Tag

cabecera

Browsing

En este Segundo Domingo de Cuaresma, monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima, señalando que este tiempo es un tiempo de gracia y conversión.

Al inicio de su Homilía, refiriéndose a la Primera Lectura del libro del Génesis, nuestro obispo auxiliar puso de ejemplo la confianza de Abraham a Dios: “Abraham nos enseña toda esa confianza que tiene en Dios, confianza, incluso, para aceptar hasta lo desconocido, pero, para ello, se necesita mucha oración, fe, escucha y disponibilidad”.

Reflexionando la Segunda Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a Timoteo, Monseñor Cornejo sostuvo que el apóstol nos invita a identificarnos con el sufrimiento de Jesús, ya que, a través de ello, podremos evangelizar de forma efectiva y realizando un servicio con entrega.

En el Evangelio de hoy, tomada del Libro de San Mateo (17,1-9), nos narra la Transfiguración del Señor, sobre lo cual, monseñor Guillermo remarcó que, a través de esta experiencia, Jesús se revela a sus discípulos.

“Les concedió una experiencia sin igual a sus discípulos, ser testigos de la experiencia más sublime, Jesús junto a Elías y a Moisés, para indicar que, por encima de la ley de los profetas, está Jesús, el Hijo predilecto del Padre. El rostro resplandeciente de Jesús, las vestiduras blancas, la luz, la presencia de quienes eran símbolos de la ley y los profetas, pero lo principal, la nube que lo cubrió y la voz del Padre, afirmando que Jesús es el Hijo Amado, el Predilecto, a quien hay que escucharlo”, reflexionó Cornejo.

En ese sentido, con la Transfiguración del Señor, nuestro obispo auxiliar sostuvo que esta experiencia reforzó la fe de sus discípulos y les dio esperanza sobre la gloria futura, saliendo de sí mismos para dejarse iluminar y salvar por Jesús.

“Yendo a nuestra realidad, debemos dejar egoísmos, diferencias, racismos e insultos de las 2 partes. Ya no debemos pensar en nuestras conveniencias, sino pensar en Dios, en el prójimo, en los más necesitados que, en algún momento, seremos nosotros cuando nos enfermemos, cuando nos ocurre una desgracia o hay falta de oportunidades. Necesitamos pensar con amor en el otro, viendo a nuestro Señor Jesucristo transfigurado”, acotó el sacerdote.

Asimismo, Monseñor Cornejo nos invitó a mirar la Transfiguración del Señor para comprender la necesidad de convertirnos a Él: «La fe exige una postura nueva. Aferrarnos a intereses, a situaciones cómodas, a privilegios, nos hace instrumentos no aptos para transmitir el mensaje de Jesús, que se despojó de toda prerrogativa y dio su vida. Por el contrario, acoger el reino significa creer en el Dios que rechaza toda injusticia, todo despojo del hermano, especialmente, del marginado, del que más sufre, del pobre, del despreciado, del olvidado, del que está en la cárcel, porque podemos ser, en algún momento, nosotros mismos”.

Finalmente, al término de su Homilía, Monseñor Cornejo, en este tiempo de gracia y, sobre todo, a través de la Transfiguración del Señor, nos llamó a convertirnos, confiando en Jesús sin miedo: «Jesús también nos dice: “Levántese, no tengamos miedo, no nos asustemos, no tengamos miedo”, Dios puede hacer grandes milagros en la vida de cada uno de nosotros y nunca es tarde para cambiar en este mundo marcado por el egoísmo y la codicia”.

Al llegar el Primer Domingo de Cuaresma, Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística, invitando a todos los presentes a “vivir una real y profunda Cuaresma en comunidad, para llegar a la Pascua”.

En ese sentido, al inicio de su Homilía, nuestro obispo auxiliar de Lima remarcó que el tiempo que vivimos, tiempo de Cuaresma, son cuarenta días de preparación para los grandes misterios cristianos: la muerte y la resurrección de Jesús.

Por otro lado, comentando el Evangelio de Mateo (4,1-11), monseñor Elías se refirió a las 3 tentaciones que Jesús vivió en el desierto: “Lo primero que me llama la atención es la firmeza de Jesús ante la tentación corroborada, con el compromiso del bautismo recibido y abre pistas a su propia tarea. Jesús responde, apoyándose en el Deuteronomio, a la voluntad del Padre que, para Él y para todo creyente, debería ser el eje conductual de su propia vida, la voluntad del Padre y la experiencia con su Padre”.

Por otro lado, Guillermo Elías señaló que la primera tentación que padeció Jesús es un claro ejemplo de rechazo a los propios intereses en favor del servicio a los demás: “Ser cristiano, ser católico, ser seguidor del Señor no es un privilegio que nos sitúa por encima, sino un servicio que tenemos que realizarlo como profesional, como estar a cargo de una familia, como un oficio, como una tarea que yo realizo para servir a la vida. Y así lo mostrará Jesús cuando comparte el pan con la multitud, es el Hijo del Padre, es servidor de la vida”.

En la segunda tentación, nuestro Obispo Auxiliar expresó que Jesús se niega rotundamente a tentar a Dios Padre y no alardeaba con los milagros que realizaba: “Jesús jamás realiza un milagro para impresionar a las personas. Sus curaciones son signos de vida, no alardeó con el poder, su vida fue una forma de vida contra toda muerte, especialmente, la del pecado, presente en la humanidad de hoy», expresó.

Finalmente, en la tercera tentación, la tentación del poder, monseñor Guillermo refirió que es uno de los males que más nos amenaza y corroe constantemente: “A veces, esa perversión nos amenaza continuamente de creer que debemos y podemos dominar a quien tenemos al lado o debajo de nosotros, o por nuestras capacidades y conocimientos, o por la posición en la que estamos. A Jesús le ofrecen todos los reinos de este mundo, sin embargo, frente a esto, Él nos recuerda hoy que solo a Dios hay que servir y a su proyecto de vida”.

