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Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, participó en una ponencia sobre el tema de la pandemia y la juventud, en el marco del ciclo de videoconferencias: «Diálogos con el Padre Eduardo», que dirige Eduardo Humberto Palacios Morey, Párroco de la Parroquia Matriz La Inmaculada, en Talara.

Durante la videoconferencia, se compartió el testimonio de cuatro jóvenes ponentes: Rosa Córdova, Luis Valle, Raquel Ramírez y Manuela Arechaga, quienes reflexionaron, desde sus experiencias y vivencias, cuáles son los problemas más apremiantes de la juventud en medio de esta crisis sanitaria.

«Todos los problemas que expresamos, coinciden con el término de una época que ha llegado a agotarse».

Sobre las experiencias recogidas por los jóvenes en la videoconferencia, Monseñor Castillo explicó que, «cuando se narran experiencias, el papel de alguien que interviene, no es para contar solamente su experiencia, sino para hacer un aporte que recoja los elementos comunes y ver más allá».

«El Papa ha asumido que estamos en una de las mayores crisis de la historia de la humanidad, prosiguió el Arzobispo, y no estamos entonces ante un problema sencillo y fácil, sino que todos los problemas que expresamos, coinciden con el término de una época que ha llegado prácticamente a agotarse».

En ese sentido, Monseñor Carlos señaló que este mundo actual, «gracias a los grandes intereses financieros, ha desarrollado una expansión capitalista que genera, por medio del liberalismo, un proceso de una vida acelerada, donde no hay tiempo para poder ser persona, para vivir, para respirar, entonces, se genera un mundo que conforme se acelera más, va desbaratando todo, y todo se reduce al apetito de ganar, todas las condiciones humanas en las que vivimos son funcionales a la rentabilidad, a la productividad, y finalmente todo se reduce a una sola consigna: cómo ganamos más en menos tiempo».

El problema grave de esto es la desintonía, el hiato que hay, la ruptura que existe entre la vida humana en su calidad más sencilla y diaria, y este vivir con un mínimo de respiro e inmersión, sumergidos todos en una vorágine que no nos permite esa vida humana que hemos recibido.

«El mundo global, engloba, pero no protege».

Es por eso que, para el Arzobispo, vivimos en un constante deseo por ser acogidos: «el ser humano no puede vivir sin acogida, sin comunidad», precisa. «Este mundo global que se ha creado, pretende cumplir las funciones que tuvo la familia o la comunidad, que forman parte de un primer globo, junto a los distritos, los pueblos sencillos que están alrededor de nosotros y nos permiten vivir. Luego se creó el Estado, segundo globo, que intentó cumplir funciones del primer globo familiar y pueblerino; y finalmente un mundo global enorme con una estructura débil, y que en cualquier momento se desbordaba».

«Esta pandemia es el primer signo definitivo de que este mundo global, engloba, pero no protege, subraya el Primado del Perú, es más, los testimonios mencionados por uno de los jóvenes sobre el machismo, muestra que este mundo global no solamente no protege, sino que acentúa ciertas taras coloniales que existían antes, y que las hace pervivir porque mantiene las diferencias, y estas permiten un control destructivo de las relaciones, despreciando a las mujeres, a las personas pobres, a los que no pueden ‘correr’ tan rápido en la lógica del mundo acelerado».

El Santo Padre ha dicho que tenemos migraciones por todas partes del mundo, y por ello, su primer signo fue ir a Lampedusa a acercarse a los migrantes. Pero también tenemos el problema del hambre, la desertificación y la destrucción de la Amazonía, el desbalance entre el crecimiento de las ciudades y la disminución del campo. A esto se refería Francisco cuando dijo: ‘creíamos que nosotros podíamos enfermar al mundo y vivir en él sin enfermarnos’.

Resanar las heridas de la sociedad en el mundo.

«El Papa ha lanzado el gran desafío, un proyecto para resucitar a la humanidad, es decir, asumirnos como seres  humanos concretos que tienen que resolver problemas concretos, pero mirando lejos, sabiendo que cada tarea que estamos haciendo, es una tarea para mancomunar, revalidar, y recomponer los lazos mundiales entre las poblaciones, para asumirla sin necesidad que haya una dirección tirana, ni una dirección que nos use, sino una dirección de anchura participativa y democrática», manifestó Monseñor Castillo.

Está naciendo, por primera vez, la conciencia de que la ciudadanía a nivel mundial, puede ser el factor solidario capaz de controlar el proceso desde abajo, y empezar a ir resanando todas las heridas de la sociedad en el mundo.

