institución – insistió – es una vocación, un llamado de Dios que hace más de 100 años Teresa sintió y hoy vemos que sus frutos no están ni en la cantidad, ni en las obras, sino en el estilo de vida que el crucificado imprime en nuestros corazones».

«¿Y ahora qué? ¿Ahora acaba todo? – preguntó la Madre Sara Merino – Nos toca recomenzar con las fuerzas de nuestro título de nobleza: el crucificado; que nos da un estilo que es el del sacrificio, la inmolación, la humillación, el desamparo».

«Que este camino rumbo a nuestro siguiente centenario sea siempre bajo la sombra de la cruz, amando y sirviendo a Dios con esa sencillez que es elocuente», finalizó.

El Papa Francisco se encontró esta mañana con todos los nuevos obispos que ha nombrado en el último año, quienes participaron en el curso organizado por las congregaciones para los Obispos y las Iglesias Orientales. En su discurso, el Sumo Pontífice les dio unas directrices para el buen ministerio episcopal:

Mons. Guillermo Elías, Mons. Ricardo Rodríguez, y Mons. Carlos Castillo en saludo fraterno con el Papa Francisco

Durante la audiencia estuvieron presentes seis nuevos obispos en el Perú: Mons. Carlos Castillo (Arzobispo de Lima), Mons. Guillermo Elías (obispo auxiliar de Lima), Mons. Ricardo Rodríguez (obispo auxiliar de Lima), Mons. Giovanni Cefai (obispo de Huancané-Arequipa), Mons. Ciro Quispe (obispo de Juli-Puno), y Mons. Timoteo Solórzano (obispo auxiliar de Trujillo).

La proximidad a Dios y la cercanía a su pueblo, son estos consejos que da el Papa Francisco a los nuevos miembros del Colegio Episcopal, que del 4 al 11 de septiembre participaron en un curso organizado por las congregaciones para los Obispos y las Iglesias Orientales.

A continuación compartimos el mensaje del Papa Francisco a los obispos participantes del curso de formación dirigido por el Cardenal Marc Ouelett:

Queridos hermanos, buenos días.

Os doy la bienvenida a este encuentro que concluye vuestra peregrinación a Roma, organizado por las Congregaciones para los Obispos y para las Iglesias Orientales. Agradezco al cardenal Ouellet y al cardenal Sandri su esfuerzo en la organización de estos días.

Juntos, como nuevos miembros del Colegio Episcopal, habéis bajado hace poco a la tumba de Pedro, el “trofeo” de la Iglesia de Roma. Allí habéis confesado la misma fe que el Apóstol. No es una teoría o un compendio de doctrinas, sino una persona, Jesús. Su rostro nos acerca a la mirada de Dios. Nuestro mundo busca, incluso inconscientemente, esta cercanía divina. Él es el mediador. Sin esta cercanía de amor, el fundamento de la realidad se tambalea; la Iglesia misma se extravía cuando pierde la ternura vivificadora del Buen Pastor. Aquí habéis confiado vuestras Iglesias, por ellas habéis repetido con Jesús: «cuerpo ofrecido y sangre derramada por vosotros». No conocemos otra fuerza que esta, el poder del Buen Pastor, el poder de dar la vida, de acercar al Amor a través del amor. Esta es nuestra misión: ser para la Iglesia y para el mundo los “sacramentos” de la cercanía de Dios. Por eso quisiera deciros algo sobre la cercanía, que es esencial para todo ministro de Dios y especialmente para los obispos. Cercanía a Dios y cercanía a su pueblo.

La cercanía a Dios es la fuente del ministerio del obispo. Dios nos ama, se hizo más cercano de lo que hubiéramos podido imaginar, tomó nuestra carne para salvarnos. Este anuncio es el corazón de la fe; debe preceder y animar todas nuestras iniciativas. Existimos para hacer palpable esta cercanía. Pero no se puede comunicar la cercanía de Dios sin tener experiencia de ella, sin experimentarla cada día, sin dejarse contagiar por su ternura. Cada día, sin ahorrar tiempo, debemos estar frente a Jesús, llevarle las personas, las situaciones, como canales siempre abiertos entre él y nuestro pueblo. A través de la oración le damos al Señor la ciudadanía dondequiera que vivamos. Sintámonos, como san Pablo, tejedores de tiendas (cf. Hch 18, 3): apóstoles que permiten al Señor habitar en medio de su pueblo (cf. Jn 1, 14).