“Eso fue el proyecto de la vida de Jesús, pero ¿qué hay de tus tentaciones?, ¿qué hay de aquellas tentaciones que a diarios experimentas?, ¿cómo las estás manejando? Todos queremos ser felices y, delante de nuestros ojos, a diario, aparecen estos 2 caminos para ser felices, el que nos ofrece el criterio de Jesús y el que nos ofrece el criterio del mundo”, remarcó nuestro obispo auxiliar de Lima.

Al término de su reflexión dominical, nuestro obispo auxiliar expresó que este tiempo es especial para regresar libre y voluntariamente a Dios, reflexionando sobre lo que suscita en nuestras vidas.

Durante su estadía en Roma, Monseñor Carlos Castillo mantuvo una audiencia con el Papa Francisco para manifestarle los esfuerzos de nuestra Arquidiócesis de Lima hacia una Iglesia sinodal, como la implementación del Plan Pastoral, la creación de un Consejo Pastoral conformado por laicos y religiosos, así como la consolidación de diferentes comisiones pastorales orientadas a promover la vida, la evangelización y la salud. Ante ello, el Santo Padre expresó su alegría por el camino emprendedido: «Les agradezco mucho porque ya están ustedes realizando la Iglesia sinodal que estamos buscando», comentó Francisco.

Por estos días, el prelado fue incorporado como miembro ordinario de la Pontificia Academia para la Vida y participó de una asamblea de tres días sobre la relación entre las técnicas de la ciencia y su intervención en distintos aspectos de la vida humana como ecológica.

«Ha sido una satisfacción verlo con una excelente salud. Se ha cumplido el milagro que me decía él para que recupere la salud. De hecho, está muy lúcido y muy atento a las situaciones», son las palabras de nuestro arzobispo de Lima, que tras su audiencia con el Santo Padre, en la mañana del 18 de febrero, recordó que Francisco se mantiene atento a todo lo que acontece en el Perú.

«Él está preocupado para que en nuestro país se pueda imponer la paz por medio del encuentro de las personas, de no devolver mal por mal, sino tener, poco a poco, el criterio mayor de buscar el bien de todos», expresó Monseñor Castillo en entrevista para RPP.

Participación sinodal de la Iglesia de Lima.

En diálogo con el Papa, el Primado del Perú informó de todos los esfuerzos realizados en el último año por implementar un Plan Pastoral y un Consejo Pastoral. De igual manera, se compartieron los frutos de las distintas pastorales que se desarrollan en nuestra Arquidiócesis, como la de salud, la pastoral sacerdotal, la pastoral de familia y juventud, y la de comunidades religiosas.

Monseñor Carlos también destacó los resultados de los encuentros sinodales de nuestra Pastoral Juvenil: «Le conté que los jóvenes habían participado sinodalmente en distintos plenarios para organizar los temas de preparación de la confirmación», señaló.

Ante todos estos anuncios, el Santo Padre envió un mensaje esperanzador a toda la Iglesia de Lima y al Perú: «Les agradezco mucho porque ya están ustedes realizando la Iglesia sinodal que estamos buscando – me dijo el Papa. Él siempre está interesado en saber qué cosa estamos anticipando que pueda ser positivo y que siempre alienta», contó el prelado.

Miembro ordinario de la Pontificia Academia para la Vida.

Durante estos días, Monseñor Carlos Castillo ha sido incorporado como miembro de la Pontificia Academia para la Vida por un periodo de cinco años. El obispo de Lima recibió la medalla y el pin distintivo que se otorga a los miembros ordinarios.

Del 20 al 22 de febrero, todos los miembros de la Pontificia Academia para la Vida vienen participando de la asamblea: «Convergiendo en la persona. Tecnologías Emergentes para el Bien Común».

Al iniciarse la Cuaresma, Monseñor Juan José Salaverry hizo un llamado a vivir este tiempo de conversión comunitariamente y emprendiendo el camino sinodal. «La Iglesia sinodal no quiere fieles adormecidos, a veces, por las tradiciones y sus costumbres. La Iglesia nos pide caminar hacia el norte, que es Cristo, abiertos y motivados por el dinamismo del Espíritu. Esa es la Iglesia que camina en la Cuaresma», expresó en su homilía.

La Santa Misa del Miércoles de Ceniza contó con la presencia de representantes de distintas hermandades y cofradías de nuestra Arquidiócesis, así como autoridades de la ODEC y de la AIEC, docentes, personal del Arzobispado de Lima y el Pueblo de Dios.

Monseñor Salaverry inició su homilía recordando que la Cuaresma es más que un tiempo de penitencia, de luto o de llanto; es un tiempo de conversión, como bien lo recuerda el profeta Joel, en la Primera Lectura (Jl 2, 12-18): «Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso».

El obispo auxiliar de Lima afirmó que el camino de la Cuaresma es una oportunidad para «abrir nuestros corazones a la gracia y vivir con verdadero sentido», es decir, con un «corazón abierto a Dios y a los hermanos». En ese sentido, la penitencia, la limosna y el ayuno, son medios que pueden acercanos al Padre, a través de actos de generosidad y desprendimiento.

«La Cuaresma es un tiempo de gracia para tocar la trompeta y convocar a la asamblea, como ha dicho el profeta Joel. Todos los miembros de la Iglesia y el Pueblo de Dios, somos convocados a tocar la trompeta de la gracia y de nuestro corazón convertido», explicó el prelado.

Renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

Monseñor Juan José señaló que la Cuaresma no se puede «vivir a solas» o únicamente con nuestro grupo o hermandad. «Este tiempo hay que vivirlo comunitariamente para que, a través de las prácticas cuaresmales, podamos afinar nuestra humanidad, renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

La Cuaresma debe ser el camino ascendente hacia Cristo para contemplar el misterio de su Transfiguración y Resurrección.