El Obispo de Lima explicó que «la Iglesia también tiene esa misma estructura: piramidal, jerárquica, los varones y el clero deciden, los otros están abajo, hay que decirles todo lo que tienen que hacer. La participación se ha convertido hoy, en el eje estructurador, en el eje organizador de todas las esperanzas que hay. Eso es lo que se llama sinodalidad», puntualizó.

El desafío de dinamizar la Iglesia y de la auto-organización.

El Arzobispo de Lima advirtió que también se avecina un periodo de hambre: «después de la parálisis que ha generado la pandemia, viene una dinámica muy lenta que vamos a tener que afrontar: es el periodo del hambre, donde pueden morir muchas personas más».

Por ello, Monseñor Carlos recalcó que la auto-organización es el desafío más importante y preciado que tenemos que pensar: «organizarnos en sus diversas formas, inclusive para que la inversión vaya en aquellas cosas que son necesarias y elementales para la vida de todos. Eso requiere un pensamiento común entre todos los peruanos, que se organicen bajo algunas ideas elementales que todos propiciemos, para que de esas ideas haya posibilidad de otro tipo de política».

Hay que dinamizar la Iglesia, primero para paliar el hambre que viene, pero la Iglesia también tiene que ser lugar de construcción humana y social de nuestro pueblo. La Iglesia no puede decir: ‘nosotros nos dedicamos a la liturgia y que nuestro pueblo se la consiga solo’. Tenemos que ser iglesias en donde la parroquia, como eje estructurador de los barrios, ayuda en la estructuración de las comunidades barriales, en la comida, en la educación, en la producción y en la fe.

Desarrollar la juventud de forma creativa y a través de la solidaridad.

Por otro lado, este tiempo de pandemia ha permitido ver las iniciativas de los jóvenes, así lo destaca Monseñor Castillo, que agradece el apoyo de los voluntarios en las diferentes parroquias de Lima: «ha sido impresionante su salida, inclusive en el peligro, además de otras ideas creativas para la salud, ayuda en asistencia psicológica y espiritual».

«Antes de la pandemia, la juventud ya sentía el obstáculo de no poder desarrollar toda su juventud, porque estaba presionada por la aceleración del sistema. Antes de la pandemia, los jóvenes tomaban las plazas de toda la ciudad para bailar, y en la noche sacaban tiempo para poder vivir su vida de joven. Antes de ser adultos, los jóvenes deben resolver la identidad y la intimidad; y para ello, necesitan vivir las relaciones humanas a fondo. Sin eso un joven no puede ser un adulto», acotó.

El joven no deja de ser joven, y necesita espacios para el deporte, el arte, y el encuentro con los demás. Esta situación que estamos viviendo ahora, ha hecho que los jóvenes desarrollen su juventud en forma creativa, desarrollen su capacidad de ser íntimos y de ser idénticos a través de la solidaridad.

«No queremos que haya jóvenes que sean adultos sin antes haber sido jóvenes, recordó el Arzobispo, pero sí queremos que la juventud sea vivida con el valor humano, como un lugar de enorme capacidad, de identidad e intimidad, que puede generar, luego, adultos sanos».

Ubicada en el distrito de Chorrillos, la Parroquia San Pedro viene acompañando a cientos de familias gracias al apoyo, la planificación, y la ejecución de acciones solidarias, por parte de los líderes de las comunidades parroquiales que conforman el Consejo Pastoral.

«Estamos apoyando a nuestro comedor parroquial ‘El Buen Pastor’, a través de actividades que difundimos por redes sociales, y llaman al espíritu solidario de las personas. Gracias a ello, hemos recibido donaciones de mil pollos de una granja, y hemos repartido 500 bolsas de víveres», contó el Párroco Raúl León Caycho OFM. a la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima.

Rául León explicó que las donaciones recibidas de Cáritas Lima, han sido un recurso indispensable para ayudar a los comedores populares del barrio: «la entrega de alimentos que nos facilita Cáritas, ha permitido apoyar a 150 personas que acuden a los comedores populares de nuestra zona. Hasta la fecha hemos ayudado a tres comedores de nuestra jurisdicción: Santa Rita, Alto Perú, y el Comedor de Pronovi», añadió.

Consejo Pastoral: un grupo dinamizador para la solidaridad.

El Padre León Caycho indicó que, para las acciones sociales de ayuda y repartición de víveres, recurrieron a los líderes de los grupos parroquiales que conforman el Consejo Parroquial: «acá trabajamos con un grupo dinamizador de la pastoral. No es un grupo social ni tampoco es una agencia, sino que integramos la opinión de todas las cabezas de los grupos que tenemos», precisó.