Sin esta confianza personal, sin esta intimidad cultivada cada día en la oración, incluso y sobre todo en las horas de desolación y aridez, el núcleo de nuestra misión episcopal se desmorona. Sin la cercanía al Sembrador, el esfuerzo de sembrar la semilla sin saber el momento de la cosecha nos parecerá insatisfactorio. Sin el Sembrador, será difícil acompañar con paciente confianza la lentitud de la maduración. Sin Jesús, llega la desconfianza de que Él no llevará a cabo su obra; sin Él, tarde o temprano, uno se desliza en la melancolía pesimista de los que dicen: “todo va mal”. ¡Es muy feo escuchar a un obispo que diga eso! Sólo estando con Jesús estamos preservados de la presunción pelagiana de que el bien se deriva de nuestra habilidad. Sólo estando con Jesús llega a nuestros corazones la paz profunda que nuestros hermanos y hermanas buscan de nosotros.

Y de la cercanía a Dios a la cercanía a su pueblo. Estando cerca del Dios de la proximidad, crecemos en la conciencia de que nuestra identidad consiste en hacernos cercanos. No es una obligación externa, sino una exigencia interna de la lógica del don. «Este es mi Cuerpo ofrecido por vosotros», decimos en el momento más alto de la ofrenda eucarística por nuestro pueblo. Nuestra vida brota de aquí y nos lleva a convertirnos en panes partidos para la vida del mundo. Por lo tanto, la cercanía a las personas que nos han sido confiadas no es una estrategia oportunista, sino nuestra condición esencial. Jesús ama acercarse a sus hermanos y hermanas a través de nosotros, a través de nuestras manos abiertas que acarician y consuelan; a través de nuestras palabras, pronunciadas para ungir al mundo de Evangelio y no de nosotros mismos; a través de nuestro corazón, cuando está cargado de la angustia y las alegrías de nuestros hermanos y hermanas. Incluso en nuestra pobreza, depende de nosotros que nadie perciba a Dios como algo lejano, que nadie tome a Dios como excusa para levantar muros, derribar puentes y sembrar odio. También es feo cuando un obispo derriba puentes, siembra odio o desconfianza, hace de contra-obispo. Tenemos que proclamar con nuestra vida una medida de vida diferente a la del mundo: la medida de un amor sin medida, que no mira a su propia utilidad y a sus propios intereses, sino al horizonte ilimitado de la misericordia de Dios.

La cercanía del obispo no es retórica. No está hecho de proclamaciones autorreferenciales, sino de disponibilidad real. Dios nos sorprende y a menudo le gusta trastocar nuestra agenda: preparaos para esto sin temor. La cercanía conoce verbos concretos, los del buen Samaritano: ver, es decir, no mirar para otro lado, no hacer como si no pasara nada, no dejar a la gente esperando y no esconder los problemas bajo la alfombra. Después, acercarse, estar en contacto con la gente, dedicarles más tiempo que al escritorio, no temer el contacto con la realidad, para conocerla y abrazarla. Y luego, vendar las heridas, hacerse cargo, cuidarentregarse (cf. Lc 10,29-37). Cada uno de estos verbos de cercanía es un hito en el camino de un obispo con su pueblo. Cada uno pide involucrarse y ensuciarse las manos. Estar cerca del pueblo de Dios es identificarse con él, compartir sus penas, no despreciar sus esperanzas. Estar cerca de la gente es tener confianza en que la gracia que Dios derrama fielmente sobre vosotros, y de la que somos canales incluso a través de las cruces que cargamos, es mayor que el fango del que tenemos miedo. Por favor, no dejéis que los temores sobre los riesgos del ministerio prevalezcan, retrayéndoos en vosotros mismos y manteniendo las distancias. Que vuestra Iglesias marquen vuestra identidad, porque Dios ha unido los destinos pronunciando vuestro nombre con el de ellas.

El termómetro de la cercanía es la atención a los últimos, a los pobres, que ya es un anuncio del Reino. Lo será también vuestra sobriedad, en un tiempo en que en muchas partes del mundo todo se reduce a los medios de satisfacer las necesidades secundarias, que ahogan y esclerotizan el corazón. Llevar una vida sencilla es dar testimonio de que Jesús es suficiente para nosotros y de que el tesoro del que queremos rodearnos está constituido más bien por aquellos que, en su pobreza, nos lo recuerdan y lo representan: no pobres abstractos, datos y categorías sociales, sino personas concretas, cuya dignidad nos es confiada como padres. Padres de personas concretas; o sea paternidad, capacidad de ver, concreción, capacidad de acariciar, capacidad de llorar.