En otro momento, Salaverry hizo eco de las palabras del Santo Padre en su Mensaje por la Cuaresma 2023: «Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal». Ante ello, el obispo auxiliar reiteró que en la Cuaresma recordamos el caminar del pueblo escogido por el desierto hasta llegar a la tierra de la promisión:

«En la Cuaresma nosotros caminamos, no orientados por Moisés ni por Josué (los patriarcas del Antiguo Testamento que orientaron al pueblo de Israel), sino por Cristo, para caminar hasta llegar a la verdadera promesa de la vida, a la promesa de la resurrección», indicó.

Reconocer nuestros pecados y sanar nuestras heridas.

Todos tenemos la posibilidad de renovarnos para dejar que el Señor «sane nuestras heridas y nos lave con el agua de la fuente de la Pascua», sin embargo, Monseñor Salaverry precisó que también es necesario «una confesión delante del Señor de nuestros defectos, debilidades y pecados».

La Cuaresma no nos puede adormecer en el letargo de hacer siempre lo mismo. La Cuaresma exige un cambio en el interior de nuestros corazones, en nuestros pensamientos y estructuras para poder entender bien lo que el Señor nos pide.

Nuestro obispo auxiliar advirtió sobre el riesgo de «adormecer nuestra fe» con tradiciones y costumbres lejanas a la realidad. «La gracia del Espíritu, a veces, rompe nuestra organización y nos pide que hagamos las cosas de manera distinta, porque el Señor no es el rito, Él no quiere los holocaustos de los sacerdotes del Antiguo Testamento que se mueven en el ritualismo legal, Él quiere un corazón quebrantado, un corazón dispuesto al cambio, un corazón abierto a la gracia», manifestó.

Sin espíritu de oración ni fraternidad, tendremos un corazón endurecido por las cosas que siempre hacemos, sin capaz de vivir lo que el Señor quiere que vivamos: un tiempo de salvación, favorable para nuestra conversión.

Finalmente, Monseñor Juan José habló sobre la importancia de las prácticas cuaresmales:

La limosna: nos pide una caridad auténtica, una actitud de solidaridad cristiana que debemos de tener con los que más sufren. La limosna es compartir la vida y gastarla por los demás (el mismo gesto de Jesús con nosotros que entrega su vida en la Cruz).

La oración: que debe ser una oración confiada y,al mismo tiempo, la aceptación del plan de Dios en mi vida, en medio de las dificultades que tengo, en medio de los problemas que sufro. Es una oración que mueve la generosidad, la misma generosidad de Cristo que, en la Cruz, pide el perdón por nosotros: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

El ayuno: que es el ayuno de todas aquellas cosas que nos separan de Dios y de los hermanos. La Cuaresma es el tiempo de mi relación con Dios, de la Iglesia con Dios y la comunidad con Dios.

En este Tiempo de Cuaresma busquemos a Dios, no el protagonismo. Busquemos el protagonismo de Dios en mi corazón, para que Él nos ayude a cambiar.

«Que el Señor nos ayude a todos a vivir con sinceridad este Tiempo de Cuaresma, y que seamos capaces de poner en las manos de Dios nuestros corazones, nuestras vidas, nuestras conciencias, para que Él transforme con su gracia todo lo que necesita ser sanado en nosotros», es la reflexión que nos deja Monseñor Salaverry.

Monseñor Juan José Salaverry presidió la Eucaristía del VII domingo del Tiempo Ordinario en la Basílica Catedral de Lima. A la luz del Evangelio, el prelado reflexionó sobre el amor a los enemigos, entendido como un acto generoso de perdón y reconciliación con nosotros mismos que nos ayuda a «cicatrizar esas heridas desde el amor a Dios», evitando responder con la lógica de la justicia proporcional según el daño recibido, y sin que eso signifique permanecer callados ante situaciones de injusticia.

«Que cada uno, desde lo más profundo de su corazón, trate de vivir esta justicia nueva que nos enseña Jesús, una justicia extraordinaria, para dar siempre más de lo que esperamos recibir, para que sepamos comportarnos con la magnanimidad propia de Dios, amando a los demás», comentó.

Monseñor Juan José inició su homilía recordando el llamado que nos hace el Señor, a través de Moisés, a vivir la santidad (Lv 19, 1-2. 17-18). «Es un llamado a que nos comportemos agradando y sirviendo a Dios, cada uno de distinta manera, cultivando esa santidad que debemos vivir en nuestra relación con el Padre», aseguró.

Salaverry también precisó que la santidad «no se agota en una relación íntima y personal solo con Dios», porque también debemos comprenderla desde nuestra relación con los hermanos. «No seremos santos si solamente cultivamos nuestra relación con Dios; seremos plenamente santos si también tenemos una relación correcta con los demás. Y, por eso, el libro de Levítico nos dice que no tratemos mal al prójimo, que amemos al hermano [No te vengarás, ni guardarás rencor a tus compatriotas]», indicó el obispo.

Construir una nueva humanidad con todos, porque todos somos hijos de Dios.

En alusión al Evangelio de Mateo (5, 38-48), Monseñor Salaverry reflexionó sobre las palabras de Jesús: «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian», una exigencia de este camino a la santidad para «construir una nueva humanidad con todos, porque todos somos hijos de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y sobre malos».

El amor a los enemigos nos hace vencer y cicatrizar esas heridas desde el amor a Dios, porque debemos de ser santos como Dios es santo. Y Dios es generoso en el perdón.

El obispo auxiliar de Lima explicó que el Señor no ha venido para derogar las leyes establecidas, incluyendo la ley del talión, impuesta por las primeras tribus de Israel para contestar un daño con otro daño, una herida con otra herida [Ojo por ojo, diente por diente]. «Estamos acostumbrados a una justicia proporcional – afirmó Salaverry – a impartir el mismo daño que hemos recibido y darle a cada uno lo que le corresponde».