«Las personas beneficiarias de las bolsas de víveres, son personas que vienen a nuestra casa pidiendo ayuda. También contamos con una lista de empadronamiento para llevar canastas a los hogares más necesitados. A pesar de la cuarentena, el comedor parroquial nunca ha cerrado, siempre hemos entregado 100 almuerzos diarios, pero con la pandemia, ahora repartimos 250 almuerzos diarios», comentó el Padre Raúl.

La Iglesia presente en las necesidades humanas.

Finalmente, el Párroco de la Parroquia San Pedro recuerda que todo culto por la vida cristiana, debe inspirarse desde la caridad y el amor al prójimo: «El Evangelio mismo lo dice: ‘Cada cosa que estoy haciendo por uno de estos pequeños me lo hicieron a mi’ (Mateo 25:40), ‘Una fe sin obra es una fe muerta’ (Santiago 2, 14-19)», reflexionó.

Es importante que nuestro culto, nuestra vida cristiana, este refrendada siempre por la caridad, por dar de comer al pobre, vestir al desnudo, dar hospedaje aquel que no tiene. Lo poco que tenemos, tenemos que compartirlo.

La web del Arzobispado de Lima ha incorporado un lector de texto con voz, una función para escuchar todos nuestros contenidos digitales. Se trata de una iniciativa que beneficiará, principalmente, a nuestros hermanos invidentes.

En el siguiente video, te explicamos cómo activar la función de lectura por voz en cualquiera de nuestros artículos.

La preocupación de la Iglesia de Lima por seguir acompañando a quienes necesitan del consuelo de la Palabra y la fortaleza de la oración ha suscitado nuevas formas de seguir evangelizando a través del servicio de los laicos, quienes se organizan en sus comunidades para compartir ayuda humanitaria con las familias más pobres, y ahora, acuden a los hospitales para orar junto a los pacientes internados.

Este es el caso de Danitza Yasmeli Arévalo García, médico de profesión que trabaja en la Villa Panamericana, y forma parte del equipo de voluntariado de Salud de la Arquidiócesis de Lima: «Me siento muy agradecida con Dios por permitirme formar parte de este voluntariado, porque antes de ello, yo me sentía con mucha angustia, con mucho temor, incluso para acercarme a los pacientes Covid-19 y después regresar a mi casa», expresa Arévalo.

«En cada gesto que hacemos se evidencia el amor de Dios».

«Me siento fortalecida al tener estas herramientas que nos han hecho llegar como el Rosario, las cartillas de oraciones y el agua bendita. Desde mi experiencia puedo apreciar la bondad de Dios hacia los pacientes de Covid-19, abriéndose al amor de Dios y queriendo ser sanados», comenta la voluntaria.

En cada gesto que hacemos se evidencia el amor de Dios y su presencia, cuando oramos con ellos y rezamos el Rosario

«Yo me siento muy bendecida, me siento protegida, porque sé que las herramientas que nos han dado, no solo es para el personal de salud, sino también para las personas que están enfermas, enfermos físicamente y enfermos espiritualmente», indicó.

«Ver a Dios en el hermano que sufre».

Roxana Pereyra es una enfermera de profesión del Hospital Dos de Mayo. Ella participa como catequista en la Parroquia San Juan Apóstol, y cuando se enteró de la convocatoria de la Pastoral de Salud, no dudó en inscribirse: «tal vez lo más difícil para mí, sea el no poder estar con mi familia, pues mi trabajo implica el contacto directo con pacientes Covid-19», explica.

«El ritmo es intenso, la atención y las emergencias constantes y creo firmemente que si algo puedo agradecer hoy es la fe que me sostiene – añade la enfermera – a medida que se ha incrementado el trabajo, he observado cómo la fe es un componente invalorable. He visto enfermeras y doctores caer en desánimo y tristeza, por el nivel de estrés que llevamos».

En medio de este ritmo, muchas veces vertiginoso, siento que Dios me ha puesto en estas circunstancias, para que ponga en práctica lo que he aprendido e intento vivir. Muchas veces me toca animar, no sólo a los hermanos enfermos, sino también al personal médico y enfermeros».

«También invito a mis compañeros de trabajo, a que se unan al rezo del Rosario en nuestros momentos de descanso, y nos conectamos también con los sacerdotes, con los cuales cantamos y oramos. Dios nos ayuda a mantener el buen ánimo, y la paz que nos da, hace que se contagie en el ambiente del hospital, el deseo de hablar con Dios en cuyas manos estamos», subrayó.

La Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima conversó con el Padre César Valdivia Romero, Párroco de ‘El Espíritu Santo’, en Manchay, quien viene organizándose con sus vicarios, los jóvenes voluntarios de la Parroquia, Cáritas Lima, y algunos dirigentes del barrio, para la entrega de bolsas de víveres que ya han beneficiado a más de 30 mil familias.

El espíritu solidario de los vecinos, y la capacidad organizativa de las autoridades de Manchay, han hecho posible que la Parroquia El Espíritu Santo, pueda distribuir la ayuda humanitaria que ha llegado de todas partes: «la llegada de los víveres ha sido providencia de Dios, expresa el Padre César Valdivia, hemos recibido el apoyo de muchas personas que se han pasado la voz por las redes sociales, además de la importante ayuda de las Parroquias de nuestro decanato. A la fecha, hemos atendido a más de 30 mil familias, y ahora, estamos orientándonos a la labor de las ‘ollas comunes’, con la organización de los propios vecinos».

Para la entrega solidaria se ha contado con el apoyo de los vicarios, jóvenes voluntarios y dirigentes de los barrios: «algunos regidores del municipio nos han prestado sus vehículos y camionetas para repartir víveres, otros voluntarios también prestaban sus propios autos para llegar a todos los lugares posibles», añadió el Padre César.

Cuando llegamos a un hogar, hemos agradecido a Dios por la familia que nos está dando, y hemos recordado que Dios no nos abandona, que estamos en sus manos, y nosotros queremos acompañarlos, para compartir con ellos un mensaje de esperanza y consuelo, en medio de la adversidad.

‘Ollas comunes’ y comedores Parroquiales en Manchay.

César Valdivia nos comenta que se han preparado 35 ‘ollas comunes’, y como Parroquia, ya se abrieron 3 comedores parroquiales y 4 vasos de leche: «la próxima semana abriremos el cuarto comedor», precisa.

La presencia de los comedores parroquiales se ha convertido en una luz de esperanza para todas las familias que acuden a las cunas parroquiales ‘La Inmaculada’ y la ‘Estrella de la Evangelización’. Uno de los comedores se ubica en el asilo parroquial ‘Asilo de Ancianos’.

La comida es como el signo, pero lo que está detrás, es el cuidado que uno trata de transmitir de parte de Dios hacia ellos, que no están solos ni abandonados.

El Padre César señala que ha encomendado el servicio de las ‘ollas comunes’ a San Juan Macías: «él hizo el milagro de multiplicar el arroz en una olla común, el milagro fue en España pero en el mismo contexto de pobreza».

Con el propósito de acompañar a nuestros enfermos durante la pandemia, y respetando los protocolos de bioseguridad, un grupo de sacerdotes de la Arquidiócesis de Lima acude a los hospitales de la ciudad para impartir los Sacramentos y escuchar a los pacientes más afectados a causa del Covid-19. A continuación compartimos los testimonios de dos jóvenes sacerdotes.

Padre Ricardo Cordón: «ver al Señor en los hermanos que sufren».

El Hospital Edgardo Rebagliati alberga a cientos de pacientes por Covid-19 y otras enfermedades; hasta aquí llega el Padre Ricardo Cordón para acompañar a varias personas, incluyendo un grupo de niños con cáncer: «he dado Bautismo de emergencia en peligro de muerte a una niña de cuatro días de nacida, tuve la dicha de dar la Primera Comunión a una niña que lo pedía y fue catequizada por sus padres; y también me ha tocado confesar a algunas personas que se acercan a la capilla y conversar con algunos hermanos afligidos que necesitan ser escuchados», cuenta.

Esta labor pastoral en el hospital es gratificante para mí como sacerdote porque me permite estar cerca a los hermanos que sufren, me permite ver al Señor en ellos, y a la vez, también me permite ejercer mi ministerio siendo instrumento de Cristo el Señor.

Padre Jesús Salamanca: «no quedarnos en nosotros mismos sino sembrar esperanza y consuelo».

«En estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir es importante más que nunca no quedarnos en nosotros mismos, sino sembrar esperanza y consuelo en la gente», expresa el Padre Jesús Salamanca Guillén, vicario de la Parroquia San Juan Apóstol, en Pueblo libre.

En coordinación con el Padre Richard Muñoz, capellán del Hospital Arzobispo Loaysa, el Padre Salamanca acompaña, escucha y ora con los enfermos desde hace más de un mes: «puedo decir que es una experiencia extraordinaria, es más lo que recibo que lo que doy. Es grato para mí poder llevarles a Jesús, con mi oración, con los Sacramentos o con unas palabras de aliento» – indica.