Parece que hoy en día hay estetoscopios que pueden oír un corazón a una distancia de un metro. Necesitamos obispos capaces de escuchar el latido de sus comunidades y de sus sacerdotes, incluso a distancia: sentir el latido. Pastores que no se contentan con presencias formales, reuniones de agendas o diálogos de circunstancias. A mí me vienen en mente pastores que se preocupan tanto de sí mismos que parecen agua destilada, que no sabe a nada. Apóstoles de la escucha, que también saben prestar oído a lo que no es agradable oír. Por favor, no os rodeéis de lacayos y yes men… los sacerdotes “trepas” que buscan siempre algo.. no, por favor. No anheléis que os confirmen aquellos a quienes debéis confirmar. Hay muchas formas de cercanía a vuestras Iglesias. En particular, quisiera alentar las visitas pastorales regulares: visitar con frecuencia, encontrarse con la gente y con los pastores; visitar siguiendo el ejemplo de Nuestra Señora, que no perdió el tiempo y se levantó para ir rápidamente a ver a su prima. La Madre de Dios nos muestra que visitar es acercar a Aquel que nos hace sobresaltarnos de alegría, es llevar el consuelo del Señor que hace grandes cosas entre los humildes de su pueblo (cf. Lc 1, 39 ss.).

Finalmente, os pido una vez más que reservéis la cercanía más grande a vuestros sacerdotes: el sacerdote es el prójimo más próximo del obispo. Amar al prójimo más próximo. Os pido que los abracéis, dadles las gracias y animadlos en mi nombre. Ellos también están expuestos a la intemperie de un mundo que, aunque cansado de las tinieblas, no escatima la hostilidad a la luz. Necesitan ser amados, seguidos, animados: Dios no quiere medias tintas de ellos, sino un sí total. En aguas poco profundas uno se estanca, pero su vida está hecha para llevarla al mar abierto. Como la vuestra. ¡Ánimo, pues, mis queridos hermanos! Os doy las gracias y os bendigo. Por favor acordaos de rezar todos los días por mí también. Gracias.

“Aceptar la cruz es aceptar las consecuencias de la opción por el camino de Jesús, y desprenderme de mi soberbia, de mi arrogancia, de la corrupción, del maltrato, de las discriminaciones”, fueron las palabras del Padre Eduardo Arens, sacerdote miembro de la Sociedad de María y párroco de la Parroquia Santa María Reina en el distrito de San Isidro, durante su participación en el programa Diálogo de fe.

Una Iglesia abierta al diálogo y la inclusión

La entrevista inició con el comentario de la visita apostólica del Papa Francisco a Mozambique, y su encuentro con los pacientes de un hospital especializado en la lucha contra el sida. Para el padre Arens, el Sumo Pontífice nos está pidiendo través de este tipo de gestos “una invocación constante para que bajemos esas tendencias clericales, jerárquicas para estar mucho más cercano con la gente, pide cercanía, apertura, dialogo, inclusión, buscando mecanismos que permitan aunarnos».

«El Papa está enfatizando en poner en primer plano a las personas y el bienestar de la persona, por lo tanto, hay que levantar la voz a todo lo que impida hacer posible ese derecho de ser respetado y tomado en serio como persona», resaltó.

El padre Arens recuerda que el objetivo de la Iglesia son las personas, y por eso, debemos tener la capacidad de «dejar de lado lo que nos distancia, o peor aún, lo que nos puede enfrentar, incluido las discrepancias o diferencias de religiones». En ese sentido, Francisco «no se ahorra palabras para decir lo que es importante».

El sentido de ser cristiano

Al reflexionar sobre el evangelio de Lc. 14, 25-33, el sacerdote marianista expresó que este pasaje bíblico es muy importante porque describe el verdadero sentido de “ser cristiano” en tres expresiones.

Antes de ello, el padre Arens explicó que «entender la mentalidad antigua» es uno de los problemas más comunes «cuando tratamos los textos bíblicos», especialmente si lo interpretamos en su sentido literario: «tratamos con textos de hace 1900 años, otra cultura, otra mentalidad, otro manejo del lenguaje, y como no los sabemos los tomamos literalmente y cometemos unos errores garrafales».

Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre

En esta primera condición Jesús nos está pidiendo priorizar: «Para ser discípulo suyo hay que anteponer a Jesús, eso tiene como trasfondo los conflictos de la época en los matrimonios mixtos o en la familia donde uno de los miembros se hacía cristiano y el otro no aceptaba ser cristiano, eso crea conflicto, tensión».

Si no renuncia a todos los bienes no puede ser discípulo mío

“Obviamente no quiere decir: “Renuncio a todo y ahora me voy a poner en plan de mendigo – indicó el padre Arens – es una manera de decir: “si no hay desprendimiento no puede ser discípulo mío” o sea, tengo que anteponer”. Es por eso que ser discípulo de Jesús «es caminar tras sus huellas».

Quien no carga su cruz no puede ser discípulo mío

El Señor nos explica que llevar la cruz “quiere decir aceptar las consecuencias de la opción por el camino de Jesús. Aceptar la cruz es aceptar las consecuencias y desprenderme de mi soberbia, de mi arrogancia, de la corrupción, del maltrato, de las discriminaciones”

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