Frente a esta situación, Jesús decide responder con generosidad: «Si alguien te abofetea en la mejilla derecha, ponle la mejilla izquierda». ¿Qué nos está diciendo el Señor? Monseñor Juan José señaló que este no es un llamado a la pasividad y el adormecimiento ante situaciones de abuso, sino una invitación «a ser generosos como el Señor es generoso, sin que eso signifique que debamos estar callados frente a las injusticias».

Debemos de ser generosos desde nuestra fe, pero, también, debemos de procurar vivir actos de justicia entre nosotros, para que el mal sea extirpado desde la justicia humana y desde la justicia divina

El prelado aseveró que Jesús nos habla «de una nueva justicia que rompe los esquemas de lo ordinario», una nueva justicia de lo extraordinario, como lo recordó el Papa Francisco esta mañana en el Ángelus. El Señor nos pide que hagamos un «gesto de amor extraordinario, de donación, para que no nos bloqueemos frente a las realidades que, a veces, pensamos desde una razón meramente humana».

No podemos contestar con la venganza. Tenemos que vencer el mal a la fuerza del bien, vencer el mal con el bien. No es justo tener el corazón lleno de ponzoña, lleno de sufrimiento y de dolor.

Después de varias semanas de formación y vivencia comunitaria, cientos de jóvenes catequistas y agentes pastorales de nuestra Arquidiócesis, participaron de la Misa de Clausura y Envío que presidió Monseñor Carlos Castillo. En su homilía, el prelado hizo un llamado a «dejarse interrogar por el diálogo con el Evangelio que nos ilumina» para realizar una «acción con el criterio evangélico y desde la experiencia».

El arzobispo de Lima advirtió que la catequesis no debe ser un «adoctrinamiento estricto y de memoria», en donde se de prioridad al cumplimiento de normas y reglas que aturden a las personas con tantos conceptos. «Estamos para alentar y levantar a las personas a vivir intensamente la experiencia de encontrarse con el Señor», para escucharlos y dejar que puedan expresarse en sus lenguajes.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

La Escuela de Catequesis, promovida por la Comisión de Catequesis y Evangelización (y bajo el acompañamiento pastoral del Padre Víctor Solís), marca el inicio de un proceso de renovación en la vida de nuestra Iglesia de Lima y en el espíritu de nuestros catequistas, desde una perspectiva sinodal, misionera, solidaria y comunitaria.

Bajo esta premisa se celebró la Misa de Clausura y Envío en la Parroquia Santa Rosa de Lima, en Lince. El arzobispo Carlos Castillo, reflexionó en su homilía, sobre la importancia de «dejarnos evangelizar» para poder «anunciar el Evangelio bajo la fórmula de la catequesis».

En ese sentido, el obispo de Lima se inspiró en el Evangelio del día (Mc 7, 31-37), que narra la sanación de un sordomudo, para explicar cómo es la catequesis de Jesús: una experiencia de la comunicación del amor del Señor y de su alegría.

Toda catequesis es kerigmática, porque da prioridad al anuncio alegre del Evangelio.

Monseñor Carlos afirmó que la prioridad en una catequesis es el anuncio alegre del Evangelio, sin embargo, muchas veces nos enfocamos en comprender la vida sacramental (bautizo, primera comunión, confirmación) como una sucesión de anuncios (primero, segundo, tercero…), olvidando que cada programa es un encuentro y una experiencia kerigmática. Y agregó:

Nosotros no estamos para dar charlas de aburrimiento, estamos para alentar a las personas a vivir intensamente la experiencia de encontrarse con el Señor y de amar porque se es amado. 

Retomando la lectura del Evangelio, el Primado del Perú destacó la actitud que tuvo el Señor ante el sordomudo: no sólo le impone las manos, sino que le anuncia el Evangelio. Para ello, primero, lo aparta de la gente a un lado. Este es un gesto, una primera nota de la evangelización que nos habla de la importancia de «reconocer y saber tratar, desde la intimidad, los problemas que tienen las personas».

La catequesis no es un adoctrinamiento estricto y de memoria.

Los gestos de Jesús nos permiten entender que Él no ha venido a adoctrinarnos, sino que establece una «comunicación de vida» para centrarse hondamente en cada persona, en este caso, en el sordomudo, a quien le mete los dedos en los oídos y, con la saliva, le toca la lengua. «El Señor no tiene miedo de comunicarse y comunicar íntimamente su vida a este pobre hombre», aseveró el arzobispo.

Cuando se evangeliza, no se trata de comunicar conceptos; cuando se catequiza, se quiere generar un eco personal, un anuncio capaz de levantar a las personas, de hacerlas ser, de reconocer su grandeza dentro de su complejidad y ayudarlas.

Monseñor Castillo aseguró que hemos heredado, en la catequesis, «la sordera por exceso de doctrina», por el exceso de normas y reglas que aturden a la persona con tantos conceptos, al punto que no es posible escucharlas y dejarlas expresar. «Ya la persona no razona en su interior, se vuelve “sorda” y también “muda”, porque no tiene palabras de la experiencia que le permitan decirse, porque nuestras palabras no permiten que reconozca su valor, su ser. Y esto lo vemos en los seminarios, lo vemos en las catequesis, y hasta en el trato que tenemos en la casa. ¡Te va a castigar el Señor si no haces eso!, se suele decir», advirtió.

El riesgo de una «educación bancaria» y una «conversión» por miedo.

Dirigiéndose a los catequistas y formadores de la Escuela de Catequesis, el arzobispo de Lima reiteró que los excesos de reglas «hacen que las personas se apoquen, se amilanen y se vuelvan niños». El prelado señaló que hay un exceso de una «educación bancaria», en donde “depositamos” todo en el cerebro, hacemos un hueco (como el chanchito), y les metemos depósitos de conceptos y conocimientos, sin reflexión.