«La fe de la Iglesia no está dormida sino que es dinámica y está más viva que nunca».

«Me ha tocado visitar a los pacientes en las áreas de cirugía, medicina interna y la sección de quemados – explica Jesús Salamanca – Al recorrer los cuartos, cama por cama, realmente constato la fe de la gente que, a pesar de su dolor y malestar, no ha perdido la esperanza y la confianza en Dios. La fe de la Iglesia no está dormida sino que es dinámica y está más viva que nunca».

Esta experiencia enriquece mi ministerio sacerdotal porque, pese al aislamiento social que estamos viviendo, puedo estar con la gente que sufre más, que son los enfermos, sus familiares  y el personal sanitario, quienes necesitan la luz de Cristo en estos momentos tan difíciles. Considero que para eso estamos los sacerdotes para llevar a Cristo a la gente, sobre todo, a la más necesitada.

Al igual que el Padre Cordón y el Padre Salamanca, son varios los sacerdotes, religiosos, médicos, enfermeros y voluntarios que vienen participando en la acción de la Pastoral de Salud para llevar consuelo y fortaleza a quienes batallan una enfermedad en la soledad y el aislamiento. En palabras del Papa Francisco: «que el ejemplo de estos pastores sacerdotes y pastores médicos nos ayude a cuidar al santo pueblo de Dios».

En el marco del Día del Campesino, la Iglesia de Lima reafirma su compromiso de solidaridad con los sectores más golpeados por la pandemia, como es el caso de los productores de tubérculos y pequeños agricultores del interior de nuestro país, quienes buscan reinsertarse en el mercado y sobrevivir a las consecuencias de la crisis sanitaria.

Según la Convención Nacional del Agroperuano (Conveagro), la pandemia ha alcanzado pérdidas de más de 6 mil millones de soles entre los pequeños agricultores a nivel nacional. Mientras que en la sierra se ha encarecido el transporte para llevar los productos a las ciudades, en la selva se han perdido hectáreas de piña, camu camu, café o cacao, al no poder cosecharse.

En medio de esta compleja realidad, la Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad humana – Cáritas Lima, viene ejecutando programas de transformación económica para apoyar a micropempresarios y emprendedores de diversos rubros, como el sector agrícola, así lo explica Cinthya Tello, primera mujer en asumir la Dirección General de Cáritas en el Arzobispado de Lima:

«Nosotros hemos visto cómo se ha deteriorado la situación de muchos emprendedores, y desde Cáritas Lima hemos querido apoyarlos ofreciendo una ventana de oportunidades mediante la compra solidaria de varias toneladas de productos agrícolas y la promoción de sus negocios mediante nuestras redes sociales. Todo lo que adquirimos es redirigido a las donaciones que distribuimos con la población más necesitada de nuestra jurisdicción», señaló Tello.

Productos agrícolas en las ‘ollas comunes’ de los cerros de Lima

Ollas comunes en los cerros del Rímac benefician a decenas de familias

La red solidaria de la Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana se canaliza con el apoyo de las Parroquias de la ciudad y la organización de las comunidades de laicos, quienes se encargan de recibir los donativos, armar las canastas de alimentos y distribuirlas a cada familia: «entregamos donativos a más de 50 instituciones, entre parroquias, congregaciones, hermandades, ONG’s, comedores populares, y hasta ‘ollas comunes’ que benefician a muchas asociaciones de familias de nuestra diócesis», comenta la Directora General de Cáritas Lima.

Precisamente la preparación de las denominadas ‘ollas comunes’ ha sido un recurso indispensable en la supervivencia de varias familias de los cerros de Lima: «con la compra de cultivos estamos contribuyendo a la alimentación de familias de asentamientos humanos de distritos como El Rímac, El Agustino, La Victoria, Chorrillos y otros sectores que la están pasando mal», – indica Cinthya Tello.

El rol de los laicos es fundamental en la Iglesia, tiene mucho para dar, y tenemos que asumir este rol que nos toca desde nuestras diferentes profesiones y capacidades, con mucho ánimo

«Nuestra Iglesia tiene un rostro solidario»

«En la Iglesia tenemos como principio la solidaridad – reitera Tello – tenemos que seguir activando las diferentes acciones de la Iglesia, ya sea mediante la ayuda humanitaria, la pastoral de escucha, la pastoral de salud, y los diversos programas de nuestra pastoral social, llevando un mensaje de aliento y esperanza».

Cinthya Tello, Directora General de Cáritas Lima; Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima; Padre Alberto Avalos, vicario de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana

Estoy convencida que siendo solidarios podemos llegar a todas aquellas personas que lo necesitan. Nuestra Iglesia tiene un rostro solidario, más ahora que los niveles de vulnerabilidad están presentes en todas las esferas de nuestra sociedad

«El Perú va a salir adelante si todos nos sumamos – dice Cinthya Tello como reflexión final – la Iglesia de Lima está levantándose con el esfuerzo de todos para reactivarnos, transformarnos y crecer en este nuevo espacio al que nos dirigimos después de la pandemia, un espacio de solidaridad, respeto mutuo y equilibrio».

A fines de mayo, productores de papa de la región altoandina de Junín lograron vender cinco toneladas de papa blanca yungay, a precio de chacra y sin intermediarios, a Cáritas Lima, gracias a la promoción y articulación comercial de Sierra y Selva Exportadora, organismo adscrito al Ministerio de Agricultura y Riego.

«A través de un signo sencillo, queremos recordar el clamor de todo nuestro pueblo por no haber podido enterrar dignamente a sus muertos debido a las circunstancias que tenemos y las medidas de seguridad. Hoy queremos agradecer a Dios por la vida de todos ellos, bendecirlos y entregarlos al Señor en forma digna, humana y cristianamente», fueron las palabras del Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, durante la Celebración Eucarística de la Solemnidad del Corpus Christi, realizada a puertas cerradas y con el conmovedor marco de más de 5 mil fotografías con los fallecidos por Covid-19 en el Perú.

Este domingo 14 de junio, la Basílica Catedral de Lima se convirtió en un mural de fotografías en homenaje a las víctimas del Covid-19. En sus más de 400 años de historia, por primera vez la Catedral acogió las más de 5 mil intenciones por fallecidos que llegaron en la última semana y ocuparon las bancas, paredes y paneles de la Basílica. Médicos, bomberos, policías, militares, periodistas, historiadores, padres, madres, ancianos, niños, personas de todas las edades y estratos sociales, reunidos para ser despedidos simbólicamente en un acto de dignidad y reconocimiento a sus vidas.

«Nos hemos reunido para recordar, y recordar significa volver a adentrar a alguien en nuestro corazón, y por eso hemos querido festejar esta Fiesta del Corpus Christi, porque Jesús dice – ‘hagan esto en recuerdo, en memoria mía’ – y el recuerdo es algo que nos transforma completamente», expresó Monseñor Castillo al inicio de la homilía.

«Como el Papa Francisco ha dicho esta mañana, Jesús quiso dejar la hostia, el pan y el vino como signos de su cuerpo y de su sangre para que saboreemos hondamente, porque la escritura es un recuerdo, pero se puede pasar de largo porque nos es difícil hacer memoria, la Palabra necesita algo tangible y tiene que meterse en el cuerpo de tal manera que sintamos el sabor profundo de lo ocurrido con Jesús que entregó su vida», añadió el Primado del Perú.

El sabor amargo y duro de estas muertes de nuestros hermanos aquí presentes se puede transformar en una alegría y una esperanza cuando saboreamos el sentido de la muerte de Jesús que fue para darnos vida a todos, una muerte por amor, injusta, pero una entrega generosa que introdujo el perdón en la historia, y así abrir las puertas de la esperanza a la gente, inclusive a los pecadores, inclusive a los que lo mataron

El Arzobispo de Lima señaló que, en esta celebración discreta del Corpus Christi, «queremos celebrar en esta sencillez eso que el Papa hoy día llamaba ‘la debilidad, la fragilidad y la sutileza de la hostia’, que es un pan simple, sencillo, pero que gracias a que lo saboreamos, sentimos la delicadeza de un Dios que nos trabaja por dentro y nos abre el corazón y las manos para ayudar».

Detrás del anonadamiento está la fuente inagotable del amor que nos resucita

Refiriéndose al Evangelio de Juan (6, 51-58), Monseñor Castillo explicó que, ante la afirmación de Jesús ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida’, la pregunta de los judíos ‘¿Cómo puede darnos de comer su carne?’ expresa una preocupación solo material e individual, omitiendo la más importante, la espiritual: «cuando yo tengo hambre es un problema material, cuando el otro tiene hambre es un problema espiritual, un problema de actitud, de cómo salimos de nosotros mismos, ante el miedo, ante la desazón, ante el hundimiento, nos encerramos, respiramos por la herida, no entendemos, y cuando el Señor viene con su comida sutil, nos hace entonces entender y comprender nuestras heridas, tomando la debilidad para convertirla en una fortaleza amorosa» – indicó.