«Este es uno de los problemas que tenemos en la Iglesia – puntualizó el Monseñor – obligar a que los chicos de la catequesis se conviertan porque, si no lo hacen, se van a condenar. Entonces, los muchachos aceptan convertirse, pero sin alegría, sin convicción, sin sentido, por miedo», recalcó.

¡Effetá! Una catequesis que se abra al mundo.

Y, ¿qué hace al Señor cuando aparta al sordo? Está haciendo que ese ser humano, mediante la curación, recobre también el sentido de vivir. Eso se expresa cuando el Señor le dice «¡Effetá!» (Ábrete). 

Ante esto, el obispo de Lima indicó que una catequesis «que limita a las personas a su mundo», es una catequesis opuesta a lo que quiere el Señor. «Cuanto más callada es una persona, más “taponeada” está. Y para evitar eso, tiene que salir a las calles a gritar, tienen que defenderse de todo el mal que existe. Esto implica considerar que cada cosa que hagamos en la catequesis sea una comunicación profunda como la del Señor, que abre a las personas, que no las cierra en su mundo, que no las ensimisme ni les crea temor», dijo.

Hay maneras de amar que, entrando en lo profundo, hacen recapacitar a las personas. Y ese es el gran desafío que tenemos como país: que nuestra evangelización cale en la gente y la haga inteligente para poder afrontar juntos los problemas, como personas humanas, sin destruirnos.

Finalmente, Monseñor Carlos exhortó a que todos podamos tomar conciencia de la grandeza de la evangelización a través de esta catequesis experiencial, viva y comunicadora. «Estos elementos de experiencia son centrales porque Jesús nos habló siempre y compartió experiencias con nosotros. Hagámoslo también con nuestros hermanos que tanto necesitan que los comprendan», concluyó.

La Escuela de Catequesis Arquidiocesana fue posible gracias a la colaboración desinteresada de muchos jóvenes, agentes pastorales, sacerdotes y profesores del extranjero. Queremos enviar un agradecimiento especial a la hermana Claudia Núñez (Canonesas de la Cruz), al Padre Alberto Scalenghe, así como a los jóvenes y adultos voluntarios de San Pío X.

En su reflexión sobre el Evangelio del día (Mt 5, 17-37), el arzobispo de Lima nos recuerda que Jesús quiere invitarnos a entrar por el camino de la vida desde el cumplimiento de una justicia «que no sea estrecha ni mezquina, sino una ‘justicia mayor’ y ancha, con misericordia, rectificando el «espíritu de violencia y ambición que corroe nuestro país». (leer transcripción de homilía)

«Dejémonos de «oídos sordos» al clamor de la gente. No sigamos encerrándonos en decisiones que eternizan a las personas en el poder. Separémonos del odio y hagamos posible, generosamente, un encuentro que no sea un diálogo gaseoso, sino efectivo, especialmente, teniendo en cuenta la amistad con los sencillos», es el llamado del prelado.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.

La Misa de este domingo unió a toda la comunidad cristiana en especial intención por nuestros enfermos y ancianos, que por estos días vivieron la «Semana de la Oración por los enfermos», promovida por la Pastoral de Salud y bajo el acompañamiento de nuestro obispo auxiliar, Monseñor Guillermo Elías.

También se celebró la amistad y el amor, por lo que hubo una notoria presencia de jóvenes y agentes pastorales. Uno de estos jóvenes, incluso, viajó desde Cusco para recibir la bendición de manos de nuestro arzobispo.

Durante la homilía, Carlos Castillo expresó su dolor por la tragedia telúrica ocurrida en Turquia y Siria. De igual modo, manifestó su solidaridad por las inundaciones que afectaron a cientos de familias en Arequipa, así como las duras consecuencias que viene afrontando el pueblo hermano de Ucrania.

«Hemos querido unir nuestras oraciones al deseo profundo de amistad y amor que todos compartimos. El Señor viene en nuestra ayuda, en medio de nuestros sufrimientos personales y sociales, para resucitar en nosotros la capacidad de enamorarnos y de amistarnos con la hondura de su cercanía», reflexionó.

Llenos de la fuerza amorosa del Evangelio.

Monseñor Carlos afirmó que todos podemos dejarnos interpelar e inspirar por la Palabra poética del Señor, como ocurrió con nuestros poetas peruanos, que le cantan al dios que «mustia un dulce desdén de enamorado», y al que por amor «debe dolerle mucho el corazón», el que alienta al plebeyo a amar y que «trémulo de emoción dice así: el amor siendo humano tiene algo de divino”, «amar no es un delito porque hasta Dios amó». 

«Nuestros lenguajes peruanos están llenos de la fuerza amorosa del Evangelio – prosiguió el prelado – y es seguro que será mucho más en todas las lenguas del Perú, en el aymara y en el quechua, en el shipivo conibo y en ashaninka, y en todas las infinitas lenguas del Perú».

En alusión al Evangelio de Mateo (5, 17-37), que habla sobre la importancia del cumplimiento de la ley, Monseñor Castillo explicó que el Señor nos llama a un discernimiento y a una decisión libre a partir del reconocimiento y la valoración de los signos que nos llevan por el camino de la vida:

El Señor nos está invitando a traducir cada detalle en el hoy de nuestra vida, realizando un cumplimiento oportuno y adecuado, preciso, inteligente y capaz de vivir plenamente el sentido de vida que posee, y por el cual existe la ley.

Y haciendo eco de las palabras del Nuncio Apostólico, Monseñor Paolo Gualtieri («no hemos de aplicar la ley de la fuerza, sino la fuerza de la ley»), el arzobispo de Lima recordó que la fuerza de la ley es «la fuerza del valor del bien común».

Después de la homilía, Monseñor Castillo renovó el lazo matrimonial que le otorgó a una pareja de esposos, hace 20 años.

Superar la estrechez de la justicia «menor» y mezquina. Ser «grandes de visión».

En el Evangelio de hoy, el Señor pide no quebrantar los preceptos menores. Y agrega: «Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los cielos». Es decir, Jesús llama a «superar la estrechez de la justicia ‘menor’ y mezquina que practicaban los escribas y fariseos» sin dejar de cumplirla, pero con un dinamismo que permita «despedirse de la ley de la fuerza» y entrar en el «dinamismo del Reino de Dios».

¿Y cómo se da este dinamismo? «Cuando anchamos nuestro corazón y anchamos nuestra mente, cuando dejamos de ser estrechos, y hacemos eso que muchas veces hemos mencionado en estos años: rec-ti-fi-ca-mos, rectificamos desde la raíz nuestros comportamientos, propuestas, planes, acciones, leyes; aprendemos a ser «grandes» de visión, de corazón, de perspectiva, de actitudes y de acción», aseveró el Primado del Perú.

Los escribas y fariseos se hicieron cómplices de la muerte de Jesús. Su mezquindad los cegó y no pudieron percibir la propuesta de Jesús. No dejaron que la fuerza de la ley les abriera el horizonte y el corazón, y se sectarizaron y fanatizaron. Solo la mirada y el corazón ancho de Jesús abre el camino de la salvación liberadora y de la vida.

El arzobispo reiteró que aún estamos a tiempo de recapacitar y rectificar el espíritu de la violencia y la ambición que está corroyendo nuestro país. «Jesús dice que la Ley no debe ser abolida ¿Para qué? Para que comprendamos su fuerza estremecedora, la razón profunda de su existencia, el fondo más hondo del ¡No matarás!», puntualizó.

Esclarecimiento de las investigaciones y muertes.

En otro momento, el obispo de Lima señaló que es «preciso y urgente» el esclarecimiento de las «más de 60 muertes violentas que aún no han sido suficientemente investigadas, ni se ha asumido responsabilidades, ni reparado a las familias de sus víctimas, ni tomado medidas con los ejecutantes».

Esto también es parte del proceso de rectificación al que todos estamos llamados, especialmente, de nuestras «actitudes de ira y lenguajes de agresiones que favorecen formas distintas de violencia, dejando que se desate en nosotros cólera personal y colectiva». Este «camino de muerte» puede ser rectificado «por medio de procesos de encuentro entre hermanos».

Evitemos seguir agrediéndonos, basta de decir: imbécil, necio, pituco, terruco … actitudes del corazón egoísta y ambicioso que no ve la raíz del «¡No matarás!». La vida del otro vale tanto como la mía.

Monseñor Castillo pidió que toda organización autónoma de base se distancie de toda propuesta violentista y procuradora del caos. «Organicemos entre regiones y regiones, entre comunidades y comunidades, entre generaciones y generaciones, formas de solución de problemas para ayudarnos

Esta rectificación implica un giro fundamental en la forma de gobernar, de legislar, de hacer justicia y de poner orden, y en la forma de vivir la Iglesia y de rezar. En todos los casos, hemos de excluir la violencia, y tenemos que hacer que brille la sabiduría e inteligencia para actuar.

Finalmente, el arzobispo Carlos exhortó a que todos (especialmente las autoridades) asumamos un compromiso de respeto por la vida, la salud, la alimentación, la vivienda y la dignidad de todos. «Nos corresponde a todos los peruanos de a pie, de todas las regiones, organizarnos para una democracia más ancha y justa. También el peruano de base tiene que rectificar cierta pasividad y convertirse en más comunitario y organizador de la vida entre todos», aseguró.

Al término de la Eucaristía se ungió a los enfermos y adultos mayores que acudieron a la Basílica. También se bendijo a los jóvenes y a las parejas de enamorados que participaron de la Santa Misa.

Más de 500 personas de la comunidad educativa de la AIEC, entre directores de colegios, docentes, alumnos y párrocos de colegios parroquiales, acudieron a la Catedral de Lima para participar de la Misa de Envío oficiada por Monseñor Carlos Castillo. El prelado manifestó, a la luz del Evangelio, que tenemos «la misión central de anunciar a Dios a través de la educación y la formación humana» que nos permite ver el «sentido hondo, cristiano y creyente que aportamos al mundo». (leer transcripción de homilía)

Al inicio de su homilía, Monseñor Castillo explicó que, cuando nos unimos en oración, «entramos en el Espíritu de Dios» que se manifiesta a partir de nuestra experiencia humana, no fuera de ella, porque «el Señor se encarnó en nuestra experiencia».

Por lo tanto, la formación que recibimos en la escuela nos permite comprender «el sentido más profundo de lo humano» que debe aplicarse en todos los ámbitos de la vida. «Por ejemplo, es muy importante calcular, pero si solamente calculamos y eliminamos todos los otros elementos de la vida, nos volvemos locos», afirmó el arzobispo.

Volver a los fundamentos, volver a Jesús.

Ante las autoridades de los colegios pertenecientes a la Asociación de Instituciones Educativas Católicas (AIEC), el obispo de Lima aseguró que venimos afrontando una «crisis de sentido» que demanda, de nosotros, la capacidad de «volver a los fundamentos», es decir, volver a Jesús y al Evangelio, para entender nuestra misión de «refrescar el sentido hondo, cristiano y creyente que aportamos al mundo».

Esta misión, implica, enfrentar las situaciones de contradicciones y polarizaciones que nos ocurren, para aprender a educar y vivir en la diversidad. «Eso es lo más evangélico que existe», resaltó el Monseñor.

La actitud pedagógica del Señor para resolver los problemas.

En alusión al Evangelio de Marcos (7, 24-30), que narra la curación de la hija de una mujer siria de Fenicia, el arzobispo de Lima destacó la actitud pedagógica que tiene el Señor para resolver un problema. Esta mujer, proveniente de un pueblo acostumbrado a maltratar a los campesinos galileos, le ruega a Jesús que saque al demonio que poseía a su hija.