Jesús, que era de condición divina no retuvo para sí su categoría de Dios sino que se anonadó para tomar la condición de siervo, ése es un llamado para todos los poderosos de la tierra, a abrir sus corazones y compartir lo que tienen

«Ahora que estos hermanos nuestros nos acompañan aquí con sus fotos, ahora que sufrimos y nos sentimos nada, recordemos que detrás del anonadamiento, como el amor de la madre que se anonada para que el hijo nazca, está la fuente inagotable del amor que nos resucita, nos levanta y nos destina a una nueva sociedad y también a la Gloria de Dios, a participar del reencuentro con nuestros hermanos», precisó el Obispo de Lima.

Desterrar el individualismo y el enriquecimiento a costa de otros

El Arzobispo también recordó que como humanos tenemos un único destino: «ser hermanos los unos de los otros, desterrar el individualismo, que lo único que busca es enriquecerse, ganar la plata a costa de otros y destruir. Pedimos especialmente a los más poderosos de nuestro país que se dejen penetrar sutilmente por la Hostia y que realicen esa sutileza abriendo las manos y sirviendo a los hermanos».

Se viene un momento más duro todavía, sería terrible que en el próximo tiempo los muertos que vengan no sean por el Covid-19, sino porque nosotros no hemos abierto el puño. Es indispensable que aprendamos juntos ese camino y podamos reconstruir nuestros lazos humanos, colocar el corazón y el centro de nuestra vida en los pobres

Y haciendo memoria de la expresión del poema ‘El pan nuestro’ de César Vallejo – ‘Todos mis huesos son ajenos; yo tal vez los robé! Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; y pienso que, si no hubiera nacido, otro pobre tomara este café! Yo soy un mal ladrón… A dónde iré’ – Monseñor Castillo reflexionó: «nos debemos los unos a los otros, todo lo que tenemos es ajeno y prestado y tenemos que compartirlo. No podemos vivir en el egoísmo».

Que en el Perú renazca toda nuestra patria desde el corazón de Jesús, para que así, compartiendo nuestra vida, podamos inspirar al mundo como tierra ensantada de una nueva forma de vivir que viene de nuestra religión cristiana, que no se impone sino que suscita esperanza, inspira y hace que todos podamos creer y salir adelante

En la Celebración Eucarística, Monseñor Carlos Castillo recorrió hasta en tres ocasiones toda la Basílica Catedral de Lima, pasando con incienso y agua bendita por todas las bancas, paredes y murales revestidas de fotografías: «a través de este signo sencillo, recordamos el clamor de todo nuestro pueblo por no haber podido enterrar dignamente a sus muertos, y queremos agradecer a Dios por la vida de todos ellos, bendecirlos y entregarlos al Señor en forma digna, humana y cristianamente».

Por último, durante la exposición al Santísimo, el Primado del Perú dio la bendición final a todo el país desde el exterior de la Catedral de Lima, mirando a la Plaza Mayor.

En el marco de la Solemnidad del Corpus Christi, la Basílica Catedral de Lima amaneció revestida con las más de 5 mil fotografías de difuntos por Covid-19 que recibió la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima durante la última semana. Bajo el lema “Con tu cuerpo, Oh Cristo, toca y resucita a nuestros muertos por la pandemia”, nos unimos en una sola voz para despedir simbólicamente a nuestros seres queridos, honrar su memoria y agradecer las huellas que dejaron en nuestras vidas. 

Nos preparamos para la Celebración Eucarística que será transmitida a las 11:00am. por TV Perú y las redes sociales del Arzobispado de Lima. A continuación compartimos las postales que nos deja la mañana de este domingo 14 de junio en la Catedral de Lima.

Este viernes 12 de junio se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, fecha que cobra gran importancia ahora que la pandemia ha obligado a muchos menores a realizar trabajos inadecuados para su edad, a fin de ayudar a sus familias en condiciones de extrema pobreza.

Según un reciente informe publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se estima que, debido al COVID-19, la tasa de trabajo infantil en nuestro país (alrededor de dos millones según INEI) podría incrementarse hasta en 3 puntos porcentuales.

En medio de esta realidad, la Iglesia de Lima reconoce el esfuerzo solidario de las Parroquias de nuestra Arquidiócesis y el trabajo en conjunto con las comunidades de laicos para acudir a las calles de la ciudad y ofrecer ayuda a cientos de niños trabajadores.