El Señor, que conoce bien el enfrentamiento cultural e histórico de estos pueblos, comprende que, para educar e introducir el Reino de Dios, «es necesario superar los prejuicios y los maltratos», en ambos lados, porque Dios se esconde dentro de la vida de las relaciones culturales y humanas.

El modo de proceder de Jesús permite que la mujer muestre un cambio de actitud. Esto significa que las palabras del Señor nos interpelan, de igual forma que la educación suscita que la gente exprese un nuevo pensamiento y una nueva idea. Por eso, todas las personas comprometidas por la educación deben ser capaces de desarrollar «una educación suscitadora, de reflexión y expresión», y no una educación bancaria que reduzca todo a unos cuantos conceptos.

El Señor sabe enseñar teniendo en cuenta el sufrimiento humano, pero también considera el sufrimiento humano contextualizado que, a veces, se mulitplica por los prejuicios históricos que hemos acumulado.

Dirigiéndose a toda la comunidad educativa de la AIEC, Monseñor Castillo recordó que la misión principal de la Iglesia no solo consiste en resolver las necesidades inmediatas (compartir el alimento, acompañar al enfermo, alentar), también debe «abrir paso a un lenguaje distinto, donde la gente se trate con cariño y reconozca la grandeza del ser humano».

La AIEC es toribiana y misionera como nuestro fundador. Que el testimonio de Santo Toribio nos inspire a anunciar la hondura de la fe y el sentido profundo de las cosas, para hacer posible el hermanamiento y la pacificación en nuestro país.

La Misa de Envío presidida por el arzobispo de Lima contó con la participación de las siguientes instituciones: Colegio Nuestra Señora de Montserrat, Colegio Reina de las Américas, Colegio Nuestra Señora de Cocharcas, Colegio Virgen del Rosario, Colegio San Francisco Javier y el Colegio San Ignacio de Loyola.

También acudieron las autoridades y alumnos del Colegio Apóstol San Pedro, Colegio San Juan María Vianney, Colegio Santa Rosa de Lima, Colegio San Norberto, Colegio San Ricardo, Colegio Santísimo Nombre de Jesús y el Colegio Santiago Apóstol.

En la Eucaristía de este domingo, celebrada en Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo explicó que el Señor nos invita a ser la luz del mundo para enfrentar las situaciones de oscuridad por medio del amor, con inteligencia y solidaridad. (leer transcripción de homilía)

Ante la imagen de la Virgen de la Candelaria, el prelado hizo un nuevo llamado al cese de la violencia y la agitación desmesurada que nos conduce al «suicido colectivo». También pidió el esclarecimiento en las investigaciones de casos de abuso de autoridad cometidos durante las últimas manifestaciones. «¡No nos dejemos provocar por la violencia!», afirmó.

Transcripción de homilía del arzobispo de Lima.

La Liturgia de hoy representa, en palabras de Monseñor Carlos, una «esperanza dentro de tantas situaciones desesperadas». El Evangelio de Mateo (5, 13-16) revela lo que Jesús quiere para sus discípulos y toda la comunidad cristiana: “Ustedes son la sal de la tierra […] Ustedes son la luz del mundo”.

El arzobispo de Lima explicó que el Señor nos llama a ser el «aliño» del mundo y el sabor profundo que nos permita vivir en fraternidad. «Estamos para “sazonar” las situaciones sosas, las situaciones vacías y suicidas en las cuales nos movemos», indicó.

Del mismo modo, el Señor nos llama a ser luz del mundo, pero eso no debe malintepretarse como ocurrió con aquellas generaciones que se consideraron «iluminadas» y, en nombre de la luz, cometieron excesos gravísimos:

«Generación tras generación, se ha permitido creer que la luz le pertenece a la “gente perfecta”. Sin embargo, el profeta Isaías (Is 58, 7-10), en la primera lectura, nos dice cuál es la base de la luz, cuál es su fundamento y de dónde brota: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo y no dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces, surgirá tu luz como la aurora”. Dicho esto, recalcó:

No somos unos privilegiados o unos superdotados que tenemos la propiedad privada de la salvación. Nuestro aporte es muy sencillo: ayudar a comprender, por medio del amor, cómo solucionamos las cosas.

El arzobispo de Lima habló de la importancia de la participación ciudadana para la pacificación y el orden social. «Tenemos que plantearnos juntos, como cristianos, cómo podemos contribuir a esta situación, pacificándola en forma inteligente. Para eso, la ciudadanía tiene que tomar conciencia, relacionarse, conversar, discutir y organizar una base de autoridad desde la sociedad».

¡No nos dejemos provocar por la violencia!

Monseñor Castillo también se ha manifestado por los últimos conflictos acontecidos y aseguró que hay una «indiferencia de todos los dirigentes del país respecto a las necesidades que vivimos». Pudiendo haber soluciones inmediatas para encontrar una vía de salida, «se niegan a hacerlo y piensan solamente en sus intereses y la prolongación de sus períodos. El país se está cayendo, está totalmente paralizado y tenemos que ver la manera de que eso se supere lo más antes posible», insistió.

El obispo de Lima también condenó la «agitación desmesurada» de «fuerzas oscuras» que, con la violencia, pretenden azuzar más. Con el mismo ímpetu, condenó las «graves cosas» que se han cometido por parte de sectores del Estado. «El domingo pasado nos manifestamos aquí, en la Misa, por el hermano que había sido asesinado. Hoy día sabemos que fue a través de un disparo de una bomba lacrimógena directamente a la cabeza. No sabemos si el que lo hizo se equivocó o no, eso hay que investigar y se tiene que esclarecer esa investigación, pero no puede haber, ni de un lado ni del otro, más violencia. ¡No nos dejemos provocar por la violencia!», acotó.