Parroquia Nuestra Señora del Camino: construir una sociedad más justa y fraterna

Antes de la cuarentena, la Parroquia tenía implementado hasta cuatro comedores para atender a más de 450 niños, niñas y adolescentes, sin embargo, producto de la pandemia se vieron obligados a cerrar sus instalaciones: «solíamos atender a cientos de menores para que almuercen antes de ir a estudiar, pero con la expansión del Covid-19 ya no podemos cocinar, en cambio, llevamos los víveres a sus casas para que sigan alimentándose», expresa el Párroco Néstor Juipa.

Las donaciones de víveres llegan gracias a la gestión de la Parroquia con otras instituciones, una acción solidaria que ayuda a todos los niños que en estos momentos no pueden continuar beneficiándose del proyecto PINIFE (Proyecto Integral Para Una Niñez Feliz), una iniciativa que ofrecía educación básica a muchos menores.

Como Iglesia respondemos al compromiso de Cristo con los más vulnerables, los más pobres, y queremos que ellos también tengan esta oportunidad para desarrollarse y crecer respondiendo al Evangelio

Por otro lado, Néstor Juipa también contó que la Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana – Cáritas Lima, viene colaborando con los más de 30 niños que acudían a la Guardería Santa Mary y los 150 niños vulnerables de la cuna parroquial: «recibimos la entrega de materiales, cuadernos y libros para el desarrollo educativo de los niños. Cáritas Lima nos permite dar un apoyo fundamental para que los padres no salgan a trabajar con sus hijos, sino que ellos se queden en las cunas», resaltó.

Todo niño tiene derecho a vivir su etapa de niñez, a desarrollarse y crecer, a jugar y a ser protegido, para que cuando crezca pueda construir una sociedad más humana y fraterna.

Parroquia San Lázaro: transformar la realidad desde la comunidad solidaria

«El primer derecho de un niño es el derecho a la felicidad, a la alegría, al juego, eso es constitutivo de cada niño – señala el Padre Carlos Eli Valderrama Arones, Párroco de la Parroquia San Lázaro el segundo derecho es a la alimentación, la salud, la educación. Por culpa del trabajo infantil los niños se privan de la oportunidad de crecer sanamente».

En la Parroquia San Lázaro la solidaridad emerge en el corazón de sus laicos, quienes se han organizado para ayudar a los niños que viven en la quinta de San Jacinto, a la altura de la cuadra 5 del Jirón Trujillo, exactamente al frente de la histórica Iglesia: «los niños salen desde temprano a pedir limosna en la calle y sabe Dios si tomarán desayuno o almorzarán», narra el Padre Valderrama.

Gracias a los donativos semanales que reciben de Cáritas Lima, la comunidad de San Lázaro puede llegar a muchos hogares y familias que pasan necesidad, incluyendo grupos de niños y niñas que viven en la quinta de San Jacinto: «Si queremos abordar el tema seriamente tenemos que defender los derechos fundamentales del niño, pero también ver la realidad y cómo podemos intervenir para transformarla» – precisa el Párroco.

La Iglesia es la institución que más cerca está en el día a día de nuestro pueblo, nosotros no tenemos horario porque los pobres no son nuestro trabajo, son nuestra misión, son nuestro quehacer diario. La Iglesia en salida se acerca a ese mundo de los disminuidos y descartados como lo son los niños que sufren la explotación

Pero el desafío de atender las necesidades de muchos niños que sufren el maltrato del trabajo infantil no puede resolverse en solitario: «se requiere un trabajo articulado interinstitucional, la Iglesia sentada en la misma mesa de trabajo con otras instituciones gubernamentales – reitera el Padre Carlos – tenemos que ponernos en las manos de Dios, preguntarle a Él ¿Señor cuál es nuestra misión ¿Qué desafíos tenemos que afrontar en esta actualidad? Dejar de ser egoístas y pensar más en el prójimo, aproximarnos a la realidad pobre de la gente».

Esta pandemia nos está enseñando que nosotros vivimos juntos en comunidad, que si el otro se cuida me cuida a mí y viceversa. Tal vez los templos están cerrados, pero la Iglesia se ha difuminado, está más viva que nunca.

Hoy más que nunca, como Iglesia de Lima, nos unimos al llamado del Papa Francisco y hacemos eco de sus recientes palabras sobre el trabajo infantil: «en muchos casos se trata de formas de esclavitud y reclusión que provocan sufrimiento físico y psicológico. Todos somos responsables de esto».

Central telefónica
(511)2037700