Los cristianos no somos ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro, somos del fondo de las cosas, somos del fundamento. Es verdad que podemos tener, como laicos, distintas posiciones, pero nunca olvidando el fondo de las cosas: el amor. 

Tomando como ejemplo la organización de las ollas comunes en época de Pandemia, Monseñor Castilllo recordó que sí es posible salir del entrampamiento desde la base de la sociedad: «Una sociedad cívicamente organizada es una sociedad que siempre la Doctrina Social de la Iglesia incentivó. Las instituciones intermedias y autónomas no tienen por qué ser manipuladas por nadie».

La humanidad es primero. No al «dogma» de la plata y la ganancia.

En otro momento, el arzobispo aseguró que los cristianos también son ciudadanos partícipes de una sociedad que puede, con inteligencia, neutralizar la violencia. «Debemos ayudar a que la humanidad y los que generan la violencia, comprendan que se están suicidando y estamos marchando en un suicidio colectivo», advirtió.

Se trata de que comprendamos que nuestra humanidad es primero, y no como en todos estos años, cuando nos hemos formado pensando en el “dogma» de la plata, del dinero, de la ganancia y la locura de la ambición.

Monseñor Carlos hizo eco de las palabras de Francisco en su Viaje Apostólico por el Congo y Sudán del Sur: «Amar a la propia gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario, querer al propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la fuerza». Finalmente, el prelado reflexionó:

El Señor, al recordarnos que somos luz del mundo, nos dice que pongamos esa luz en el candelero e iluminemos con sencillez. Nosotros salimos como luz del mundo a partir de la Cruz, que se levanta y se eleva humildemente. Ese es el único que lleva a la resurrección de la vida y a la resurrección de los pueblos.

La Santa Misa del V domingo del Tiempo Ordinario contó con la presencia del obispo de Requena, monseñor Alejandro Wiesse. También participaron, entre los asistentes, los representantes juveniles del decanato 11 de nuestra Arquidiócesis, la Asociación Central Folklórica Puno, y la Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Basílica Catedral de Lima y Convento de Santo Domingo.

En la Eucaristía del IV domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a seguir el camino de las Bienaventuranzas, porque el «Señor se ha metido en la historia y está caminando con nosotros».

«Vamos a pedir, hermanos, por todos los que sufren en este momento, por todo el pueblo peruano, para que, cultivando estas actitudes que nos llevan a la felicidad, desde el corazón del sufrimiento, podamos ir forjando la esperanza y podamos realizar la paz que esperamos y anhelamos todos para que las cosas se resuelvan bien», comentó en su homilía.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.

Inspirado en el Evangelio de hoy (Mt 5, 1-12), que narra las Bienvaventuranzas, el arzobispo de Lima ha reflexionado sobre la gran necesidad que tenemos, como país, de «salir del entrampamiento de formas de vivir que desdicen el sentido verdadero de la vida». En ese sentido, la Liturgia de hoy nos ayuda a recordar los «fundamentos de valor que existen en la realidad» para no «dispersarnos por cosas accesorias» y «generar polarizaciones».

«El Señor ha querido ir cultivando, en el corazón de la historia humana y también de la historia peruana, un pueblo que aprende a vivir en el corazón de los problemas, pero con actitudes que permiten tener felicidad», acotó el Monseñor Castillo.

Las Bienaventuranzas nos presentan la vida de Jesús, explicó el obispo de Lima, porque Él es el pobre espiritual que obedece al Padre, es decir, se identifica con la gente, no se separa, sino que espera con ellos y aprende a obedecer la voluntad de Dios. «Hay que empezar a encontrar dónde está el problema para poder responder oportuna y adecuadamente, y no por instinto, no por la primera cosa que se me ocurre, sino reflexionando sobre cómo dar testimonio de la voluntad del Padre», acotó.

Hacer la voluntad del Señor en las circunstancias difíciles.

El obispo de Lima aseguró que, para hacer la voluntad del Señor, es necesario tener capacidad de apertura, diálogo y escucha, «luchando todos por la dignidad de nuestro país y por su pacificación». Para ello, es indispensable rechazar toda vía violenta venga de donde venga.

El Señor dice: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. Es decir, felices los que aprenden a generar procesos de paz, de generatividad y vida para todos.

El Primado del perú señaló que, cuando el Señor bendice y declara dichosos a los sufridos, a los que lloran, a los que pasan hambre y sed de justicia, «nos da la esperanza» de que es posible la felicidad si logramos encontrar al «Dios que está escondido en la historia y quiere que lo descubramos».

El Señor nos invita a ser dichosos profundizando en los problemas, no escapándonos ni tomando a la ligera y reaccionando inmediatamente. Esto no permite ver cómo el Señor está indicando algo interesante. 

Carlos Castillo reiteró que es posible encontrar a «gente misericordiosa y limpia de corazón» en medio de la sociedad difícil que vivimos, porque «Dios está germinalmente, porque Jesús, con su muerte y Resurrección, se ha metido en la historia y está caminando con nosotros. Y la fe cristiana es siempre identificar al Señor que está con nosotros para realizarlo».

Por todos los que sufren, por todos nuestros muertos.

Monseñor Castillo también se pronunció en alusión al lamentable fallecimiento del señor Víctor Santisteban Yacsavilca, durante las últimas manifestaciones en la capital peruana. «Hoy día, estamos compungidos por la muerte que ha ocurrido, esta vez, en Lima, pero que se une a todas las muertes que hemos vivido por obra del descuido, del no saber hacer las cosas desde el punto de vista del control y, quizás, por alguna “mano negra” que siempre se mete a cambiar las cosas y a exacerbar de uno y otro lado».

El camino de la paz es el camino correcto, y las formas pacíficas de resolver los problemas es el camino por el cual la humanidad se va a redimir de todos los problemas, porque es el camino del Señor.

Central telefónica
(511)2037700